¡ ALLENDE
PRESENTE !
Así titulamos esta edición del semanario. ¿Por qué se puede hacer tal
afirmación?
¿Qué vuelve “presente” a quien está físicamente ausente, como en su caso,
hace ya más de 40 años?
Una respuesta posible sería lo que suele llamarse “la vigencia de sus
ideas”. Otra, no menos válida, “el ejemplo de su vida”.
También se podría argüir la persistencia de las causas por las cuales vivió
y luchó.
En el caso del “Compañero presidente”… todas éstas y también otras razones.
Cuando está de moda, y no sin fundamentos, proclamar el descrédito de la
política y de los políticos, asume un carácter ejemplar uno de los rasgos
salientes del político Salvador Allende: su coherencia, su consecuencia, su
lealtad. Lealtad a la palabra empeñada, lealtad con su pueblo, que también le fue
leal y sigue siéndolo más allá de los años transcurridos. Más allá de la ola
calumniosa, de las caricaturas e incluso de la traición a los viejos –y que
ahora algunos proclaman “añejos”- ideales.
Ocurre que el ejemplo del presidente caído en La Moneda ese 11 de
septiembre, les pesa a muchos como un recuerdo que se quisiera borrar. Son
aquellos que hicieron abandono de los altos proyectos que habían madurado en
decenios de lucha y desarrollo ascendente de un movimiento popular del que
Allende –eminente educador de masas- fue la más genuina expresión y el más
ferviente defensor.
Lo que en tantas ocasiones es un lugar común e incluso una falsificación de
la realidad, es en su caso una verdad cuya vigencia se renueva año a año, al
menos en las fechas simbólicas de su vida.
El Chile de hoy está enfrentado a las duras herencias de la dictadura que
se instaló apoyada en la traición de altos mandos de las FFAA sumisos a los
dictados del imperialismo norteamericano, además de constituirse en exponentes
“armados” de los sectores internos más reaccionarios.
Todo cuanto se había ido formando en nuestro país, en la conciencia de sus
habitantes así como en la solidez de sus instituciones, fue derribado por el
imperio del terror.
Interrumpieron la continuidad de la conciencia, para lo cual no vacilaron
en asesinar a los mejores cuadros, que eran miles, del movimiento sindical; lo
mismo hicieron con el mundo de la educación y la cultura, así como en el
estricto terreno de las organizaciones políticas de la izquierda.
Pero no pudieron extirpar el recuerdo del gran luchador, convertido así en
el objetivo a destruir.
Sostener la vigencia de Salvador Allende es lo mismo que afirmar el valor
de las propias convicciones. Se trata, también y en un grado muy alto, de la
porfiada persistencia de un programa inclusivo de transformaciones profundas
que se fueron constituyendo al ritmo de la maduración de una conciencia de país
“para sí”. Es decir, un plan nacional de desarrollo inclusivo, basado en
alianzas cada vez más amplias, inclusivas y comprometidas con los principios de
soberanía y autodeterminación.
Y mientras se mantengan las convicciones que han hecho posible la propia
marcha –aunque con baches e interrupciones tan profundas como la de ese mismo
11 de septiembre- seguirá presente ese hombre de verbo encendido, amante fiel
de los trabajadores, elocuente explorador de los caminos de la libertad y que
sigue marchando con su pueblo.
FUENTE : EDITORIAL DE
"EL SIGLO"