miércoles, 18 de noviembre de 2020

EL CONCILIO DE CLERMONT. MITOS Y REALIDAD DE LAS CRUZADAS

 

 

                                                   Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                                   Centro de Extensión e Investigación

                                                   Luis Emilio Recabarren, CEILER


 



El 18 de noviembre de 1095 se inició el Concilio de Clermont convocado por el Papa Urbano II,  concurrieron 300  eclesiásticos y  laicos de la Iglesia católica  de Francia. Al finalizar el 28 de noviembre de 1095 desencadenó la Primera Cruzada.

  

FALCIFICANDO LOS HECHOS 

Un matutino  de Santiago sostuvo en  2001: “Se denominaron cruzadas a las expediciones que emprendieron los cristianos de Europa occidental entre los siglos XI y XIII para rescatar a Jerusalén y el sepulcro de Cristo, caídos en poder de los turcos”. Agregando que “la causa principal de las cruzadas fue la aparición en Oriente de un pueblo musulmán llamado turcos seldyúcidas”. 

Afirmó que al apoderarse de los santos lugares, “ los turcos seldyúcidas o fanáticos persiguieron a los peregrinos e incluso los torturaron. Por esta razón la Tierra Santa se convirtió en un lugar vedado para los cristianos, quienes no pudieron acercarse a la tumba de Cristo”

  

MISTIFICACIÓN DE LA HISTORIA 

Esta versión, aceptada comúnmente, falta a la verdad histórica en lo que se refiere al carácter y causas de esas guerras de conquista en el  Cercano Oriente. Durante muchos años se  interpretó a las cruzadas como una manifestación de la profunda religiosidad de los pueblos de Europa occidental en la época medieval, sus deseos de rescatar los “lugares sagrados”.  Otra  mistificación de los historiadores burgueses.

  

LAS VERDADERAS CAUSAS DE LAS CRUZADAS 

La causa fundamental estuvo en las modificaciones de las principales clases sociales de Occidente –ocurridas a comienzos del siglo XI-   como consecuencia de los cambios económicos operados en Europa. 

Empeoramiento de las condiciones de los campesinos, los siervos de la gleba. 

Explotados por los feudales, eclesiásticos y laicos, debían pagar onerosas cargas a los señores y el diezmo a la Iglesia. Fueron la principal víctima de las interminables guerras feudales. Sufrían hambrunas, hubo casos en que se llegó al canibalismo. La opresión feudal provocó rebeldías, incluso sublevaciones campesinas, como ocurrió en Bretaña, Flandes e Inglaterra. Hubo otra forma de protesta, la pasiva. Huir de la cruel realidad en forma “espiritual”. Surgieron doctrinas religiosas que rechazaban el régimen feudal y predicaban la igualdad social. La Iglesia las combatió como “herejías”. En cambio, ella predicaba la sumisión, la paciencia y el miedo. Otros se fugaban en los hechos.  Aldeas completas emprendían el éxodo sin rumbo alguno.      Tal  era la situación de los campesinos en vísperas de las cruzadas. La Iglesia supo aprovechar esto muy bien. 

Recrudecimiento de las contradicciones en la clase dominante. 

La economía campesina estaba en crisis. Los feudales realizaban interminables guerras entre sí. Necesitaban nuevas tierras.  En el siglo XI muchos dominios  de pequeños y medianos propietarios pasaron a manos de los grandes feudales. Los caballeros empobrecidos se dedicaban al bandolerismo, que  arruinó a campesinos y también a los grandes propietarios. 

La agudización de las contradicciones en la sociedad feudal  creó en el siglo XI una situación de “tiempos tumultuosos”. Se vivía un clima de inseguridad social. 

Desarrollo de la burguesía en las ciudades del norte de Italia ( Venecia y  Génova), que necesitaba abrir nuevas rutas y mercados. 

La Iglesia Católica era el baluarte  del régimen feudal. 

El papado buscaba  salvar de las sublevaciones campesinas a los feudales, tanto eclesiásticos como laicos. Una solución podía ser  el Oriente. Por ello trazó el plan de una campaña militar contra los selyúcidas. Estos se habían apoderado de Asia Menor, Siria y Palestina. En 1071 tomaron Jerusalén, hasta entonces en manos del Califato egipcio de los Fatimidas. En 1084 se  apoderaron de Antioquía, arrebatando a Bizancio esa  estratégica ciudad de la costa oriental del Mediterráneo.

  

FALSIFICACIÓN DE LAS CAUSAS 

Historiadores reaccionarios inventaron que la causa de las cruzadas fue  la conquista por los selyúcidas del Cercano Oriente.  El orientalista francés Claude Cahen demostró que los selyúcidas eran ajenos al fanatismo religioso y que los peregrinos de Occidente podían visitar Jerusalén sin sufrir ofensa alguna. Ahí existían dos posadas, mantenidas por los italianos de Amalfi.  Fueron los papas los que propagaron los rumores sobre supuestas persecuciones religiosas. 

Al  ver amenazadas sus fronteras por los selyúcidas, el emperador de Bizancio, Alejo Comneno, solicitó ayuda militar a los reyes y príncipes de Occidente, como también al papa, en el período 1090 – 1091. 

Este llamado llegó muy a tiempo. Contribuyó a dar forma definitiva a la idea de las cruzadas.

  

EL LLAMADO DEL PAPA URBANO II 

Al finalizar el Concilio de Clermont  (en Francia) el 27 de noviembre de 1095,  Urbano II ante una gigantesca multitud llamó a la unidad de los feudales de Europa Occidental  con el propósito de  conquistar los países orientales, bajo el lema de la “liberación del sepulcro del Señor”. Utilizó sus dotes de orador para relatar  el sufrimiento de Jerusalén bajo el puño turco y de cómo sus habitantes gemían pidiendo ser liberados. Afirmó que él, como cabeza de la Iglesia, tenía la sagrada tarea de convocar a los más valerosos y piadosos guerreros. Al finalizar su discurso, la multitud  gritó delirante: “Dios lo quiere”. 

El obispo de Clermont le pidió que le reconociera como su primer voluntario. El papa tomó una cruz de tela roja y se la dio para que la cosiera en sus vestimentas, como símbolo de su sagrada misión. El resto de las personas corrieron a comprar trozos de tela roja hasta agotar todas las reservas que había en la localidad. Lo mismo ocurrió a lo ancho y largo de  Francia.  Luego,  en el resto de Europa. 

 

LA CRUZADA DE CAMPESINOS

 

 

En la  región de Flandes, actual Bélgica, apareció un monje llamado Pedro, conocido como  Pedro el Ermitaño. Se dedicó a agitar al pueblo señalando que el deber de todo cristiano era hacer algo para liberar a Jerusalén. Los campesinos que escucharon sus  palabras formaron un andrajoso ejército a su alrededor.  Decidieron emprender la marcha hacia la Ciudad Santa. Se le agregaron otros grupos de igual origen. Entonces  atravesaron Europa  hasta Constantinopla. Durante el viaje los “soldados” de  Pedro cometieron toda clase de fechorías contra los habitantes de las regiones por las que pasaban.  El Emperador de Bizancio quiso deshacerse  pronto de ellos. 

Los envió al Asia Menor, donde fueron derrotados, asesinados o vendidos como esclavos. 

Así terminó la odisea de Pedro el Ermitaño. Corría el año 1096.

  

LA PRIMERA CRUZADA FEUDAL

 


Entre 1097 y 1099 tuvo lugar la primera cruzada de los señores. Luego de varias victorias, debido a su superioridad militar, llegaron a Palestina.  El 15 de julio de 1097, después de un cruel asalto tomaron Jerusalén. Habían llegado a los santos lugares. Entraron y saquearon  la ciudad. Allí quedó demostrada la verdadera  faz de los “libertadores del santo sepulcro”.  Sus fuerzas habían disminuido considerablemente. Llegaron a Jerusalén  no más de 40 mil cruzados. De estos, regresó a Europa la mitad. Sólo quedaron los que se proponían poblar esas regiones. Continuaron las guerras de conquistas.  Ayudados por las flotas de Venecia y Génova, se apoderaron de  la costa del  Mediterráneo oriental.  Se repartieron las tierras conquistadas. Y allí, como sostiene Federico Engels,  el feudalismo “estuvo lo más próximo a su verdadero sentido en el efímero reino de Jerusalén”. Agrega,  los cruzados  dejaron en esa ciudad “ la más clásica expresión del régimen feudal”. 

La primera cruzada fue una de las dos que llegó a Jerusalén. Su más importante resultado práctico fue la posesión del Mediterráneo oriental, que lo que satisfacía los intereses de los feudales eclesiásticos y laicos, como también de la burguesía del norte de Italia.

 

SAQUEADORES INESCRUPULOSOS

En el período 1147 – 1149 se realizó la segunda cruzada. Fracasó. En 1187 el sultán Saladino reconquistó Jerusalén. Ante este hecho se organizó en los años 1189 y 1190  la tercera cruzada, que tampoco alcanzó sus objetivos. 

La cuarta cruzada ocupa un lugar especial en la historia de esas guerras de conquista. Se llevó a cabo en los años 1202 a 1204. La convocó el papa Inocencio III contra  Egipto. Pero los  cruzados se desviaron en su camino. Atacaron y  se apoderaron de Constantinopla, capital de Bizancio. Mostraron así el verdadero motivo de su peregrinación.  Feudales franceses, alemanes, italianos y de otras nacionalidades  conquistaron y saquearon un país cristiano, actuaron  sin ninguna clase de escrúpulos. Crearon un nuevo estado, el Imperio Latino. Esta fue la consecuencia inmediata de esa cruzada. 

En 1261 Bizancio volvió a ser un estado independiente. Pero, tras medio siglo de dominación de los cruzados, jamás pudo recuperar su antiguo poderío. 

 

LAS CRUZADAS DE  NIÑOS  (1212) 

En Francia se propagó la idea de  que niños “inocentes” podrían conseguir de Dios la “gracia” que les negara a los adultos “pecadores”. En mayo de 1212, el pastorcito Étienne, un niño francés de doce años - después de llegar a la abadía de Saint Denis, en París- se declaró mensajero divino llamado a conducir a los niños a la guerra para liberar la tierra santa. Era síquicamente anormal y fue utilizado por la Iglesia. Recorría las  aldeas asegurando que por voluntad de Dios, el mar se abriría para que el ejército de niños pudiera cruzarlo por su fondo seco y  reconquistar  la tierra santa. En apenas un mes se reunieron treinta mil niños en la ciudad de Vandes. Marcharon hasta Marsella. Se precipitaron al puerto. Esperaron en vano el milagro. El mar no se abrió. Pero aparecieron aventureros que ofrecieron llevar a los niños por sólo “la recompensa del cielo”. Partieron siete naves. Dos se hundieron cerca de Cerdeña, ahogándose  sus ocupantes. Cinco llegaron a Egipto. Allí los niños fueron vendidos como esclavos.

  

LA QUE NO FUE 

En Alemania, un aventurero,  utilizando a su hijo Niclas de diez años, recorrió las regiones del Bajo Rin. El niño, instruido por su padre, aseguraba que había tenido una visión:  sería el guía de un ejército de niños, que caminaría por el fondo seco del mar y crearía en Jerusalén el “reino de los cielos”, no a través de una guerra, sino convirtiendo a los musulmanes al cristianismo. Se juntaron en Colonia veinte mil niños. Viajaron a lo largo del Rin y cruzaron los Alpes. 

En ese trayecto murieron de hambre más de trece mil niños. El resto llegó a Génova en agosto de 1212. Continuaron hacia el sur. Desde Roma regresó una parte. Otra llegó a Brindisi. Ahí, sólo la intervención de las autoridades locales impidió que fueran embarcados por comerciantes de esclavos. El papa Inocencio III  no dijo una palabra condenando esa turbia empresa.

  

COMERCIO EN VEZ DE GUERRA 

En los años 1217 a 1221 tuvo lugar la quinta cruzada, llamada por Inocencio III. Su objetivo fue Egipto, donde fueron derrotados debiendo abandonar ese país. Tuvo un alto costo. Sus míseros resultados asestaron otro golpe a la influencia papal. 

La sexta cruzada (1228 – 1229), convocada por el papa Gregorio IX, fue encabezada por el emperador alemán Federico II, quien en vez de luchar contra los “infieles”, aprovechándose de las divisiones que había entre ellos, firmó un convenio por diez años con Melé el Kamil, por medio del cual a los cruzados se les concedió Jerusalén. Además fueron firmados con Egipto ventajosos tratados comerciales. Esto enfureció al papa, que acusó a Federico II de haber traicionado el cristianismo, demostrando que al papado no le interesaba la  liberación del “santo sepulcro”.

  

LOS  CIEN MIL “PASTORCITOS” 

La séptima cruzada (1248 – 1254) fue convocada por Inocencio IV. Sólo concurrió un limitado número de feudales, principalmente franceses, encabezados por el rey Luis IX. Se dirigió a Egipto. Fue derrotado. Envió mensajes a Francia pidiendo ayuda. Los feudales no respondieron. Los campesinos  reaccionaron llevando a cabo una potente sublevación anti feudal, en que participaron también  pobres de las ciudades francesas. Se alzaron contra la opresión feudal y contra la Iglesia católica. Se autodenominaron los “pastorcitos”. Cien mil hombres  se lanzaron hacia el sur, matando en su camino ricos y curas. 

En 1270 se realizó la octava y última cruzada. Se dirigió a Túnez. Fracasó.

  

CONSECUENCIAS DE LAS CRUZADAS 

1.- Numerosos historiadores atribuyen  a las cruzadas una exagerada importancia. Señalan erradamente que fueron determinantes en todos los cambios ocurridos en los siglos posteriores y que a ellas se debió el intercambio  entre Oriente y Europa. Pero éste se inició con mucha anterioridad a las cruzadas, jugando el rol de intermediarios  España arábiga, Sicilia  y, principalmente, Bizancio. Ese contacto fue fruto del comercio y no de la guerra. 

2.- Las cruzadas tuvieron un costo muy alto para los pueblos de Europa: murieron millones de personas. Las principales víctimas fueron los campesinos. 

3.- También fue alto el costo económico.  A lo gastado  en las expediciones hay que agregar lo apropiado por el papado. 

4.-Fueron un fracaso. No se liberaron los santos lugares, que había sido el pretexto para la guerra. La Iglesia no logró fortalecer el régimen feudal  ni crear el Estado mundial teocrático.  Y pronto declinó su prestigio. 

5.-Para el Oriente musulmán constituyeron una terrible calamidad:  destrucción y  muerte.

  

UNA REFLEXIÓN FINAL 

La historia no se repite, pero... A diez  siglos del inicio de las cruzadas, hay hechos que nos recuerdan lo ocurrido en ellas. Entonces fue Urbano II que llamó a la guerra contra los infieles; hoy, es el Imperialismo que  convoca a combatir a los “terroristas”.

Entonces se dio como pretexto que  Jerusalén  estaba bajo el puño turco; ahora, se  justifican las intervenciones de Estados Unidos y la OTAN con el argumento de  otorgar “democracia” a los pueblos árabes. 

En los siglos  XI al XIII el real objetivo era conquistar nuevos territorios; en el siglo XXI, el de ahora es apoderarse de los yacimientos de petróleo. 

No hay duda alguna que estamos en presencia de  unas modernas cruzadas contra los “infieles”.