jueves, 26 de diciembre de 2019

LUIS HUMBERTO MOYA, ¡PRESENTE!







                                      Iván Ljubetic Vargas, historiador del
                                      Centro de Extensión e Investigación
                                      Luis Emilio Recabarren, CEILER



En la tarde de ayer, 25 de diciembre de 2019, recibí un llamado telefónico de mi amigo y compañero  Iván Muñoz. Era para darme una triste noticia: había muerto un comunista ejemplar, Luis Humberto Moya, que en 2016  fue distinguido con la medalla Luis Emilio Recabarren, la máxima distinción que otorga el Partido  Comunista de Chile.

EL “NEGRO BARRIOS”

Conocí a Luis Moya como el compañero “Luis Barrios”, el “negro Barrios”, a  comienzos de los años 50 del siglo XX. Eran tiempos de ilegalidad para los comunistas. Gobernaba el traidor, que había promulgado en septiembre de 1948 la ley maldita y la aplicaba furiosamente. Por entonces, yo ocupaba el cargo de Secretario Político del Local San Antonio de las Juventudes Comunistas. Y el camarada Barrios nos visitaba en su calidad de Secretario de Organización  del Comité Regional Santiago. Fue a comienzos de los años 50 del siglo XX.

El compañero Barrios era alto, muy flaco, rostro alargado, moreno, boca grande, de lento hablar, rápido de pensamiento y caminar. Alegre, muy fraternal, de trato muy respetuoso, buen lector y estudioso.

FUE UNO DE MIS DOS MAESTROS OBREROS

En 1952 fui promovido al Comité Regional Santiago. En las primeras reuniones me sentía como pollo en corral ajeno. Entonces dos jóvenes obreros fueron mis maestros: Mario Zamorano y el negro Barrios (Luis Moya). Después de las reuniones del Comité Regional, siempre uno de ellos me acompañaba hasta   donde estaba mi pensión en calle Arturo Prat.  Íbamos en uno de esos viejos y ruidosos tranvías, los “carros” como les decían. Todo el tiempo me conversaban. Entonces pensé que era para protegerme. Me invitaban también a sus casas y hablábamos de muchos temas. Sin darme cuenta, ellos fueron entregándome una serie de conocimientos que me sirvieron para irme superando en las filas de la Jota.

RECUERDO UNA ANÉCDOTA

Debe haber sido a fines de 1953, cuando fui citado por el secretariado del  Comité  Regional Santiago.  Me esperaban  Mario Zamorano y el negro Barrios.
-          En la Octava Comuna, comenzó diciendo el primero,  tenemos una buena Jota. Su dirección es muy activa, son inteligentes...
-          Pero nos preocupa algo, agregó Barrios, que hizo una pausa y sacó su pañuelo que se pasó por la nariz.
-          Nos preocupa, continuó Mario, algo que pasa con el secretariado.
No es que trabajen mal. Eso no, sino que hemos observado que sus tres miembros tienen la tendencia a ponerle su poco. Con su mano hizo un movimiento como llevando un vaso a la boca.
Ha habido reclamo al respecto y pensamos que el CR debe meter manos en el asunto.
     -   Hoy vamos a plantear el problema al CR, concluyó Barrios, y el      secretariado hará la proposición de que tú, un hombre sin vicios vaya como activista a la Octava Comuna. Por eso hemos querido  conversar contigo primero para conocer tu opinión al respecto.
Luego de aclarar algunos detalles, le manifesté mi acuerdo. Los dos compañeros agradecieron mi disposición.
Cuando se discutió el asunto de la Octava Comuna y se dio a conocer la proposición del secretariado, hubo unanimidad en aceptarla.
Fue así como me convertí  en  activista de la Octava.
Cinco días más tarde, concurría a la primera reunión con el secretariado de esa Comuna. Ya conocían mi  designación. Me acogieron con franca alegría y  gran  fraternidad. Estaban muy contentos con  que el CR les enviara un refuerzo, pues las tareas que tenían por delante eran muchas.
La reunión fue buena. Los  tres camaradas tenían un elevado nivel político y mostraban gran experiencia en el trabajo. Se pasó revista a lo realizado, se planificaron las tareas futuras, preparando así la reunión del Comité Local, que debía efectuarse en tres días más.
Terminada la sesión, me dijeron:
- Compañero José (continuaba usando mi chapa de José Soto), queremos invitarlo a que tomemos algo como un saludo a su incorporación  como activista en nuestra gloriosa comuna.
 Les agradecí y les planteé derechamente la preocupación que existía en el CR, advirtiéndoles:
-Mientras sea activista aquí, no aceptaré ni haré vista gorda ante la desviación de andar tomando bebidas alcohólicas. Y esto es definitivo.
-Pero compañero Soto –replicó uno de los tres- ¿quién ha pensado en  beber alcohol? Nuestra invitación es para que nos tomemos una “agüita”, como demostración de nuestra alegría de tenerlo con nosotros.
Los miré tratando de descubrir la verdad, si había sinceridad o picardía en sus palabras. Los tres me miraban con cara de angelitos. Les dije:
-Si es así, acepto gustoso. Con la  condición, naturalmente, que ustedes también sólo tomen una “agüita”.
Resulta que en todo el barrio no había una sola Fuente de Soda. Lo que abundaban eran los bares. Nos metimos en uno de mala muerte. Cuando entramos el barman saludó a los compañeros muy cordialmente. Se veía a las claras que eran asiduos parroquianos de allí. Al hacer el pedido: cuatro gaseosas, el garzón puso una cara de sorpresa que me hizo sonreír:
-¿Cuatro gaseosas?, preguntó incrédulo.
-  Sí, sí, dijo uno de los camaradas rápidamente, como evitando mayores comentarios. Y yo quiero una papaya.
Yo pedí una bilz; los otros dos, siguieron mi ejemplo.
Nos sentamos en una mesa.  Cerca de donde estaba el camarero, que nos miraba con indisimulada extrañeza. Nosotros bebíamos y nos reíamos de buenas ganas con las bromas y tallas que no cesaban.
-Se imaginan, dijo uno, lo que pasaría si Mario o el negro Barrios nos vieran saliendo de aquí con el compañero Soto. Pensarían que lo corrompimos en la primera reunión. Más risas.
Estas se nos helaron, cuando al salir a la calle vimos, afirmado en un poste y  comiendo un sándwich, al  compañero Barrios.
Al vernos, movió la cabeza, sonrió con picardía y  dijo:
-          Buenas noches,  queridos compañeros,  veo  que el  camarada José Soto  comenzó muy  exitosamente su trabajo en la Octava...

UN HÉROE DE LAS JUVENTUDES COMUNISTAS

Varias veces visité el hogar del compañero Luis Moya. Una pieza muy modesta, pero ordenada y limpia. Lo que más había eran libros. Vivía solo.

Era un “funcionario” del Comité Regional de  las Juventudes Comunistas.  En  momentos como entonces, cuando  el Partido era perseguido y no  contaba con un financiamiento mínimo, ser funcionario de las JJ CC era ser un héroe.

Y el negro Barrios era un héroe. Trabajador incansable, fraternal, tierno, preocupado de la situación de sus compañeros, responsable y siempre educando. Fue, lo he dicho, uno de mis dos maestros obreros. Todo ello, ocultando sus problemas personales. Incluso el hambre. Yo no conocía su real situación. Pero me llamaba la atención que, en muchas ocasiones, lo vi sacar disimuladamente  del bolsillo de su abrigo o su chaqueta un pedazo de pan y darle  un mordisco.

UN MES EN LLO-LLEO

Recuerdo que un día, debe haber sido en el verano de 1953, el compañero Enrique París, que por entonces era estudiante de medicina en la Universidad de Chile, conversó conmigo.
-Compañero Iván -me dijo- deseo plantearte un problema y pedirte si puedes ayudar a comenzar a  solucionarlo. Hemos realizado exámenes al compañero Barrios y está muy enfermo, enfermo de hambre.  Es necesario que rápidamente  tome unos días de descanso  y  que  se le entregue una buena alimentación.  Como organización no estamos en condiciones económicas de resolver este grave problema. Entonces hemos pensado que ello puede hacerse con la ayuda de algunos compañeros. La pregunta es, si puedes invitar  a tu casa  en Llo-Lleo  por algún tiempo al camarada Barrios.
Me impresionó y dolió lo dicho por el compañero París. Le respondí que viajaría a hablar con mis padres. Así lo hice. La respuesta fue positiva. Pronto llegábamos con  el compañero Moya a Llo-Lleo.  Permaneció un mes. Mi buena  madre lo trató como a un hijo.

PROMOVIDO AL COMITÉ CENTRAL DE LAS JJ CC

En julio de 1955 viajé a La Araucanía para hacerme cargo de mi puesto de profesor en el Liceo de Nueva Imperial. Entonces mis encuentros con el compañero Moya se hicieron lejanos. Sólo nos vimos en los eventos nacionales de las Juventudes Comunistas.

Uno de estos fue el III Congreso de las Juventudes Comunistas de Chile, realizado en un lugar de Santiago, entre el 30 de enero y el 2 de febrero de 1958, cumpliendo las normas de la más estricta clandestinidad. Allí tuve la oportunidad de abrazar a mis dos maestros.
En ese Congreso, el negro Barrios  fue elegido miembro del CC de las JJ CC de Chile.
Los miembros de la nueva dirección nacional de las JJ CC eran: Mario Zamorano, Luis Humberto Moya, , Carlos Jorquera (Carucho), Jorge Insunza, Rosendo Rojas, Enrique París, Manuel Olivares, Elisa Escobar, Alberto Olivares, Jorge Muñoz, Emilio Rojo,  Semiramis Llanos, José Fernández (José Muñoz de Nueva Imperial) e Iván Ljubetic.
El compañero Manuel Cantero fue reelegido Secretario General.

EN EL PLENO DE OCTUBRE DE 1958

Otra ocasión en que  nos encontramos fue en el XII Pleno del Comité Central de las Juventudes Comunistas. En “El Siglo” de fecha 11 de octubre de 1958 se publicó en su primera página una fotografía de ese Pleno, en que aparecen los siguientes dirigentes juveniles: José Soto (Iván Ljubetic), Roberto León, Manuel Cantero y Luis Barrios (Luis Moya), que lee el Informe; Emilio Rojo y Gustavo Horvitz, Secretario General de las Juventudes Socialistas.

REELEGIDO MIEMBRO DEL COMITÉ CENTRAL EN EL IV CONGRESO NACIONAL

Entre el sábado 20 y el martes 23 de febrero de 1960 tuvo lugar el IV   Congreso Nacional Extraordinario de las Juventudes Comunistas de Chile. Se inauguró con un gran acto en el Parque Bustamante, junto al monumento de Manuel Rodríguez. Este se inició con un hermoso festival folklórico, cuya figura central fue Violeta Parra.

“El Siglo” en su edición del 24 de febrero de 1960 publicó en su primera página una fotografía de los 25 miembros del nuevo Comité Central de las JJ CC. Elegidos en el IV Congreso. En páginas interiores entregó la nómina de esos 25 dirigentes:

Quince reelegidos:  Mario Zamorano Donoso, Luis Humberto Moya, Carlos Jorquera (Carucho), Jorge Insunza, Rosendo Rojas, Enrique París, José Fernández, Manuel Olivares, Elisa Escobar, Luis Guastavino, Alberto Olivares, Jorge Muñoz, Emilio Rojo, Iván Ljubetic y Semiramis Llanos.
Diez nuevos: Gladys Marín, Osvaldo Estay, Tilio Andaur, Heriberto Medina, Graciela González, Luis Sánchez, Omar Córdova, Carlos Toro, Mundo Chacón y Horacio Muñoz.

Al constituirse el nuevo CC, fue elegido por unanimidad como Secretario General el obrero marroquinero Mario Zamorano Donoso.

EN MAYO DE 1989 ME REENCONTRÉ CON LUIS MOYA

En julio de 1963, en un Pleno del Comité Central de las Juventudes Comunistas de Chile, en que estaba también el compañero Barrios, pasé al Partido. Entonces perdí contacto con él.

El 11 de septiembre de 1973 el golpe fascista  inició  la dictadura cívico-militar. Durante esos terribles 17 años, el compañero Barrios jugó un  heroico papel en la lucha clandestina por recuperar la democracia.

En mayo de 1989 viajé desde el exilio para participar en el XIX Congreso clandestino del Partido Comunista. En una reunión previa realizada en el local de “Chile Ríe y Canta”,
el primer camarada que abracé  fue el compañero Barrios.

ENTREGÓ SU VIDA ENTERA A LA CAUSA DEL PUEBLO

Finalizada la dictadura, Luis Moya pasó a trabajar en el equipo administrativo de “El Siglo”. Fue el encargado de la Comisión del Adulto Mayor del Partido Comunista.
Y, cuando su salud ya no le permitió asumir tareas de nivel nacional, siguió trabajando como dirigente de los adultos mayores del sector Parinacota de Quilicura.

Fue uno de los muchos imprescindibles que han militado y militan en las filas del Partido de Luis Emilio Recabarren.