Decir hoy, que la memoria nos constituye como sujetos, no es ninguna
novedad, decir que a muchos la memoria inmediata de los malls y de la sociedad
de consumo les ha consumido la consciencia, ni sentido tiene hablar de las
verdades absolutas. Lo absoluto de la verdad es la verdad de los humildes, de
aquellos que fueron capaces de entregar la vida por aquellos que ni siquiera
conocían, que se atrevieron a enfrentar un enemigo superior en medios y fuerza,
porque su sentido de justicia social estaba muy, pero muy por encima de aquello
del egoísmo, el individualismo y la maldad.
Carlos, podría llamarse Juan, Andrés, María, Ester, Marilao, Raúl, y
podríamos seguir escribiendo nombres porque CARLOS era todos ellos y ellos eran
todos Carlitos, pero escribir esto no son palabras cliché hechas una frase
hueca, sin caldo, ni enjundia. Carlos era un joven como los cientos que marchan
y exigen al sistema aquello que es imposible que pueda cumplir, por ser
esencialmente inhumano y porque jamás lograran acercarse mininamente a ese
hijo, gran compañero, hermano, camarada, luchador y un guerrero como lo fue él.
Si ustedes piensan que esto es una apología a Carlitos, no están equivocados, y
al hacerlo, lo hago pensando en todos aquellos jóvenes que murieron o fueron
torturados a manos de los agentes de un Estado Fascista en septiembre del 73,
por soñar una sociedad diferente, una sociedad mejor, esos mismos asesinos en
serie, violadores, sociópatas, que realizan el trabajo sucio del poder
económico, fueron los mismos que
asesinaron a muchos Carlitos, a demasiados.
El significado de mi hermano es de origen germánico al que se le atribuye
el ser un hombre fuerte, y un varón viril. Por lo tanto mi peñi, nuestros peñi,
no podía, no podían hacerle el quite, ni finta ninguna a su destino y este, el
destino, lo busco. El destino busco al joven que buscaba la acción, más, no
cualquier acción, la que él buscaba era la del que se rebela ante el sádico
opresor e invasor de su pueblo, ya que para él, la injusticia y la defensa de
los más humildes no eran transables (se lo habían forjado desde su niñez, tanto
su padre como su digna y valiente madre). No, Carlitos un joven de 23 años,
era, ¡es!, uno más que como ese otro gran joven libertario llamado Leb-Traro al
momento de partir se enfrentaron a su destino y al hacerlo se elevaron al grado
de inmortales y vencieron la muerte del olvido.
Carlos es un hombre, es un gran hombre al cual no podemos olvidar, así nos
quede un mínimo de consciencia, un mínimo de memoria, un mínimo de dignidad.
Sábado 23 / Feb. 2013 / 12:00
hrs. / MEMORIAL DD.HH / CEMENTERIO GENERAL
Lautaro Araneda