Iván
Ljubetic Vargas, historiador del
Centro
de Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
En la tarde de ayer, 25
de diciembre de 2019, recibí un llamado telefónico de mi amigo y compañero Iván Muñoz. Era para darme una triste
noticia: había muerto un comunista ejemplar, Luis Humberto Moya, que en
2016 fue distinguido con la medalla Luis
Emilio Recabarren, la máxima distinción que otorga el Partido Comunista de Chile.
EL “NEGRO
BARRIOS”
Conocí a Luis Moya como
el compañero “Luis Barrios”, el “negro Barrios”, a comienzos de los años 50 del siglo XX. Eran
tiempos de ilegalidad para los comunistas. Gobernaba el traidor, que había
promulgado en septiembre de 1948 la ley maldita y la aplicaba furiosamente. Por
entonces, yo ocupaba el cargo de Secretario Político del Local San Antonio de
las Juventudes Comunistas. Y el camarada Barrios nos visitaba en su calidad de
Secretario de Organización del Comité
Regional Santiago. Fue a comienzos de los años 50 del siglo XX.
El compañero Barrios era
alto, muy flaco, rostro alargado, moreno, boca grande, de lento hablar, rápido
de pensamiento y caminar. Alegre, muy fraternal, de trato muy respetuoso, buen
lector y estudioso.
FUE UNO DE MIS
DOS MAESTROS OBREROS
En 1952 fui promovido al
Comité Regional Santiago. En las primeras reuniones me sentía como pollo en
corral ajeno. Entonces dos jóvenes obreros fueron mis maestros: Mario Zamorano
y el negro Barrios (Luis Moya). Después de las reuniones del Comité Regional,
siempre uno de ellos me acompañaba hasta
donde estaba mi pensión en calle Arturo Prat. Íbamos en uno de esos viejos y ruidosos
tranvías, los “carros” como les decían. Todo el tiempo me conversaban. Entonces
pensé que era para protegerme. Me invitaban también a sus casas y hablábamos de
muchos temas. Sin darme cuenta, ellos fueron entregándome una serie de
conocimientos que me sirvieron para irme superando en las filas de la Jota.
RECUERDO UNA
ANÉCDOTA
Debe haber sido a fines
de 1953, cuando fui citado por el secretariado del Comité
Regional Santiago. Me esperaban Mario Zamorano y el negro Barrios.
-
En la Octava Comuna, comenzó diciendo el
primero, tenemos una buena Jota. Su
dirección es muy activa, son inteligentes...
-
Pero nos preocupa algo, agregó Barrios, que hizo
una pausa y sacó su pañuelo que se pasó por la nariz.
-
Nos preocupa, continuó Mario, algo que pasa con el
secretariado.
No es que trabajen mal.
Eso no, sino que hemos observado que sus tres miembros tienen la tendencia a
ponerle su poco. Con su mano hizo un movimiento como llevando un vaso a la
boca.
Ha habido reclamo al
respecto y pensamos que el CR debe meter manos en el asunto.
-
Hoy vamos a plantear el problema al CR, concluyó Barrios, y el secretariado hará la proposición de que
tú, un hombre sin vicios vaya como activista a la Octava Comuna. Por eso hemos
querido conversar contigo primero para
conocer tu opinión al respecto.
Luego
de aclarar algunos detalles, le manifesté mi acuerdo. Los dos compañeros
agradecieron mi disposición.
Cuando
se discutió el asunto de la Octava Comuna y se dio a conocer la proposición del
secretariado, hubo unanimidad en aceptarla.
Fue
así como me convertí en activista de la Octava.
Cinco
días más tarde, concurría a la primera reunión con el secretariado de esa
Comuna. Ya conocían mi designación. Me
acogieron con franca alegría y gran fraternidad. Estaban muy contentos con que el CR les enviara un refuerzo, pues las
tareas que tenían por delante eran muchas.
La
reunión fue buena. Los tres camaradas
tenían un elevado nivel político y mostraban gran experiencia en el trabajo. Se
pasó revista a lo realizado, se planificaron las tareas futuras, preparando así
la reunión del Comité Local, que debía efectuarse en tres días más.
Terminada
la sesión, me dijeron:
-
Compañero José (continuaba usando mi chapa de José Soto), queremos invitarlo a
que tomemos algo como un saludo a su incorporación como activista en nuestra gloriosa comuna.
Les agradecí y les planteé derechamente la
preocupación que existía en el CR, advirtiéndoles:
-Mientras
sea activista aquí, no aceptaré ni haré vista gorda ante la desviación de andar
tomando bebidas alcohólicas. Y esto es definitivo.
-Pero
compañero Soto –replicó uno de los tres- ¿quién ha pensado en beber alcohol? Nuestra invitación es para que
nos tomemos una “agüita”, como demostración de nuestra alegría de tenerlo con
nosotros.
Los
miré tratando de descubrir la verdad, si había sinceridad o picardía en sus
palabras. Los tres me miraban con cara de angelitos. Les dije:
-Si
es así, acepto gustoso. Con la
condición, naturalmente, que ustedes también sólo tomen una “agüita”.
Resulta
que en todo el barrio no había una sola Fuente de Soda. Lo que abundaban eran
los bares. Nos metimos en uno de mala muerte. Cuando entramos el barman saludó
a los compañeros muy cordialmente. Se veía a las claras que eran asiduos
parroquianos de allí. Al hacer el pedido: cuatro gaseosas, el garzón puso una
cara de sorpresa que me hizo sonreír:
-¿Cuatro
gaseosas?, preguntó incrédulo.
- Sí, sí, dijo uno de los camaradas
rápidamente, como evitando mayores comentarios. Y yo quiero una papaya.
Yo
pedí una bilz; los otros dos, siguieron mi ejemplo.
Nos
sentamos en una mesa. Cerca de donde
estaba el camarero, que nos miraba con indisimulada extrañeza. Nosotros
bebíamos y nos reíamos de buenas ganas con las bromas y tallas que no cesaban.
-Se
imaginan, dijo uno, lo que pasaría si Mario o el negro Barrios nos vieran
saliendo de aquí con el compañero Soto. Pensarían que lo corrompimos en la
primera reunión. Más risas.
Estas
se nos helaron, cuando al salir a la calle vimos, afirmado en un poste y comiendo un sándwich, al compañero Barrios.
Al
vernos, movió la cabeza, sonrió con picardía y
dijo:
-
Buenas noches,
queridos compañeros, veo que el
camarada José Soto comenzó
muy exitosamente su trabajo en la
Octava...
UN HÉROE DE LAS
JUVENTUDES COMUNISTAS
Varias veces visité el
hogar del compañero Luis Moya. Una pieza muy modesta, pero ordenada y limpia.
Lo que más había eran libros. Vivía solo.
Era un “funcionario” del
Comité Regional de las Juventudes
Comunistas. En momentos como entonces, cuando el Partido era perseguido y no contaba con un financiamiento mínimo, ser
funcionario de las JJ CC era ser un héroe.
Y el negro Barrios era
un héroe. Trabajador incansable, fraternal, tierno, preocupado de la situación
de sus compañeros, responsable y siempre educando. Fue, lo he dicho, uno de mis
dos maestros obreros. Todo ello, ocultando sus problemas personales. Incluso el
hambre. Yo no conocía su real situación. Pero me llamaba la atención que, en
muchas ocasiones, lo vi sacar disimuladamente
del bolsillo de su abrigo o su chaqueta un pedazo de pan y darle un mordisco.
UN MES EN
LLO-LLEO
Recuerdo que un día,
debe haber sido en el verano de 1953, el compañero Enrique París, que por
entonces era estudiante de medicina en la Universidad de Chile, conversó
conmigo.
-Compañero Iván -me
dijo- deseo plantearte un problema y pedirte si puedes ayudar a comenzar a solucionarlo. Hemos realizado exámenes al
compañero Barrios y está muy enfermo, enfermo de hambre. Es necesario que rápidamente tome unos días de descanso y
que se le entregue una buena
alimentación. Como organización no
estamos en condiciones económicas de resolver este grave problema. Entonces
hemos pensado que ello puede hacerse con la ayuda de algunos compañeros. La
pregunta es, si puedes invitar a tu
casa en Llo-Lleo por algún tiempo al camarada Barrios.
Me impresionó y dolió lo
dicho por el compañero París. Le respondí que viajaría a hablar con mis padres.
Así lo hice. La respuesta fue positiva. Pronto llegábamos con el compañero Moya a Llo-Lleo. Permaneció un mes. Mi buena madre lo trató como a un hijo.
PROMOVIDO AL
COMITÉ CENTRAL DE LAS JJ CC
En julio de 1955 viajé a
La Araucanía para hacerme cargo de mi puesto de profesor en el Liceo de Nueva
Imperial. Entonces mis encuentros con el compañero Moya se hicieron lejanos.
Sólo nos vimos en los eventos nacionales de las Juventudes Comunistas.
Uno de estos fue el III Congreso de las Juventudes Comunistas
de Chile, realizado en un lugar de Santiago, entre el 30 de enero y el 2 de
febrero de 1958, cumpliendo las
normas de la más estricta clandestinidad. Allí tuve la oportunidad de abrazar a
mis dos maestros.
En ese Congreso, el negro Barrios fue elegido miembro del CC de las JJ CC de
Chile.
Los miembros de la nueva dirección nacional de las JJ CC eran: Mario
Zamorano, Luis Humberto Moya, , Carlos Jorquera (Carucho), Jorge Insunza,
Rosendo Rojas, Enrique París, Manuel Olivares, Elisa Escobar, Alberto Olivares,
Jorge Muñoz, Emilio Rojo, Semiramis
Llanos, José Fernández (José Muñoz de Nueva Imperial) e Iván Ljubetic.
El compañero Manuel Cantero fue reelegido Secretario General.
EN EL PLENO DE OCTUBRE DE 1958
Otra ocasión en que nos
encontramos fue en el XII Pleno del Comité Central de las Juventudes
Comunistas. En “El Siglo” de fecha 11 de octubre de 1958 se publicó en su
primera página una fotografía de ese Pleno, en que aparecen los siguientes
dirigentes juveniles: José Soto (Iván Ljubetic), Roberto León, Manuel Cantero y
Luis Barrios (Luis Moya), que lee el Informe; Emilio Rojo y Gustavo Horvitz,
Secretario General de las Juventudes Socialistas.
REELEGIDO MIEMBRO DEL COMITÉ CENTRAL EN EL IV
CONGRESO NACIONAL
Entre el sábado 20 y el martes 23 de febrero de 1960 tuvo lugar el
IV Congreso Nacional Extraordinario de
las Juventudes Comunistas de Chile. Se inauguró con un gran acto en el Parque
Bustamante, junto al monumento de Manuel Rodríguez. Este se inició con un hermoso
festival folklórico, cuya figura central fue Violeta Parra.
“El Siglo” en su edición
del 24 de febrero de 1960 publicó en su primera página una fotografía de los 25
miembros del nuevo Comité Central de las JJ CC. Elegidos en el IV Congreso. En
páginas interiores entregó la nómina de esos 25 dirigentes:
Quince reelegidos: Mario Zamorano Donoso, Luis Humberto Moya,
Carlos Jorquera (Carucho), Jorge Insunza, Rosendo Rojas, Enrique París, José
Fernández, Manuel Olivares, Elisa Escobar, Luis Guastavino, Alberto Olivares,
Jorge Muñoz, Emilio Rojo, Iván Ljubetic y Semiramis Llanos.
Diez nuevos: Gladys
Marín, Osvaldo Estay, Tilio Andaur, Heriberto Medina, Graciela González, Luis
Sánchez, Omar Córdova, Carlos Toro, Mundo Chacón y Horacio Muñoz.
Al constituirse el nuevo
CC, fue elegido por unanimidad como Secretario General el obrero marroquinero
Mario Zamorano Donoso.
EN MAYO DE 1989 ME REENCONTRÉ CON LUIS MOYA
En julio de 1963, en un
Pleno del Comité Central de las Juventudes Comunistas de Chile, en que estaba
también el compañero Barrios, pasé al Partido. Entonces perdí contacto con él.
El 11 de septiembre de
1973 el golpe fascista inició la dictadura cívico-militar. Durante esos
terribles 17 años, el compañero Barrios jugó un
heroico papel en la lucha clandestina por recuperar la democracia.
En mayo de 1989 viajé
desde el exilio para participar en el XIX Congreso clandestino del Partido
Comunista. En una reunión previa realizada en el local de “Chile Ríe y Canta”,
el primer camarada que
abracé fue el compañero Barrios.
ENTREGÓ SU VIDA
ENTERA A LA CAUSA DEL PUEBLO
Finalizada la dictadura,
Luis Moya pasó a trabajar en el equipo administrativo de “El Siglo”. Fue el
encargado de la Comisión del Adulto Mayor del Partido Comunista.
Y, cuando su salud ya no
le permitió asumir tareas de nivel nacional, siguió trabajando como dirigente
de los adultos mayores del sector Parinacota de Quilicura.
Fue uno de los muchos
imprescindibles que han militado y militan en las filas del Partido de Luis
Emilio Recabarren.