Septiembre sigue siendo para mí, mes de fiestas, de
victorias, de traiciones, de crímenes, de héroes, de sacrificio, de esperanzas,
de historia y memoria viva; que en todo sus contenidos, aciertos y errores,
enrumban necesariamente a compromisos para un futuro mejor.
Resalta
sobremanera en este
mes la figura de nuestro presidente Salvador Allende que un
4 de septiembre y por cuarta vez asumía la responsabilidad de ser el candidato
a elegir para la presidencia de la republica con una coalición unitaria de
partidos y organizaciones políticas,
llamada Unidad Popular. Continuidad, si se quiere, de otras
instancias y con el mismo protagonista, del Frente del
Pueblo y del
Frente de Acción
Popular. En cada
uno de estos momentos históricos la candidatura de
Salvador Allende era respaldada por un programa popular, antimperialista y
antioligárquico, donde primaban medidas y acciones de justicia social, de
bienestar y prosperidad para la mayoría de los chilenos, fundamentalmente para
la clase trabajadora. Un programa que era la base de la unidad, resumen
colectivo de años de lucha del movimiento social y popular del pueblo chileno.
Así resulta entonces que el 4 de septiembre de 1970, hace
48 años, el doctor Salvador Allende triunfaba
en las urnas
por un estrecho
margen, contra el candidato derechista Jorge Alessandri y
Radomiro Tomic del partido demócrata cristiano.
Debemos
subrayar que el
triunfo de 1970
y el proceso
revolucionario encabezado por Salvador Allende no hubieran sido posibles
sin el desarrollo previo de un
poderoso movimiento popular,
fue el resultado
de años de empeños para construir una unidad de las
fuerzas políticas de izquierda, de movimientos
sociales y organizaciones progresistas, pero
en el que
fue determinante la unidad comunista-socialista, fuerzas que
representaban lo más aguerrido y consciente de la clase obrera chilena; y por
supuesto la tenaz y consecuente presencia de Salvador Allende. Nosotros, los
comunistas chilenos somos allendistas y hacemos nuestro el legado y mandato de
su obra. Allende durante esos últimos 20 años ejerció un claro liderazgo, con
una indoblegable consecuencia, siempre fiel a sus ideas, que lo llevó en más de
una ocasión a discrepancias en su
partido. Fue un
constructor de movimientos
sociales. Siempre reiteraba que el cambio revolucionario es una
necesidad para llevar adelante las demandas del movimiento social, del pueblo de
Chile, y para ello era esencial una alianza política amplia.
Si revisamos la historia del Partido Comunista de Chile,
se puede constatar la vocación
unitaria de nuestra
organización. La historia de nuestro
partido es historia de grandes
alianzas populares, amplias, para conseguir avanzar en la construcción de una
sociedad profundamente democrática y justa para todo, dan fe de ello el Frente
Popular, la
Alianza Democrática , el Frente del Pueblo, el Frente de
Acción Popular y la
Unidad Popular , posteriormente después del 11 de septiembre
se mantiene esa política, con el Frente Antifascista y otras instancias en la
que participamos en tiempo de dictadura y en los gobiernos concertacionistas.
En ese andar, acompañamos a Salvador Allende, desde 1952,
aun estábamos en la ilegalidad. Un Allende que no tenía el total apoyo de su
partido, que en ese momento de dividió y una
parte “populista” apoyó a
Carlos Ibáñez del Campo que fue el electo. Allende alcanzó
solo un cuarto lugar y último con unos 52 mil votos. Fue una campaña intensa y
agotadora, recorrió todo el país, acompañado de nuestro camarada Elías Lafferte
con el lema “El pueblo a la victoria con
Allende”. No se
logró la victoria, no era probable ello, pero
se sembró la semilla con las consignas de: Por el pan y la libertad, Por el trabajo y la salud, Por la paz y la
cultura contra el imperialismo, Por la reforma agraria y la industrialización del
país, Por la
democracia, contra la
oligarquía y las dictaduras” que
reflejaban cuatro pilares
fundamentales en su
programa: independencia
económica y comercio
exterior, desarrollo de
la economía interna, una
profunda reforma agraria y mejora de las condiciones de vida de las clases populares.
Esa semilla rindió fruto después de 4 septiembres y dio
paso a la posibilidad más real de
llevar adelante ese
cambio revolucionario en
beneficio de la mayoría del pueblo chileno. La tarea no
se vislumbraba fácil a la luz de los hechos que se fueron dando antes y después
de ese 4 de septiembre. Asímismo decía nuestro presidente Allende en esa
madrugada victoriosa “si la victoria no era fácil, difícil será
consolidar nuestro triunfo y construir la nueva sociedad, la nueva convivencia
social, la nueva moral y la nueva patria”.
Realmente el gobierno
de Salvador Allende, que duró aproximadamente mil días, fue el periodo
histórico más democrático de Chile, se llevaron adelante importantes
transformaciones, como la nacionalización del cobre, una reforma agraria entre
muchas otras cosas más. Todo esto naturalmente provocó desde sus inicios
una reacción de
los imperialistas, de
transnacionales, de los intereses de las fuerzas oligárquicas
nacionales, de los sectores de la derecha incluido algunos sectores de la
democracia cristiana.
El triunfo, y sus perspectivas, llamó la atención a nivel
internacional; tanto en el campo socialista y países progresistas como en el
capitalista, Fue un hecho único, por primera vez ocurría que un
socialista-marxista llegara al gobierno, no vamos a decir poder, por una vía
electoral y se planteaba la construcción del socialismo por
una vía no
armada, tampoco vamos
a decir violenta.
De la primera parte concitó simpatía
y solidaridad y la necesidad de estudiar y estar al tanto de tal proceso. De la
segunda parte, por el contrario, percibieron un peligro; era peligroso tal
proyecto que se iniciaba. Mucho antes de ese 4 de septiembre Allende estaba en la mira de
los “vigilantes” del
imperialismo, y comenzaron a llevar
a la práctica
con mayor descaro
los planes para obstaculizar el
camino del gobierno
de la Unidad
Popular.
Es conocido el desabastecimiento, el
boicot bancario y
fuga de dinero.
Los atentados y sabotajes terroristas, la
guerra mediática y psicológica y la
violencia fueron provocados por
las organizaciones de derecha financiadas por multinacionales norteamericanas,
además del propio gobierno de los EEUU de Norteamérica, con sus instituciones, la CIA , FBI, Pentágono y otras
que también propiciaron la creación de comandos paramilitares, como el Patria y
Libertad y el Comando Rolando Matus. Todo esto con el fin de justificar una
intervención de la
Fuerzas Armadas. Resaltan entre las manifestaciones
reaccionarias, la marcha de las cacerolas en diciembre de 1971, una marcha
violenta y agresiva, el paro de los camioneros en octubre de 1972, huelga de
los mineros de El Teniente por demandas
salariales. Asesinatos del
Gral. Schneider, del
exministro Perez Zujovic, del
Edecán Naval de
Allende el Comandante
Arturo Araya, acusaciones al
presidente Allende y algunos ministros por parte de la cámara de Diputados por
conducta permanente de violación constitucional, el Tancaso y muchas otras más.
A todo esto, lamentablemente, se suman los problemas de la
unidad dentro de la Unidad
Popular.
Todo marchó bien
hasta que empezaron
las críticas al programa,
la dispersión de
las fuerzas políticas,
sectarismo, intenciones de acelerar el proceso, tomas de fundos,
pequeñas empresas que no estaban previsto
en el programa, hecho que hizo distanciar importantes sectores de la clase media.
Equivocada identificación o
comprensión de donde
estaba el enemigo principal.
Mucho más significativo fue
que realmente el
pueblo, los trabajadores, los campesinos y
otros sectores que
heroicamente se empeñaban
en llevar adelante el Programa
Popular, llenos en la solución de los graves problemas, no vislumbró una forma
real y concreta de defender el Gobierno, de defender las conquistas.
Allende tenía mucha
confianza en el
papel constitucional y democrático de las Fuerzas Armadas y es una
conclusión valedera decir que independientemente de
todas las acciones
de los detractores
del Gobierno Popular y de
Salvador Allende, nacionales e internacionales, los partidos y el movimiento
popular chileno no se prepararon para defender sus conquistas. Claro que hubo
algo; pero no determinante, no significativo, recursos mínimos que hubiesen
terminado en una
brutal, sangrienta e
innecesaria mattanza cuando
efectivamente se dió
el Golpe de
Estado, cívico y militar,
el 11 de septiembre de 1973, con
sus nefastas consecuencias bien conocidas. Hace 45 años.
Todo esto, a
la luz de
las experiencias más
actuales dentro de
nuestro continente latinoamericano hacen más comprensible los hechos
ocurridos en Chile, durante el gobierno popular, el 11 de septiembre y durante
la dictadura y nos hace valorar altamente
el ejemplo y el
mandato de nuestro
presidente Salvador Allende. Un
sólido mandato ético,
de consecuencia y
lealtad a la palabra empeñada al pueblo chileno, y
también un mandato de unidad que siempre
esgrimió como esencial
para llevar adelante
los cambios revolucionarios. Hoy
más que nunca
su ejemplo, su
pensamiento, las experiencias de
su gobierno, incluido
sus deficiencias y
errores, es valioso instrumento para enfrentar la
compleja situación en que se haya nuestra región, para enfrentar al “gigante de
las siete leguas” que nos está ganando la batalla con renovadas y recicladas
maniobras intervencionistas, mediaticas, con golpes judiciales, con golpes
parlamentarios y con amenazas guerreristas.
Haciendo
nuestra las reflexiones
y conclusiones del
último encuentro de partidos y organizaciones políticas de
izquierda, el Foro de Sao Paulo, se hace necesariamente imperativa
la unidad ante
la ofensiva de
la derecha en
la región. Unidad de acción de nuestros pueblos, unidad
de acción en nuestras propias realidades.
En lo particular, en Chile, tenemos nuevamente un gobierno
de empresarios, de derecha que
naturalmente se ordena
en la política
del gobierno de
los Estados Unidos de Norteamérica y eso fue resultado de una izquierda
dividida. Por todo ello y con la memoria viva de nuestro Presidente Allende
tenemos fe en que se
superen las divergencias, las
incomprensiones entre nuestras fuerzas de
izquierdas, partidos políticos,
movimientos sociales y
todas la organizaciones democráticas y
antineoliberales y logremos
una unidad opositora al
gobierno derechista para
defender los logros
alcanzados, en educación, en
derechos humanos, en
seguridad social, en
derechos de las mujeres, en
el proceso de
una nueva constitución, en
fin para detener
su arremetida neoliberal.
La heroica batalla
que libró nuestro
presidente Allende en la
Moneda , nos conmina
inevitablemente a continuar lo que inició. Su gobierno, el desarrollo y cumplimiento
de su programa, sus ideas, no se acabaron, se interrumpieron y es inexcusable
hacerlo, pero hacerlo mejor. Con inteligencia, con una cultura nueva, surgirán
nuevos héroes, hombres
nuevos, que como
aquellos que trabajaron junto a
él, que se sintieron protagonistas de su propia historia, que se sintieron
dignos de su
condición obrera, campesina o
intelectual, y que estaban convencidos que estaban haciendo
historia y futuro, serán capaces de romper los candados que impiden seguir por
esas grandes alamedas que les ofrendó el Compañero Presidente.
Septiembre, septiembre sigue siendo también el mes de
Salvador Allende.
Dr. Alex Soza Orellana
Partido Comunista de Chile en Cuba
Miembro del Secretariado de la OSPAAAL