Algunas
reflexiones sobre Nuevos Cuadros.
Saludos decembrinos,
NUEVOS CUADROS: TAREA DEL PARTIDO Y LAS JUVENTUDES COMUNISTAS
Iván
Ljubetic Vargas, historiador del
Centro
de Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
Me llegó de rebote un artículo
titulado “Nuevos cuadros un desafío del
Partido Comunista de Chile”. Remitente: la Comisión de Comunicación y
Propaganda del Comunal Corpus Christi/Recoleta del Partido Comunista de Chile. Su
autor: el compañero Manuel Solís.
Pido la palabra, con todo
respeto, para hacer observaciones en torno a algunos conceptos.
UNA CLASE EN SI Y UNA CLASE PARA SI
En la primera frase hubo algo que me sorprendió (el subrayado es mío): “Los ideólogos del capital saben
que la clase obrera (proletariado convertido en clase) nace de las
entrañas de la industria capitalista como lo descubrieran Marx y Engels; es por
ello su sempiterno odio y tergiversación del marxismo leninismo como guía para
la unión y acción revolucionaria de los oprimidos”.
Estando de acuerdo con el
contenido general de esa frase, lo que he subrayado me preocupa. Pienso que es falso
sostener que “la clase obrera es el proletariado convertido en clase”. En
mi opinión. el proletariado desde su nacimiento es una clase social, es
clase obrera.
Estimo que ayuda a clarificar este tema, utilizar dos
conceptos formulados por Carlos Marx: una clase en sí y una clase para sí.
El proletariado o clase obrera
fue en un primer momento de su
desarrollo una clase en sí. Es decir,
existía objetivamente, pero carecía de conciencia de clase,
organizaciones propias en lo político y en lo sindical. En el caso de Chile
este período abarca desde los años 20 del siglo XIX al primer decenio del siglo
XX.
Factores objetivos, como el
crecimiento numérico, las grandes concentraciones obreras (en especial en el
salitre) y la madurez de las masas trabajadoras; así como los factores subjetivos (la llegada de
las ideas del Manifiesto Comunista de Marx Y Engels y, especialmente la
titánica obra de Luis Emilio Recabarren), permitieron el cambio cualitativo de
una clase en sí, en una clase para sí. Ello ocurrió en nuestro país en
el segundo decenio del siglo XX, cuando se lograron tres objetivos: creación de
conciencia de clase en amplios sectores de trabajadores, surgimiento del
Partido Comunista de Chile y reconstrucción del movimiento sindical
revolucionario. Al mismo tiempo que la
clase obrera o proletariado alcanzó la categoría de una clase para sí, surgió
en nuestro país el movimiento obrero chileno. Por ello, se llama con toda justicia, a
Recabarren Padre del Movimiento Obrero chileno.
CITANDO A EL MOSTRADOR
El compañero Manuel
Solís cita a El Mostrador : “En el PC ha sido un tema de preocupación
en el último tiempo la falta de cuadros políticos que asuman ciertas tareas
que han quedado algo relegadas luego que los comunistas duplicaran su número de
diputados e ingresaran al gobierno de la Nueva Mayoría.”
El periódico digital – agrega el autor- da cuenta
de una realidad que es de sobra conocida dentro de la filas de nuestro PC
Chile, pero que de tanto serla, los comunistas chilenos aun no iniciamos
una acción coherente que permita la recuperación conductora de masas,
reconocida hasta hace poco por “moros y cristianos”. (El subrayado es mío)
No es que yo no confíe en El
Mostrador, pero es necesario basarse en documentos partidarios. Yo no he
conocido ninguno que aborde esta “preocupación”. Tampoco he sabido de alguna
actividad seria y permanente del Partido
o de las Juventudes Comunistas para solucionar esa “preocupación”.
En mi opinión, la falta de cuadros se superará en la medida
en que se eleve el nivel orgánico según las normas leninista y se lleve a cabo
una planificada y acertada campaña para educar a dirigentes y militantes.
Con
toda razón el compañero Solís afirma: “el proletariado no toma
conciencia espontáneamente por el sólo hecho de ser explotado… el proletariado
para tomar conciencia de clase necesitan de una ideología revolucionaria y de
un partido que los interprete y conduzca”.
Pero para que el Partido y las Juventudes
Comunistas cumplan ese rol deben superar su precaria
organización leninista y el bajo nivel político-ideológico de la
mayoría de sus dirigentes y militantes.
Necesitamos un partido que
funcione según las normas leninistas, con una
correcta aplicación del centralismo-democrático, con una real dirección colectiva, aplicando lo señalado
por Lenin en cuanto al concepto de militante comunista.
NO ES LA CAUSA DEL PROBLEMA
Discrepo con el compañero Solís cuando plantea: “La composición social del
Partido Comunista de Chile es, en lo principal, de trabajadores y gente
modesta, la falta de cuadros del PC en el gobierno guarda relación con esto”.
Lo más positivo del Partido es su composición
social: “trabajadores y gente modesta”. El problema está en –como nos enseñaron
Luis Emilio Recabarren y Lenin- que no sólo importa la extracción social de sus
militantes, sino que estos adquieren una real conciencia de clase proletaria,
adquieran lo Marx llama una conciencia real. Ello se obtiene a través del estudio teórico y de la práctica
revolucionaria. Sin teoría revolucionaria la práctica revolucionaria es ciega;
sin práctica revolucionaria, la teoría
revolucionaria está muerta.
Ser trabajador o gente modesta no es ni puede ser
sinónimo de ignorante.
En el Partido tenemos ejemplo de trabajadores, toda gente modesta, que por sus
estudios (casi siempre autodidactas) y
por su participación en la lucha social, llegaron a ser grandes dirigentes,
rompiendo con ese falso dilema de obrero e intelectual. Entre ellos podemos
citar a Recabarren, Teresa Flores, Luis Víctor Cruz, Elías Lafertte, Julieta
Campusano, Juan Vargas Puebla, Salvador
Ocampo, Galvarino Gil, Víctor Díaz López, Mireya Baltra, Mario Zamorano, Víctor
Contreras Tapia, Sola Sierra. Y muchos
etcéteras más.
A PESAR DE TODOS LOS TORMENTOS
Tiene toda la razón el compañero Manuel Solís,
cuando afirma: “En el caso del Partido Comunista de Chile, a las dificultades
actuales debiéramos agregar la pérdida de su continuidad histórica de
experiencias y conocimientos de la lucha social, causada por el asesinato de
los mejores cuadros constructores y de desarrollo de Partido. Direcciones
completas de las estructuras de los comunistas chilenos fueron desarticuladas y
sus hombres y mujeres asesinados, hechos desaparecer o exiliados”.
Es verdad que la dictadura fascista ha sido un capítulo muy doloroso del pueblo chileno y
para el PC. Pero siendo el principal, no es el único golpe que el Partido ha
sufrido en su historia. Recordemos por ejemplo lo ocurrido en la dictadura del
general Ibáñez (julio 1927. Julio 1931).
A la represión del régimen, se unió la traición de la mayoría de los
parlamentarios, en el Partido surgieron dos desviaciones: una de derecha, de
colaboración con la dictadura; otra, “izquierdista”, etc. Ello en un momento en
que el Partido tenía una estructura y normas de funcionamiento socialdemócrata.
A pesar de todo esto, el Partido superó los
problemas. Una gran ayuda fue el inicio
de la aplicación de las normas leninistas de organización y funcionamiento.
Precisamente, en el año del
XXV Congreso Nacional a los comunistas nos corresponde -además de ratificar la
sabia línea política aprobada en el XX Congreso de agosto de 1994, mantener la
justa política de alianzas surgida desde el Pleno del CC del 28 de diciembre de
2005- fortalecer el Partido
restableciendo las normas leninistas de organización y funcionamiento, y llevar
adelante una ofensiva a fondo en la educación político-ideológico a todo nivel.
NOTA DEL EDITOR:
Les damos a los
lectores del boletín rojo, el enlace del artículo del compañero Manuel Solis y que fue publicado en
vozsiglo21.cl