lunes, 20 de julio de 2020

EL CONCORDATO ENTRE EL VATICANO Y HITLER







                                               Iván Ljubetic Vargas, historiador del
                                               Centro de Extensión e Investigación
                                               Luis Emilio Recabarren, CEILER




El 20 de julio de 1933 el Vaticano firmó un Concordato con Hitler.  Éste era un nuevo  pacto de sangre de la Iglesia Católica  en su política de colaboracionismo con los regímenes fascistas.

El papa Pío XI encargó  llevar a cabo dicho acuerdo al cardenal Eugenio Pacelli, quien había sido arzobispo de Baviera (1917-20) y nuncio papal en Alemania desde 1920 a 1925. Pacelli era entonces el Secretario de Estado del Vaticano ,y como recompensa sería elegido en 1939 para ser el nuevo Vicario de Cristo, convirtiéndose en el Papa Pío XII.

COLABORACIÓN DE CATÓLICOS CON HITLER

Existen  antecedentes de la colaboración de católicos con los hitlerianos. Por ejemplo, el 24 de marzo de 1933,  se     debatió  en el Reichstag (parlamento alemán) la Ley Habilitante, oficialmente llamada “Ley para remediar la miseria del pueblo y del Reich”. Esta ley otorgaba plenos poderes a Hitler, con los cuales buscaba imponer una derrota aplastante al proletariado, movilizando a su base social, la pequeña burguesía alemana, a una guerra civil sin cuartel contra la clase obrera.

Los nazis y sus aliados contaban con más del 50% de los votos de los diputados, pero necesitaba 2/3 para poder aprobar la ley. El Partido Comunista no  pudo participar en esa sesión, debido a que al incendio del Reichstag, realizado por los propios nazis unos meses antes, todos los diputados comunistas fueron  arrestados y enviados a campos de concentración, junto con algunos  socialdemócratas. Fue entonces cuando Hitler abrió una negociación con el partido del clero, llamado Zentrumspartei (Partido del Centro), liderado por el sacerdote Ludwig Kaas, agente del cardenal Pacelli (futuro Papa Pío XII) para obtener los votos que le permitirían llevar a cabo su política criminal.

Todos los diputados del clerical Partido del Centro votaron a favor de la Ley Habilitante y desde entonces el régimen nazi desató un ataque sin límites a todos los derechos democráticos, políticos y sindicales que quedaban el pie en Alemana para resistir al nazismo. Se considera a esta ley  como el inicio de una escalada que terminará con la carnicería de la Segunda Guerra Mundial y con los campos de concentración más atroces de la historia.

A pocas semanas de este acuerdo entre la iglesia y el nazismo a propósito de la Ley Habilitante, el 20 de Julio de 1933 el Vaticano y el gobierno de Hitler, en plena persecución contra la clase obrera alemana, llegaron a un acuerdo en Roma, conocido como el Reichskonkordat (oficialmente Concordato entre la Santa Sede y el Reich alemán) que significó una lavada de cara internacional de un régimen que estaba cometiendo los peores crímenes puertas adentro.

EL PACTO DE LETRÁN
El Vaticano ya contaba con antecedentes en la realización de pactos con regímenes de tipo fascistas. En 1929, bajo la jefatura del papa Pío XI, firmó el famoso Pacto de Letrán con Benito Mussolini. Con este acuerdo la Iglesia católica obtuvo la fundación de la Ciudad-Estado del Vaticano, tal como existe hoy, dando fin a la larga controversia de la Questione romana. También obtuvo el reconocimiento del catolicismo como única religión oficial de Italia, aumentaron los subsidios del Estado a la Iglesia, se eliminó la legislación laica y los crucifijos se volvieron a fijar en todas las escuelas. Mussolini, otrora ateo, colocó a seis sacerdotes en los ministerios de su primer gabinete y llevó a cabo un saneamiento de las finanzas del Vaticano con el rescate al Banco di Roma que se encontraba en bancarrota. La Iglesia mantuvo una participación activa en el gobierno fascista y, por supuesto, sirvió de manto ideológico y justificación divina para los abusos y asesinatos de Mussolini.


                           Firma del Tratado de Letrán

PÍO XI: CONDENA AL COMUNISMO

En su encíclica Quadragesimo anno (1931), el Papa Pío XI condenó inequívocamente al comunismo y sostuvo que los principios del socialismo son incompatibles con las doctrinas de la Iglesia católica, así como también defendió la prohibición de las huelgas y la liquidación de los sindicatos, llevadas a cabo por el fascismo. La entrega de la Iglesia tanto al fascismo en Italia como al nazismo en Alemania, dos movimientos políticos sobre los que tenían poca ascendencia en su origen, venía de la importancia que tenían estos regímenes como último recurso para aplastar la revolución proletaria.

Al acercarse el final de la Segunda Guerra, el papa Pío XII, quien nunca olvidaría su experiencia como nuncio apostólico en Munich durante las revoluciones de 1919, comenzó a presionar por un compromiso de paz entre las potencias imperiales enfrentadas, en oposición a quienes pretendían una derrota total de Alemania, para evitar un nuevo levantamiento del proletariado alemán.

Luego de la derrota de los países del Eje, muchos nazis aprovecharán los vínculos que habían estrechado durante largos años con la Iglesia católica para que Roma fuera su ruta de escape hacia los países latinoamericanos. La Iglesia también jugó un papel clave en la reconstrucción del Estado italiano de posguerra, recomponiendo una parte importante del aparato del Estado fascista, para evitar lo que parecía un inminente levantamiento de la clase obrera italiana.