lunes, 15 de febrero de 2021

EL BOMBARDEO DE DRESDE

 


 

                                               Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                               Centro de Extensión e Investigación

                                                Luis Emilio Recabarren, CEILER

 

 

 


Recuerdo que, hacia fines de abril de 1978, estando exiliados en Marburg, República Federal Alemana, viajamos con Marcia a Zwickau en la República Democrática Alemana, invitados por nuestros amigos, la familia Quiñones Vargas.

Era en plena primavera europea. Con Guillermo y su compañera Amelia, además de compartir recuerdos y experiencias, visitamos algunas ciudades. Una que me impresionó por su belleza y el drama vivido cuando finalizaba la Segunda Guerra Mundial. Fue Dresde, la capital de Sajonia.

 

UN  CRIMINAL ATAQUE 

El  13  de febrero de 1945, Dresde fue arrasada. Cientos de bombarderos angloamericanos convirtieron la hermosa ciudad  en un humeante montón de ruinas.

Según un sobreviviente, “en las praderas junto al Elba, decenas de miles de personas abarrotan la poca tierra libre del fuego: muertos y heridos, personas que rezan y dementes”. 

La operación debía comenzar con un ataque diurno a cargo de la 8.ª Fuerza Aérea de la USAAF, pero la climatología retrasó su participación a favor del 5.º Grupo del Comando de Bombardeo, experto en operaciones nocturnas.

A las seis de la tarde del 13 de febrero, 244 cuatrimotores Lancaster despegaron de varios aeródromos en Lincolnshire, en la costa oriental inglesa, hasta los topes de combustible y sin ningún peso superfluo, pues su objetivo se hallaba a 2.700 km. Cada uno cargaba 7.000 kg de bombas, desde las minas de 4.000 hasta las incendiarias de termita de 2.

A las 22,40 horas del 13 de febrero de 1945, las primeras sirenas sonaron en Dresde, pero la gente no hizo mucho caso. A las 22 horas los Lancaster guía marcaron la zona a arrasar, la Ciudad Vieja, con bengalas que descendían lentamente, formando una cascada que los habitantes observaron con curiosidad.

Poco después, los 9 Mosquitos de la 627.ª escuadrilla de la RAF, volando a baja altura, señalaron con bengalas rojas y verdes objetivos concretos. Solo entonces las autoridades se dieron cuenta de que el peligro era real, y la radio local comenzó a emitir señales de advertencia.

Pero ya era demasiado tarde. Ni un reflector, ni una batería antiaérea ni un caza alemán se opusieron a los bombarderos, que, volando a menor altura de lo habitual, comenzaron a abrir sus bodegas. Pronto las salidas de muchos refugios se vieron obstruidas por los destrozos, y sus ocupantes se asfixiaron.

El calor resultaba insoportable. Quien pudo salir, corrió a las orillas del Elba por calles llenas de escombros. El ataque duró apenas veinte minutos, pero fue demoledor. Los supervivientes, aturdidos, deambulaban de un lado a otro. Las columnas de humo de los incendios, que se mantuvieron una semana, eran visibles a 80 km. A la una de la madrugada, mientras las primeras ayudas llegaban a la ciudad –tal como habían previsto los británicos–, las alarmas de los suburbios volvieron a sonar. Las del centro no pudieron hacerlo, porque allí ya no había electricidad.


Dresde tras el bombardeo, desde lo alto de la torre del ayuntamiento.

 

El teniente Frank Musgrave, tripulante de uno de los bombarderos, dijo tras un vuelo posterior: “Veíamos una escala de destrucción sin precedente histórico”. 

Habían sido arrasados 15 kilómetros cuadrados de zona urbana; 176.000 viviendas, destruidas o dañadas. La mayor parte de la Ciudad Vieja ardió por completo. El 70% de la zona industrial también resultó afectado, aunque la zona militar apenas sufrió desperfectos. Durante días cayó una lluvia de ceniza negra que alcanzó los 35 km de distancia, y el hedor a carne en putrefacción fue notorio durante semanas.

 

LA MASCRE SEGÚN “EL PAÍS”

En el horror inabarcable de la II Guerra Mundial, el bombardeo de la ciudad alemana de Dresde destaca con un fulgor siniestro. El 13 de febrero de 1945, pronto hará 75 años, dos oleadas sucesivas de bombarderos, 244 aparatos británicos la primera y 552 estadounidenses la segunda, arrasaron brutalmente la población en 18 horas de espanto, desatando un infierno en el que se abrasaron en medio de escenas dantescas millares de personas´..

“El ataque devastó Dresde, de 650.000 habitantes, considerada la Florencia del Elba por su riqueza patrimonial y el nivel de su cultura. La destrucción de la ciudad, uno de los episodios emblemáticos de la guerra, símbolo para algunos de la indecencia de la guerra total y objeto desde que sucedió de intensos debates y polémicas, la relata ahora en un libro tan detallado como conmovedor, Dresde 1945, fuego y oscuridad (Taurus, 2020), el escritor británico Sinclair McKay —autor de varias obras sobre los decodificadores de Bletchley Park—.

Basándose en un estudio exhaustivo de las fuentes, sobre todo de testimonios de testigos del bombardeo, tanto habitantes de Dresde como aviadores, el estudioso revive la tragedia de una manera estremecedoramente vívida y caleidoscópica, llevando al lector de las heladas cabinas de los Lancaster en las que los jóvenes tripulantes se aferraban a amuletos como el sujetador de su novia para sobrellevar el miedo allí en los cielos (50.000 aviadores habían muerto en la campaña aérea, de manera horrenda), a los sótanos abarrotados en los que se refugiaba la población y que se convirtieron en trampas mortales. McKay, que calcula que 25.000 personas murieron en Dresde aquella noche, describe imágenes que cuesta desterrar de la memoria: el anciano cegado que avanza en medio del incendio como un rey Lear ardiente, la abuela calcinada ante los ojos de su nieta al prenderle en la ropa una bengala incendiaria, la gente hervida en los tanques de agua donde habían buscado refugio, los cuerpos de las embarazadas cuyos vientres se habían abierto por efecto del calor para revelar a los hijos nonatos…

"El horror provocado por los bombardeos aéreos empieza con Gernika, Dresde es parte de ese patrón terrible que culmina en Hiroshima y Nagasaki". Sobre si sirvió para algo el bombardeo de Dresde, McKay reflexiona: "Es distinto decirlo ahora, cuando miramos a febrero de 1945 y sabemos que la guerra finalizaría en dos meses, pero la gente entonces no lo sabía, claro, y los aliados observaban alarmados que los soldados alemanes seguían resistiendo.

¿Cuál le parece la imagen más horrible del bombardeo? "Hay tantas, la atmósfera en los sótanos, esa claustrofobia, con la luz de la bombilla que se apaga. Eso es lo que más me ha angustiado al escribir. Tenía que parar a menudo y salir a correr para desprenderme de aquello".

 

EXISTE UN  MONUMENTO A LAS TRIPULACIONES BRITÁNICAS DE LOS BOMBARDEROS

 

Este monumento está en Picadilly, en Londres, en homenaje   a las tripulaciones británicas de bombarderos, los Bomber Boys. Fue inaugurado en 2012.

 


DOS DE LOS CULPABLES DEL CRIMINAL BOMBARDEO

 

 

 

                               









Winston Churchill             El mariscal Arthur Harris de la RAF.


FUE UN CRIMEN INNECESARIO PERO CON UN OBJETIVO

 

La Segunda Guerra Mundial   en Europa  estaba finalizando: La exitosa ofensiva soviética avanzaba impetuosa. Nada podía detenerla en su marcha hacia Berlín:  El día del bombardeo de Dresde el ejército rojo tomaba Budapest, capital de Hungría, y estaba a sólo 672 kilómetros de la ciudad bombardeada.

 

 

                          Distancia entre Budapest y Dresde:  672 kilómetros.

Dresde, la capital de Sajonia era, y continúa siendo tras su reconstrucción, una de las ciudades más hermosas de Europa. Dotada de imponentes iglesias barrocas y espléndidos palacios, su conjunto monumental orientado al Elba a lo largo de la Terraza de Brühl no tenía igual. Con su activa vida cultural, era destino obligado para un turismo de calidad.  Apacible y señorial, Dresde era un buen lugar para vivir.

 

PERO NO SÓLO ERA LA FLORENCIA DEL ELBA

Tenía 642.000 habitantes al llegar  Hitler al poder, una de las mayores ciudades del país, y aunque su tejido industrial no era tan denso como el de la vecina Leipzig, contaba con la factoría de productos ópticos Zeiss Ikon, que daba trabajo a más de diez mil personas, y con otras menores dedicadas a la fabricación de radios, bicicletas o máquinas de escribir.

Era, además,  un importante nudo ferroviario, con varias estaciones en las que convergían los ejes norte-sur y este-oeste de la red de trenes germana. La conflagración subrayó esta posición, al incorporar a la ciudad el control sobre las redes de Bohemia, Silesia y parte de Polonia. Así, a finales de 1943, de la dirección regional de Sajonia en este campo dependían 128.000 empleados.

Destruir Dresde era debilitar una importante ciudad que quedaría en territorio controlado por la Unión Soviética.

  

FUENTES:

 

“El País”: “Cuando la RAF convirtió a Dresde en otra Pompeya” (23 de enero de 2020)

La Vanguardia”: “El bombardeo de Dresde una masacre innecesaria”