Conozca cómo
respetan algunos el trabajo intelectual de otros.
¿Cuál es la
Editorial ventanilla?
Cuento algunas
cosas para sacarme la ira de adentro.
Con saludos
recabarrenistas,
Iván Ljubetic
Vargas
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
Recuerdo que, estando preso en la cárcel de Temuco, una tarde de fines
de septiembre de 1973, nos hicieron formar a todos los “políticos” como nos
decían. Era una larga fila. Nos paraban
frente a una ventanilla. No se veía quienes estaban detrás. A mí me tuvieron un
rato, que me pareció demasiado largo. De frente de perfil, del otro lado, de
espalda. Gritaron: ¡pase!
Cinco muchachos fueron
“seleccionados”. A cuatro de ellos los asesinaron fríamente.
Cuando me contaron lo que pasó con el libro “Corvalán –Páginas Escogidas- 1916-2010” en la Editorial USACH, se me vino
a la memoria esa tarde de septiembre de 1973.
En este libro trabajamos un año, ocho personas. Pusimos todo lo de
nuestra parte. Discutimos cada cosa. Acordamos editoriales, la estructura del
libro, todos los detalles. Fuimos ocho personas y muchos meses de trabajo.
Y para publicar esa obra tan querida por nosotros, un grupo de
“elegidos”, igual como los que estaban detrás de la ventanilla en la cárcel de
Temuco, deciden sobre la vida o la muerte de una obra, fruto de tantos
esfuerzos y tanto cariño.
No sé cuánto demoraron para cambiar prólogo, incluso la estructura del
libro. Seguramente algo más que los que estaban detrás de la ventanilla. Pero,
mucho. mucho menos, que el tiempo que empleamos los que laboramos en la
biblioteca de Don Lucho.
La compañera Viviana Corvalán me solicitó que presentara el libro. Con
dolor de mi alma, porque quiero y admiro al camarada Luis Corvalán, le dije que
nó.
No podía hacerlo. Ese no es mi protesta contra la editorial de la
ventanilla.
Entonces, con esa fina sensibilidad que tiene, se hizo cargo de
presentar la obra, uno que lo puede mucho mejor que yo, el compañero Patricio
Valdés. Éste tuvo la gentileza de mostrarme las palabras que leerá, con las cuales estoy totalmente de acuerdo.
Y algo más, si hubiera sabido con tiempo las imposiciones de los
modernos inquisidores, habría exigido,
como lo hizo el compañero David Mc Conell, que borraran mi nombre de los compiladores.
Tampoco estaré presente en el lanzamiento del libro sobre los escritos
del más grande dirigente comunista chileno después de Luis Emilio Recabarren.
Y para rematarla, la editorial de la ventanilla colocó al libro un usurario precio, muy lejos del alcance de
la gente a quienes dedicó su vida Don Lucho.