lunes, 10 de septiembre de 2018

11 DE SEPTIEMBRE DE 1973. EL GOLPE FASCISTA EN CHILE







Ocurrió  el 11 de septiembre de 1973. El imperialismo y la reacción criolla emplearon  la forma más violenta y cruel de golpe de estado, un golpe fascista. El violento asalto del gobierno; la destrucción de toda forma  de democracia, el exterminio físico de los revolucionarios, comenzando por el heroico compañero Presidente. Esto  con el objetivo de paralizar por  el terror al pueblo. Un ejemplo concreto de ello, fue el bombardeo de La Moneda. Inútil desde un punto de vista militar, pero efectivo para infundir el miedo a la población.

El golpe fue la respuesta de la burguesía más reaccionaria a los avances logrados por el movimiento obrero. No fue sólo la “inspiración” de un grupo de milicos antipatriotas y traidores. Fue la respuesta a los avances alcanzados por un poderoso movimiento obrero, creado por Luis Emilio Recabarren en la segunda década del siglo XX, cuya conquista más importante hasta ahora, ha sido el Gobierno Popular. Respuesta contrarrevolucionaria llevada a cabo  por parte de la burguesía  chilena,  de sus partidos, como el Partido Nacional (los actuales UDI), la Democracia Cristiana y otros grupúsculos. Pero, lo determinante fue la acción  de la burguesía más poderosa y reaccionaria del mundo, el imperialismo estadounidense. Ella encabezó la conjura contra el Gobierno de Allende. Fue su reacción ante la fuerza que el ejemplo chileno ejercía en los pueblos del mundo y en especial de América Latina.

Por eso se unieron en una “santa alianza” Nixon, Kissinger, la ITT, la Pepsicola, la Anaconda, la Kennecott, Frei Montalva, Patricio Aylwin, Onofre Jarpa, Sergio Diez, Francisco Bulnes. Pedro Ibáñez, Jaime Guzmán, El Mercurio, La Tercera y otros medios de comunicación. Todos representantes de los intereses del imperialismo, los latifundistas y la burguesía monopolista criolla.

El golpe del  11 de septiembre de 1973 fue un golpe fascista.

Fascista por la violencia física y sicológica que se empleó, y porque su objetivo no era reemplazar a un gobierno por otro, sino cambiar de raíz el proyecto revolucionario y popular impulsado por la Unidad Popular, por otro contrarrevolucionario, que impuso a sangre y fuego el neoloberalismo, el capitalismo más salvaje. Para lograrlo emplearon el terrorismo de estado, perpetrando el genocidio del pueblo chileno. Primero empleó  la represión masiva, después creó organismos para detener, torturar, hacer desaparecer y asesinar  en forma selectiva. Entre estos estaban la DINA, CNI, el Comando Conjunto, etc. Fueron miles las víctimas de la violencia fascista.

La base teórica de esos crímenes fue la Doctrina de la Seguridad Nacional: la de guerra de exterminio contra el enemigo interno.
Su objetivo era cambiar a Chile en todos sus aspectos. Y, desgraciadamente, en 17 años lo lograron.

EL GOLPE FASCISTA EN DESARROLLO

Recuerda Carlos Toro: “Alrededor de las 5,30 horas sonó el teléfono. Atendí. Me llamaban los compañeros ferroviarios de Valparaíso para informara que: ‘la escuadra había regresado en la madrugada a Valparaíso y que en ese momento la marinería se estaba tomando las instalaciones ferroviarias del puerto’. Con esta nueva noticia, llamé inmediatamente a Tomás Moro. Me atendió Joan Garcés. Mira, le dije, se está dando un conato subversivo de la marina en Valparaíso.

Tengo la impresión que fue la primera alerta que él llevó al Presidente. Aunque no estoy seguro de ello. También pudo recibirla por otros conductos.

En seguida llamé a Mario Zamorano y le relaté los hechos y me respondió: ‘yo me voy a encargar de avisarle a los  miembros de la Comisión Política, para que se dirijan de inmediato al local del Partido en calle Vergara. Nos vemos allá’.” (Calos Toro: Memorias…” página 81)

A las 6,20 de la mañana del 11 de septiembre de 1973, el presidente Allende recibió un llamado telefónico en su residencia de Tomás Moro. Se trasladó a La Moneda. A las 8,30 las tropas golpistas se apoderaron de las calles de la capital.

“Poco después de las nueve de la mañana –relata Carlos Toro-, Mario Zamorano recibió una llamada telefónica del compañero Oscar Ramos, Intendente de Llanquihue. Lo único que alcanzó a decir fue: ‘en estos momentos oficiales de la Fuerza Aérea están ingresando a mi despacho. Me van a detener’. La comunicación se interrumpió bruscamente”. (Carlos Toro: Memorias…”, página 84)

Los fascistas instaron a rendirse al Presidente.  Les respondió: “Como generales traidores que son no conocen a los hombres de honor”.

Numerosos ministros, hombres de gobierno, dirigentes de la UP, sus hijas Beatriz e Isabel, llegaron a reunirse con Allende. Éste  ordenó salir a las mujeres y a los hombres que no tienen armas: “Vivos serán más muy útiles para la lucha revolucionaria”.

A las 9,15 se inició el ataque contra La Moneda, defendida apenas por menos de 40 combatientes. Los asaltantes del poder embistieron con infantería, blindados, artillería. A las 12 horas, aviones rasantes bombardearon el Palacio de Gobierno.

Allende se dirigió al pueblo en cuatro oportunidades por radio. En su último discurso transmitido por Radio Magallanes del Partido Comunista, dijo: “…  La historia no se detiene ni con represión ni con el crimen.  Esta es una etapa que será superada, éste es un momento duro y difícil.”

“Ante estos hechos sólo me cabe decirle a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser cegada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”.

“¡Trabajadores de mi patria! Tengo fe en Chile y en su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse.

Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras, teniendo la certeza que mi sacrificio no será en vano.

Tengo la certeza que por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.

Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa. Me seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes, por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la patria…”

UNA HEROICA MUCHACHA COMUNISTA

Durante el Gobierno Popular se entregó  a Marta Silva Aravena, dirigente de las Juventudes Comunistas, la tarea de trabajar con el compañero Daniel Vergara, Subsecretario del Interior. El día del golpe de Estado permaneció en La Moneda con el equipo del Presidente Salvador Allende, hasta que éste hizo abandonar el Palacio de Gobierno quienes permanecían en él. Herida, fue llevada por los militares a la Posta Central. Desde ahí la sacó un compañero trabajador. Pasó a la clandestinidad hasta que pudo salir al exilio. (Ver: “El Siglo”, 28 de julio de 2017, página 18)

COMUNISTAS PASAN A LA CLANDESTINIDAD

Mientras los fascistas se tomaban Santiago y el resto del país, los comunistas pasaban a la clandestinidad.
David Canales Úbeda, entonces con 29 años de edad, era uno de los principales miembros de la Seguridad del Partido, relató en una entrevista para el libro “Operación Extermino” que cerca de las tres de la madrugada del martes 11 de septiembre lo pasó a buscar Carlos Toro. Ya se conocía la noticia que la marina se había alzado y ocupaba Valparaíso y otros puertos. Se dirigieron a la sede de Teatinos 416, donde sacaron o quemaron todos los documentos. Ese local fue cerrado definitivamente. Después fueron al local del Comité Regional Capital, ubicado en calle Vergara. Allí se reunió la Comisión Política con todos los miembros del CR Capital, cuyo secretario político era Jorge Muñoz Pontays. Se traspasó el mando del Partido a la dirección clandestina.

En ese mismo local tuvo lugar un encuentro de los secretarios políticos de los comités regionales de Santiago y algunos de provincias que, por distintas razones, se encontraban en la capital.

David Canales relató: “Se  pusieron de acuerdo en ciertos detalles y salieron a cumplir lo que había que hacer. La mayoría de ellos eran viejos dirigentes del Partido, que habían trabajado en el aparato interno durante muchos años. Me refiero a Víctor Díaz, Oscar Riquelme, Mario Zamorano, Rafael Cortez y Américo Zorrilla, entre otros. Eran reconocidos líderes del Partido y conocedores de la antigua clandestinidad. Luego venía un grupo más joven pero muy capaz. Ahí estaban Jorge Muñoz, José Weibel y Mario Navarro, el mejor y más joven de los que dirigían el área sindical” (David Canales Úbeda: Entrevista efectuada en 2015, en “Operación Exterminio” de Carmen Hertz, Apolonia Ramírez y Manuel Salazar, página 47)

En esa reunión intervino Luis Corvalán. Dijo entre otros conceptos:

“Nosotros no estamos más que cumpliendo las instrucciones que nos dio la Comisión Política. Vamos a tratar de salvar a esta parte de la Dirección dejándole fuera del equipo clandestino… No somos capaces de resistir a las Fuerzas Armadas unificadas y en plan de guerra. Debemos desplegarnos  ordenadamente para salvar a la organización de la pérdida y de todas las acciones.

REUNIÓN IMPORTANTE

Oscar Riquelme  era a la fecha el Encargado Militar y de Seguridad del Partido. En su hogar, ubicado en calle Santiaguillo, muy cerca de avenida Matta, tuvo lugar una importante reunión. Participaron en ella, Víctor Díaz, Mario Zamorano, Rafael Cortez, Jorge Muñoz, Mario Navarro, Américo Zorrilla José Weibel y David Canales. Habló Víctor Díaz: “…De aquí en adelante la vida va a cambiar. Tenemos que aprender a adaptarnos a las nuevas condiciones. Tenemos que ser muy rigurosos en el cuidado colectivo y ceñirnos a las reglas que hemos pensado y repensado. Vamos a vivir de manera sencilla para pasar desapercibidos”:
David Canales relata: “Tras abrazarse, estrecharse las manos y algunos palmazos en las espaldas, comenzaron a salir. Yo me paré en el pasillo y los fui revisando uno por uno. Les saqué todo: fotografías, carnets,  billeteras, libras, papeles sueltos y toda identificación o referencia personal. Fue poco agradable. Me miraron hoscos. Uno quería llevarse el carnet del partió como recuerdo, otro quería una foto de su familia. Fui implacable, pero nadie protestó, sólo me miraron feo. Junté todo, lo quemé y lo tiré por el desagüe. Abracé los últimos con la garganta apretada. Nos marchamos a pie cada uno por una ruta distinta. Sólo don Víctor y don Américo se retiraron en auto. Yo mismo me aseguré de  que los vehículos que usamos para llegar fuesen dejados por lejos del lugar”. (Ídem. Página 49)

(Del libro por publicarse “Mario Zamorano, un héroe de nuestra época”, de Iván Ljubetic Vargas y Tito Murillo Zamorano))