Editorial de El Siglo, edición 1730 del 29 de agosto de 2014
Trabajadores,
voz de mayoría
Estaríamos divididos en quintiles, habría una “clase media”, sectores
“aspiracionales”, “emprendedores”… Pero lo cierto es que la división esencial
–o, si se quiere, la “clasificación”- seguirá radicando en lo que ya en el
siglo XV Jorge Manrique establecía entre “los que viven de sus manos y los
ricos”.
Y “los que viven de sus manos”, de su inteligencia y su esfuerzo, siguen
siendo los mayoritarios. Y “los ricos”,
minoría han sido y minoría lo serán hasta que un nuevo aviso de la historia los
consigne a los lugares donde sólo yace el olvido.
Pero también es bueno intentar algunas precisiones, porque en la categoría
de “los ricos” no sería lícito ni riguroso encerrar a todos aquellos que han
logrado, por su esfuerzo y muchas veces a través de generaciones, “armarse” de
un mejor estar. Es decir, que puedan ser propietarios, y no de una mediagua.
Que hayan prosperado en su oficio o actividades.
No, no son ellos “los ricos” a que aludía en su poema inmortal el gran
poeta español.
Más bien se trataría de los llamados “grandes de este mundo”: reyezuelos y
jeques, potentados industriales, exitosos acaparadores, “caballeros de
industria”, especuladores, fabricantes de armas de destrucción masiva, envenedadores
de subsuelos y superficies. Y el que se pueda predicar que a la hora de la
muerte “allegados son iguales…”, no es más que un leve consuelo que en nada
modifica las dramáticas cifras de postergados de la Tierra.
Por estos días marchan en esta exigua porción del planeta que nos ha sido
dado compartir, centenares y miles de “los que viven de sus manos”. Los
acompañan generaciones más recientes, hijas e hijos suyos, sedientos también de
justicia y que comparten la indignación ante sistemas, modelos e instituciones
que los postergan en sus más que fundadas aspiraciones.
Los trabajadores demandan un “nuevo trato laboral”.
Exigen reglas al menos pares de
tratamiento de sus condiciones de trabajo. No aceptan las imposiciones que,
manu militari, se les impusiera aplastando sus históricas conquistas,
destruyendo sus organizaciones, intentando –vanamente, a pesar del poder de
fuego desplegado- interrumpir la continuidad de su conciencia.
Y están en las calles de “su” patria.
“Reformas Laborales”, han llamado al conjunto armonioso de su programa.
Saben que lo que puedan avanzar hoy no es suficiente, pero asumen como una
conquista preciosa e indispensable los grados de cohesión que alcanzarán en
este caminar que han emprendido bajo los estandartes de sus sindicatos y
federaciones y de su Central Unitaria.
Marchan… Vienen desde la Santa María de Iquique, desde la vieja FOCH, la
CTCH y la primera CUT. Reverdecen sus viejos y honrados estandartes. Recuerdan
y veneran a sus pioneros, a los que dedicaron toda su vida a la causa de los
“proletarios de todos los países”. Recuperan la dulce tradición de las
solidaridades de clase. Se hacen voceros de todas y todos cuantos sufren de las
lacras de un sistema injusto y discriminador, porque están conscientes de que
en su gestión liberadora su destino es hacerse cargo del conjunto de la
sociedad. Su vocación es abrir las puertas de la libertad y la justicia. Son
los tribunos de su tierra y de su tiempo. Desechan todo dogma, así como desprecian
todo condicionamiento que se pretenda imponerles desde las trincheras
adversarias.
Son la voz de los que portan en sus brazos abiertos el contenido profundo
de la historia.