Un día como hoy 24 de marzo, se cumplen 45 años del asesinato de Monseñor
Óscar Arnulfo Romero. Lo recordamos en el Boletín Rojo, a tráves de un escrito del Historiador Iván Ljubetic Vargas.
Hace 45 años:
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
Era la tarde del lunes 24 de marzo
de 1980. Monseñor Óscar Romero oficiaba misa
en la capilla del hospital Divina Providencia en la colonia Miramonte de
San Salvador. Aproximadamente a las 18,30 horas se escuchó un disparo. Lo
hizo un francotirador desde un auto con
capota de color rojo. La bala impactó en
el generoso corazón de Monseñor Romero. Lo asesinaron a los 62 años de edad.
¿QUIÉN ERA MONSEÑOR ROMERO?
Óscar Arnulfo Romero y
Galdámez había nacido en Ciudad Barrios
el 15 de agosto de 1917. Era el segundo
de 8 hermanos, hijos del matrimonio formado por el telegrafista y empleado de
correos, Santos Romero, y Guadalupe Galdámez.
Desde niño tuvo una salud muy frágil. En la escuela pública donde
estudió, destacó en materias humanísticas más que en matemáticas.
En
En 1943 regresó a El Salvador. Fue párroco de la ciudad de Anamorós en La Unión.
En la ciudad de San Miguel sirvió como
párroco en la Catedral de Nuestra Señora de la Paz y ejerció como secretario del Obispo diocesano
monseñor Miguel Ángel Machado.
En 1968 fue nombrado secretario de
la Conferencia Episcopal de El Salvador. En 1970 el papa Pablo VI lo designó Obispo Auxiliar de San Salvador.
En 1974 se le nombró obispo de la
diócesis de Santiago de María. Ocupó esa sede durante dos años.
En 1977 el papa Pablo VI lo
nombró Arzobispo de San Salvador. Tomó
posesión del cargo el 22 de febrero de
1977.
ASESINATO DE SU AMIGO
El 12 de marzo de ese año, el
padre Rutilio Grande, amigo íntimo de
Romero, fue asesinado en la ciudad de
Aguilares, junto a dos
campesinos. Rutilio Grande llevaba cuatro años al frente de la parroquia de
Aguilares, donde había promovido la creación de comunidades eclesiales de base
y la organización de los campesinos de la zona.
El arzobispo Romero reaccionó a
este asesinato convocando a una misa única, para mostrar la unidad de su clero.
Esta misa se celebró el 20 de marzo en la plaza Barrios de San Salvador, a
pesar de la oposición del nuncio apostólico y de otros obispos.
DEFENSOR DE LOS DESPROTEGIDOS
A partir de ese momento, cambió su
predicación y pasó a defender los derechos de los desprotegidos. Monseñor
Romero denunció en sus homilías los atropellos contra los derechos de los
campesinos, de los obreros, de sus sacerdotes, y de todas las personas que
recurrieran a él, en el contexto de violencia y represión militar que vivía el
país. En sus homilías posteriores a la muerte de Rutilio Grande, recurrió sin
temor a los textos de la Conferencia de Medellín y pidió una mayor justicia en
la sociedad. Durante los tres años siguientes, sus homilías, transmitidas por
la radio diocesana YSAX, denunciaban la violencia del gobierno militar. Señaló
especialmente hechos violentos como los
asesinatos cometidos por
escuadrones de la muerte y la desaparición forzada de personas, cometida por
los cuerpos de seguridad. En agosto de 1978, publicó una carta pastoral donde
afirmaba el derecho del pueblo a la organización y al reclamo pacífico de sus
derechos.
SU TESTAMENTO PROFÉTICO
El 2 de febrero de 1980, la
Universidad Católica de Lovaina distinguió a Romero con el doctorado honoris
causa como reconocimiento en su lucha en defensa de los derechos humanos. En
ocasión de recibir ese título honorífico, Romero pronunció un discurso
considerado como su testamento profético:
“... Las mayorías pobres de
nuestro país son oprimidas y reprimidas cotidianamente por las estructuras
económicas y políticas de nuestro país. Entre nosotros siguen siendo verdad las
terribles palabras de los profetas de Israel. Existen entre nosotros los que
venden el justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; los que
amontonan violencia y despojo en sus palacios; los que aplastan a los pobres;
los que hacen que se acerque un reino de violencia, acostados en camas de
marfil; los que juntan casa con casa y anexionan campo a campo hasta ocupar
todo el sitio y quedarse solos en el país....”
Es, pues, un hecho claro que
nuestra Iglesia ha sido perseguida en los tres últimos años. Pero lo más
importante es observar por qué ha sido perseguida. No se ha perseguido a
cualquier sacerdote ni atacado a cualquier institución. Se ha perseguido y
atacado aquella parte de la Iglesia que se ha puesto del lado del pueblo pobre
y ha salido en su defensa. Y de nuevo encontramos aquí la clave para comprender
la persecución a la Iglesia: los pobres. De nuevo son los pobres lo que nos
hacen comprender lo que realmente ha ocurrido. Y por ello la Iglesia ha
entendido la persecución desde los pobres. La persecución ha sido ocasionada
por la defensa de los pobres y no es otra cosa que cargar con el destino de los
pobres…
…El mundo de los pobres nos enseña que la liberación llegará no sólo cuando los pobres sean puros destinatarios de los beneficios de gobiernos o de la misma Iglesia, sino actores y protagonistas ellos mismos de su lucha y de su liberación desenmascarando así la raíz última de falsos paternalismos aun eclesiales. Y también el mundo real de los pobres nos enseña de qué se trata en la esperanza cristiana.
Óscar Romero”
INTENTO DE ASESINARLO
El día 9 de marzo de 1980, en la
Basílica del Sagrado Corazón de Jesús se encontró un portafolios de color negro
colocado debajo del Altar Mayor. Contenía una bomba que, activada a control
remoto explotaría en el momento que Monseñor Oscar Arnulfo Romero oficiaría una
misa. La bomba fue desactivada. La
Fiscalía General de la República no hizo ninguna investigación formal.
Quince días después Monseñor
Romero era asesinado.
“HOMILÍA DE FUEGO”
El día 23 de marzo de 1980, un día
antes de su muerte, Romero hizo desde la catedral un enérgico llamamiento al
ejército salvadoreño, en su homilía titulada “La Iglesia, un servicio de
liberación personal, comunitaria, trascendente”, que más tarde se conoció como “Homilía de fuego”:
“Yo quisiera hacer un llamamiento,
de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto a las bases de la
Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro
mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar
que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No
matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de
Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen
su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado.
La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la
dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta
abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las
reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios pues, y en nombre
de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más
tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la
represión.
Óscar Romero”
LOS ASESINOS
Treinta y un años después del
asesinato, se conoció el nombre del asesino de Romero: fue Marino Samayor
Acosta, un subsargento de la sección II de la ex Guardia Nacional, y miembro
del equipo de seguridad del ex presidente de la República, quien manifestó que
la orden para cometer el crimen la recibió del mayor Roberto d’Aubuisson,
creador de los escuadrones de la muerte y fundador de ARENA, y del coronel Arturo Armando Molina. Marino Samayor Acosta habría recibido 114
dólares por realizar esa acción.