Editorial de El Siglo, edición 1559 del 19 de abril 2013
Venezuela
al día con la historia
Era una apuesta difícil: fallecido el “líder natural” de la Revolución
Bolivariana, no era fácil reagrupar las fuerzas y continuar la senda sin
tropiezos. Es cierto que el propio presidente Hugo Chávez había indicado el
camino y presentado a su pueblo a quien sabía indicado, por vocación y probada
capacidad, para garantizar y profundizar el proceso de transformaciones
profundas que tantos beneficios han reportado a su pueblo y a su país.
Pero, las grandes ausencias se hacen notar y ello tal vez explique el que
en esta contienda electoral el apoyo ciudadano no haya alcanzado los altísimos
niveles que acompañaron invariablemente la gestión del comandante bolivariano.
Pero estaba, además, como plato fuerte de la derecha venezolana, el
despliegue de una campaña del terror que, todo parece indicarlo, se agudizará
en los meses y años venideros y cuyo antecedente lejano, cronológica y
geográficamente, es dable hallarlo en la experiencia chilena.
Se empeñaron en ello todas las fuerzas retardatarias, y no sólo de su país
y América Latina, sino de todo el mundo dominado por los grandes intereses
transnacionales, cuya sede -todos lo sabemos- se encuentra en la Casa Blanca y
sus inmediaciones.
Se trataba de mostrar como algo “anti natura” que una nación “periférica”
se mostrara celosa de sus prerrogativas soberanas, dispusiera libremente de sus
riquezas naturales y se enfocara decididamente en apoyo y promoción de sus
sectores sociales más golpeados por el capitalismo salvaje que ha impuesto el
modelo neoliberal. Tampoco ha sido ajena a estas actitudes conspirativas de la
derecha universal lo que se ha estimado “pretensión indebida” del régimen
venezolano de practicar una política internacional de integración
latinoamericana y caribeña y una conducta coherente en relación a los grandes
contradicciones y conflictos que hoy sacuden al mundo.
Los mismos que -descaradamente, hay que decirlo- despliegan desde las
artilladas fortalezas de sus medios de comunicación sus pautas a la gran
mayoría de la prensa escrita, la televisión y otras formas modernas de librar
la lucha ideológica, han tenido el desparpajo -como lo hacen en los casos de
Ecuador o Argentina- de armar un indignado coro en defensa de su “sacrosanta
libertad de expresión”.
A la hora de la confrontación de clases e intereses de las grandes
potencias y los simples estados nacionales celosos de su continuidad y
prerrogativas, no hay cuidado por el decoro ni la menor señal de vergüenza para
falsificar, deformar e instalar sus propias versiones con la fuerza de las
verdades reveladas.
Y por eso este triunfo de Nicolás Maduro es no sólo legítimo sin también
esperanzador. Porque se ha obtenido en medio de poderosas fuerzas
desencadenadas y apoyadas por los más siniestros e influyentes poderes del
globo.
Lo que vendrá en la hermana nación bolivariana, todo parece presagiarlo, es
una acrecida “Campaña del Terror” destinada a erosionar la base social y
política de la administración del presidente Nicolás Maduro. Pieza clave en
ello será la destrucción de la imagen de Hugo Chávez hasta desarraigarlo del
afecto y el reconocimiento de millones de sus compatriotas. Tienen experiencia
en ello: estrategias de acaparamientos, especulación, formas variadas de
sabotaje, millonarias campañas de mentiras y desprestigios ya han sido
practicadas en otros tiempos y otros espacios. Los chilenos, bien lo sabemos. Y
nada es más efectivo para
contrarrestarlas que la defensa y divulgación de la desnuda verdad.
Desde hoy, como en el caso de otras naciones hermanas, la defensa de la
Venezuela popular y democrática es una causa de todos los pueblos.
EL DIRECTOR