Editorial
El Siglo: El general-presidente
Ya hubo otro general, que se proclamó presidente sin haberlo sido nunca:
apenas fue un dictador. Este, Juan Emilio Cheyre, ha sido nombrado según “todas
las de la ley” y su cargo es el de presidente del Servicio Electoral.
¿Quién es este general?: Ingresó a la Escuela Militar en 1962. Tras
rutinarios ascensos llega en 1994 a general de brigada, en 1998 de división; y
en 2002, a comandante en jefe hasta el 10 de marzo de 2006.
Ahora está a cargo de garantizar los libres y correctos procesos
electorales en este país.
Por actos realizados cuando el general era capitán, Cheyre fue citado en
dos ocasiones ante los tribunales de justicia en calidad, no de testigo, sino
de inculpado. Si bien es cierto que no fue procesado, cabe preguntarse: ¿es ése
un antecedente meritorio para elevarlo a un puesto de tanta trascendencia y
“visibilidad”?
El general Cheyre sucede, tras otros oficiales, al mismo general que el 11
de septiembre de 1973 encabezó un golpe de estado, con todas las consecuencias
conocidas, que derrocó y asesinó a un presidente de la república elegido
democráticamente.
El mismo general -de Pinochet hablamos, ciertamente- clausuró el congreso
nacional, elegido también democráticamente, persiguió y aun asesinó a varios
parlamentarios.
Destruyeron los registros electorales y negaron la ciudadanía real y
efectiva a los chilenos por más de 17 años.
El general Cheyre es hijo de esa institución, comparte su “doctrina” y
prolongó su historia: ¿son los mencionados antecedentes, suficientemente
“habilitantes” para colocarlo en la alta posición que ha asumido recientemente?
Con motivo de las últimas elecciones municipales, quedaron al descubierto
algunas “particularidades” de nuestro sistema electoral, tales como la presencia
en los padrones electorales de personas fallecidas, caso del presidente
Salvador Allende, y centenares de detenidos desaparecidos.
Esos detenidos desaparecidos son obra de las fuerzas armadas; entre ellas,
y quizás privilegiadamente, del ejército. En incontables ocasiones los
tribunales de justicia y el propio poder ejecutivo, así como organizaciones de
derechos humanos y una multiplicidad de organismos e instituciones civiles, han
requerido de las FFAA la entrega de los antecedentes que sin duda alguna obran
en su poder para esclarecer cada uno de esos casos. Jamás se ha obtenido esa
información, y tampoco el general Cheyre en sus 4 años al mando del ejército se
sintió obligado legal ni éticamente a entregar la información reservada que
ciertamente poseía. ¿Es éste otro “factor positivo” para su designación como
garante supremo de la limpieza de los procesos electorales por venir?
En la misma ocasión –municipales de 2012- se evidenció la presencia en los
padrones electorales de miles de compatriotas que viven en el extranjero, y a
quienes reiteradamente los poderes públicos les han negado su condición
ciudadana, así como a sus descendientes nacidos en el exterior. Estos chilenas
y chilenos se hallan fuera del país ya sea porque fueron desterrados por la
dictadura o porque hubieran optado “libremente” por dejar nuestro país, en
ambos casos por razones de seguridad y
supervivencia. Siguen en el padrón electoral. La pregunta es: ¿serán
borrados, o finalmente se les reconocerá su condición de chilenos a título
completo? Entre quienes deberán dar una respuesta, se halla el general Cheyre,
cuya institución está en la base como causal inmediata y directa del exilio.
¿Es éste otro elemento a considerar a la hora de designar al distinguido
oficial como “garante” de las instituciones de la democracia?
Hombre de la dictadura, Cheyre fue intendente de Atacama. Como delegado de
Ricardo Izurieta, entones comandante en jefe, asumió en Londres durante el
juicio a Pinochet “el control de permanente monitoreo de la salud” del
arrestado asesino de masas.
Como integrante del Servicio Electoral, cuya composición “binominal” fue
aprobada en el senado el 23 de enero por exiguos 34 votos a favor y 2
abstenciones, Cheyre ganó la “interna” de 5 miembros por 3 votos a 2, lo que
muestra que, otro ejercicio de “transparencia” electoral, él mismo dirimió el
empate a su favor.
En la búsqueda de algún símbolo de reconciliación, suelen los verdugos al
descender del caldazo buscar la mano que selle la unidad de la vida y la
muerte. Pero la mano de la víctima no ha podido presentarse, y la única
reconciliación posible es entre el verdugo y la muerte.