Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren,
CEILER
Víctor
Lidio Jara Martínez nació el 28 de
septiembre de 1932 en Quiriquina, localidad ubicada cerca Chillán Viejo. Su niñez transcurrió en el lugar campesino de Lonquén, cerca de la
ciudad de Talagante, arrullado por el canto de su madre y laborando en las
duras faenas campesinas, detrás del arado o en la trilla. Ayudó desde los seis
años a su padre, Manuel, un inquilino
que no sabía leer ni escribir. La madre, de nombre Amanda, de estatura baja y
gordita, con una bella sonrisa. Eran cuatro hermanos: María, Georgina, Eduardo
y Víctor.
Posteriormente
nació un quinto, Roberto.
La madre,
el pilar de la casa, se empeñó y logró que sus hijos estudiaran. En la escuela,
Víctor se destacó como buen alumno. Posteriormente, la familia se trasladó a la
capital, a
La madre
consiguió un puesto como cocinera en un pequeño restaurante ubicado frente a
La familia se mudó a una casita en la calle Jotabeche. Como estaba lejos del mercado la madre debía salir a las dos de la madrugada, pues los clientes comenzaban a llegar a las cuatro. Manuel, el padre, ya no vivía con ellos. Víctor, con la idea de poder ayudar a su madre en el negocio, entró a estudiar contabilidad en un instituto comercial.
En marzo
de 1950, murió la madre de un ataque cardíaco.
EN EL CORO UNIVERSITARIO
Para
Víctor que, por entonces, tenía 15 años
de edad fue un golpe muy duro. Entró al Seminario de
Por la
prensa se impuso del anuncio de una prueba para ingresar al Coro Universitario para cantar en ‘Carmina
Burana’. Postuló. Fue aceptado como tenor. Participó en la producción de Uthoff
en el Teatro Municipal, vestido con un hábito marrón de monje.
EN
En 1954 viajó al norte con un grupo de nuevos amigos del coro, para recoger e investigar la música popular de la zona. Al regresar a Santiago, presenció una función de un grupo de pantomima recién formado por Enrique Noiswander. De inmediato habló con éste, quien lo invitó a participar en una prueba en el estudio donde ensayaba el grupo. Víctor mostró su sentido de movimiento y expresividad. Entonces le ofrecieron la oportunidad de estudiar en el grupo de mimos.
En 1955 se
matriculó en
CONOCE A VIOLETA PARRA
En 1957, Víctor cursó el segundo año en la escuela de teatro. Por entonces comenzó a frecuentar el café Sao Paulo, en el centro de Santiago, donde se reunían a mediodía artistas e intelectuales. Ahí encontró a Violeta Parra, conocida sólo por un pequeño círculo de personas en Chile, pero que acababa de regresar de su primera visita a Europa.
Violeta
vivía por esa época en
INGRESA A LAS JUVENTUDES COMUNISTAS
En 1958
Víctor Jara comenzó a militar en las Juventudes Comunistas de Chile, ello en
plena campaña presidencial, en la que el Frente de Acción Popular, FRAP,
postulaba como candidato a Salvador Allende.
En 1959
vivió su primera experiencia como director teatral, dirigiendo “Parecido a
En 1961
realizó una gira a Europa como director artístico del Cuncumén. Ese mismo año
compuso “Paloma quiero contarte”, canción con que inició su trabajo de creación
musical y poética. La grabó, junto a otra de sus composiciones, “La canción del
minero”, en un LP del Cuncumén.
CASA DE
En 1963,
Gregorio de
UN ARTISTA CONSECUENTE
Realiza
múltiples actividades artísticas, sin olvidar sus tareas políticas. En 1969 es
figura principal en el Mitin Mundial de Jóvenes por Vietnam, realizado en
Helsinki, Finlandia. Ese año obtiene el principal premio en el Primer
Festival de
En 1970 se
dedicó de lleno a la campaña presidencial de
Durante el
Gobierno de Salvador Allende laboró en el Departamento de Comunicaciones de
EL ACTO QUE NO SE REALIZÓ
Entre 1972
y 1973 compuso la música de continuidad de Televisión Nacional. Viajó a
El martes
11 de septiembre de 1973 Víctor estaba en
EN EL ESTADIO CHILE
Tomaron prisioneros a los profesores, funcionarios y alumnos que se encontraban ahí. Fueron conducidos al Estadio Chile. Víctor iba entre ellos.
Las torturas las comienza a sufrir el jueves 13 de septiembre:
“¡A ese hijo de puta me lo traen para acá! Repitió, iracundo el oficial. ¡A ese huevón!... ¡A ese!! El soldado lo empujó sacándolo de la fila.
¡No me lo traten como señorita, carajo! Ante la orden, el soldado levantó su fusil y le dio un feroz culatazo en la espalda de Víctor. Cayó de bruces, casi a los pies del oficial.
¡Ch’é tu madre! ... Vos soy el Víctor Jara huevón. El cantor marxista, ¡El cantor de pura mierda!
EL HORROR DEL FASCISMO
Y, entonces, su bota se descargó furibunda una, dos, tres, diez veces en el cuerpo, en el rostro de Víctor, quien trata de protegerse la cara con sus manos. -
Víctor, herido, ensangrentado, permaneció bajo custodia en uno de los pasillos del Estadio Chile. Sentado en el suelo de cemento, con prohibición de moverse. Desde ese lugar, contemplaba el horror del fascismo.
Allí
permaneció la noche del Miércoles 12 y parte del Jueves 13, sin ingerir
alimento alguno, ni siquiera agua. Víctor tenía varias costillas rotas, uno de
sus ojos casi reventado, su cabeza y rostro ensangrentados y hematomas en todo
su cuerpo.
CRUELMENTE TORTURADO
El 15 de
septiembre de 1973, cerca del mediodía se supo que saldrán en libertad algunos
compañeros de
EL TESTIMONIO DE BORIS NAVIA
Relata
Boris Navia: “Esa misma noche, ya en el Nacional, lleno de prisioneros, al
buscar una hoja para escribir, me encontré en mi Libreta, que Víctor me lanzó
al ser arrastrado por los soldados, no con una carta, sino con los últimos
versos de Víctor, con su último canto, que escribió unas horas antes de morir y
que el mismo tituló “Estadio Chile”, conteniendo todo el horror y el espanto de
aquellas horas. Inmediatamente acordamos guardar este poema”.
Y logró salvar el último poema de Víctor Jara para estremecer con sus versos a la humanidad:
ESTADIO CHILE
“Somos cinco mil
En esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil.
¿Cuántos seremos en total
en las ciudades y en todo el país?
¡Cuánta humanidad
hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!
Somos diez mil manos menos
que no
producen!
¿Cuántos
somos en toda
La sangre del compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas
Así
golpeará nuestro puño nuevamente.
Canto que mal me sales
cuando tengo que cantar espanto
espanto como el que vivo
como el
que muero, espanto”.
Víctor Jara fue asesinado cruelmente el 16 septiembre de 1973, lo acribillaron con 44 balazos.
MARTES 18 DE SEPTIEMBRE DE 1973
Joan Jara, la compañera de Víctor, relata en “Víctor Jara un Canto Truncado”:
“Martes 18
de septiembre. Aproximadamente una hora después de levantarse el toque de
queda, oigo el ruido del portón, como si alguien intentara entrar. Todavía está
cerrado con llave. Me asomo a la ventana del cuarto de baño y veo a un joven
afuera. Parece inofensivo y me decido a abrirle. Me dice con voz baja:
-Estoy
buscando a la compañera de Víctor Jara. ¿Vive aquí? Por favor, confíe en mí.
Soy un amigo –me muestra su carné-¿Puedo entrar un minuto? Tengo que hablar con
usted –parece nervioso y preocupado. Me dice en un susurro-: Soy miembro de las
Juventudes Comunistas.
Abro la puerta para que entre y nos sentamos en la sala.
-Lo siento, tenía que encontrarla... Lamento decirle que Víctor ha muerto... Encontramos su cuerpo en la morgue. Un compañero que trabaja allí lo reconoció. Le ruego que sea valiente y que me acompañe para identificarle. ¿Llevaba calzoncillos azul oscuro? Tiene que venir, porque su cadáver lleva allí más de cuarenta y ocho horas y, si nadie lo reclama, se lo llevarán y lo enterrarán en una fosa común.
UN JOTOSO LLAMADO HÉCTOR
Joan Jara
continúa relatando en su libro “Víctor Jara un canto truncado”:
“Héctor
–así se llamaba- había estado trabajando en la morgue, el depósito de cadáveres
municipal durante la última semana, tratando de identificar cuerpos anónimos
que llegaban diariamente. Era un muchacho amable y sensible y había corrido un
gran riesgo yendo a buscarme. En su condición de empleado tenía una tarjeta
especial y, después de mostrarla en la entrada, me introdujo por una pequeña
puerta lateral del edificio, a pocos metros de los portales del Cementerio
General...
LO ENCUENTRA SU COMPAÑERA
“Bajamos un oscuro pasadizo y entramos en una enorme sala. Mi nuevo amigo me apoya la mano en el codo para sostenerme mientras contemplo las filas y filas de cuerpos desnudos que cubren el suelo, apilados en montones, en su mayoría con heridas abiertas, algunos con las manos todavía atadas a la espalda. Hay jóvenes y viejos... cientos de cadáveres... en su mayoría parecen trabajadores... cientos de cadáveres que son seleccionados...
“Nos
envían a la planta superior. El depósito está tan repleto que los cadáveres
llenan todo el edificio, incluyendo las oficinas. Un largo pasillo, hileras de
puertas y, en el suelo, una larga fila de cadáveres, estos vestidos, algunos
con aspectos de estudiantes, diez, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta... y en
la mitad de la fila descubro a Víctor.
MIRABA DESAFIANTE
“Era
Víctor, aunque le vi delgado y demacrado. ¿Qué te han hecho para consumirte así
en una semana? Tenía los ojos abiertos y parecía mirar al frente con intensidad
y desafiante, a pesar de una herida en la cabeza y terribles moratones en la
mejilla. Tenía la ropa hecha jirones, los pantalones alrededor de los tobillos,
el jersey arrollado bajo las axilas, los calzoncillos azules, harapos alrededor
de las caderas, como si hubieran sido cortados por una navaja o una bayoneta...
el pecho acribillado y una herida abierta en el abdomen... las manos parecían
colgarle de los brazos en extraño ángulo, como si tuviera rotas las muñecas...
pero era Víctor, mi marido, mi amor”.
SUS FUNERALES
El martes 18 de septiembre de 1973 fueron los funerales de Víctor Jara. Relata su compañera:
“La
caminata hasta el lugar del cementerio donde Víctor sería enterrado debió
llevarnos entre veinte y treinta minutos. El carrito chirriaba y rechinaba
sobre el pavimento irregular. Caminamos y caminamos... mi nuevo amigo Héctor a
un lado, mi viejo amigo Héctor al otro. Sólo cuando el ataúd de Víctor
desapareció en el nicho que nos habían asignado estuve al punto de desplomarme.
Pero estaba vacía de sentimientos o sensaciones y sólo se mantenía viva la idea
que Manuela y Amanda esperaban en casa, preguntándose qué ocurría, dónde estaba
yo”.
VENCIÓ SOBRE SUS VERDUGOS
Al día
siguiente el diario
Después
todos los medios recibieron la orden de no volver a mencionar a Víctor. Pero en
la televisión alguien arriesgó su vida
insertando unos pocos compases de “
Los verdugos asesinaron al cantor, pero sus canciones siguen emocionando y motivando. Son inmortales.
Fue así
como Víctor, el heroico joven comunista,
venció sobre sus verdugos. A 49 años de su asesinato sigue combatiendo.