Tema expuesto por el Arquitecto
Miguel Lawner en el Foro Panel del CEILER "Recabarren y las
Elecciones" realizado los dias 25 y 26 de Abril recién pasado, en el Salón
de Acto de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.
VIGENCIA DE LA POLITICA
El 11 de Abril del presente año, tuvieron
lugar manifestaciones multitudinarias en muchas ciudades del país,
convocadas por el movimiento estudiantil y
por varias organizaciones sociales, confirmando que la demanda por poner
fin al lucro en la educación continúa vigente
para la inmensa mayoría de los chilenos.
El movimiento social ha extendido su plataforma de
lucha a otras demandas tan fundamentales como la aprobación de una nueva
Constitución, por vía de una Asamblea
Constituyente. También crece la exigencia por
renacionalizar el cobre y por aprobar una reforma tributaria de verdad,
que permita incrementar substancialmente los recursos destinados a Salud y
Educación.
Es evidente que la magnitud alcanzada por las
manifestaciones ha fortalecido la aspiración por concordar un programa común de
la oposición con vistas a las próximas elecciones presidenciales y también ha
obligado a los precandidatos de la oposición a
priorizar estas demandas en sus plataformas programáticas.
Las masivas movilizaciones han empujado al gobierno
de Piñera a impulsar iniciativas legales en materias tributarias y de educación, que jamás figuraron en su
programa electoral. Por supuesto que el contenido de tales iniciativas está
lejos de las aspiraciones mayoritarias de la población, pero son una señal
positiva y fueron posibles sólo como consecuencia de la fuerza y unidad del
movimiento popular.
Las últimas manifestaciones estudiantiles aparecen
bajo la conducción de agrupaciones juveniles progresistas, que luchan resueltamente por acabar con el lucro
en todos los niveles educacionales, pero que manifiestan su rechazo, o al menos
desconfían de todas las instancias políticas.
Además, en los desfiles se han infiltrado sectores anarquistas o de ultraizquierda con su tradicional
verborrea y sus actos de una violencia inusitada, monopolizando la atención y
las cámaras de los medios de
comunicación, en una astuta estrategia de la derecha, destinada a desprestigiar el contenido de las demandas
sociales.
El discurso de la ultraizquierda ha contribuido a
aumentar la atmósfera adversa a la política y al
parlamento, Es cierto que la incapacidad para modificar el vergonzoso sistema
político vigente en Chile durante los 23 años trascurridos desde el fin de la
dictadura, justifica este sentimiento. Pero este es un juego peligroso que
puede desembocar en cualquier aventura.
Me resultó del todo contraproducente e
irresponsable escuchar a una dirigenta del movimiento estudiantil secundario
convocando a funar las últimas elecciones municipales.
¿Es que acaso suponía que existían condiciones para cambiar las cosas por alguna
vía no institucional?
¿Qué cambios han logrado los millones de indignados
en España, en Grecia o en Portugal,
marginándose del sistema político?
Lenin escribió en 1920 la obra llamada La enfermedad infantil del izquierdismo en
el comunismo, saliendo al paso de las tendencias sectarias y dogmáticas que
buscaban aislar de las masas a las vanguardias proletarias.
Afirmó categóricamente que ”mientras no tengáis
fuerzas para disolver el parlamente burgués y cualquier otra institución
reaccionaria, estáis obligados a actuar en el seno de dichas instituciones. “. ([1]).
Aquí en Chile, Luis Emilio Recabarren, con una
clarividencia ejemplar declaró lo
siguiente cien años atrás:
“Nosotros los socialistas tampoco juzgamos bueno el
actual régimen; trabajamos como los anarquistas por su transformación. Los
anarquistas emplean métodos distintos a los nuestros, aunque en lo tocante a la
transformación estamos de acuerdo.
Otra contribución a este cuadro descalificador de
la política, es el frecuente uso de la expresión clase política.
Como es sabido, las clases sociales corresponden a
las relaciones que se establecen en el proceso de producción, entre los
propietarios de los medios de producción y los trabajadores.
La clase política como tal es inexistente, además
que es injusto meter a todos los políticos en un mismo saco. El uso de la expresión clase política es un disparate desde el punto de vista sociológico,
y aviva la hoguera de quienes desprecian
la acción política, desconociendo los enormes avances sociales logrados por esta vía en la historia de Chile, como lo
veremos a continuación.
Ya en 1921, Recabarren tenía clara la importancia
de no dejarle libre la cancha del
Parlamento a la burguesía, cuando postuló y fue electo diputado ese año, junto
con Víctor Cruz, otro digno representante del proletariado chileno.
Más tarde -en 1938- fue electo presidente Pedro
Aguirre Cerda, gracias a la amplia coalición de izquierda agrupada en el Frente
Popular. Su gobierno barrió con el predominio ejercido en nuestra historia
republicana por las oligarquías criollas. El Frente Popular dio un salto en el
desarrollo social, cultural y económico.
Amplió la cobertura de los servicios educacionales y de salud e impulsó la industrialización del país al
crear la CORFO, institución que dio
origen a empresas fundamentales en nuestro desarrollo económico, como han sido
la Endesa, Enap, IANSA y el complejo siderúrgico de Huachipato.
En 1958, al término del segundo mandato
presidencial de Carlos Ibáñez del Canto, se creó el Bloque de Saneamiento
Democrático, alianza política que logró aprobar en el parlamento la derogación
de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, llamada por el pueblo Ley
Maldita, que había borrado de los registros electorales a 20.000 personas.
Además, en esta misma Ley, se aprobó la creación de la Cédula Única Electoral,
iniciativa que permitió acabar con la escandalosa práctica del cohecho y que
amplió el derecho a voto a los mayores de 18 años, que hasta entonces estaba
restringido a los mayores de 21 años. La derecha impugnó con desesperación
estos cambios, tal como hoy impide modificar el sistema binominal, u otorgar
derecho a voto a los chilenos residentes en el extranjero, reiterando su
oposición histórica a cualquier fórmula consistente en una mayor
democratización del universo electoral.
En 1964 fue electo presidente de la República
Eduardo Frei Montalva, tras una escandalosa campaña del terror financiada por
la CIA, amedrentando a las familias chilenas con la presunta llegada de tanques soviéticos o con el envío a Moscú de nuestros niños para su
adoctrinamiento político en caso de triunfar Salvador Allende.
El secretario general del Partido Socialista de la
época, senador Aniceto Rodríguez, declaró tras el resultado electoral, que su partido le negaría a Frei Montalva la
sal y el agua.
El Partido Comunista en cambio, afirmó que la
Revolución en Libertad proclamada por la Democracia Cristiana, era la
estrategia de la Alianza para el Progreso propiciada por los Estados Unidos a
partir del triunfo de la revolución cubana, como fórmula para defender los
intereses de los grandes monopolios imperialistas instalados en América Latina.
Pero que el gobierno de Frei Montalva contaría con el respaldo del PC, en la
medida que impulsara algunas de las reformas democráticas y antioligárquicas
exigidas por las grandes mayorías nacionales.
Así fue como en 1967, el Parlamento aprobó la Ley
16.640 de la Reforma Agraria, que consultó una importante reforma
constitucional sobre el derecho de propiedad. Esta Ley permitió la expropiación
de unos 1000 latifundios en el transcurso de la administración Frei Montalva. Además
se legisló en materia de sindicalización campesina y se creó el INDAP,
Instituto Nacional de Desarrollo Agropecuario en apoyo de los asentamientos
campesinos.
Fue esta misma disposición legal, la que permitió al gobierno de Allende acabar en
definitiva con el medieval sistema del latifundio vigente en Chile, al
expropiar 4.400 fundos que comprendían una superficie de 6,4 millones de hectáreas. El actual auge
experimentado por el sector agrícola habría sido imposible de subsistir el
dominio del latifundio, que mantenía ociosa gran parte de las mejores tierras
agrícolas del país.
Todos estos avances fueron promovidos tras grandes
movilizaciones de masas que lograron imponer en el Parlamento la aprobación de
legislaciones tan trascendentales.
¡Qué decir del triunfo electoral de la Unidad
Popular!, coalición política que llevó a
Salvador Allende al sillón de O’Higgins el 4 de Septiembre de 1970, materializando en sus 3 años de gobierno un
gigantesco programa en beneficio popular.
La tesis de conquistar el gobierno por vía
electoral tuvo una larga y meditada elaboración por parte del Parido Comunista.
Fue formulada por primera vez en un Congreso celebrado el año 1956 en
Cartagena, cuando aun el Partido vivía
en una semiclandestinidad. Luis Corvalán escribió que “ese Congreso tuvo
una gran importancia en la vida del Partido. Aprobó un programa, que la
práctica demostró que era justo en sus líneas generales, trazó la perspectiva
de la conquista del poder por una vía no armada y condujo al Partido a una
nueva etapa de desarrollo”. (3)
Esta tesis fue reafirmada en el XII Congreso del
Parido celebrado el año 1962 bajo la consigna ¡A la Conquista de un Gobierno Popular!. Es
particularmente interesante subrayar que esta estrategia se manifestó en un
momento en el cual muchos partidos políticos de izquierda latinoamericanos se
sentían identificados por el éxito de la revolución cubana y promovían
indiscriminadamente organizaciones de
carácter guerrillero: Montoneros en Argentina, Tupamaros en Uruguay, el MIR en
Chile, todos los cuales desestimaban la factibilidad de alcanzar el poder por
una vía que no fuera la vía armada.
Finalmente, en su XIV Congreso celebrado el año
1969, el Partido Comunista alzó la consigna “Unidad Popular para conquistar
un Gobierno Popular”
La victoria de Salvador Allende en las elecciones
presidenciales celebradas el 4 de Septiembre de 1970, confirmó la consistencia
de las tesis elaboradas por el Partido Comunista durante los veinte años
precedentes, abriendo paso al establecimiento del gobierno más realizador en la
historia de Chile, no obstante sus efímeros mil días de existencia.
Las tesis que guiaron al movimiento popular en
Chile hasta alcanzar la victoria en las
elecciones presidenciales de 1970, fueron el resultado de un análisis profundo,
creativo, desprovisto de prejuicios
respecto a la realidad económico-social que vivía nuestro país en la segunda
mitad del Siglo XX y del camino que debía transitar el movimiento
revolucionario para alcanzar sus
objetivos,
Estas tesis enaltecen la actividad política y para
quienes las compartimos y las practicamos son un enorme motivo de orgullo.
Dejemos en claro, sin embargo, que este
planteamiento no desahucia, de ninguna
manera, la posibilidad de acceder al
poder por la vía insurreccional, cuando las condiciones objetivas cierren
cualquier otra opción y cuando el ánimo de las masas indique que están
dispuestas a la batalla. Estoy seguro que en el futuro, más de algún pueblo
logrará su liberación por esta vía. .
Poner en práctica una línea política unitaria en el
pasado no estuvo exento de dificultades.
Debió abrirse paso entre el escepticismo de muchos sectores aliados y la
oposición de las fuerzas reaccionarias, hábiles para introducir la cuña entre
los partidos de Izquierda. .Unir a los distintos conglomerados políticos que
dieron vida primero al FRAP y más tarde a la Unidad Popular, exigió muchísima
paciencia y habilidad para saber cuando hacer concesiones que no vulneren la
esencia de un programa, y cuando es necesario insistir en un punto intransable.
Hoy nos toca vivir un cuadro semejante. Ante la
sola perspectiva de unir a toda la oposición, la derecha y los grandes
empresarios se juegan a fondo para hacer imposible una coalición que por fin
pudiera imponer cambios de verdad en el sistema político y en el modelo
económico neoliberal. Todos los días los medios de comunicación arrancan alguna
declaración a algún demócrata cristiano crítico de la posible alianza con el
PC. Tal como ayer, la prensa y los
sectores reaccionarios, amenazan con el infierno en la eventualidad que el
futuro gabinete pudiera contar con ministros comunistas.
El reciente triunfo de la oposición unida en los
últimos comicios municipales, que permitió expulsar a la derecha de importantes
centros de poder detentados hasta ahora,
muestra el camino a seguir y ha fortalecido la posibilidad de consolidar
un amplio bloque democrático. Mayor contribución a este propósito ha sido la
magnitud alcanzada por la última manifestación estudiantil.
Desprestigiar la política es una herramienta
esgrimida por mentes febriles que piensan constantemente que la revolución está
a la vuelta de la esquina. También es un recurso astuto utilizado por las
minorías, para perpetuarse en el poder mediante la división de las fuerzas
democráticas.
No puede prescindirse de la política y de los
políticos a menos que estén dadas las condiciones objetivas y subjetivas para
un cambio revolucionario.
Miguel
Lawner
20.04.2013.
[1] Lenin:”La enfermedad Infantil del izquierdismo
en el comunismo”
Ediciones Progreso. Moscú.
pg,45
2 El
Despertar de los trabajadores. Iquique. 23.1.1912.
3 Luis Corvalán: De lo
vivido y lo peleado. Pg. 60. Lom Ediciones 1997.