domingo, 30 de junio de 2019

Samuel: uno de los tenaces se ha ido para entrar en la leyenda








Se nos ha ido Samuel Riquelme. Termina su vida física de militante del pueblo, de “revolucionario profesional”, de chileno corajudo y audaz, de un hombre pleno de esperanzas y de sueños.

Pero comienza la leyenda. Esa que revelara magistralmente,   José Miguel Varas, en su obra ·”Los Tenaces”, resumen de biografías de personajes notables, crónica histórica de protagonistas del acontecer político y social contemporáneo, una serie de entrevistas donde brotan anécdotas, hechos, personajes, situaciones dramáticas o hilarantes y verdades.

Samuel es uno de los “tenaces. Uno de aquellos que abrió caminos, siguiendo, quizás sin conocerlo, el rumbo, el destino imaginado por el escritor griego Nikos Kazantzakis, en su obra “Ascética”,( 1923):

“¿Cuál es mi camino?
La subida más ardua e interminable.
Y dime ¿yo solo he de salvar la tierra entera? ¿Adónde vamos?
¿Alguna vez venceremos?
No preguntes:¡combate!

Samuel supo desde pequeño cuál era su camino. Fue minero, ayudante de yesero, pintor de brocha gorda, albañil, mariscador, pescador, campesino, y se inició en las tareas políticas, a los 10 años, y conocido como “el colorete” actuando de “loro”, alertando a los que participaban en reuniones clandestinas de los trabajadores de la presencia de  soplones o de policías.

 El sindicalismo, que en ese tiempo era perseguido con ensañamiento por los patrones estaba en sus genes familiares. Su padre era un viejo de la FOCH (Federación Obrera de Chile}, lo que en la práctica  significaba ser del  Partido Obrero Socialista,  fundado por Luis Emilio Recabarren,  en 1912, el que se transformaría diez años más tarde en el Partido Comunista.

Lo de “colorete”, por lo rojo de su rostro, no se le quitó  nunca. Estaba como predestinado  a marchar luego bajo las banderas rojas de la Hoz y el Martillo, asumiendo una militancia total que lo llevaría a ser Secretario General de las Juventudes Comunistas, miembro de la dirección máxima del  Partido y asumiendo la jefatura del llamado “aparato militar”.

Ingresó a las Juventudes Comunistas, en Lota, en abril de 1938, año del triunfo en las elecciones presidenciales del Frente popular con su abanderado, el radical Pedro Aguirre Cerda.

Samuel es elegido Secretario General de la Jota, en el tiempo de la represión  del gobierno de Gabriel González Videla y el relato hecho a José Miguel Varas, en Los Tenaces, un libro indispensable, se completa con una frase modesta: “Luego, a mí también me tocó asumir tareas en el trabajo ilegal, primero en la vinculación entre la dirección y los regionales de provincia, después en el trabajo militar”.

Samuel conoció a Fidel y a Raúl Castro en Cuba, donde participó en representación de las Juventudes Comunistas en el primer  Congreso juvenil  antiimperialista que se realizaba en La Habana (1946).

Fidel distinguió siempre a Samuel con su amistad y camaradería de revolucionarios.

Durante el Gobierno del presidente Salvador Allende ocupó el cargo de Subdirector de la policía civil- Investigaciones- hoy PDI, puesto en que lo sorprendió el Golpe Militar-Derechista del 11 de septiembre de 1973,encabezado por Augusto Pinochet, al servicio de Estados Unidos y los clanes económicos y financieros locales e internacionales.

Tras el golpe de Estado vino la tenebrosa noche de la dictadura, la persecución, la tortura bestial, los campos de concentración, el exilio, el arduo trabajo de la solidaridad internacional y la lucha contra la dictadura.

.Y luego, por fin la vuelta al país.

Samuel Riquelme narró a José Miguel Varas sus esperanzas e ilusiones del retorno, no solo al escenario nacional, para ponerse de nuevo al servicio de la lucha por supuesto, sino a una realidad política y partidaria que lo sobrecogió y le dolió en el alma.

“Salimos de Berlín el 8 de mayo de 1990  con destino a Santiago. En cuanto regresé traté de tomar contacto con el Partido. Nadie me preguntó nunca nada sobre lo que me había pasado desde mi detención ni sobre mi trabajo durante los años del exilio. Volodia habló conmigo una vez y me dijo; “Me saco el sombrero ante usted”.  Como yo insistí para que se me diera alguna tarea, me dijeron que hablara con don Américo Zorrilla, quién estaba en el trabajo de recolección de firmas para obtener le legalización del Partido ante el Registro Electoral, después de todos los años de proscripción  bajo la dictadura. Zorrilla me dijo que me trasladara para esto a la comuna de Cerro Navia, que es donde vivo desde hace años. Me presenté ante el Comité Local respectivo: no me dieron pelota.

“Pronto me di cuenta de que varios de los que estaban aquí en puestos directivos pensaban que los que veníamos de afuera teníamos la intención de quitarles sus cargos. Y así actuaban. Estaban resueltos a apoderarse de la dirección  y a excluir a todos los que no formaban parte de su grupo. Al XV Congreso no fui invitado “por razones de seguridad”. Yo había propuesto un tiempo antes venirme de Berlín y entrar clandestinamente al país. Me respondieron: “No, te van a liquidar”. Cosas parecidas dijeron para impedir que participaran en el Congreso Orlando Millas, Rodrigo Rojas, Jorge Montes y otros. De la Comisión Política anterior, solo quedaron Corvalán, Gladys Marín y Volodia.

“Cuando llegué, a nadie  del Partido se le ocurrió preguntarme: ¡Y de qué va a vivir aquí?. Comprendí que debía rascarme con mis propias uñas”.

Hasta aquí este testimonio de un momento duro en la vida de uno de los tenaces, que no vaciló en ofrecer hasta su vida en defensa de ideales que le acompañaron en toda su vida.

Cierto es que andando el tiempo hubo gestos de reconocimiento; se le encargó a las Juventudes Comunistas mantener una relación de respeto y reconocimiento a Samuel, Guillermo Teillier estuvo en algún cumpleaños de Samuel. Se le otorgó, como a otros, alguna medalla ritual.

Pero se hace necesario el restablecimiento oficial de su honor total, y la valoración cabal de su aporte en la historia del Partido y de Chile, de su aporte a la recuperación de la democracia y de la libertad.

Es necesario rescatar del olvido su vida, su entrega, esa concepción revolucionaria de su deber ciudadano, su patriotismo, ese compromiso con el pueblo que nunca pudo ser afectado por la represión o por la injusticia.

Este tipo de hombres, militantes, tenaces deben ser mantenidos como ejemplos inspiradores para las nuevas generaciones que deben enfrentar hoy las nuevas tareas sociales y políticas que están en la agenda del momento.

Se nos ha ido uno de los grandes viejos, históricos, pero absolutamente vigentes.

Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital

Santiago de Chile, 26 de junio 2019
Crónica Digital