DISCURSO DEL GENERAL DE
EJÉRCITO RAÚL CASTRO RUZ, PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS
DE LA REPÚBLICA DE CUBA EN LA PRIMERA CUMBRE DE LA COMUNIDAD DE ESTADOS
LATINOAMERICANOS Y CARIBEÑOS (CELAC). Santiago de Chile, 28 de enero de 2013.
Excelentísimo Sr. Sebastián Piñera, Presidente de la República de Chile:
Estimados Presidentes, Primeros Ministros y Jefes de Delegaciones: Pueblo
hermano de Chile:
Sea mi primer pensamiento para honrar la memoria de Salvador Allende,
insigne latinoamericano y patriota que entregó su vida por la independencia de
su nación y la justicia social.
La existencia de la CELAC nos permitió encarar los desafíos del 2012 con
más conciencia de quiénes somos y hacia dónde vamos, en medio de circunstancias
convulsas y complejas.
Vamos construyendo en la dura realidad, trabajosamente, el ideal de una
América Latina y Caribe diversa, pero unida en un espacio común de
independencia y soberanía política, de control soberano de nuestros enormes
recursos naturales para avanzar hacia el desarrollo sostenible, la integración
regional y el enriquecimiento de nuestra cultura.
Los obstáculos no han sido ni serán menores. Las amenazas a la paz son
crecientes y la injerencia en los asuntos de nuestra región continua. Las
trasnacionales, fundamentalmente norteamericanas, no renunciarán al control de
los recursos energéticos, hídricos y minerales estratégicos en vías de
agotamiento. La concepción estratégica de la OTAN es cada vez más agresiva y se
orienta claramente en ese sentido. A dos décadas del fin de la Guerra Fría,
crecen los enormes arsenales nucleares y convencionales que, como ha dicho
Fidel, no podrán matar el hambre ni la pobreza.
El orden económico internacional es injusto y excluyente, atrapado en una
crisis global a la que, por ahora, no se vislumbra solución. El cambio
climático avanza inexorable ante la falta de voluntad política de los gobiernos
de los países desarrollados.
Sin nuestra unidad, nada sería posible y todo lo logrado se perdería. En la
llamada Cumbre de las Américas de Cartagena, Nuestra América dio un paso
decisivo, asentada en el sólido cimiento de Mar del Plata, donde en el 2005,
fue derrotada el ALCA. Disipados los cantos de sirena de los Estados Unidos en
la Cumbre del 2009, en Trinidad Tobago, América Latina y el Caribe brillaron
por su solidez e independencia cuando reclamaron que las Malvinas son
argentinas y que el bloqueo
y la exclusión de Cuba deben cesar, acontecimiento que el pueblo cubano
guardará siempre, con profunda gratitud, en su memoria.
El ejercicio de la autodeterminación y la soberanía de los pueblos y la
igualdad soberana de los Estados son principios irrenunciables de la CELAC,
establecidos en la Declaración de Caracas.
Sabemos que entre nosotros hay pensamientos distintos e, incluso,
diferencias, pero la CELAC ha surgido sobre el acervo de doscientos años de
lucha por la independencia y se basa en una profunda comunidad de objetivos. No
es la CELAC, por tanto, una sucesión de meras reuniones ni coincidencias
pragmáticas, sino una visión común de la Patria Grande latinoamericana y
caribeña que solo se debe a sus pueblos.
Los incuestionables triunfos obtenidos por las fuerzas patrióticas en las
elecciones presidenciales y regionales celebradas en Venezuela y las
movilizaciones recientes, demuestran el extraordinario liderazgo del Presidente
Hugo Chávez Frías y el enorme respaldo popular al proceso venezolano. Junto al
dolor y la preocupación por la salud del Jefe de la Revolución Bolivariana, ese
hermano pueblo está dando, junto a los dirigentes chavistas, un destacado
ejemplo de lealtad, convicción y unidad, para profundizar sus irreversibles
conquistas.
El gobierno Bolivariano está enfrentando una permanente campaña de intriga
y descrédito por parte del imperio y de la oligarquía golpista, pero ha
continuado su obra, consagrado a la defensa de los legítimos intereses de los
trabajadores y de todos los venezolanos patriotas, de la Constitución y de su
democracia revolucionaria. Desde aquí le reiteramos a Chávez nuestro afecto, respeto
y admiración, al igual que a su valiente pueblo, que lucha por la mayor suma de
estabilidad política, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de
felicidad, como lo soñó el Libertador Simón Bolívar.
Compartimos y apoyamos la resolución y oportunidad con que UNASUR ha
actuado frente al golpe parlamentario en Paraguay. En una región que ha sufrido
décadas de dictaduras sangrientas, impuestas y sostenidas por los Estados
Unidos, no puede permitirse impunidad a los sectores violentos y golpistas.
Nuestra Comunidad estará incompleta mientras falte en ella el escaño de
Puerto Rico, nación hermana genuinamente latinoamericana y caribeña que padece
una situación colonial.
No podemos olvidar que cerca de 170 millones de latinoamericanos y
caribeños viven en la pobreza, de ellos 75 millones de niños, 66 millones de
personas en la región están en pobreza extrema, de los cuales 34 millones son
menores. ¿Qué puede significar para ellos la CELAC?
Es cierto que hemos avanzado en el desarrollo de programas económicos y de
desarrollo social al interior de varios países, como Brasil. La experiencia del
ALBA y PETROCARIBE en la cooperación solidaria y en la complementariedad entre
nuestras naciones, es considerable.
La CELAC está en condiciones de trazar su propio concepto de cooperación,
adaptado a nuestras realidades y a las mejores experiencias de la última
década.
Pese a lo avanzado, podríamos hacer más en apoyo a Haití, cuyo gobierno
necesita recursos para la reconstrucción y el desarrollo. Es posible hacerlo
entre todos, bajo las decisiones del gobierno haitiano.
Estamos obligados a alcanzar progresos considerables en la educación como
base del desarrollo económico y social. Nada de lo que nos proponemos, desde la
disminución de la inequidad hasta la reducción de la brecha tecnológica y
digital, sería posible sin ello. La eliminación del analfabetismo, como meta
primaria, es totalmente alcanzable. Con políticas adecuadas y cooperación
regional, para proveer un mínimo de recursos a los más necesitados, podríamos
dar un salto en pocos años.
Debemos ser capaces de promover una arquitectura regional propia, adecuada
a las particularidades y necesidades de la América Latina y el Caribe.
Podemos también conjugar nuestros esfuerzos contra la drogadicción y el tráfico
ilícito de estupefacientes.
No podríamos renunciar a la protección de nuestros inmigrantes, víctimas
del orden actual, de la xenofobia y de la discriminación que proliferan en el
mundo industrializado.
Tenemos también la posibilidad real de constituirnos, sobre bases
apropiadas y concretas, en una Zona de Paz, en la que complementemos nuestro
tradicional rechazo a las armas nucleares, de exterminio en masa y a las cada
vez más avanzadas y letales que se desarrollan hoy, con la expresa y firme voluntad
de resolver todas nuestras diferencias por la vía pacífica, de la negociación y
el diálogo.
Concluyo con un emocionado homenaje a José Martí, hoy, en el 160
aniversario de su natalicio. De su pensamiento, aprendimos que, en tiempos
difíciles como estos, "¡los árboles se han de poner en fila para que no
pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha
unida, y hemos de andar en cuadro apretado como la plata en las raíces de los
Andes"
Muchas gracias