La Masacre de la Oficina salitrera Maroussia, se perpetró paralelamente al
de “La Coruña”, el día 5 de junio de 1925,
bajo el gobierno de Arturo Alessandri Palma.
Entregamos a nuestras lectoras y lectores del Boletín Rojo un escrito
del recordado Historiador Iván Ljubetic Vargas.
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
La masacre de Maroussia no es sólo
una matanza olvidada. Además, sobre ella hay versiones encontradas. Hay
quienes, dando una serie de argumentos y señalando diversas fuentes, niegan
rotundamente su existencia. Otros sostienen que en ella se libró una enconada
batalla entre los pampinos y sus mujeres contra las fuerzas represivas
(Siguiendo esta versión, Patricio Manns escribió la excelente novela “Actas de
Marusia” en 1974; al año siguiente, el cineasta Miguel Littin basado en esa obra
rodó el film del mismo nombre).
NOSOTROS NOS QUEDAMOS CON DOS TESTIMONIOS
El poeta y escritor antofagastino,
Andrés Sabella, en su libro “Norte Grande” editado el año 1945 señala sobre
Maroussia: “Y en su derredor el lápiz de la muerte dibujaba las circulares de
la venganza : En la oficina Maroussia morían los obreros protegiendo las
puertas del local de la Federación Obrera de Chile. Mirad hacía el Cementerio
de Huara. Los federados aguardan en filas con los torsos morenos desnudos y las
pupilas como granos de hombría. Mientras unos cavan sus fosas , otros a las
orillas de las suyas, ya terminada son baleados y caen, como barcas,
trágicamente, silenciosas…”
Existe además el valioso
testimonio de un pampino, el obrero Miguel López Rojas, uno de los
sobrevivientes de la masacre de
Maroussia, que conocemos gracias a la entrevista realizada por la periodista de
“El Siglo”, Adriana Searle, publicada
por ese periódico en 1965.
La masacre de Maroussia existió y
fue perpetrada en forma paralela a la de La Coruña, el 5 de junio de 1925.
VIDA DE UN PAMPINO
Miguel López Rojas nació en San
Clemente de Talca. A los 14 años llegó a la pampa salitrera. Corría el año 1915.
Su primer trabajo fue lavar platos en la fonda de la Oficina Araucana del
Cantón Pampa Unión, en Antofagasta. Al poco tiempo, comenzó a laborar en una chancadora. A los 17 años, fue
“carretero” en la Oficina Santa Anita. Luego trabajó como “particular” en la
Oficina Ausonia. Por entonces conoció a Recabarren.
Estuvo en la Oficina Constanza
donde fue “arrenquín”. Después se trasladó a la Oficina Maroussia.
HUELGA EN LA OFICINA MAROUSSIA
Relata el pampino Miguel López:
“La situación era insostenible en 1925. Los abusos de los empresarios y
administraciones se pasaban de la raya. Los obreros del salitre querían, a
cambio de su trabajo, ‘dinero constante’ y no vulgares fichas de bronce, que
los obligaba a comprar en las pulperías de las Oficinas, donde el empresario
aumentaba más sus ganancias... Ante la irreductibilidad de los obreros cuyas
huelgas se extendían como reguero de pólvora, fue declarado el estado de sitio
para la zona norte bajo el mando del jefe militar, Ascanio Rodríguez. Se
suspendieron todos los derechos, hasta
el de reunión, con clausura de diarios, allanamientos y relegaciones sin
sumarios. Los obreros respondieron con
la huelga total del salitre. Los trabajadores de Maroussia se reunieron para
estudiar la situación.
LA MASACRE
“Era el 5 de junio de 1925. Habíamos
sido citados los delegados de la Oficina
ante el Consejo de Huara. Estábamos en el local de la FOCH, que se encontraba
lleno. No habíamos comenzado a discutir la cuenta, cuando a las 8 de la noche
sentimos fuertes golpes en la puerta, que habíamos cerrado. Eran carabineros.
El secretario dio orden de no abrir. No volvieron a golpear sino que emplazaron
una ametralladora y, antes que nos diéramos cuenta de lo que pasaba, lanzaron
una descarga cerrada contra el local. Cayeron heridos y muertos en una
algarabía horrible. La descarga fue hecha a la altura del pecho y fueron
segados todos los trabajadores que estaban de pie. Yo alcancé a atender a
Lorenzo Vargas, encargado de finanzas de la FOCH, y lo arrastré hasta una pieza
donde lo dejé escondido. Volví al local a reunirme con los míos, cuando sentí
que alguien gritaba ‘¡tenderse!’, no sé quien sería, pero me tiré de bruces
bajo una banca. En ese momento se produjo una segunda descarga. Ahora más baja,
a la altura del estómago...
LOS PACOS ENTRARON POR UN
PROSTÍBULO
“Todos los trabajadores se
dispersaron hacia el interior del local. Yo, con dos obreros, nos escondimos en
un water, donde echamos todos los papeles de propaganda. En ese momento, por el
lado Este, por un prostíbulo, le dieron
entrada a los carabineros y los obreros comprendimos que no teníamos
escapatoria. Estábamos rodeados. Llegaron carabineros y nos sacaron y nos
juntaron con otros detenidos. El cuadro en aquel momento era horroroso, como
para no olvidarlo jamás. A la vista nuestra, muertos y heridos eran lanzados a
un camión, todos revueltos, camión que partió hacia un rumbo desconocido y del
cual nunca más supimos. De pronto, estábamos todos alineados, unos gemidos nos
hicieron ver al compañero Hidalgo que era sacado a la rastra, desangrándose. Y
se lo llevaron. Hasta el día de hoy no se ha vuelto a saber más de él…
NOS AMARRARON CON ALAMBRES
“Acto seguido, todos fuimos
amarrados con cordeles, las manos atrás. Cuando faltó el cordel fuimos
amarrados con alambre sacados de los fardos de pasto. Cuando yo era
sacado, tropecé y caí al suelo. Un
carabinero me lanzó un puntapié que me partió el cráneo y me hizo perder la
visión de un ojo. Otro me pegó un culatazo que me quebró la clavícula, y un
tercero, otro puntapié que provocó un tumor en la ingle.
“Atropellados, vejados y
flagelados, nos trasladaron al cuartel de Carabineros de Huara, donde fuimos
lanzados al patio de las caballadas y después a los calabozos...
ÉRAMOS CIENTOS LOS
PRISIONEROS
“En estos calabozos nos encontrábamos
cientos de trabajadores de diferentes
Oficinas que habían sido concentrados juntos con los de la Oficina Constanza...
Noche a noche eran sacados uno o dos de nuestros compañeros. Nosotros los
seguíamos con el oído alerta. A los pocos momentos sentíamos los disparos. Y
todos prorrumpíamos en insultos contra los carajos que habían llevado a
nuestros compañeros al cementerio de Huara, a la entrada a mano izquierda,
frente a una fosa cavada especialmente, eran fusilados... La tragedia que
empezara el 5 de junio nos tuvo seis días presos en Huara. Al cabo de ese
tiempo, llegó la orden de traslado a Iquique, lo que hicieron en carros para
animales de ferrocarriles. Fuimos echados sin consideración alguna, siempre
amarrados con las manos atrás, como los peores delincuentes.
CANTANDO LA INTERNACIONAL
“En Iquique fuimos llevados al
Velódromo, donde la única comida que recibimos fueron porotos. Después, sesenta
de nosotros fuimos llevados a la cárcel pública... Y sólo el 18 de septiembre
de 1925 salimos en libertad, custodiados por los cuatro costados para que no
tuviéramos contacto con nadie y trasladados directamente al muelle, al lanchón
que nos esperaba. En estos momentos un obrero gritó:
-Ya que no han permitido a nadie
que se acerque a nosotros, hablemos nosotros en nuestro idioma: cantemos ‘La
Internacional’. Y todos lo hicimos
llorando, a pulmón lleno. Un marino comentó:
-Si después de tantos sufrimientos
lo rebelde no se les quita, es que no hay nada que hacer. No hay remedio...”
(Testimonio recogido por la
periodista Adriana Searle y publicado en “El Siglo”, el viernes 30 de abril de
1965, páginas 20 y 21)
HOMENAJE A LAS VÍCTIMAS DE MAROUSSIA
Con la señalización de la fosa en
el Cementerio de Huara donde estarían sepultados los mártires de la Masacre de
la Oficina Maroussia , las organizaciones
comunales culturales de este pueblo iniciaron el programa “Los
Cien Años de Maroussia”.
La ceremonia se realizó este 1 de
Noviembre de
Son siete kilómetros los que unen
Huara y la ex oficina Maroussia.