Ver la vida desde otros ojos, te puede decir el porque de los suspiros en
los andenes.
Que esten bien.
Alejandro
El Teatro
en la casa de Victor Jara.
Queridos Auditores y lectores: Con la benevolencia de ustedes, quiero
contarles, que en la Casa de Victor Jara, el jueves 22 de noviembre, a las
18.00 horas; Biblioteca y Archivo, Chile en Suecia, a través de Lautaro Cotal,
presentara el libro de Enrique Duran y otros colectivos, titulado:
Sobre teatro y exilios. Historia y testimonios.
Enrique Duran, es un actor, de una calidad humana e intelectual, que es un
“aprendizaje” conocerlo, escucharlo y más aún leerlo.
Él es amigo, mi consejero y el que tiene la huasca, cuando gratuitamente me
como acentos, comas y uso la palabra mal escrita. Me recuerda a mi padre.
Enrique es mi profesor en el misterio de la escritura.
No voy a hablar del libro, “pa que”, ni tampoco de Lautaro Cotal, aunque
si, les puedo contar, que Lautaro, con su presencia dicción y fonética, te
agarra de las mechas, y recorre contigo a rastra, todos los infiernos, también
puede, con tu razón y su palabra, invitarte a comer, los panes más sabrosos,
sembrados y desparramados, por la mano del campesino, en la mesa del obrero.
Anteriormente mencione a mi padre, no por cachiporra ni amargado; lo hago
por necesidad: Voy hablar de teatro.
Al Teatro lo conocí gracias a él.
En alguna oportunidad, yo conte una parte de mi vida como niño y le conte
la vida de mi padre, como madre, que le quedo como poncho.
Pero si, tenía la magia de la palabra, de la oratoria, de la narración, del
suspenso.
Para hacernos dormir, nos contaba sus historias…cuatro, cinco noches de mis
hermanos sin dormir o sin parar de reír. En esos tiempos, preferia yo, cuentos
normales: La cenicienta, la caperusa.
Hoy, le agradezco sus historias. Me han servido para entender los palos y
los agravios. Y más aún, porque puedo, mirando a los ojos, hablar de teatro;
porque puedo aguantar sin llorar, ver y aplaudir a esos actores de mi clase,
que personifican, desgarrados, la historia de los pueblos.
Yo puedo ver en sus ojos, la esperanza de transmitir, algún día, la
alegría, la dignidad, la libertad, sin afilar cuchillos, sino, amasando pan.
Mi padre, en sus andanzas de “titiritero” en el Perú, trabajo en una
compañía de teatro ambulante.
Las piezas teatrales que presentaban, eran dramas y comedias; como para
andar llorando dos semanas más o menos.
En la última pieza teatral de la gira, mi padre representaba el papel de
galán pobre, pretendiendo la mano de la jovencita con plata.
Dos problemas tenía mi padre. Uno de teatro y otro de verdad.
El de verdad: el vino; y en la vida teatral, una enfermedad terrible, que
hacia imposible, conseguir la mano de la “jovencita”.
La cuestión es que, en el “cuadro final”; mi padre tenía que entrar a
escena, impetuoso, a lo “John Wayne” , tomar en brazos a la amada y tratar de
llevársela…Al mismo tiempo, entrarían a escena los padres de la “cabra” y el
“patas negras”, siempre hay un “ patas
negras” no correspondido; este, entraba desaforado gritando:
¡Ese hombre esta sifilítico ¡…
La mama se desmayaba, el papa sacaba una pistola y la muchacha, resbalaba,
desde el abrazo, llorando, hasta los pies de su amado.
Mi padre, debil, por los efectos de la enfermedad, ira cayendo lentamente,
hasta juntarse con la muchacha enamorada, al cierre total de las cortinas.
Se estaba seguro, que el público lloraría dos días.
Eso no ocurrió…”pa ná”.
Al frente del teatro alquilado, había un bar bohemio, que era la cita de
todos los soñadores.
La obra teatral estaba construida en varios actos, cuantos eran ellos, no
sé, pero si se, que en cada cuadro, los actores que no salían en escena, se
iban al bar del frente… en cuantos cuadros, mi padre estuvo en el bar. Tampoco
se.
En la última escena, entro al escenario desencajado, más parecia el caballo
de John Wayne, la peluca, que indicaba
en forma terrorífica su enfermedad, se la había puesto al revez… El patas
negras no pudo gritarle sifilítico, porque le dio un ataque de risa, la bella,
se puso a llorar de verdad y se fue a los camarines… él publica tiraba los sombreros
al aire riéndose y chiflando.
Hasta ahí, llego la profesional carrera teatral de mi padre.
Volvió a Chile, se fue a estudiar a la Escuela de Preceptores, fue profesor
y con otros profesores y su amigo del alma, Pedro Ceraci, formaron grupos
teatrales en los minerales del norte chico.
Luego ya jubilado, dirigió algunas piezas teatrales en Copiapó, Vallenar,
con alumnos de Liceo y de la Escuela de Minas, llamada más tarde Universidad
Técnica del Estado
Decía mi padre, que el Teatro, nació con la angustia del hombre, se criaron
emparentados con los sonidos y el movimiento…era necesario comunicarse para
poder vivir, era necesario interpretar, sacar afuera, las interrogantes que te
apretaban el alma…
Cuando se es cabro chico y te explican de esa manera, no “cachai ni una”.
El quehacer de los hombres, el momento histórico que les toco participar,
los desafíos, las estrategias, los sueños, los sentimientos, las alegrías y la
muerte, la venganza, fueron encasillando, las diferentes diciplinas que iban a
servir, para dar respuestas al porqué de la existencia, masticar las
posibilidades, de la palabra, del movimiento, de la expresión corporal y del
sonido, mostrar lo hermoso, la maldad, la verdad, el dolor, las añoranzas, las
falencias, las capacidades de los seres humanos, las diferencias de clase y del
pan en la mesa.
El teatro, es como mirarse en el espejo, decia, desnudo, con ventanas y
puertas abiertas, invitar a recorrer tus entrañas, con la esperanza infinita,
que te entiendan y surzan tus heridas, que la cauterisen, no esperar su
cicatrización…no hay tiempo para ello…El teatro da, solamente un mismo
parpadeo, que se repite para siempre, sin lugar
para rectificar los odios, para continuar diferente viviendo.
Ese mensaje, esa comunicación, se transforma y se convierte en silabario,
en enseñanza, en norma de vida, en moral y etica.
Sus hacedores quedaran eternamente en el escenario, pero…: el porqué del
Teatro y su mensaje, te lo llevas a casa, lo guardaras en tu alma, en tu
intelecto: será tu herramienta más poderosa, para colaborar en la construcción
de mejores seres humanos.
En mi tiempo que me toco vivir, he
sentido, en un te quiero angustido, declamar
torturas, he escuchado la denuncia del pedazo de carne, vivo, amado y
destrozado, he cantado, el grito de la infamia de la mujer ultrajada…
He sentido en mis lagrimas, lo trunco de mi pizarra, de mis lápices, de mi
canto.
El teatro nuestro es de denuncia, de exijir justicia, es un canto a la
vida, viviendo la muerte.
Los que hacen teatro, viven varias veces el beso, el hambre, la
desesperación, el olvido…los que hacen teatro, se enfrentan con la verdad, en
busca del misterio del destrozo de la carne, lo inhumano del silencio, la
esperanza del amor.
Quiero creer, que los hacedores de cultura, de todas las disciplinas,
almacenan el alma antigua, disfrazan las anclas: para que no te roben la
lengua.
Seria muy fácil encontrar con insolencia, un bar, al frente del Dramaten,
justificando así, el sufrir de la ausencia, que busca en el Mälare, los
vértices de Chiloé.
Es para nosotros, una satisfacción, que en la casa de Victor Jara, también
director de Teatro, se entibien como en casa,
los hacedores de Teatro.
Ellos luchan, protegiendo la verdad y el llanto, en una sonrisa eterna para
mañana.
Creanme, despues de hablar, escuchar, ver teatro, la vida se ve diferente,
vale infinitamente luchar por ella.
Gracias Enrique Duran, Gracias Lautaro Cotal.
Nos vemos el 22 de noviembre, en la casa de otro hacedor de teatro:
Victor Jara.
Alejandro Fischer Alquinta.
2012-11-16