DE LA VIDA DEL PARTIDO
NUESTRA
QUERIDA COMPAÑERA MIRIAM CAMPOS
El 26 de abril se efectuaron en Moscú los funerales de Miriam Campos,
miembro de la Comisión de Propaganda y Educación del Comité Central del Partido
y responsable en esta comisión del Boletín Exterior.
Había nacido en Iquique el 25 de abril de 1945. A 1os 16 años se incorporó
a las Juventudes Comunistas de esa ciudad, donde cursaba humanidades en el
Liceo de Niñas y fue presidenta del Centro de Alumnas. En 1966 ingresó a la
Universidad Técnica del Estado en Santiago y tuvo activa participación en el período
de grandes movilizaciones estudiantiles por la reforma universitaria y por
cambios revolucionarios en el país. Por su trabajo político, fue destacada al
secretariado de la Dirección de Estudiantes Comunistas.
En 1968 se casó con Alejandro Yañez, presidente de la Federación de
Estudiantes de la Universidad Técnica del Estado. Ese año se presentaron los
primeros síntomas de una grave enfermedad, ante la cual resultaron impotentes
los medios de que disponían los médicos en Chile. Viajó en 1970 a la Unión
Soviética, donde recibió tratamientos que le permitieron contener el avance del
mal posibilitandole nueve años más una vida normal, llena de intensa actividad.
En 1974 pasó de las Juventudes Comunistas a las filas del Partido y desempeñó
con dedicación y dinamismo diversas tareas de responsabilidad. En las tareas de
los últimos años se le conoció con el nombre de Paula Vásquez.
Concurrieron a sus funerales todos los militantes del Partido y de las
Juventudes Comunistas que residen en Moscú y que montaron guardia de honor en
torno del ataúd. Formó parte de una de ellas el secretario general del Partido,
compañero Luis Corvalán. Hicieron uso de la palabra los compañeros Ana López
por el Coordinador de la Unión Soviética del Partido Comunista de Chile,
Leonardo Yañez por la familia, José Miguel Varas por el Comité Central del
Partido e Igor Ribalkin por el Partido Comunista de la Unión Soviética. Todos
los asistentes a la ceremonia entonaron con gran emoción La Internacional para
despedir a quien fue una militante ejemplar, dotada de inmensa voluntad y ánimo
inquebrantable, que supo siempre sobreponerse a la adversidad y entregar lo
mejor de sus energías y de su espíritu a la causa de la liberación del pueblo
chileno.
El discurso del compañero Varas, en representación del Comité Central, fue
el siguiente:
"Los comunistas somos una gran familla. Neruda ha dicho que el Partido
nos hace sentir la fraternidad hacia
"el que no conozco
y sin embargo
es más hermano mío
que mi hermano".
Y es sobre todo en momentos difíciles, de
aflicción, como éste en que sentimos más profundamente estos vínculos, esta
hermandad esencial, de los que luchamos juntos para cambiar el mundo.
Yo conocí a la compañera Miriam Campos hace
diez años, cuando llegó por primera vez a Moscú para atender su salud en este
mismo hospital.
Venía gravemente enferma y ella conocía su
mal. Los médicos en Chile la habían desahuciado, le daban uno o dos años más de
vida.
Ella lo sabía.
Pero lo que impresionaba sobre todo, al
conocerla, era su anhelo de vivir, su robusta alegría y su decisión de luchar a
brazo partido por su vida.
En su pieza del hospital se escuchaban
constantemente risas, se congregaban a conversar jóvenes y viejos, en el día de
su cumpleaños atronaban las cumbias.
Y era ella, la más gravemente enferma de
todos, la que estaba siempre levantándole el ánimo a los demás.
Una sola cosa la apesadumbraba a ratos y era
el haber dejado, allá tan lejos, en Chile, a su compañero y a su hijo. Pero se
conformaba en su absoluta seguridad de que pronto volvería a estar con ellos.
Así fue en efecto.
Pero su lucha con la enfermedad iba a
continuar, sin más treguas parcíales, a lo largo de diez años.
¡Y qué temple formidable demostró esta joven mujer
comunista en este combate! ¡Qué estoicismo para sobreponerse al dolor, a las
secuelas penosas de los tratamientos químicos y radiológicos, al malestar
constante durante días y días y días!
Y, sobre todo, qué maravillosa fortaleza
moral, para no flaquear jámás, para no entregarse, para no abandonarse a
estados de ánimo sombríos, que sin embargo en su caso, habrían sido tan lógicos
y cxplicables.
Volvimos a encontrarnos con ella en 1974. en
este tiempo amargo del fascismo y del exilio.
La encontramos más madura, más profunda.
Alegre, sin embargo, como siempre.
Y como siempre responsable hasta el extremo.
Los que han estado en estos años junto e ella
conocen su increíble capacidad de trabajo, su preocupación meticulosa por la
organización; la puntualidad, precisión y limpieza con que cumplía cada tarea.
El Boletín Rojo que ha cumplido en este
tiempo un papel tan importante en la cohesión politica, orgánica e ideológica
de nuestro Partido en el exilio, diseminado en 30 países del Mundo, ha sido en
medida considerable, obra suya. Producto de su trabajo metódico. De su atención
escrupulosa a las tareas de distribución.
Me tocó ser compañero de Miriam en la célula
"Carlos Berger". Allí la vimos siempre seria y concentrada,
exponiendo con franqueza sus opiniones, con la mente y el corazón puestos en
Chile, en la lucha de nuestro pueblo. La vimos llegar a las reuniones de
estudio siempre bien preparada, con su exposición por escrito.
Y hay que pensar -a veces lo olvidábamos- al
precio de qué enorme dominio sobre sí misma, de qué estoicismo sin limites,
cumplía cada una de las tareas del Partido. Y también cada una de las tareas
del hogar, en esa doble jornada de la mujer que ella cumplía, como todo, con
gran responsabilidad.
Y aun podía derrochar su gran ternura de
esposa, compañera y madre y estar pronta a la risa y a la alegría.
Ha muerto muy joven, lejos de su tan querida
tierra iquiqueña, después de una lucha de diez años contra la enfermedad terrible,
manteniendo hasta el final el espíritu y la bandera en alto.
La despedimos con dolor pero también con la
confianza en el futuro que supo siempre inspirarnos su ejemplo luminoso.
Nuestra gran familia comunista, se une más en
la aflicción. Esta familla no se limita a los comunistas chilenos, sino que
incluye también a todos los comunistas del mundo. Incluye a los queridos camaradas
de la Unión Soviética, que a lo largo de todos estos años rodearon de sus
cuidados, de sus desvelos y de su afecto a la querida compañera Miriam Campos.
Compañera Paula: ¡presente!
¡Ahora y siempre!"
Publicado
en:
Boletín
del Exterior Partido Comunista de Chile Nº35
mayo
- junio 1979 - páginas 6 - 8