ESPECIAL 65º ANIVERSARIO
DE TRIBUNA POPULAR
UNA MIRADA A
LA PRENSA REVOLUCIONARIA
DESDE LA
TIERRA DE RECABARREN Y NERUDA
Por: Fernando Quilodrán **
Director del semanario El
Siglo,
órgano de prensa del Partido
Comunista de Chile *
Nada nuevo decimos si comenzamos postulando la
estrecha unidad entre historia y presente, como desde ya lo sugiere el
contenido propuesto para estas reflexiones: “Experiencias y retos actuales de
la prensa revolucionaria”. Esto es particularmente relevante si consideramos
que el agudo enfrentamiento ideológico que acompaña como momento esencial e
inseparable cada una de las formas que adquiere la lucha de clases en la
sociedad capitalista, se halla en nuestros días en un estadio en que es
precisamente esta manifestación del enfrentamiento entre las clases
fundamentales del modo capitalista de producción el que aparece como decisiva y
dramáticamente activa, tanto al nivel de la lucha económica de los trabajadores
como de su quehacer político transformador.
Avala esta afirmación una simple mirada a las formas que ha adquirido en
nuestros días esa “lucha de las ideas”, como también se la suele llamar,
preferentemente al compás y ritmo de las necesidades e imposiciones de los
exponentes del credo neoliberal imperante.
Efectivamente, una precondición del sometimiento a que condenan los grandes
monopolios transnacionales, y sus traducciones y ramificaciones locales
particularmente en las naciones de “la periferia” de las ciudadelas del
imperialismo, es la pérdida de “las identidades”. Queremos decir con esto que
entendemos a la identidad como la forma libre, individual e irrepetible de
ejercer la condición humana en sus particulares circunstancias de tiempo,
espacio y clase.
El rasgo que caracteriza al modelo neoliberal –su teoría y su práctica– en
el terreno de la ideología, es su atentado a la identidad.
Como enunciados notorios del neoliberalismo, sobresalen:
a) La noción de “fin de la historia”, o devaluación
del tiempo histórico.
b) La noción de “aldea global” –“globalización”,
“mundialización”–, o destitución de las fronteras nacionales y locales.
c) La noción de superación de los conflictos
sociales y de la existencia de las clases, como premisa o conclusión del “fin
de las ideologías”.
Al “fin de la historia” y de las ideologías, se corresponden otras
nociones, muy en boga. Veamos algunas: hemos entrado a una etapa de
mundialización, de transnacionalización. Se han borrado las fronteras,
compartimos una “aldea global” en donde el mercado es el regulador supremo y
árbitro de todos los valores. Los viejos dogmas están sepultados.
Entre ellos, el dogma del Estado empresario, el Estado regulador, el Estado
providencia. El estatismo es siempre malo. Para siempre, está demostrado que
sólo la iniciativa privada, gestionando la empresa privada y con capitales
privados, puede actuar como un agente económico eficaz. Aquello de la
planificación central es una idea tan vieja como la rueca y el huso. ¡Modernidad
es la consigna! La verdad reside en las cifras. El que fracasa en el mercado,
es porque no era apto. Y los muertos en la competencia, bien muertos están. Lo
que no existe dentro del mercado, simplemente no existe. Al “todo lo racional
es real y todo lo real es racional”, de Hegel, se superpone el “todo lo
racional es mercantil y todo lo mercantil es racional”.
“OBJETIVIDAD” Y
“APARTIDISMO”
Al decir, eso, reafirmamos el valor político manifestado en el enunciado
propuesto por Tribuna Popular, “Experiencias y retos actuales de la prensa
revolucionaria”, pues nos invita a restablecer la continuidad de la conciencia
y a entender a la “rebeldía” como la condición contemporánea del conocimiento,
y por lo tanto de la acción y el cambio hacia formas más evolucionadas de
organización de la sociedad.
Lo que quisiéramos, modestamente, postular es que sin una mirada lúcida
hacia las “experiencias” del pasado de su clase, la prensa revolucionaria no
podría pretender el conocimiento de “los retos del presente” ni, con ello,
asumirlos de una manera apta para convocar a la rebeldía necesaria y la
formulación de políticas basadas en los intereses específicos, lo que no obsta
a su amplitud, de las clases y sectores en pugna con el modo de producción
imperante y sus formas cada vez más estrechas y perversas de sostenerlo por
parte de las minorías dominantes en la mayor parte del mundo.
Otras consideraciones necesarias nos incitan a volver a las viejas nociones
de “objetividad” versus “partidismo”. Una suerte de “ganancia adquirida” por la
prensa de los monopolios es su juego con la noción de “objetividad” y su
aparente “apartidismo”. Lo cierto, e innegable, es que dados su control
monopólico o al menos coludido, y con ello su consiguiente copamiento del
mercado de las comunicaciones, fácil les es a los grandes medios ocultar sus
orígenes e intereses de clase y el tratamiento astuto y muy “profesional” de
“la noticia”.
Sin embargo de sus pretensiones, salta a cualquiera mirada “entrenada” la
óptica con la que se aproximan a los hechos para darles un tratamiento acorde a
sus intereses. Para ello, utilizan todas las argucias de las “ciencias
sociales” y hacen uso muy particularmente del supremo recurso a la omisión. Ejemplifico
esto último con una invitación a buscar en esa prensa cualquiera alusión –no
digamos, “reconocimiento”– al origen de clase que explique los conflictos
sociales. En el caso de Chile, es prácticamente imposible hallar la simple
palabra “cobre”, que es la principal riqueza del país, porque su sola alusión
conduce inevitablemente a la memoria del gobierno de Salvador Allende, que
nacionalizó todos los yacimientos de ese metal, lo que traería como resultado
inevitable una discusión más abierta acerca de los intentos de la derecha, hoy
en el gobierno, por revertir completamente lo que hasta ahora –y ello no es
poco– no han logrado sino modificar en beneficio de “la inversión”
transnacional.
CLARO CARÁCTER DE CLASE
Al contrario de las argucias de los ideólogos y voceros del sistema, la
prensa revolucionaria no hace esfuerzo alguno por ocultar su mirada de clase. Y
es que sin una óptica crítica y de vocación abiertamente transformadora es
imposible conocer la realidad y, por lo tanto, exponerla para ejercer la
pedagogía necesaria y con ello legitimar e impulsar la organización y las
luchas reivindicativas en los terrenos económico y político.
Y es que la realidad no admite “consensos”: es, simplemente, como es. Y
todo acuerdo puede pactar con respecto a su “tratamiento”, pero jamás podrá
modificar su esencia.
Dicho en otras palabras, no somos ni nos queremos “neutrales” o
indiferentes.
Es claro que entre los retos que debemos asumir en el ejercicio de la
prensa popular, de izquierda y revolucionaria, está el de asimilar todo lo
nuevo en materia de instrumentos y técnicas que inciden en el oficio de la
investigación y la información periodísticas. Ese componente de la formación
profesional, que aparece como el gran aporte del sistema universitario, no se
acompaña, salvo muy honrosas excepciones de difícil rastreo, de la entrega de
elementos indispensables para la comprensión cabal del “fenómeno histórico”.
Muchas veces, las promociones salidas de esas aulas las componen “expertos”
aptos a lo más para llenar los casilleros de las pautas desinformativas que
dictan e imponen los agentes de los medios.
Y es allí en donde alcanza una dimensión decisiva la “escuela” que han sido
a lo largo de su historia órganos que como Tribuna Popular de Venezuela y El
Siglo en Chile entre otros diarios y periódicos de las avanzadas
revolucionarias de tantos países a lo largo de tantos años, han asumido como
una vocación integrada al conjunto de las tareas de las vanguardias.
*El PCCh se fundó el 4 de junio de 1912, el primer
número de ES aparece el 24 de agosto
de 1940.
**Director del semanario El Siglo, órgano de prensa
del Partido Comunista de Chile*