miércoles, 30 de junio de 2021

Manuel Magallanes Moure

 





Manuel Magallanes Moure, nació en la hispánica cuidad de La Serena, en la Región de Coquimbo, Chile, llamada también Norte Verde por sus fértiles y rumorosos valles enmarcados en montes áridos, donde la larga y angosta geografía va posesionándose poco a poco del paisaje desértico y mineral del norte chileno, tan bien descrito por el orensano Eduardo Blanco Amor en las crónicas que componen Chile a la Vista... 

Manuel era hijo de Valentín Magallanes y de Elena de Moure y Varela. Su bisabuelo materno, Mateo Fernández de Moure y Mosquetera, funcionario de la corona española, se había radicado en la Serena en 1789, luego de desempeñar funciones en Colombia, en las postrimerías de la época colonial, procedente de la casa de Eiriz, en Chantada, provincia de Lugo, Reino de Galicia. El hijo de don Mateo, Manuel María, criollo de ascendencia gallega, fue el padre de Elena de Moure, quien casaría en segundas nupcias con Valentín Magallanes. De esta progenie luso-gallega nacería el poeta Manuel. 

Manuel Magallanes Moure, quien fuera también talentoso pintor y sobrio protagonista de la vida literaria chilena a fines del siglo XIX y principios del XX, junto a figuras de la talla de Pedro Prado, Augusto D'Halmar, Fernando Santiván, Acario Cotapos, Fernando Tupper, Julio Bertrand, integrantes del famoso 'Grupo de los Diez, fundadores de la célebre Colonia Tolstoyana. 

Su vida fue cronológicamente breve, pero de extrema intensidad creativa. Manuel Magallanes Moure fue esa especie de rara avis que constituyen los artistas de tiempo completo”, aquellos privilegiados de las musas que viven para el ejercicio ininterrumpido de sus talentos espirituales. El poeta no alcanzó a cumplir los cuarenta y seis años, dos menos que su remota paisana Rosalía de Castro, con quien comparte, sin duda, el astro poético de esa intimidad amorosa donde el creador va desgranando, verso a verso, el fuego secreto y simbólico de las pasiones vitales y de los sueños de trascendencia...

  

Coge, alma, la flor del momento

y no la quieras conservar.

Si se marchita, échala al viento,

que lo demás fuera soñar...

Y mi alma dijo: En mi embeleso

oí tu voz como un cantar ¿Sabes?

Soñaba con un beso a orillas del mar.

  

Entre los amores del poeta sobresalió Gabriela Mistral, quien iba a obtener, en 1945, el primer Nobel de Literatura para Chile. Manuel Magallanes Moure la había consagrado en diciembre de 1914, con su voto decisivo, como ganadora de los Juegos Florales. A partir de allí nacería una intensa relación afectiva que, sin embargo, fue sólo de carácter epistolar, pese a posteriores especulaciones sensacionalistas.

  

En agosto de 1921, junto a la última carta que la Mistral envía a su amado, incluye el poema Balada, que es como un canto de doloroso adiós...

  

... Él va amando a otra por la

tierra en flor. Ha abierto el espino; pasa

una canción. ¡Y él va armando a otra,

por la tierra en flor!

... Él irá con otra por la eternidad. Habrá

cielos dulces; Dios quiere callar. ¡Y él irá

con otra por la eternidad!

  

ADORACIÓN 

Tus manos presurosas se afanaron y luego,

como un montón de sombra, cayó el traje a tus pies,

y confiadamente, con divino sosiego,

surgió ante mí tu virgen y suave desnudez.

 

Tu cuerpo fino, elástico, su esbelta gracia erguía.

Eras en la penumbra como una claridad.

Era un cálido velo que toda te envolvía,

la inefable dulzura de tu serenidad.

 

Con el alma en los ojos te contemplé extasiado.

Fui a pronunciar tu nombre y me quedé sin voz....

Y por mi ser entero pasó un temblor sagrado,

como si en ti, desnuda, se me mostrara Dios.

 

 

AQUELLA TARDE 

Aquella tarde única se ha quedado en mi alma.

Su luz flota en la sombra de mi noche interior.

 

Sólo una fugitiva vislumbre en la ventana,

sólo un azul reflejo, nada más que un vapor

de luz que se filtraba por las breves junturas,

sólo un vaho de cielo, no más que una ilusión

de claridad fluyendo por entre los postigos.

Nada más que el ensueño de aquel suave fulgor.

 

Sólo esa fugitiva vislumbre en la ventana.

No más. Y en la penumbra, libres al fin, tú y yo.

En silencio llegaba yo al fondo de la dicha;

con infantil dulzura, tú gemías de amor.

 

Sólo el azul reflejo de aquella tarde única...

¿No ves tú en la ventana? ¿No ves tú? Quizá no.

Acaso no lo viste, porque cuando yo inmóvil

me quedé contemplando aquel suave fulgor,

tú en aquellos momentos de lánguido reposo

dormías dulcemente sobre mi corazón.

 

Veo la fugitiva vislumbre en la ventana,

oigo el ritmo apacible de tu respiración.

Te siento. En la penumbra te siento. Eres tú misma

que te duermes, ya mía, sobre mi corazón.

  

DE MIS DIAS TRISTES 

Quedo, muy quedo penetré a tu alcoba

y ahogando el rumor de mis pisadas.

avancé...

Ya la luz desfallecía.

El aposento sumergido estaba

en una claridad tenue y dudosa;

y era esa claridad así tan lánguida

como la suave luz de tus pupilas

cuando mi boca febriciente y ávida

muerde la dulce carne de tus labios...

Entonces languidecen tus miradas

con desfallecimientos de crepúsculo.

 

En el limpio cristal de la ventana

agonizan reflejos purpurinos

y las sombras germinan en la estancia.

como un florecimiento de tristezas

en los pliegues recónditos de un alma.

 

Flota un vago perfume... Así el perfume

de tu alma de mujer enamorada.

Así tan leve, así tan vago... Acaso

este perfume delicioso es tu alma!

 

Acaso este perfume es el espíritu

de aquellas pobres rosas deshojadas

que por buscar el sol del vaso huyeron

y sin sol se quedaron y sin agua...

Acaso este perfume delicioso

así tan leve, así tan vago, es tu alma!

 

Aquí la mesa pequeñita en donde

llorando escribes tus amantes cartas:

allí tu traje rosa, cuya seda

el tibio aroma de tu cuerpo guarda;

allá en el muro, hundida en la penumbra,

la silueta borrosa de una santa;

acá el vacío espejo de Venecia

como un pozo de sombra, y de la estancia

en un ángulo oscuro, el blanco lecho,

como un altar de albura inmaculada!

 

De rodillas caí junto a aquel lecho

y convulso de amor besé la almohada,

y el tibio aroma de tu carne virgen

busqué, besando las revueltas sábanas

que ajé ardorosamente en mi locura...

 

Y hallé las dulces huellas que buscaba

y el tibio aroma de tu cuerpo amado

llegó hasta el fondo mismo de mi alma.

 

Y lloré de placer y de amargura,

y amoroso besé, mordí con rabia

y fué un delirio enorme y angustioso...

 

Temblé.

 

Miré en redor y mi mirada

se hundió en la negra sombra de la noche.

 

Sentí fuego en los ojos... Eran lágrimas.

Tambaleando salí, como un demente,

y abierta y sola se quedó tu estancia...

  

ALMA MÍA 

Alma mía, pobre alma mía,

tan solitaria en tu dolor.

Enferma estás de poesía,

alma mía llena de amor.

 

Crees que la vida es un cuento,

crees que vivir es soñar...

Pobre alma sin entendimiento,

hora es esta de razonar.

 

Ve que la vida no es aquella

que te forjaste en tu candor:

la vida con amor es bella,

pero es más bella sin amor.

 

Ve, alma mía, pobre alma mía

ve y empéñate en comprender

que el amor es melancolía

y es amargura la mujer.

 

Sin amor y sin sentimiento

serás fuerte, podrás triunfar.

Alma, la vida no es un cuento;

alma, el vivir no es el soñar.

 

Que en ti el vivir no deje huella

ni de placer ni de dolor:

la vida con amor es bella,

pero es más bella sin amor.

 

Sé cauta, sé diestra, sé fría;

no te dejes enternecer

que es el amor a la mujer

por tu amor a la Poesía.

 

Coge, alma, la flor del momento

y no la quieras conservar.

Si se marchita, échala al viento,

que lo demás fuera soñar.

 

Esta mujer es como aquélla:

todas son fuente de dolor.

Alma mía, la vida es bella,

pero es más bella sin amor.

 

Y mi alma dijo: «En mi embeleso

oí tu voz como un cantar.

¿Sabes? Soñaba con un beso

robado a orillas de la mar.

 

 

--

Para leer,  ver y revisar más artículos, haga click aquí: 

https://www.facebook.com/EscritorLuisAguilera 

https://www.facebook.com/Escritor-Luis-Aguilera-Concejal-LaSerena-222503351477003/

 

Luis E. Aguilera

Secretario General

Sociedad de Escritores de Chile (SECH),

Filial Región de Gabriela Mistral-Coquimbo

La Serena - Chile