domingo, 5 de febrero de 2023

VIOLETA PARRA A 56 AÑOS DE SU PARTIDA FÍSICA

 


 

                                                                      Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                                                  Centro de Extensión e Investigación

                                                                  Luis Emilio Recabarren, CEILER

 

                               



 




NIÑEZ Y JUVENTUD DE VIOLETA 

Violeta del Carmen Parra Sandoval, nació en San Carlos de Itihue, en la calle Montaña, frente a la Plaza de Armas, el 4 de octubre de 1917. Pronto la familia se trasladó a Chillán. El padre era profesor primario. La madre, de origen campesino,  ayudaba haciendo costuras. En 1920 llegaron a Santiago, pero al poco tiempo volvieron al sur. Esta vez a Lautaro. Fue en ese viaje cuando la niña Violeta se enfermó de viruela, que le marcó la cara.

En una entrevista realizada en 1958, relató  Violeta: “Mi padre, aunque profesor primario, era el mejor folclorista de la región y lo invitaban mucho a todas las fiestas. Mi madre cantaba las hermosas canciones campesinas mientras trabajaba frente a la máquina de coser”.

El padre no quería que sus hijos cantaran. Cuando salía dejaba la guitarra bajo llave. Pero Violeta descubrió que la guardaba en el cajón de la máquina de coser de la madre. La tomaba, sacaba la guitarra y cantaba despacito. Tenía por entonces siete años de edad. Un día la madre la escuchó y no podía creer que fuera la niña que cantaba tan bonito.

En los años de la dictadura de Carlos Ibáñez (1927-1931)  la represión también alcanzó la casa de los Parra. El padre, como muchos otros profesores, fue exonerado de su puesto de trabajo. Aplastado por  la cesantía, se dedicó a beber y abandonó la familia. Entonces, la madre debió cargar con toda la responsabilidad del hogar. La situación era muy mala. Eran cinco hijos que tenía que criar.

 

SUS PRIMEROS CONTACTOS CON EL FOLCLORE 

Estando en el sur, viajaba la familia al campo a una localidad llamada Malloa. Visitaban unos parientes de apellido  Aguilera, que tenían buena situación económica.  Fue allí, con esa familia,  donde Violeta  -que  tendría unos cinco años- aprendió sus primeras canciones folclóricas auténticas. La madre, que era folclorista, también cantaba.  Entonces se completaba el grupo folclórico, con la familia, amigas, tías y las chiquillas Aguilera.

                                                 

GANÁNDOSE LA VIDA CON EL CANTO 

Hilda cuenta que la madre  se amanecía cosiendo para poder alimentar  a tanta boca y educar a Nicanor, por lo menos para educar uno bien. Con el fin de  contribuir en algo para la casa, Hilda y Violeta  conseguían una guitarra y salían a cantar. La primera que lo hizo fue Violeta. Después salían  las dos. Violeta e Hilda. Iban de pueblo en pueblo. Cantaban en las  calles, en los trenes, en cualquier lugar donde les era posible. Así juntaban unos pocos pesos.

La madre recordaba: “A la Violeta le iba muy bien, porque cantaba muy bonito, tenía una voz clarita. Y la  querían mucho. Si la invitaban a una casa y le ofrecían pan y o queso. Sí, gracias –decía- pero también tengo que llevarle a mis hermanitos. Era muy vivaracha”.

Roberto Parra (el “tío Roberto”), hermano de Violeta, folclorista, maestro de construcción y compositor de cuecas, recuerda: “Ella (Violeta) salía con su guitarra y con un canasto. El canasto lo traía  lleno... Venía de todo: chancho, toronjil, frutas, qué sé yo.”

Violeta tenía doce años cuando compuso sus primeras canciones, acompañándose de la guitarra.

 

EN SANTIAGO 

Con el fin de  contribuir en algo para la casa, Hilda y Violeta  conseguían una guitarra y salían a cantar Violeta lo evoca en una de sus décimas:

 

         “Ayer, buscando trabajo,

         llamé a una puerta de fierro,

         como si yo fuera un perro

         me miran de arrib’abajo,

         con promesas de destajo

         me han hecho volver cien veces,

         como si gusto les diese

         al verme solicitar;

         muy caro me hacen pagar

          el pan que me pertenece”.

 

Cantaban en cualquier lugar. Llegaron al sector de Matucana.  Actuaron en “La Popular”, en “El Tordo Azul”, que era un negocito chico. También  en varios boliches que estaban cerca.

 

SU PRIMER MATRIMONIO 

Fue en uno de esos boliches donde en 1937 Violeta conoció a Luis Cereceda, obrero ferroviario, su primer marido y padre de  Isabel y Ángel Parra.

Luis Cereceda, explica: “Si pensar que éramos bien niños... ella tenía 19 años y yo 18. Era por año 37 y ella cantaba con Hilda y el Lalo en negocios de Matucana, al llegar a Mapocho. Yo trabajaba al frente: ahí estaba la maestranza de ferrocarriles, donde yo era maquinista. Y entonces íbamos mucho ahí y por ahí nos empezamos a tratar... Al poco tiempo nos casamos... Primero estuvimos viviendo en Santiago como dos años. Ahí nació la Chabelita, por el año 38. Fue el mismo año en que subió a la Presidencia don Pedro Aguirre Cerda, con el Frente Popular”.

 

SU COMPROMISO POLÍTICO 

La excelente biografía de Violeta Parra escrita por Víctor Herrero tiene, entre muchas otras virtudes, el tratar un tema que otros autores ignoran, subestiman, silencian o tergiversan: el compromiso político de la roja flor de Chile. 

Efectivamente, Víctor Herrero, en su libro “Después de vivir un siglo. Una biografía de Violeta Parra”, relata:

“Exactamente al día siguiente de su cumpleaños, Luis Cereceda contrajo matrimonio con violeta Parra. Fue el viernes 2 de septiembre de 1938” (página 70)

“…Las primeras semanas de la pareja estuvieron marcadas por una de las campañas presidenciales más arduas en la historia política chilena. Luis Cereceda era militante del Partido Comunista que se había fundado en 1922 (En verdad, la fecha de fundación del PC es el 4 de junio 1912). Como miembro activo de ese conglomerado, el esposo de Violeta participó en la campaña presidencial del Partido Radical en las elecciones de 1938.  Aguirre Cerda encabezaba el recién formado Frente Popular, que incluía a socialistas, comunistas y otros partidos e izquierda…

“Luis y sus compañeros comunistas del sindicato ferroviario repartían volantines y llamaban a votar por Aguirre. Y Violeta, en su papel de ama de casa, también se involucró: estaba a cargo de administrar un ‘comité popular’   en el barrio Matucana, donde se entregaba a las familias carne, pescado, mantequilla y cereales a precios asequibles. El fin apuntaba a ‘evitar las especulaciones de los grandes buitres que eran los comerciantes mayoristas’, según lo expresara Alfonso Alcalde, quien también militaba en el PC. “La Violeta -recordaría su hermano Roberto- tenía un Comité en su casa. El Partido Comunista le daba el aceite, el azúcar, el arroz, y ella lo vendía al pueblo a precio de costo.” (Página 72)

“Aun cuando Violeta se sentía asfixiada por su marido en materia artística, éste le entregaba algo que ella no dejaba de valorar: conciencia política. ‘Mi padre y sus compromisos entusiasman a mi madre’, escribió Ángel.

“Cereceda no sólo leía regularmente El Siglo, diario de tiraje nacional que había fundado el PC en agosto de 1940, sino que también  llevaba a casa folletos, volantines y libros que el partido le suministraba, según el recuerdo de su hija Isabel. El marido de Violeta celebraba reuniones partidistas en su casa y su fervor político era tal, que instaló un busto de yeso de Joseph Stalin bajo el parrón de la parcela. ‘Este el padre  de los obreros del mundo –les decía a sus hijos Isabel y Ángel en referencia al máximo líder de la Unión Soviética-. Es como tu abuelito’.”  (Página 76)

“El único pegamento que al parecer mantenía unidos a Violeta y Luis era la política.

A mediados de 1946 ambos participaron en la campaña presidencial de Gabriel González Videla… La candidatura  de González Videla contaba con el respaldo del Partido Comunista, por lo que Violeta y Luis apoyaron esa campaña. La cantante formó en su barrio un Comité de Dueñas de Casa Comunista a favor del candidato. Violeta intervino además como artista en algunos actos de proselitismo. En una fotografía se la ve sobre una tarima de unos dos metros de altura y al lado de un micrófono, frente a miles de hombres y algunas mujeres expectantes. Aunque por entonces no tenía más de tres años, Ángel haría memoria de esos momentos. ‘Guardo el recuerdo de mi madre al frente de una manifestación de fervor popular. Va llevando una enorme bandera chilena la siguen cientos de mujeres morenas, con vestidos floreados’. (Páginas 85 – 86)

La izquierda estaba ilusionada con González Videla. ‘¡El país hierve de entusiasmo!’, tituló a mediados de 1946 el diario comunista  El Siglo. ‘El pueblo organiza en todos los barrios comités  para impulsar la victoria. Los actos se cuentan por miles’ se afirmaba en ese artículo. Y era cierto. La propia Violeta era parte de ello.

Cuando el 4 de septiembre González  Videla ganó los comicios, Violeta, su marido y millares de chilenos pusieron felices “Hubo fiestas, alegría y celebraciones en las calles, en todas partes”, recordó Roberto Parra. “Nosotros estuvimos también en una celebración y allí ella cantó y recitó un poema muy largo, dirigido al Presidente, donde le decía que al pueblo no se le puede engañar”. (Página 86)

“En los siguientes años Neruda y Parra (Nicanor) mantuvieron contacto y fue así como el 12 de julio de 1953 Neruda invitó a Nicanor su cumpleaños número 49. La celebración se realizó en una de las viviendas que el autor de ‘Crepusculario’ tenía en Santiago, una residencia llamada ‘Michoacán’…

Nicanor convidó a su hermana al evento. Y Violeta que no conocía a nadie en esa fiesta, fue con su guitarra. Todos los invitados estaban en el jardín, ya que era un domingo inusualmente caluroso para ser invierno. Violeta Parra se sentó en una silla de cocina al pie de un enorme castaño. Al cabo de un rato comenzó a cantar. Interpretó viejas canciones campesinas que había recopilado recientemente y también sus propias composiciones. Nada del repertorio habitual  del dúo con Hilda.  Los comensales, entre ellos intelectuales, poetas. periodistas y dirigentes del Partido Comunista estaban impresionados con la presencia y música de esta mujer.” (Página 129)

“A partir de ese momento se abrieron para Violeta las puertas grandes del Partido Comunista, que inclusive proscrito gozaba de excelente salud en el frente cultural e intelectual”. (Página 131)

“El cumpleaños (el cincuentenario de Neruda, 1954) se extendió por  más de una semana…En el acto de clausura, que se realizó en el  Teatro Caupolicán, participaron Margot Loyola y Violeta Parra. Con ello, Violeta entraba oficialmente a la nomenclatura cultural del Partido Comunista, que rápidamente se convertía en el conglomerado favorito de los intelectuales y artistas del país”. (Página 165)

“Violeta, claramente comulgaba con las ideas del comunismo. Y algo similar ocurría con Roberto y Lalo, así como con Isabel y Ángel, que acabarían ingresando a las filas de las Juventudes Comunistas”. (Página 166)

“En mayo junio de 1955, Violeta fue invitada a ser parte de la delegación chilena que iría al Quinto Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, a realizarse en Varsovia”. (Página 178)

“Respecto a  (Julio) Escámez y Violeta, Ángel afirmó que ‘ellos tenían una relación intelectual muy fuerte, muy cabezona’. El hijo, que en Concepción comenzó a militar en las Juventudes Comunistas, agregaría: ‘Conversaban mucho y discutían mucho porque Escámez era maoísta, entonces eso a mi mamá no le cabía en la cabeza, ya que nosotros nos sentíamos bajo las órdenes de Moscú”. (Página 254).

“En el verano de 1960 Pablo Neruda la invitó (a Violeta) a la Chascona… En esa residencia Violeta recitó por primera vez sus décimas. Para la ocasión, Neruda convocó a los integrantes de la comisión cultural del Partido Comunista, conglomerado que desde agosto de 1958 había vuelto a la legalidad después de derogarse la llamada Ley Maldita. Entre los presentes estaban Volodia Teitelboim, que pronto sería diputado y después senador; el profesor de filosofía y redactor de la revista ideológica del PC Principios, Jorge Palacios Calmann; y Yerko Moretic, crítico literario de El Siglo: Todos escucharon con tención la lectura de Violeta y quedaron impresionados” (Página 296).

Buenos Aires, 1962. “Violeta le presentó una por una a la mayoría de las personas que estaban viviendo ahí, actores, cineastas, pintores. ‘Eran todos profesionales y afiliados al Partido Comunista -escribió el suizo-. Violeta era del partido y creo que hasta tenía su carnet…” (Página 359)

“Aún en Buenos Aires, a fines de mayo recibió (Violeta) un telegrama del Partido Comunista de Chile. En este le pedían participar en el Festival de la Juventud que se iba a celebrar en Helsinki, Finlandia”. (Página 366)

En el viaje surcando el Atlántico hacia el Festival, “la Viola era implacable, teníamos que hacer una presentación de un número folklórico y todos teníamos que participar -recordó la joven militante y miembro del comité central de las Juventudes Comunistas, Gladys Marín, quien a futuro sería diputada y una conocida  dirigente de su partido-. Todos teníamos que aprender a bailar cueca y Violeta nos ponía en la cubierta y nos gritaba: ‘¡Tontos! ¡Lesos! ¡Parecen elefantes!’. Era muy fuerte y castigadora, no dejaba fumar a Ángel y era comunista del Partido”. (Página 369).

“Aún afligida por el fusilamiento (de Julián Grimau), Violeta animó a sus amigos a participar con ganas en la marcha del 1º de mayo. Tito Guisado recordó que Violeta iba por el centro de Ginebra, con el puño izquierdo en alto, entonando a viva voz ‘Arriba los pobres del mundo’, una parte del himno conocido como la Internacional Comunista… (Página 395)

“A mediados de septiembre de 1963, Violeta y sus hijos recibieron una invitación para participar en la tradicional ‘Fiesta de la Humanidad’, que el periódico comunista francés L’Humanité venía realizando de manera anual desde 1930…

“La cantautora quedó tan impresionada con este acto cultural, que le escribió una extensa carta a Luis Corvalán, senador y secretario general del Partido Comunista. Le relató ahí su experiencia y le propuso que los comunistas chilenos hicieran algo similar. ‘Recogimos su sugerencia y de ahí nacieron los encuentros festivos de la familia comunista que realizamos durante años hasta el golpe militar ´de 1973’, relató el dirigente en su autobiografía”. (Página 402)

Cuando Ángel  retorna a la Chile, Violeta “junto con desearle buen viaje, le pasó unas cintas magnéticas con varias de las canciones políticas que había grabado desde que se fuera del país en diciembre de 1961.

-Pásale esta cinta al partido. Le puede servir para la campaña. Al llegar a Chile en abril , el hijo de veinte años se contactó con Américo Zorrilla, un viejo sindicalista que el jefe de finanzas del Partido Comunista, para entregarle el valioso material”, (Páginas 413- 414)

“Unos días después de la derrota (de Salvador Allende en 1964), Violeta asistió a una reunión del Comité Central del PC”. (Página 417)

“Un evento importante de este mes (octubre de 1965) fue el acto de clausura del (XVII) congreso comunista. En un repleto Teatro Caupolicán, Violeta fue una de las artistas encargadas del cierre. También actuaron Isabel, Ángel. Margot Loyola y el conjunto folklórico Millaray. El encargado de dirigir el acto, que culminó con un discurso del senador Luis Corvalán, fue Víctor Jara.” (Página 449) 

 

CUANDO UNA CANCIÓN ME IMPACTÓ EN EL SUR

Los párrafos citados de la excelente biografía de Violeta Parra, que lleva como  título “Después de vivir un siglo”,  escrita por Víctor Herrero,  me hicieron recordar un hecho que me impactó hace ya 60 años.

Ejercía como profesor  en el Liceo de Nueva Imperial. Un día de abril de 1961 Gladys, una de las tres hermanas Jiménez que tenía por alumnas, me dijo:

-Don Iván, mi papá desea invitarlo a comer pasado mañana jueves, ¿puede usted? 

 

Me sorprendió mucho la invitación, pues  el padre de mis alumnas era un sargento de carabineros, que vivía frente a donde estaba mi pensión. Acepté.

La comida estuvo muy buena,  pero mejor estuvo la sobremesa. La dueña de casa fue a buscar una guitarra y con una  hermosa voz cantó una composición que no conocía:

 

                   “Cuando llegan las noches de invierno

                     los palacios de luces se llenan

                     y los pobres se mueren de pena

                     en sus casas sin lumbre ni pan .

                     Y la cruel burguesía se ensaña

                     Contra todos los trabajadores,

                     pero llegan ya tiempos mejores

                     y su crimen tendrán que pagar.

 

                     Es muy triste vivir

                     es terrible habitar

                     en la tierra de crueles burgueses

                     donde sólo se sabe explotar.

 

                     Si la plebe reclama derechos

                     los burgueses se niegan a dar

                     y los llevan con grillos a la cárcel

                     los echan al fondo del mar.

                     Yo quisiera mirar toda roja

                     una sola bandera en la tierra

                     y q’el hombre no fuera a la guerra

                     y q’el hombre no muera en prisión.

 

                     Es muy lindo vivir

                     es muy lindo habitar

                     en un lindo país socialista

                     donde saben los hombres amar”.

 

Quedé emocionado. Me pareció increíble escuchar esa canción en casa del sargento. La señora me dijo:

-Don Iván, le dedico a usted esta canción. Me la enseñó mi padre, que era obrero del salitre y,  que ,según él, la cantaba un dirigente llamado  Recabarren. 

Pasó el tiempo. No olvidé esa emocionante comida en casa del sargento, pero no recordaba bien el texto de la canción. Estando en el exilio hacia 1980 llegó a mis manos un libro titulado “Violeta Parra: Violeta del Pueblo”, editado por Visor en Madrid, en 1976. Allí encontré esa canción, “un vals popular con letra de Francisco Pegoa, una de las canciones que cantaba Luis Emilio Recabarren en sus viajes por los pueblos mineros del norte de Chile”. (Páginas 14 y 15)


RECOGE LA TRADICIÓN DE RECABARREN 

Violeta Parra, flor roja del pueblo, recogió en forma consciente la tradición de los revolucionarios de comienzos del siglo XX que, con Luis Emilio Recabarren a la cabeza, utilizaron la canción como un arma contra los explotadores y como un medio de educar políticamente a los trabajadores.

Los viejos mineros del norte contaban que, cuando Recabarren llegaba con su palabra convincente, con sus libros y folletos, con su mensaje de lucha por cambiar el mundo de fase, él mismo interpretaba  canciones. 

Violeta Parra, con su voz de artista excepcional, también hizo de la  canción  un medio para llegar a los explotados, a los oprimidos  y entregar, en forma sencilla, un mensaje político.  

Y están, entre otras, composiciones como “Según el favor del viento”, “Arriba quemando el sol”, “Me falta un guerrillero”, “Mira como sonríen”, “Porque los pobres no tienen”, “Yo canto la diferencia”, “Arauco tiene una pena”, “La Carta”. 

Violeta Parra,  en base a su inteligencia y gracias a tener sus raíces fundidas en el alma del pueblo y  mediante  su capacidad de crear,  pudo dar  un salto cualitativo  y convertirse en una artista popular y universal.

 

Por eso pudo, con pleno derecho,  proclamar:

“Yo canto a la chillaneja

sí tengo que decir algo,

y no tomo la guitarra

por conseguir un aplauso

yo canto a la diferencia

que hay de lo cierto a lo falso

de lo contrario, no canto”.