Hemos recibido en los últimos
días muchos mensajes de amigas y amigos de la Casa y de la Revolución Cubana
que, ante las persistentes y sombrías noticias que proliferan en medios y
redes, preguntan con inquietud qué está pasando en nuestro país. ¿Se están enfrentando realmente
“el pueblo” y “el gobierno”? ¿Es Cuba un “Estado fallido” incapaz de solucionar
una crisis?
Coincidiendo con la entrada en vigor del Código, un
huracán arrasador azotó la región occidental de Cuba, y su estela dejó decenas
de muertos en los Estados Unidos. Es doloroso y difícil, para cualquier país
que sufra tal contingencia, volverse a levantar, atenuar el sufrimiento de los
damnificados, intentar recuperarse de los daños y avanzar. Para Cuba –estrangulada
económicamente y calumniada durante décadas– el desafío se multiplica. Solo la
incontestable decisión de destinar los escasos recursos del país a que nadie
quede desamparado y la convicción de que únicamente con la participación y el
respaldo del pueblo es posible salir adelante, pueden explicar que de nuevo
logremos sobreponernos, sin dejar de pensar en ir mucho más allá.
Mientras personas y organizaciones de todo el mundo han
expresado su solidaridad y ofrecido apoyo concreto a Cuba, mientras gobiernos
hermanos han brindado asistencia y amigos como los de The People’s Forum han
reclamado desde las páginas del New York Times al presidente Biden que dé
muestras del más elemental espíritu humanitario y no obstaculice el propósito
de la Isla de levantarse
con sus propios esfuerzos, otras voces han aprovechado la tragedia para
instalar la matriz de opinión de que nuestros males y las dificultades para
enfrentarlos son consecuencia de la incapacidad del gobierno de Cuba. Quieren
capitalizar el lógico malestar de ciudadanos privados de servicios básicos con
la esperanza de que la naturaleza logre, por fin, lo que no han podido tantos
intentos desesperados de destruir la Revolución. Ahora
politizan manifestaciones y reclamos espontáneos, mueven a través de las redes
histéricos y agresivos discursos de odio, incitan a la violencia callejera, se
oponen a la más mínima flexibilización del bloqueo y siguen al pie de la letra
el guion del “golpe blando”.
Se cumplen dentro de pocos días sesenta años de la Crisis de Octubre, tal vez
el momento de mayor riesgo vivido por el proceso revolucionario, aquellas
jornadas en que –a decir del Che en su carta de despedida– Fidel brilló como
pocos estadistas en la historia. Otra vez el destino nos ofrece la alternativa de
rendirnos ante adversidades y amenazas o imponernos a ellas con imaginación y
audacia. Ningún “Estado fallido” podría soñar con la segunda opción; ningún
pueblo digno lo apoyaría.
Hoy la Cuba tantas veces difamada se
va recuperando de los estragos causados por el huracán. En lugar de la
represión que se atribuye al fabricado “país virtual”, en el “real” las
autoridades recorren permanentemente las zonas afectadas y dialogan de manera
directa con los ciudadanos. Como en todas las coyunturas difíciles, la
solidaridad, principio básico de nuestra convivencia, pasa a primer plano.
Sepan nuestros amigos y amigas que la abrumadora mayoría del pueblo se reconoce
en sus dirigentes, participa en la recuperación del país y defiende el
principio que está en el umbral de la nueva Constitución aprobada en abril de
2019: “Cuba es un Estado socialista de derecho y justicia social, democrático,
independiente y soberano”.
La
Habana, 2 de octubre de 2022.
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Luis E. Aguilera
Secretario General
Sociedad de Escritores de
Chile (SECH),
Filial Región de Gabriela
Mistral-Coquimbo