Este año se cumplen cuarenta años del golpe fascista
que dio inició a la cruel dictadura de PInochet.
El Círculo Virtual de Estudios Histórico-Políticos
entrega un breve relato de un jóven
comunista que murió víctima de las torturas sufridas en mano de los verdugos de
la tiranía.
Carlota Espina
Editora
LUIS ALBERTO CORVALÁN, UN EJEMPLAR
JOVEN COMUNISTA
Iván Ljubetic Vargas
14 de septiembre de 1973, Luis
Alberto está en su departamento. Ha llegado la noche anterior a buscar los
alimentos y medicinas de Diego, su pequeño hijo de sólo ocho meses. Espera las
seis de la mañana, hora en que se levanta el toque de queda, para poder salir y
dirigirse al lugar donde se ha refugiado, junto a su compañera y Diego, desde
el 11. Antes de bajar mira por la ventana del vigésimo primer piso. Queda
helado. Todo el sector está lleno de soldados, que entran a casas y edificios,
saliendo luego con gente que llevan con los brazos arriba o las manos en la
cabeza. Más tarde –demasiado tarde- se entera que son unos 500 efectivos del
Ejército y decenas de policías, que realizan una “operación rastrillo”.
DETENIDO EN EL DÍA DEL CUMPLEAÑOS
DE SU PADRE
Debe esperar. Sabe que ya ha comenzado un lento cuidadoso allanamiento
del edificio, piso por piso. A lo mejor –se ilusiona- no llegan al 21.
En ese momento de nerviosa espera recuerda que precisamente ese día es
el cumpleaños de su padre, el Secretario General del Partido Comunista de
Chile, Luis Corvalán Lépez.
A las 6 de la tarde suenan fuertes golpes en la puerta del departamento.
Poco después, engrillado, junto a otros treinta vecinos, Luis Alberto es
conducido al Cuartel General de Investigaciones. Ahí le hacen la primera ficha
policial. Luego, al Ministerio de Defensa. Después, al Estadio Chile. Son
rechazados porque, como dice el Comandante de ese recinto: “Ya no cabe más
gente, tenemos más de cinco mil prisioneros”.
Entonces, al recién inaugurado Campo de Detenidos del Estadio Nacional.
“Allí –relata Luis Alberto en su libro “Escribo sobre el dolor la
esperanza de mis hermanos” - somos recibido al igual que todos los detenidos
por un siniestro comité de recepción, formado por dos filas de más de veinte
carabineros a cada lado armados y
borrachos que dejan una calle al medio”. Los golpean salvajemente.
Cuando descubren que es hijo del Secretario General, lo sacan a un lado
para castigarlo sin compasión.
“ESCUADRAS MILITANTES”
En la madrugada del sábado 15 de septiembre es arrojado al Camarín Nº 7
del sector Surponiente del Estadio. Hay allí unos 20 hombres y seis mujeres.
Durante cuatro días no reciben alimentación alguna y tienen una frazada por
cada siete prisioneros. Al quinto día son ya 156 las `personas hacinadas en ese
camarín de 25 metros cuadrados.
El jueves 20 de septiembre recién se regulariza en el Estadio un régimen
de campo de concentración. Dividen a los prisioneros políticos en grupos de 150
a 200 por camarín.
Los fascistas han creado las Escuadras de Servicio. Seleccionan para
ellas al lumpen o elementos despolitizados. Les encomiendan las tareas más
pesadas: la limpieza del Estadio y ser la mano de obra del reparto de la
comida. Pero los carceleros no sólo asignan a las escuadras esas tareas, sino
también pretenden utilizarlas como un elemento político, que sirvan como instrumentos de provocación y división
entre los prisioneros.
La Dirección del Partido que funciona en el Estadio estudia el asunto.
Llama a Luis Alberto y le encarga que él y otros militantes de las Juventudes
Comunistas ingresen como miembros de las Escuadras de Servicio para
convertirlas en “batallones de la Resistencia”.
Luego de inteligentes y largos esfuerzos lo logran. Entonces, en base a
serie de triquiñuelas, buscan la forma de dar más alimentación a los
prisioneros, por ejemplo, aumentando el número delo “personal retenido”. Se
supera así un grave problema, pues los carceleros entregaban menos raciones que
las necesarias. Ahora, alcanzan para todos.
Una vez que se desplaza totalmente al lumpen, las escuadras se
transforman en “escuadras militantes” de los intereses de los prisioneros.
EL CAMARADA SAMUEL RIQUELME
La importancia de ello se pone de manifiesto en el caso del camarada
Samuel Riquelme. Una tarde del mes de octubre, Manuel Cabieses que viene de uno
de sus interrogatorios del Servicio de Inteligencia, comunica a Luis Alberto que
ha divisado al compañero Samuel Riquelme en el baño, bajo la marquesina. Está
incomunicado y muy golpeado.
La “Escuadra Militante” se pone en actividad. Tras hábiles maniobras
ubica la celda de incomunicación del miembro del Comité Central. Llega a ella y
le lleva el aliento de sus camaradas, alimentos y una frazada. Es una verdadera
hazaña.
El 10 de noviembre de 1973 es cerrado el Campo de Concentración del
Estadio Nacional. Cerca de cinco mil patriotas son repartidos por diversas
cárceles, el Estadio Chile, la ex oficina salitrera de Chacabuco, etc.
Después de permanecer 57 días en el Estadio Nacional, Luis Alberto es
conducido engrillado, junto a otros cien compañeros más, al Campo de
Concentración de Chacabuco, donde permanece más de ocho meses.
MUERE EN EL EXILIO
El 30 de julio de 1974, Luis Alberto es liberado –como él dice- “gracias
a la fuerza de la solidaridad
internacional”. Debe salir al exilio. Reside en Bulgaria, donde se dedica a
denunciar los crímenes de la dictadura, a motivar el apoyo a la lucha del pueblo chileno contra el fascismo. También
estudia, perfeccionando sus conocimientos de economía agrícola.
Muere en Sofía, capital búlgara, de un ataque al corazón. Según sostiene
el Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación o Informe Rettig:
“Falleció como consecuencia de las torturas recibidas”
Deja un libro inconcluso, publicado póstumamente en 1976. Su título es
“Escribo sobre el dolor y de la esperanza de mis hermanos”.
El corazón de este ejemplar militante de
las Juventudes Comunistas de Chile deja de latir el 26 de octubre de
1975, cuando tiene sólo 28 años de edad y ha entregado la mitad de su
existencia a la gloriosa Joven Guardia, que va forjando el porvenir.