El día 5 de junio de 1925 se perpetró bajo el gobierno de Arturo
Alessandri Palma, la Masacre de la Coruña. Al cumplirse 100 años, de una de las
matanzas más grandes de trabajadores
que junto a sus familias, han sido asesinados en Chile por exigir sus derechos.
Entregamos a nuestras lectoras y lectores del Boletín Rojo un escrito
del recordado Historiador Iván Ljubetic Vargas.
Hace 100 años:
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e
Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
“…Tras
una serie de provocaciones patronales,
policiales y
autoridades locales, tuvo lugar la horrenda masacre de
La Coruña en la que con cobardía y
ferocidad inigualadas,
fuerzas de artillería bombardearon la
oficina, mientras las
de infantería acribillaban trabajadores”.
(Hernán Ramírez
Necochea: “Origen y Formación del Partido Comunista
de Chile”)
El poder del Presidente Arturo
Alessandri, que había retornado a La Moneda en marzo de 1925, era relativo. Quien en verdad mandaba en el gobierno, era su
Ministro de Guerra, el coronel Carlos Ibáñez. Pero, ambos coincidían en una
política abiertamente antiobrera. Ella cuadraba perfectamente con los intereses
de las empresas imperialistas británicas y norteamericanas.
Los trabajadores del norte minero
avanzaban en organización y combates. Las autoridades asediaban y provocaban a
los obreros. Simultáneamente reforzaron las tropas estacionadas en la pampa. En
abril fueron enviados 500 soldados. A mediados de mayo comenzaron a llegar
tropas regulares a las provincias de Tarapacá y Antofagasta.
LAS MANOS DE EE UU
Harry Campbell, Cónsul
estadounidense en Iquique, se entrevistó con el comandante de la zona,
Florentino La Guerra, agradeciéndole “a nombre de los intereses norteamericanos
la pronta y efectiva protección ofrecida por el ejército”. El general chileno
le recalcó que “la situación no está suficientemente clara en la pampa y
todavía parece haber allí algunos agitadores profesionales que predican
doctrinas comunistas por lo cual será necesaria una constante vigilancia
durante algún tiempo para prevenir estallidos de grupos ostensiblemente
influenciados por los agitadores”.
Otro tanto hizo el embajador
estadounidense William Collier, dirigiéndose a los más altos niveles del
gobierno de Chile.
LOS TRABAJADORES LUCHAN
Pero las amenazas y presiones
no impidieron las luchas obreras. El 29
de abril se declaró una huelga en el mineral de Chuquicamata. El 1º de mayo
paralizó la pampa salitrera en conmemoración del Día Internacional de los
Trabajadores y en solidaridad con los mineros del cobre. El 7 de mayo los
portuarios de Antofagasta se negaron a descargar barcos en apoyo a la huelga.
Trabajadores marítimos y ferroviarios declararon boicot a las mercancías,
barcos y pasajeros estadounidenses.
REPRESIÓN DE PATRONES
Los patrones respondieron con el
despido selectivo de dirigentes y activistas en toda la pampa. En protesta
contra estas arbitrarias medidas, declararon huelgas los operarios de las
oficinas salitreras Santiago, Huara y San Pablo.
Continuó la ola represiva, treinta
y cuatro portuarios fueron suspendidos en Caleta Buena.
En mayo de 1925, el Gobierno de
Alessandri, de acuerdo con los militares, convocó a una Asamblea Constituyente
a la que debían concurrir representantes de todos los partidos. Con ello se
violó una promesa realizada por los oficiales que encabezaron el golpe de enero
de 1925, en el sentido de reemplazar la Constituyente de 1833 por otra de corte
progresista. Con la maniobra de hacer participar a todos los partidos, se
entregaba la hegemonía de la Constituyente a los partidos burgueses.
MANIFIESTO DEL PC
Ante esta traición a la palabra
dada, el Partido Comunista reaccionó publicando un Manifiesto en que señalaba
que la clase obrera debía recuperar su total independencia y “constituir un
Frente Único, olvidando ligeras diferencias ideológicas”. Al dar este paso, los
comunistas superaban las desviaciones, tanto reformistas como de
infantilismo revolucionario, en que habían caído al producirse el golpe militar
del 23 de enero de 1925.
También en mayo de 1925
recrudecieron las protestas de los trabajadores en la provincia de Tarapacá.
PROVOCACIONES DEL GOBIERNO
A fines de ese mes, el gobierno,
presionado por el Cónsul estadounidense en Iquique, autorizó al Gobernador del
Departamento de Pisagua y al Intendente de Tarapacá a adoptar medidas contra
dirigentes sindicales. El 31 de mayo, treinta y tres de ellos fueron detenidos
en Pisagua y embarcados rumbo al sur. El 3 de junio, clausuraron dos periódicos comunistas, entre
ellos “El Despertar de los Trabajadores” de Iquique, cuyo editor fue encarcelado; siendo ambas imprentas requisadas.
LOS TRABAJADORES RESPONDEN
Ese mismo día, tuvo lugar una
masiva concentración en el Alto de San Antonio, organizada por el Consejo
Industrial de la FOCH, que agrupaba a numerosas oficinas de la zona. Se produjo
un enfrentamiento entre los pampinos y policías, en que cayeron muertos dos de
estos últimos.
Como respuesta a esa provocación
montada por las autoridades, la FOCH llamó a una huelga general en el Cantón.
El paro se extendió rápidamente a toda la provincia de Tarapacá.
El 4 de junio el puerto de Iquique
amaneció paralizado. Estaban en huelga los obreros marítimos, ferroviarios y
conductores de carretas.
PREPARANDO LA MASACRE
Tras los sucesos ocurridos en el Alto de San
Antonio, que forman parte de un plan de provocación y aniquilamiento del
movimiento sindical por parte del gobierno, los trabajadores y sus familiares
de esa área –aprovechando que los administradores han viajado a Iquique- se apoderan de las oficinas Galicia y La
Coruña, con el fin de distribuir entre los habitantes los víveres que allí
existían.
Entonces, el comandante general de
armas y jefe de la guarnición de Iquique, Recaredo Amengual, comunicó al
ministro de guerra, coronel Carlos Ibáñez que, “en la pampa había estallado la
revolución soviética”.
Éste, convertido ya en hombre
fuerte del gobierno, le ordenó que mandara tropas a la pampa y sometiera por la
fuerza a los obreros.
LA CORUÑA, UNA OFICINA SALITRERA
En la oficina salitrera La Coruña se habían reunido miles de
trabajadores y sus familiares. Se cobijaron allí, buscando un lugar seguro ante
las noticias de que los soldados, premunidos de ametralladoras, tenían orden de
aniquilar a quienes, abandonando las oficinas, marcharan por la pampa.
La Coruña era, para las
autoridades, la gran ocasión de culminar la campaña anti obrera. Y la
aprovecharon bien.
El general Florentino La Guarda
fue comisionado por el ministro de Guerra para llevar adelante la masacre.
CON ARTILLERÍA
El 5 de junio de 1925 el ejército,
con ferocidad, bombardeó la oficina de La Coruña con artillería y utilizó
ametralladoras contra los trabajadores. Los resultados fueron sangrientos. Pero
era sólo el comienzo. Durante 60 días y sus noches prosiguieron las matanzas.
Miles de pampinos fueron encerrados en el Velódromo de Cavancha y en el crucero O’Higgins, surto en la bahía.
En las noches eran sacados hacia los cerros, obligados a cavar su propia tumba
y muertos con tiro de fusil o a culatazos.
EL “PALOMEO DE ROTOS”
“Los que habían escapado a la
redada –escribe Luis Corvalán, en su libro ‘Ricardo Fonseca, combatiente
ejemplar’-, vivían en los hoyos de las calicheras. Pero hasta allí llegaba la
persecución. Al ir en las noches de uno a otro hoyo de las calicheras, los
pampinos, con sus ‘cotas’ blancas, eran avistados por los piquetes del
ejército, que disparaban contra ellos.
Los masacradores llamaban a este crimen ‘el deporte del palomeo de
rotos’, porque al ser alcanzados por las balas, los pampinos caían –según
ellos- como palomas cazadas en vuelo”.
LAS MATANZAS SUMAN Y SIGUEN
Pero la crueldad de los militares
no terminó con esto.
James Petras afirma que “quizás
más espantosos todavía fueron los informes de que cientos de los arrestados en
el norte habían sido ‘fondeados’ en el mar”. Entrega antecedentes de una carta
cifrada, escrita por el Cónsul estadounidense en Arica con fecha 27 de junio de
1925, donde señala: “Se dice que cien huelguistas embarcados en el O’Higgins en
Iquique fueron declarados desaparecidos al día siguiente y también se han usado
ametralladoras contra los huelguistas de la pampa matando a mil de ellos“.
LA PAMPA CONVERTIDA EN CEMENTERIO
El historiador Hernán Ramírez
sostiene, en su obra ‘Origen y Formación
del Partido Comunista de Chile’, que en
La Coruña, “en una acción comparable a la de la escuela Santa María de Iquique,
fueron asesinados alrededor de tres mil obreros, mujeres y hasta niños”.
Según un informe presentado al
Séptimo Congreso Nacional del Partido Comunista, realizado en Santiago en
diciembre de 1925, por la delegación de Iquique, se denuncia que el general La
Guarda “emprendió en la pampa Salitrera una campaña de fusilamientos y matanzas
colectivas en las que cayeron los dirigentes que más se habían distinguido en
los sindicatos legales constituidos en conformidad a la ley respectiva, dejando
la pampa transformada en un vasto y macabro cementerio”.
AGRADECIMIENTOS POR LA MASACRE
El historiador Ricardo Donoso en
su obra ‘Alessandri, agitador y demoledor’, sostiene que el Presidente Arturo
Alessandri agradeció a las fuerzas armadas “los dolorosos esfuerzos y
sacrificios patrióticamente gastados para restaurar el orden público y para
defender la propiedad y la vida injustamente atacadas por instigadores de
espíritus extraviados o perversos”. Otro tanto hizo el Coronel Ibáñez.
El general La Guarda sabedor a
quienes benefició con la masacre, tuvo el descaro de sugerir al “vicecónsul de
su Majestad que los servicios que había prestado a los intereses británicos
podrían ser adecuadamente reconocidos con el otorgamiento de una condecoración
inglesa”.
A PEDIDO DE LOS IMPERIALISTAS
Según James Petras “una reciente
investigación en los archivos nacionales de Estados Unidos proporciona
evidencia documental de los estrechos vínculos y la colaboración existente
entre el gobierno de Arturo Alessandri Palma y los intereses mineros británicos
y norteamericanos. Los archivos revelan que Arturo Alessandri provocó y ordenó
–deliberadamente- la masacre de trabajadores salitreros en la pampa en junio de 1925, para satisfacer las demandas
de los hombres de negocios y los diplomáticos ingleses y estadounidenses”.
ALESSANDRI RECONOCE HABER PROVOCADO LA MASACRE
El embajador británico Hohler relató
que, en una conversación sostenida con Alessandri a comienzos de junio de 1925, éste se
vanaglorió de haber provocado la masacre, pues le dijo muy claramente que él
mismo había provocado la crisis... que sus agentes se habían estado ocupando
durante un par de meses de investigar el sentimiento popular, las actividades
de los comunistas y el estado de ánimo de los soldados. Conociendo estos tres
elementos, Alessandri se había decidido actuar considerando que la mejor
defensa era el ataque. La acción a la cual se refirió fue el cierre de la
prensa comunista en el norte, lo que precipitó los ataques en las oficinas.
PRETENDIERON DESTRUIR EL
MOVIMIENTO OBRERO
Ante la intensificación del
conflicto de clase entre los trabajadores chilenos y el capital foráneo,
Alessandri y el alto mando militar, pretendieron destruir el movimiento obrero
en el centro mismo de su poder, para consolidar sus lazos con el capital
extranjero.
Elías Lafertte, enviado por la
directiva nacional de la FOCH a investigar la masacre de La Coruña, fue
detenido en el norte y permaneció largo tiempo en la cárcel.