Editorial de El Siglo, edición 1737 del 17 de octubre de 2014
“Buenos
vientos altiplánicos”.
Más de alguno se preguntará, e incluso lo objetará, por qué esta columna
editorial se dedica a comentar lo ocurrido hace una semana en un país “otro”,
la Bolivia de Evo Morales. Esto, en circunstancias que la estricta actualidad
nuestra se debate entre “temas” tan acuciantes como la sospecha del ingreso del
virus Ébola a nuestro territorio, el aún no cerrado caso del cartel de los
pollos y, muy particularmente, el caso Penta y sus ramificaciones hacia el
mundo político. Y que no son, por cierto, los únicos “casos” que importan y
angustian a la población, pues también les preocupa el estado de la locomoción
pública capitalina y de regiones, las carencias en materia de salud pública, el
debate educacional y el estado de la economía.
Y entonces, ¿por qué Bolivia?
Sin duda que desde este lado de las fronteras una consideración más extensa
sobre lo ocurrido en las recientes elecciones presidencial y parlamentarias del
país vecino, no puede dejar de lado el dato, “molesto e inoportuno”, de la querella
interpuesta por Bolivia ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya,
como culminación, al menos hasta ahora, de su permanente alegato por una salida
soberana al mar.
Es curiosa la postura de la prensa internacional cuando de analizar el
estado de la economía boliviana se trata.
Objetivo permanente de los ataques de los sectores vinculados o más bien
dependientes de los grandes consorcios internacionales, y de la Casa Blanca,
para explicar -para ellos, “justificar”- el abrumador apoyo al gobierno de Evo
Morales, se recurre a un argumento al menos curioso: que habría una gran
diferencia entre el discurso –nacionalista, estatista y privatizador- del
presidente boliviano, y su accionar “pragmático” al administrar un país de
escasos recursos naturales y carente de una tradición “democrática”.
Hay en el fondo de estas piruetas argumentativas un prejuicio ampliamente
difundido: que toda defensa de la soberanía de un país sobre sus recursos
naturales sería una postura y conducta “anti natura” y reveladora de una visión
estrecha, sobre ideologizada y a contra corriente de las tendencias “modernas”.
Y que ello conduciría, inevitablemente, al fracaso.
Las cifras disponibles sobre el retroceso de la pobreza, el aumento del
Producto Interno Bruto (PIB) en dimensiones colosales, la satisfacción de las
capas indígenas y campesinas, ampliamente mayoritarias en casi todas las zonas
del país, hablan con elocuencia de un progreso material y espiritual, en
satisfacción de las necesidades materiales inmediatas así como en los índices
de dignidad recuperada, que no conoce parangón en el mundo y que bien podría
servirnos de lección a nosotros mismos y a nuestra auto satisfecha “clase
política”.
Sí, la Bolivia del presidente Evo Morales no es la misma de siempre. Ya el
ayer es ayer…
Gran noticia para los pueblos del mundo, y muy particularmente para los de
la América Nuestra.
Procesos de parecida significación e importancia se vivirán en los próximos
meses en otras naciones del continente.
La lección que nos da Bolivia al confirmar su decisión de gobernarse por sí
misma y de no abdicar de ninguna de sus prerrogativas como nación
independiente, se constituye en un rico patrimonio al que los pueblos habrán de
echar mano cuando llegue la hora de sus reivindicaciones soberanas.