martes, 28 de febrero de 2023

AMÉRICO ZORRILLA ROJAS

 



                  

 

 


En el año 1965, siendo Encargado de Organización del Comité Regional Cautín del Partido Comunista, viajé a Santiago. Concurrí a la sede del Comité Central, ubicado en Teatinos 416. Me encontré con Don Américo, entonces Encargado Nacional de Finanzas, a quien no conocía personalmente. Junto con saludarme muy fraternalmente me dijo: “compañero, ¿puede mostrarme su carné partidario?”. Me quería pillar  con las cotizaciones. Se lo pasé con orgullo. Estaba rigurosamente al día.

Entonces le dije: “Perdón, compañero Zorrilla, ¿podría mostrarme el suyo? Sorprendido, pestañó repetidamente -como supe después- era su costumbre ante un problema. En voz baja, titubeando,  me explicó; “Es que… la encargada de finanzas de mi célula se atrasó con las últimas  estampillas”…

Así conocí a ese obrero tipógrafo, gran dirigente comunista chileno. Uno de los pocos al que sus compañeros le han llamado “Don” en señal de respeto y de enorme  cariño.

 

LOS PRIMEROS AÑOS

Américo Zorrilla Rojas nació en Santiago el 22 de febrero de 1910. Su padre, Ramón Zorrilla, era pequeño industrial gráfico; su madre, Benigna Rojas, de origen  campesino.

En 1917 ingresó a una escuela pública en Avenida Matta, entre Chiloé y San Francisco.

Estudió en los liceos Barros Borgoño y Amunátegui. A los 14 años comenzó a trabajar como tipógrafo. Primero en la imprenta de su padre, luego en otras. Ya a los 17 dominaba la profesión de linotipista.

 

COMIENZA SU ACCIÓN SOCIAL

En 1931 participó en la fundación de la Federación de Obreros Gráficos, de orientación comunista. Ese mismo año, sin ser aún militante del Partido Comunista, realizaba tareas de propaganda clandestina de la organización. Por ejemplo, la impresión de volantes en apoyo a la huelga de hambre que llevaban adelante marinos presos en la Penitenciaría por haber tomado parte en la insurrección de la Escuadra de comienzos de septiembre de 1931.

En octubre de 1931 se casó con Dora Álvarez, con quien tuvo dos hijos. 

 

INGRESA AL PARTIDO DE RECABARREN

En 1932 recibió su carné de militante comunista y asistió a su primera reunión de célula.

Así, lo evocaba  el compañero Américo: “Recuerdo nítidamente cuando ingresé al Partido Comunista en junio de 1932. Yo trabajaba como obrero tipógrafo. Ya tenía contacto, yo de alguna manera cooperaba con los comunistas. Pero fui en ese mes de junio de 1932 que asistí por primera vez  a una reunión de célula. Recuerdo perfectamente el lugar donde  se realizó y conservo vivos todos los aspectos de lo que fue esa reunión y de lo que ocurría entonces en el Partido”. (“Don Américo, un chileno comunista”, página 20)

Ese mismo año participó como delegado de la Federación de Obreros de Imprenta en el Soviet de Obreros, Soldados, Campesinos y marinos, que funcionaba en la Casa  Central de la Universidad de Chile, a cuya cabeza estaba Elías Lafertte Gaviño.

Por entonces Chile vivía momentos muy movidos. El 4 de junio de 1932, un golpe de Estado cívico-militar había derrocado el gobierno derechista de Juan Esteban Montero e instaurado la “República Socialista”, que duró sólo doce días.

En 1934, el nombre  de Américo Zorrilla figuraba en las listas negras de los patrones, lo que le impedía conseguir un trabajo en Santiago. Debió trasladarse a Valparaíso, donde logró un puesto de trabajo en una imprenta. Durante su estada en el puerto realizó una intensa actividad en su gremio.

 

EN LA IMPRENTA ANTARES

En 1938, el compañero Américo regresó a la Capital, llamado por el Partido para que hiciera cargo del taller de obras de la Imprenta Antares,

Volodia Teitelboim  recordaba que ese tiempo era  “muy jovencito, delgado, montando imprentas clandestinas en medio de la noche.  Ayudó a la instalación la Empresa Antares, que editó “Frente Popular” –un gran progreso para ese tiempo-, tabloide vespertino que jugó un papel decisivo en el triunfo de 1938. Funcionaba en una casona semiderruida de la cuarta cuadra de San Francisco.

“Tiempo de crisis, de real miseria y de revolucionaria alegría, vales en el restaurant ‘La Hípica’ donde mataban a medias sus hambres nuestros periodistas; meses de salarios inexistentes; días y noches junto a la abigarrada clientela formada por las prostitutas de enfrente, cartilleros, suplementeros trabajadores de amanecida”. (“El Siglo”, 22 de febrero de 1970).

 

UNA IMPRENTA PARA “EL SIGLO”

Era necesario contar con una nueva imprenta, tener una prensa popular. Ello se logró  - según relata Volodia Teitelboim- “con plata del pobre,  quien se sacó un pan de la boca para adquirir por fin lo que él nunca había tenido, una rotativa poderosa y rápida como una locomotora. Salvador Barra Woll, Víctor Cruz aportaron su experiencia en la materia, recogida a la vera de Recabarren. Pero el joven Zorrilla trajo un aliento modernizador, un ritmo dinámico y organizado indispensable para que una mañana los canillitas salieron gritando por las calles el nombre del nuevo diario”.   Fue el 31 de agosto de 1940.

Añade Volodia que la historia de El Siglo “un día dirá el papel del pueblo, del Partido, de los organizadores, de los gráficos, que participaron en ella. Necesariamente tendrá que dedicar una buena página a la labor desplegada por Zorrilla en la articulación de este engranaje complicado que permitió sacar un diario que significó una revolución y una revelación periodística para la época en que apareció” (Ibidem).

En 1940 fue nombrado administrador de “El Siglo”. En 1941 pasó a ser su gerente,  cargo que ocupó hasta 1947.

 

TESTIGO  DE UNA MASACRE

Américo Zorrilla estuvo en la Plaza Bulnes el 28 de enero de 1946, cuando  durante  gobierno del vicepresidente Alfredo Duhalde carabineros perpetraron una masacre donde fueron asesinados seis obreros, entre ellos, Ramona Parra, muchacha comunista.

El periodista y escritor José Miguel Varas lo entrevistó:

- ¿Y usted conocía a Ramona Parra?

- Sí. Se le veía mucho en el local del Partido o en la oficina del diario, a menudo con una hermana. Una morena, la otra blanca. Llamaban la atención.

Ramona era una muchacha delgada, pálida, de rostro muy agradable. Siempre con una sonrisa a flor de labios. Hay una fotografía que se ha conservado para la historia, en la que ella va detenida entre dos carabineros, a raíz de una de las manifestaciones tan frecuentes en aquellos días. Ella va sonriendo, con su gesto habitual.

- ¿Cómo y por qué se produjo la masacre?

- En mi opinión, la masacre de la Plaza Bulnes fue una acción premeditada. No fue un hecho accidental... En un momento determinado yo presencié desde muy cerca cuando un oficial dio una orden, los carabineros pusieron una rodilla en tierra –toda una hilera de carabineros- y apuntando hacia la masa de gente, empezaron a disparar. Fueron varias descargas, por orden del oficial. Quedaron muchas personas heridas, fueron seis los muertos...Recuerdo haber caminado entre los cuerpos que estaban tendidos en el pavimento. Podría indicar, en la Plaza Bulnes, el sitio exacto en que estaba Ramona Parra, muerta. Estaba en la vereda, pálida. Era la palidez de la muerte. En su sien había un círculo, una perforación nítida, sin que saliera sangre de ella. Al lado, de pie estaba su hermana y uno dos jóvenes más que la miraban.” (Varas, José Miguel: “La piedra del medio”, en “Don Américo un chileno comunista”,  páginas 41 y 42)

 

EN TIEMPOS DE LA INFAMIA

En  1947 el Presidente  González Videla, traicionó el Programa jurado al pueblo y  en octubre de ese año comenzó a perseguir a los comunistas. En 1948 dejó de aparecer “El Siglo”. Entonces,  Américo Zorrilla pasó a cumplir diversas tareas clandestinas como colaborador del Comité Central.

Una de ella fue la  de dirigir una proeza increíble: sacar pieza por pieza la imprenta del Partido y trasladarla, sin que ello fuera descubierto por los agentes de la policía, a diversos lugares de la capital.

En 1949 fue detenido y torturado por la policía. Salió en libertad. En 1950 nuevamente apresado y relegado esta vez a Chiloé.  A su regreso de su relegación en  el sur, realizará otra acción de enorme  audacia.

 

LA EDICIÓN CLANDESTINA DEL “CANTO GENERAL”

Con su característica modestia, Américo Zorrilla relató en 1981: “Tuve conocimiento concreto de esas empresas del Partido en una reunión que a la que se me citó y en la cual participamos tres personas: José Venturelli, un compañero al que llamaré Pérez (se encuentra en Chile) y yo. Aquélla primera reunión tuvo por objeto plantear la tarea por encargo de la Dirección del Partido. Este grupo permaneció en funciones hasta que el libro salió a la circulación. A mí me tocó –agrega- ocuparme de organizar la elaboración técnica, todo lo que se llama impresión del libro. El compañero Pérez representaba, podríamos decir, el papel de editor y tuvo, entre otras, la tarea muy importante de organizar la venta clandestina del libro. José Venturelli, además de ilustrarlo con sus dibujos, dio la orientación artística en cuanto a diagramación y formato.”

Luego explica que, para llevar adelante la impresión del libro, tarea de su  responsabilidad directa, “se organizó otro que funcionaba absolutamente independiente del grupo inicial, en otro plano”.

 

TAMBIÉN PARTICIPÓ DON LUCHO

La tarea que encabezaba el compañero Zorrilla era totalmente nueva para el Partido. Antes se habían publicado periódicos, folletos, volantes, pero un libro era otra cosa y, ahora se agregaba el hecho de hacerlo toda bajo las medidas de la más estricta clandestinidad.

Se trataba ahora de cinco mil ejemplares de un impreso de 468 páginas y de formato grande. Se debían utilizar alrededor de cuatro toneladas de papel.

Luis Corvalán entrega importantes antecedentes de esa acción: “Américo Zorrilla montó un excelente aparato para mover de una parte a otra el personal especializado y material necesario. Los pliegos se doblaban en casa de un cura que tenía una pequeña parcela en Conchalí. Una vez terminado el libro, la edición se distribuyó en diferentes casas y se organizó la venta. La mayor parte se guardó en  un fundo de la cordillera de Santiago, que consiguió Víctor Bianchi. Éste trabajaba en la Sección de Bienes Nacionales del Ministerio de Tierras y había participado eficazmente en la salida clandestina de Neruda hacia territorio argentino, por el sur de Chile. Yo conocí a Bianchi, porque en un tiempo colaboró con  ‘El Siglo’ con caricaturas. Fui encargado de hablar con él  precisamente para guardar el Canto General. También me correspondió ser corrector de pruebas del libro. Junto con Rodolfo Donoso. Parte de este trabajo lo hicimos en un departamento que Olga Urtubia ocupaba en la calle Victoria Subercaseaux, frente al Santa Lucía y al lado de una Comisaría de Carabineros. Viajé, además, hasta Puerto Montt, organizando la venta del libro”. (Corvalán, Luis: “De lo vivido y lo peleado”, página 55)

Precisamente fue el trabajo previo del libro “que iba a llegar de México”, la razón del éxito de la venta de la obra de Neruda.

 

ELUDIENDO LA POLICÍA

Explica  Américo Zorrilla: “Los aparatos represivos estudian atentamente la propaganda clandestina impresa y, a través de la tipografía utilizada,  pueden localizar a menudo el lugar donde se hizo”.

Para evitar ser detectados, se echó mano para imprimir el Canto General de una colección de matrices de linotipia que el Partido tenía arrumbada, sin usar por quince años o más. Se le pudo utilizar sin mayor riesgo.

“La composición mecánica –cuenta Zorrilla- la hizo un solo linotipista... La compaginación la hizo un solo hombre. La impresión estuvo a cargo de Manuel Recabarren”. Este  obrero comunista, mencionado por don Américo, fue detenido por agentes de la dictadura fascista el 30 de abril de 1976 y desde entonces forma parte de la lista de detenidos-desaparecidos.

En varias oportunidades estuvo muy cerca de ser descubierta la Operación Canto General.

Una de esas ocasiones se produjo cuando la policía allanó la imprenta en que se imprimía el libro. Relata  Américo Zorrilla: “Buscaban propaganda clandestina. Mientras los agentes  revisaban por todos los rincones, el oficial a cargo de la pesquisa observaba atentamente, afirmado en los pliegos recién impresos del ‘Canto General’, hojas de 55 por 77 centímetros que deben haber formado un bloque de una altura de 1,40  metros más o menos. Los compañeros habían tenido la preocupación de colocar encima varios pliegos de una revista hípica y el policía no tuvo la idea de mirar más abajo”. (Varas, José Miguel: “De la piedra del medio”. Entrevista a Américo Zorrilla en “Don Américo un chileno comunista”. Italia, 1981, páginas 42 a 45).

El Canto General de Pablo Neruda se vendió en forma legal en Chile. Pero, como hemos visto, su impresión fue clandestina. Tenía por pie de imprenta “Imprenta Juárez. México DF”.

 

DIRIGENTE DEL PARTIDO

El 25 de octubre de 1952, una semana antes que el traidor abandone La Moneda, reapareció “El Siglo” y Américo Zorrilla reasumió el cargo de gerente de la empresa.  

El 3 de noviembre de ese año se inició el gobierno del exdictador Carlos Ibáñez del Campo. Hubo algunos meses con cierto clima de democracia en el país. Pero pronto Ibáñez comenzó la represión contra el movimiento obrero. Fue así, como llevó adelante un proceso contra el Partido Comunista. Con motivo de éste, Américo Zorrilla sufrió una breve detención en 1955. Ese mismo año, la Dirección del Partido lo designó Encargado Nacional de Finanzas.

 

RELEGADO EN PISAGUA

En 1956, durante el segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, Américo Zorrilla fue detenido y relegado a Pisagua por algunos meses, junto con Luis Corvalán y otros dirigentes comunistas, del Partido Socialista y otros sectores de oposición.

El escritor y periodista José Miguel Varas, escribe en ’La misma Piedra del Medio’ que otro de los dirigentes comunistas enviados a la caleta convertida en campo de concentración,  Américo Zorrilla, narró algunas de sus experiencias allí:

 

"Eso fue en 1956, un período no muy largo, de algunos meses. Fue una relegación diferente de las del período de González Videla, esta vez no sólo había comunistas, sino también socialistas y militantes de otros partidos de izquierda. Fue una situación que ayudó al proceso unitario... 

 

"Allí en Pisagua –continúa Américo Zorrilla-  nosotros estábamos bajo el control del Ejército. Todas las semanas iba una avioneta desde Iquique y llevaba un médico. A la semana, el médico se iba y venía otro. En eso apareció un médico italiano, que había peleado en la 'División Azul' de Mussolini contra la Unión Soviética. Incluso había estado prisionero de los soviéticos. Hablaba con mucho odio de los comunistas. Buscaba la conversación con la actitud de un verdadero provocador. Al principio varios prisioneros tuvieron violentas discusiones con él, pero al poco tiempo nos dimos cuenta de que era un hombre lleno de contradicciones. Y surgió, extrañamente, una corriente de comunicación. Se llegó a hablar con él con mucha confianza...

"Un día este hombre nos dijo: 'Miren, ustedes están aquí de puros huevones que son'. Le contestamos con aspereza. Pero él insistió: 'Si ustedes quieren salir, yo los saco a todos'. Entonces le entró una especie de locura a este hombre y empezó a declarar enfermos graves a todos los compañeros. Se puso a trabajar como animal, catorce o dieciséis horas diarias... Empezó a despachar informes a Iquique...

"Parece que se dieron cuenta, o a lo menos sospecharon que había algo anormal, porque llegó otro médico en actitud muy dura, que comenzó a llamar a los 'enfermos', entre ellos a mí, para verificar la cosa...

"Yo alcancé a salir por este mismo conducto".

 

UN GRAN ORGANIZADOR REVOLUCIONARIO

Volodia Teitelboim escribió refiriéndose al compañero Américo Zorrilla: “Con todo, pienso que tal vez él pasó demasiado tiempo entre la tinta, linotipias, las prensas y las fresadoras. Nos demoramos quizás demasiado en descubrirlo como un gran organizador de la actividad revolucionaria aplicada en cualquier campo. Cuando el descubrimiento se hizo, contribuyó como nadie a desarrollar en el Partido el concepto de finanzas de masas, a estructurar las entusiastas y bien concebidas campañas económicas anuales. En que cada militante asume el compromiso personal de hacer conciencia en el pueblo de la necesidad de ayudar al combate, contribuyendo a subvenir los gastos de una gran batalla que le interesa a él y a toda la izquierda.

“Ha colaborado sin regatear nunca, en ningún momento, su esfuerzo para dar al mecanismo total del Partido un impulso renovador, más a tono con los tiempos que corren y con las responsabilidades futuras.” (Teitelboim, Volodia, en “El Siglo” del 22 de febrero de 1970)

 

MIEMBRO DEL COMITÉ CENTRAL

En el decimoquinto Congreso Nacional del Partido Comunista, efectuado en Santiago del 18 al 23 de noviembre de 1958, Américo Zorrilla fue elegido miembro del Comité Central y fue ratificado en su cargo de Encargado Nacional de Finanzas. Después del decimosexto Congreso Nacional, que tuvo lugar en Santiago del 13 al 18 de marzo de 1962,  asumió un puesto en el secretariado y en el decimoséptimo Congreso  Nacional celebrado en Santiago del 10 al 17 de octubre de  1965, fue designado  miembro de la Comisión Política del Comité Central.

Volodia Teitelboim se refiere a él, diciendo: “En la Comisión Política y en el secretariado del Comité Central del Partido Comunista, sus intervenciones son breves, exactas. Siempre dice lo estrictamente indispensable. Sin pretensiones, da en el blanco, descubre el ángulo preciso, pone en movimiento el eslabón que llevará la idea sin demora a la práctica

Es absolutamente sencillo. Pero como emana de él un natural señorío de pueblo, muchos compañeros lo llaman ‘Don Américo’.” (Ibidem.)

 

EN EL GOBIERNO POPULAR

Durante la campaña presidencial que culminó con el triunfo del candidato de la Unidad Popular,  Américo Zorrilla tuvo a su cargo el trabajo de propaganda del Partido Comunista.

En el acto solemne del 3 de noviembre de 1970, en que asumió Salvador Allende la Presidencia de la República, Américo Zorrilla juró como uno de los catorce ministros que constituyeron el  primer Gabinete del Gobierno Popular.

En esa oportunidad, Allende designó a cuatro ministros obreros. Tres de ellos comunistas:

Américo Zorrilla, en la cartera de Hacienda; Pascual Barraza, Obras Públicas, y José Oyarce, Trabajo y Previsión Social. El cuarto fue el socialista Carlos Cortés, en Vivienda.

El 17 de junio de  1972, Américo Zorrilla fue reemplazado en la cartera de Hacienda  por Orlando Millas. Entonces volvió a retomar sus responsabilidades como miembro de la Comisión Política del Comité Central.

 

EN LA LUCHA CLANDESTINA BAJO LA DICTADURA

Inmediatamente ocurrido el golpe fascista del 11 de septiembre de 1973, el compañero Américo Zorrilla  pasó al trabajo clandestino y se dedicó a restablecer y desarrollar el trabajo de propaganda en las difíciles condiciones del terrorismo de Estado.

En una entrevista, el periodista y escritor  José Miguel Varas,  le pide:

- “Hábleme de Víctor Díaz. ¿Tuvo contacto, reuniones con él?

-“Muchas. Yo trabajé  como encargado de propaganda hasta los  primeros meses de 1974.

-Poco después pasé a ser encargado de organización. Yo era miembro de la Comisión Política. A principios del 74, en condiciones muy riesgosas, tuvimos una primera reunión de la Comisión Política. Desde abril me hice cargo del frente de organización y pasé a formar parte del Secretariado, constituido entonces por Víctor Díaz, Rafael Cortés, Mario Zamorano, Inés Cornejo y yo. Habitualmente nos reuníamos tres. Estuve muchas veces con Víctor Díaz en los años 74 y 75. Aparte de las reuniones a veces nos juntábamos para discutir determinados problemas. En ese tiempo se hicieron algunas reuniones de Comisión Política y regularmente las del Secretariado. Después de la última reunión de Secretariado a la que me tocó asistir, Víctor Díaz me pidió que me quedara con él en la casa, porque quería conversar conmigo una serie de asuntos del Partido antes que yo saliera del país, hecho que estaba en conocimiento de muy pocos compañeros. Llegué a Moscú en los primeros días de febrero de 1976”.

 

EXILIO Y RETORNO

Por razones de seguridad la Dirección del Partido decidió la salida clandestina del país del compañero Américo Zorrilla. Se estableció en Moscú, donde  asumió la responsabilidad de dirigir las grandes campañas de finanzas llevadas a cabo por los comunistas chilenos repartidos por más de treinta países destinadas a  contribuir a las luchas que en Chile se libraba contra de la dictadura fascista.

Retornó a la patria en 1986. Participó en el XIX Congreso Nacional del Partido Comunista, erróneamente llamado “XV Congreso”, efectuado en mayo de 1989. En éste dejó de pertenecer al Comité Central. Pero siguió militando activamente en la célula Pablo Neruda de San Miguel.

Sin ser miembro de la dirección y habiendo dejado de ser funcionario del Partido iba todos los días, con esa responsabilidad y sencillez  que le fue proverbial, a la sede del Comité Central para   ayudar en lo que fuera  necesario en las tareas partidarias.

Una de sus preocupaciones era cuidar de la tumba de Luis Emilio Recabarren en el Cementerio General.

 

UN CAMARADA EJEMPLAR

Durante el exilio, varias veces estuve con Don Américo. Siempre fraternal, de un especial sentido del humor, alegre, optimista.

Ya de regreso en Chile, tuve un contacto más estrecho con él. Cuando le conté en 1991 que estaba trabajando en un libro sobre Recabarren, me aportó materiales, testimonios y me llevó a conversar con compañeros que habían conocido al fundador del Partido. Entre ellos al exdiputado José Vega Díaz.  Su ayuda fue fundamental para que en junio de 1992 apareciera “Don Reca”.

 

UN MERECIDO HOMENAJE

Don Américo,  militante comunista por 61 años, murió el  20 de agosto de 1992. 

El 22 de agosto de 1992 concurrí al edificio Gabriela Mistral. Allí tuvo lugar  la clausura pública del XXVII Pleno del Comité Central del Partido Comunista, realizado bajo la consigna: “Tierra, Vida, Humanidad. 500 años de dependencia”. Informó Volodia Teitelboim, que inició sus palabras diciendo: 

“Hace poco más de 26 años un hombre grande, de físico pequeño, como Ministro de Hacienda del Gobierno presidido por Salvador Allende, proponía el financiamiento para la construcción del edificio donde hoy estamos reunidos. Hace poco más de 20 días ese mismo hombre grande, de físico pequeño, en nombre del Partido Comunista de Chile  inició las gestiones para que el XXVII Pleno se celebrara en este edificio que él, anónimamente, había contribuido a erigir.

Por los tristes simbolismos de la vida y de la muerte,  una vez que termine esta reunión partiremos a sus funerales.  Permanecerá en nuestras memorias el ejemplo de este obrero de imprenta, de este constructor del futuro que dedicó su existencia entera a la causa del pueblo, del Partido, del socialismo. Nuestro es el dolor de sus familiares. Adiós, querido camarada Américo Zorrilla”. (Citado en Ljubetic Vargas, Iván: “De la Historia del PC de Chile: La crisis que comenzó en los años ochenta”. Santiago, 2002, páginas 133 y 134)

 

UN IMPRESCINDIBLE

Finalizada la sesión nos dirigimos al Cementerio General. Allí, cientos de comunistas, familiares y amigos, lo despedimos en una emotiva ceremonia. Hablaron para rendirle homenaje Luis Corvalán, Clodomiro Almeyda, Jaime Durán, Luis Salinas, Rodrigo Rojas y su sobrino René Zorrilla. 

Con La Internacional, cantada con honda emoción, dijimos hasta siempre al comunista ejemplar, al imprescindible, a Don Américo, que luchó toda su vida por un mañana mejor.