Manuel Magallanes Moure, nació en la hispánica cuidad de
Manuel era hijo de Valentín
Magallanes y de Elena de Moure y Varela. Su bisabuelo materno, Mateo Fernández
de Moure y Mosquetera, funcionario de la corona española, se había radicado en
Manuel Magallanes Moure, quien fuera también talentoso pintor y sobrio protagonista de la vida literaria chilena a fines del siglo XIX y principios del XX, junto a figuras de la talla de Pedro Prado, Augusto D'Halmar, Fernando Santiván, Acario Cotapos, Fernando Tupper, Julio Bertrand, integrantes del famoso 'Grupo de los Diez, fundadores de la célebre Colonia Tolstoyana.
Su vida fue cronológicamente breve, pero de extrema
intensidad creativa. Manuel Magallanes Moure fue esa especie de rara
avis que constituyen los artistas de tiempo completo”, aquellos privilegiados
de las musas que viven para el ejercicio ininterrumpido de sus talentos
espirituales. El poeta no alcanzó a cumplir los cuarenta y seis años, dos menos
que su remota paisana Rosalía de Castro, con quien comparte, sin duda, el astro
poético de esa intimidad amorosa donde el creador va desgranando, verso a
verso, el fuego secreto y simbólico de las pasiones vitales y de los sueños de
trascendencia...
Coge, alma, la flor del momento
y no la quieras conservar.
Si se marchita, échala al viento,
que lo demás fuera soñar...
Y mi alma dijo: En mi embeleso
oí tu voz como un cantar ¿Sabes?
Soñaba con un beso a orillas del mar.
Entre los amores del poeta sobresalió Gabriela Mistral,
quien iba a obtener, en 1945, el primer Nobel de Literatura para Chile. Manuel
Magallanes Moure la había consagrado en diciembre de 1914, con su voto
decisivo, como ganadora de los Juegos Florales. A partir de allí nacería una
intensa relación afectiva que, sin embargo, fue sólo de carácter epistolar,
pese a posteriores especulaciones sensacionalistas.
En agosto de 1921, junto a la última carta que
... Él va amando a otra por la
tierra en flor. Ha abierto el espino; pasa
una canción. ¡Y él va armando a otra,
por la tierra en flor!
... Él irá con otra por la eternidad. Habrá
cielos dulces; Dios quiere
callar. ¡Y él irá
con otra por la eternidad!
ADORACIÓN
Tus manos presurosas se
afanaron y luego,
como un montón de sombra, cayó
el traje a tus pies,
y confiadamente, con divino
sosiego,
surgió ante mí tu virgen y
suave desnudez.
Tu cuerpo fino, elástico, su esbelta gracia erguía.
Eras en la penumbra como una claridad.
Era un cálido velo que toda te envolvía,
la inefable dulzura de tu
serenidad.
Con el alma en los ojos te contemplé
extasiado.
Fui a pronunciar tu nombre y me quedé sin voz....
Y por mi ser entero pasó un temblor sagrado,
como si en ti, desnuda, se me mostrara Dios.
AQUELLA TARDE
Aquella tarde única se ha quedado en mi alma.
Su luz flota en la sombra de mi noche interior.
Sólo una fugitiva vislumbre en la ventana,
sólo un azul reflejo, nada más
que un vapor
de luz que se filtraba por las
breves junturas,
sólo un vaho de cielo, no más que una ilusión
de claridad fluyendo por entre
los postigos.
Nada más que el ensueño de
aquel suave fulgor.
Sólo esa fugitiva vislumbre en la ventana.
No más. Y en la penumbra,
libres al fin, tú y yo.
En silencio llegaba yo al fondo de la dicha;
con infantil dulzura, tú
gemías de amor.
Sólo el azul reflejo de
aquella tarde única...
¿No ves tú en la ventana? ¿No
ves tú? Quizá no.
Acaso no lo viste, porque cuando yo inmóvil
me quedé contemplando aquel suave fulgor,
tú en aquellos momentos de
lánguido reposo
dormías dulcemente sobre mi corazón.
Veo la fugitiva vislumbre en la ventana,
oigo el ritmo apacible de tu respiración.
Te siento. En la penumbra te siento. Eres tú misma
que te duermes, ya mía, sobre
mi corazón.
DE MIS DIAS TRISTES
Quedo, muy quedo penetré a tu alcoba
y ahogando el rumor de mis
pisadas.
avancé...
Ya la luz desfallecía.
El aposento sumergido estaba
en una claridad tenue y dudosa;
y era esa claridad así tan lánguida
como la suave luz de tus
pupilas
cuando mi boca febriciente y ávida
muerde la dulce carne de tus
labios...
Entonces languidecen tus
miradas
con desfallecimientos de
crepúsculo.
En el limpio cristal de la
ventana
agonizan reflejos purpurinos
y las sombras germinan en la
estancia.
como un florecimiento de
tristezas
en los pliegues recónditos de
un alma.
Flota un vago perfume... Así el perfume
de tu alma de mujer enamorada.
Así tan leve, así tan vago... Acaso
este perfume delicioso es tu alma!
Acaso este perfume es el
espíritu
de aquellas pobres rosas
deshojadas
que por buscar el sol del vaso
huyeron
y sin sol se quedaron y sin
agua...
Acaso este perfume delicioso
así tan leve, así tan vago, es tu alma!
Aquí la mesa pequeñita en donde
llorando escribes tus amantes cartas:
allí tu traje rosa, cuya seda
el tibio aroma de tu cuerpo guarda;
allá en el muro, hundida en la penumbra,
la silueta borrosa de una santa;
acá el vacío espejo de Venecia
como un pozo de sombra, y de la estancia
en un ángulo oscuro, el blanco lecho,
como un altar de albura inmaculada!
De rodillas caí junto a aquel
lecho
y convulso de amor besé la
almohada,
y el tibio aroma de tu carne
virgen
busqué, besando las revueltas
sábanas
que ajé ardorosamente en mi locura...
Y hallé las dulces huellas que
buscaba
y el tibio aroma de tu cuerpo amado
llegó hasta el fondo mismo de mi alma.
Y lloré de placer y de
amargura,
y amoroso besé, mordí con rabia
y fué un delirio enorme y angustioso...
Temblé.
Miré en redor y mi mirada
se hundió en la negra sombra de la noche.
Sentí fuego en los ojos... Eran lágrimas.
Tambaleando salí, como un demente,
y abierta y sola se quedó tu
estancia...
ALMA MÍA
Alma mía, pobre alma mía,
tan solitaria en tu dolor.
Enferma estás de poesía,
alma mía llena de amor.
Crees que la vida es un
cuento,
crees que vivir es soñar...
Pobre alma sin entendimiento,
hora es esta de razonar.
Ve que la vida no es aquella
que te forjaste en tu candor:
la vida con amor es bella,
pero es más bella sin amor.
Ve, alma mía, pobre alma mía
ve y empéñate en comprender
que el amor es melancolía
y es amargura la mujer.
Sin amor y sin sentimiento
serás fuerte, podrás triunfar.
Alma, la vida no es un cuento;
alma, el vivir no es el soñar.
Que en ti el vivir no deje
huella
ni de placer ni de dolor:
la vida con amor es bella,
pero es más bella sin amor.
Sé cauta, sé diestra, sé fría;
no te dejes enternecer
que es el amor a la mujer
por tu amor a
Coge, alma, la flor del momento
y no la quieras conservar.
Si se marchita, échala al viento,
que lo demás fuera soñar.
Esta mujer es como aquélla:
todas son fuente de dolor.
Alma mía, la vida es bella,
pero es más bella sin amor.
Y mi alma dijo: «En mi embeleso
oí tu voz como un cantar.
¿Sabes? Soñaba con un beso
robado a orillas de la mar.
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Luis E. Aguilera
Secretario General
Sociedad de Escritores de Chile (SECH),
Filial Región de Gabriela Mistral-Coquimbo