lunes, 14 de septiembre de 2020

UN AMARGO CUMPLEAÑOS Y UNA GRATA SORPRESA


  

                                               Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                                Centro de Extensión e Investigación

                                                 Luis Emilio Recabarren,  CEILER




 

Es miércoles 12 de septiembre de 1973. Estoy de cumpleaños. Cumplo cuarenta y tres primaveras. Desayunamos con la profesora Yolanda Solís, en cuya casa me encuentro “asilado”.

 

De pronto escuchamos golpes cercanos. Me asomo a una ventana. Sorprendido, diviso a la compañera Benilde Díaz que al otro lado de la calle golpea la puerta de una casa, en donde vivía  un dirigente del Partido, que ya se ha ido a  otro lugar.

Luego de pedir autorización a la profesora y percatarme que “no hay moros en la costa”, salgo y llamo a Benilde, quien viene de inmediato.

Entramos y nos abrazamos. Nos conocemos desde hace unos 20 años, cuando yo  recién había  llegado a Cautín y ella trabajaba como obrera en la Industria Posek de Temuco, que producía  escobillones y escobillas de lavar ropa. Benilde siempre ha sido muy delgada, ágil y responsable. Vive en la sufrida población La Fama en las riberas del río Cautín.

-Qué sorpresa y alegría de encontrarte, compañero Iván. Fíjate que anoche nos reunimos y vimos que lo primero era tener información y orientación. Por eso vine al local, pero había milicos y pasé de largo.

Me acordé de la dirección del regidor y aquí estoy.

Había atravesado  prácticamente Temuco a pie.

Le entrego todo lo poco que sé y le insisto que lo fundamental es cuidarse y mantener los  contactos. Un abrazo de despedida y ella parte hacia La Fama. Fue la última vez que nos vimos. 

Decido  ir al centro a buscar más información.  Desde una cuadra de distancia observo  el local que fuera del Partido, ubicado en la esquina de Bulnes y Miraflores.  Ya no está el círculo con la hoz y el martillo, que colgaba en la puerta principal, ni la bandera de la Unidad Popular que los muchachos de  la Jota habían colocado en el tercer piso. Hay huellas de destrucción y saqueo.

De pronto  escucho mi nombre. Es el compañero Juan Antonio Chávez, Secretario Político del CR Cautín y miembro del Comité Central de las Juventudes Comunistas. Con su acostumbrada sonrisa me entrega algunas informaciones. Nos despedimos. Él se dirige a una reunión clandestina de la Juventud.  Yo, extremando precauciones, voy a donde se encuentra el compañero Alberto Molina, Secretario  del CR Cautín del Partido Comunista.  Analizamos la situación. El compañero Alberto, como es su costumbre, da su opinión con sencillez, calma y optimismo. En verdad, conversar con él levanta el  ánimo y  se abren nuevas perspectivas. 

Vuelvo a  casa de la profesora Yolanda Solís. Escucho en la radio el Bando N. 11 del jefe de la Zona en Estado de Sitio, donde se señalaba  que ese día deben presentarse en el Regimiento Tucapel, antes de las 14 horas, más de 50 ciudadanos “para comprobar sus domicilios”. Mi nombre encabeza la lista.

A partir de ese momento me encuentro  enfrentado al dilema: ¿Qué hacer? ¿Presentarme a no al llamado “para comprobar domicilio”?

Llueve. Día triste, gris, invernal. Hasta la primavera tiene pudor de asomarse a un país ensangrentado. Pero tengo la alegría  que mi hijo Ivo viene a verme y,  que algo más tarde lo hace Marcia, mi compañera.

También acude un dirigente regional  con la opinión del camarada Molina: “Quédate hasta el último. Primero vemos como les va a las otras personas citadas. Si no les ocurre nada, te presentas”.

Se conoce algo de  lo que  ocurre en los interrogatorios. Varios compañeros, algunos muy conocidos como el diputado Edmundo  Salinas y el compañero Alonso Neira, luego de pesados interrogatorios, son dejados libres. Faltando sólo 30 minutos para el plazo, se adopta la decisión final: me presento.

Me encamino al Regimiento Tucapel. Al cruzar  la plaza Manuel Recabarren, que queda al frente de la  base militar, me encuentro con un compañero del MIR. Está muy optimista. Me dice que circulaba  la noticia que, desde el sur avanzan tropas leales,  encabezadas por el general Carlos Prats.

Son las dos menos cinco cuando cruzo la entrada del cuartel.  Hay severo control. Un conscripto metralleta en mano me conduce al interior.

 

      


              








Alejandro Flores Rivera

 

En una gran sala, donde  parece ensaya la banda del Regimiento,  estoy  con varios camaradas. Nerviosos. Pero no falta quien eche  sus tallas. Uno  de ellos, es  el compañero Alejandro Flores, trabajador del Hospital y dirigente del gremio de la salud, la FENATS, que poco después será  asesinado por los fascistas.

Algunos ya han declarado y se fueron a sus casas. Eso da cierta tranquilidad. 

Por no haber estado al primer llamado, soy el último en ser interrogado. Entro a una sala pequeña. Hay dos soldados con  uniforme de la Aviación. Uno joven, otro viejo. Me agarran en primera.

-Ah! El profesor comunista que  recita a Marx.

- El marxismo es una ciencia y no se recita, les respondo de entrada.

-Cállate, concha de tu madre, ahora somos nosotros los que decidimos todo.

Me toman los datos, pero escriben lo que quieren. Los dejé hacer. No me quedaba otra.

Finalmente me dicen:

- Por ser uno de los responsables del caos en la Provincia...

- Pero, si el golpe lo dieron ustedes...

-Por ser uno de los responsables del caos en la provincia deberá presentarse ante la Fiscalía Militar. 

Pienso que me enviarán de inmediato ante ella. Pero, para sorpresa mía, me dicen: se va a su casa y mañana se presenta  a las 9 horas, aquí mismo.

Salgo del Tucapel. Me dirijo  hacia mi departamento (el C)  en el Block E de la calle Tolhuaca  en la Población Llaima, ubicada en el oeste de Temuco.

De pronto  me encuentro con el profesor Eduardo Pino, un  amigo democratacristiano que, junto con su esposa, me miran sorprendidos y me abrazan.

-Iván, me dicen, escuchamos por radio que te habían fusilado. Íbamos a tu casa a darle nuestro pésame a Marcia. 

Un escalofrío recorre mi espalda. 

Fue un cumpleaños amargo, doloroso, triste. Esa noche me duermo pensando en el heroico compañero Presidente.


SIETE AÑOS DESPUÉS, UNA GRATA SORPRESA

Estaba en el exilio en la República Federal  Alemana. El día anterior, 11 de septiembre de 1980,  habíamos culminado en la ciudad de Marburg una semana de actos de solidaridad con el pueblo chileno.

El 12 de septiembre de 1980, correspondía reunión del Chile Komitte de Marburg. Llegué puntual como siempre. Allí estaba el dueño de casa y llegaron sólo dos dirigentes más. Cosa muy rara, porque generalmente empezábamos las sesiones a la hora. Naturalmente comencé a protestar por la irresponsabilidad de los otros.  

Me dijeron, calma Ívan (los alemanes siempre pronunciaron mi nombre acentuándolo en la I), deben estar seguramente cansados con las muchas actividades que hemos tenido, en especial la marcha y el acto de ayer. 

Sonó el teléfono. Lo contestó el dueño de casa. Después me dijo: ‘lo siento Ívan, pero los otros compañeros entendieron mal cuando los cité y nos esperan en el local del AIB, el Boletín Antiimperialista). Allá está la mayoría, así que nos pidieron que nos fuéramos para allá. Como hay auto no es problema’. Tuve que aceptar ese error de organización, claro que explicándoles que esas cosas no pasaban en Chile. 

Al entrar al amplio salón del AIB quedé sorprendido. Estaba lleno de personas, que me recibieron aplaudiendo y con saludos. Había compañeros alemanes del Partido, de sindicatos, del Archivo Foto Marburg, de la juventud, chilenos (entre ellos Marcia), turcos, españoles. Era una fiesta sorpresa para celebrar mis cumpleaños N. 50. Esa era la madre del cordero del problema de la reunión. Y yo que me creo tan vivo, caí ingenuamente. 

Todos llegaron con regalos de diversos tipos especialmente libros. Comimos, bebimos, brindamos. Fue la culminación de una maravillosa jornada de solidaridad con Chile y los chilenos antifascistas.