Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro
de Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
La rebelión popular iniciada
el viernes 18 de octubre de 2019, es un capítulo más de la larga lucha del
pueblo chileno contra el capitalismo, un
sistema económico-social injusto, donde la inmensa mayoría de la población es
explotada y vive bajo la dictadura de una ínfima minoría.
DESDE LOS INICIOS LUCHANDO
El capitalismo surgió en Chile
en los años 20 del siglo XIX,
inicialmente en la minería
y actividades anexas. Los que laboraban en ellas sufrieron despiadada
explotación. A esto, los operarios respondieron luchando.
Ya en 1834, tuvo lugar la
primera huelga obrera en Chile. Ocurrió en el mineral de plata de Chañarcillo,
ubicado cerca de Copiapó. Y, en el siglo XIX, hubo otras 120 huelga obreras.
En el siglo XX, con el
surgimiento de las Mancomunales en 1900
y la acción de Luis Emilio Recabarren, estos movimientos reivindicativos
tomaron gran fuerza. Entonces, los
gobiernos de turno transformaron la lucha económica de los trabajadores en confrontación política y emplearon a las
fuerzas represivas para aplastar las
huelgas. En el siglo XX ello significó unas 50 masacres. Recordemos sólo algunas: contra los obreros del puerto
de Valparaíso en 1903, la de la Escuela Santa María
de Iquique en 1907; en la
Oficina salitrera San Gregorio en 1921;
en las oficinas salitreras de La Coruña y Maroussia en 1925; en la Plaza Bulnes en 1946,
en el mineral de El Salvador en 1966.
CON EL TERRORISMO DE
ESTADO SE IMPONE EL NEOLIBERALISMO
Cuando la burguesía criolla fue incapaz de mantener por
los medios “constitucionales” el avance popular, echó manos al fascismo,
contando con el decisivo apoyo del
imperialismo. Ello ocurrió el 11 de septiembre de 1973.
No fue un simple cambio de gobierno, sino la
contrarrevolución, la imposición del
neoliberalismo a través del terrorismo de Estado. Esta etapa de capitalismo
salvaje fue ”institucionalizada” con la Constitución de 1980. Un gran candado con reglas
constitucionales mañosas para preservar los intereses de los privilegiados. Su
ideólogo principal, Jaime Guzmán, señaló que
la finalidad de esas reglas constitucionales era que “si llegan a
gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan
distinta a la que uno mismo anhelaría, porque –valga la metáfora– el margen de
alternativas posibles que la cancha imponga de hecho a quienes juegan en ella
sea lo suficientemente reducido para hacer extremadamente difícil lo
contrario”.
Cuando las luchas antifascistas debilitaban a la dictadura
y la condena internacional contra ella se hacía insostenible, un
antipopular pacto entre Pinochet y la Concertación , que
contó con el apoyo de Estados Unidos,
puso fin a la dictadura, pero no al neoliberalismo. Este siguió siendo
administrado y profundizado por la Concertación. Todo
esto, contando con las profundas heridas que los 17 años de tiranía dejaron en
el movimiento obrero y en la conciencia de amplios sectores.
Derrotadas ideológicamente las fuerzas
democráticas, a través de la propaganda
de los medios de comunicación monopolizados por la burguesía, la derecha logró
ganar electoralmente dos veces el
gobierno. En esos períodos siguió la explotación, los abusos, la creciente
desigualdad, la cesantía y la pobreza.
Según datos de la CEPAL , en 2017 el 50% de los hogares chilenos de
menores ingresos accedió al 2,1% de la riqueza del país y el 10% de los más
adinerados se quedó con el 66,5%.
El 1% de los más ricos, percibían el 22,8% de los ingresos.
En septiembre de 2019 las
utilidades de las AFP totalizaron 551 millones de dólares y los bancos
obtuvieron 217.433 millones de pesos de ganancias.
Y, sin embargo, sólo los
sectores más consecuentes protestaban. Chile era, según expresión de Sebastián Piñera, un
“oasis”.
PERO ALGO PASABA
BAJO EL OASIS DE PIÑERA
Pero, en esos cuarenta y tantos años se había ido
acumulando, rabia y esperanzas. La masiva marcha del Día Internacional de la Mujer del 8 de marzo de 2019
fue una señal. Otra, las marchas de No Más AFP. Las luchas
sociales no habían sido inútiles. El ejemplo de Salvador Allende no había sido
olvidado. En millones de conciencias germinaba la vieja consigna
“el pueblo unido, jamás será vencido”.
La gente exigía el derecho de
vivir en paz.
Y los jóvenes estudiantes
fueron la chispa que encendió el oasis. Los 30 pesos, al igual que la chaucha
en agosto de 1949, simbolizaron los abusos de tantos años.
El Despertar de Octubre de
2019 fue una expresión de la lucha de clases,
la rebelión de los trabajadores (entendiendo por trabajador a todo
que, por carecer de grandes empresas
industriales, financieras o comerciales, debe vender su fuerza de trabajo a un
patrón), más sectores medios, contra los poseedores, los abusadores.
Los explotados habían
comprendido que había que terminar con el neoliberalismo y su Constitución
mañosa, que sólo luchando era posible lograr sus anhelos de vivir mejor. Y
salieron a las calles, marcharon por toda la patria, colmaron la Plaza de la Dignidad y muchas otras,
realizaron multitudes de cabildos.
Pero la confrontación
de clases no será fácil. Los potentados tienen poderosos medios. Los
partidos de Chile Vamos y sus socios del
contubernio del 15 de noviembre de 2019 dejaron la futura “convención
constitucional” bien amarradita. Al
gusto de la UDI.
Los trabajadores tienen tres
armas fundamentales: la unidad, la organización y la lucha. Si las utilizan bien, vencerán.