viernes, 2 de noviembre de 2012

Una lección democrática para construir democracia











Editorial de El Siglo, edición 1635 del 2 de noviembre 2012



Una lección democrática para construir democracia



“Se restaron los jóvenes que nunca fueron sujetos de las políticas públicas”. Esta definición del triunfante candidato a la alcaldía de Recoleta, Daniel Jadue, bien puede servir tanto para explicar el altísimo ausentismo del domingo 28 de octubre, como para fundamentar todo un programa de acción para el nuevo período.

Por otra parte, si bien estos datos no modificarían sustancialmente el hecho brutal de un 60% de la ciudadanía que no sufragó, tampoco son insignificantes: un Padrón Electoral en el que abundaban personas ya fallecidas –el ejemplo del presidente Salvador Allende es flagrante y demostrativo de al menos desproligidad del Servicio Electoral; la presencia en ese Padrón de los centenares de detenidos desaparecidos de la dictadura; y, dato más contundente, los centenares de miles de chilenas y chilenos que viven en otros países, y a los que el gobierno y la derecha les negaron su condición de ciudadanos al no implementar su votación pese a su indiscutible “chilenidad”. Entonces, como corolario: el tal Padrón no era tal.

La pregunta sigue en el aire y continuará por largo tiempo: ¿cuál fue el factor desencadenante de tan alta abstención?

De fondo, y nadie podría seriamente negarlo, está el natural desencanto ante  promesas incumplidas. Está la “impotencia” frente a la barrera opuesta a la satisfacción de necesidades urgentes y vitales.

¿Podría alguien sorprenderse sinceramente ante el repudio, o al menos la indiferencia, de los miles de sufridos ciudadanos que reciben una “atención” de salud indigna de su nombre? ¿O de aquellas y aquellos que son hacinados en “campamentos” o conjuntos habitacionales que tampoco merecen ese apelativo, o que han sido estafados por empresas constructoras que más se parecen a asociaciones para delinquir?

¿O los cientos de miles que han sido estafados por universidades que los conciben como “clientes” a los que engañan con la omnipresente letra chica?

¿Y los trabajadores prisioneros de un Plan Laboral hecho a medida de las grandes empresas, y cuyos sueldos y salarios distan como del cielo a la tierra –o, más bien, de la tierra al cielo- con las cifras escandalosas que perciben los directores y ejecutivos de esas mismas grandes empresas que ni siquiera tributan proporcionalmente a sus desorbitadas utilidades? Esas mismas ganancias que los llevan a invertir en otros lugares, porque ya Chile les ha quedado chico.

Pero no es sólo la abstención lo que está en el orden del día tras estas elecciones municipales. Está, de un lado, la caída estrepitosa de los grandes caudillos que en comunas como Santiago, Ñuñoa y Providencia se caracterizaron por su “mano dura” para tratar a “sus” estudiantes, sus profesores y sus familiares.

Está el éxito de quienes se propusieron, en un acuerdo de alcance nacional, limpiar de la derecha a municipios “emblemáticos”, y que además eligieron de consuno alcaldes en la mayoría de las comunas del país.

Entre tantas comunas, bien vale mencionar algunas por su relevancia y por la forma en que se dio allí la batalla electoral. Providencia, por cierto, con el triunfo arrollador de una candidata surgida de una consulta democrática que unificó tras un programa a mucho más allá de la oposición, permitiendo que se cumpliera el gran objetivo de devolverle su prestigio y su honor.

Santiago, Recoleta, Ñuñoa, Concepción, Pedro Aguirre Cerda, entre otras, sin omitir en este breve recuento a Estación Central, donde el más joven de los candidatos a alcalde, Camilo Ballesteros, logró una votación sorprendente pero sobre todo admirable.

Y ahora, a lo que viene: construir programas que sustenten las candidaturas al parlamento y a La Moneda. La lección está clara y es un imperativo: unidad amplia para provocar los grandes cambios. Así y sólo así, se recuperará la confianza y el afecto de esos millones de ciudadanos que esta vez se ausentaron de las urnas.

Dicho en otras palabras, que el ser “ciudadano” tenga algún sentido.

EL DIRECTOR