La migración en Latinoamérica se comenzó a gestar desde hace más de 200
años con el despertar de nuestras repúblicas. Ningún país de la región ha
estado ajeno a este fenómeno social. Las motivaciones siempre han sido marcadas
por coyunturas económicas, conflictos internos y odiosas expulsiones por
crueles dictaduras.
Chile y Venezuela no han sido la excepción. En Venezuela, las cifras
oficiales reflejan aproximadamente un millón de migrantes entre Europeos:
italianos, españoles, portugueses; y del Medio Oriente, especialmente de El
Líbano y Siria.
La migración colombiana supera los 5 millones. Las estadísticas señalan
cifras aproximadas a 500.000 migrantes
latinoamericanos y centroamericanos, entre peruanos, haitianos y ecuatorianos,
entre otros.
En el caso chileno, se registran hoy 27.106 ciudadanos residentes. Por
motivos económicos y exiliados por la dictadura, la presencia de hermanos
chilenos alcanzó en Venezuela la cantidad de 81 mil ciudadanos hasta la década
de los años 80. Si le sumasemos las personas con doble nacionalidad y
descendientes, sobrepasarían los 30.000 ciudadanos chilenos que han hecho de
Venezuela su casa definitiva.
Las tendenciosas opiniones del periodista redactor, mas una patetica y
burlona fotografia a una ciudadana
presuntamente venezolana, agregado un discurso con tufillo excluyente y no
pocas expresiones con aires de superioridad autocomplaciente, hacen del
reportaje una elegia a lo mejorcito que el diario de Agustin puede publicar
sobre una nación en las antígonas de lo que el diario ha pregonado por décadas.
Reportaje de vaga factura que se publica, curiosa y casualmente, cuando la
noticia era la muerte de un torturador y el nuevo fracaso de la ultraderecha en
Venezuela.
Toda estas majaderías políticas constituyen un funesto intento de hacer
funcionar de nuevo la vieja carpeta de Kissinger. Durante dieciseis largos
años, la iracunda derecha criolla, al amparo de la CIA, el pentágono, el
comando sur, el departamento de estado, en apoyo y auxilio de los bombarderos
de la prensa lo han intentado. Esta caterva unida en prolijo extravío y
carencia de escrúpulos se atasca de nuevo ante un pueblo enamorado de su
proyecto político.
El reportaje de marras es otra muestra contundente de intolerancia matizada
por un marco ideológico y excluyente devenido en permanente fracaso.
Embajador Arévalo Méndez.