Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
La historia no se repite. Pero hay momentos en que
reaparecen, con otros ropajes, fenómenos que la humanidad ya ha vivido. Y sólo
aquellos pueblos que conocen la historia, que tienen memoria, pueden eludir
sufrimientos que sus antepasados padecieron.
Uno de esos males que vuelven a surgir desde las
tinieblas de un horrible pasado es el fascismo. Ante ello debemos estar
alertas. Estudiar la historia. Sacar lecciones. Pero, sobre todo, actuar.
Recurramos a la experiencia recogida en el VII
Congreso de la Internacional Comunista, celebrado en Moscú entre el 25 de julio
y el 20 de agosto de 1935. Allí, entre numerosas personalidades mundiales,
estuvo Carlos Contreras Labarca, entonces
secretario general del Partido Comunista de Chile.
En ese histórico torneo, se escuchó el informe
rendido por el secretario general de Internacional Comunista, Jorge
Dimitrov. La definición de fascismo de este dirigente comunista búlgaro
mantiene palpitante actualidad: “el fascismo es la dictadura terrorista de los
elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital
financiero”.
En su informe, Dimitrov recalcó de un modo especial
el carácter verdadero del fascismo, “porque el disfraz de la demagogia social
ha dado al fascismo, en una serie de países, la posibilidad de arrastrar
consigo a las masas de la pequeña burguesía, sacadas de quicio por la crisis, e
incluso a algunos sectores de las capas más atrasadas del proletariado, que
jamás hubieran seguido al fascismo si hubiesen comprendido su verdadero
carácter de clase, su verdadera naturaleza”.
Dimitrov se preguntó, “¿De dónde emana la
influencia del fascismo sobre las masas?” y respondió “El fascismo logra atraerse las masas porque
especula de forma demagógica con sus necesidades y exigencias más candentes. El
fascismo no sólo azuza los prejuicios hondamente arraigados en las masas, sino
que especula también con los mejores sentimientos de éstas, con su sentimiento
de justicia y, a veces, incluso con sus tradiciones revolucionarias”.
Resulta evidente que adquiere una enorme importante
en el combate contra el fascismo la lucha ideológica. Lucha que deben librar
todos los sectores democráticos.
En Brasil, el triunfo de Jair Bolsonaro comprueba
la justeza de los planteamientos de Dimitrov. Y nos llama a los que habitamos
en Chile a sacar conclusiones. Y la primera de ella, es formar un amplio frente
antifascista que, junto con mostrar a las más amplias masas lo que significa
realmente el fascismo y que éste es un peligro vigente, tome con fuerza las
demandas más sentidas de la gente, actuando en la práctica por sus soluciones,
uniendo la lucha de masas en las calles con la acción de los parlamentarios
democráticos. Sin sectarismo, sin pensar sólo en los cálculos electorales.
Quien juegue el rol de sectario en las actuales
circunstancias, deberá responder ante el tribunal de la historia.