Conociendola más.
Homenaje en la casa de Victor Jara, a la insigne buscadora
de nuestros hermanos, albañiles que levantaban de un mundo mejor:
Ana Gonzalez de Recabarren
El parir doloroso, en su inmensa mayoría, es algo
maravilloso... lo que viene después, es una lucha constante por el pan, el
lápiz, el techo y el mañana...
Es un caminar de rincones, de arropar la vida y viajar...
Los viajantes tendrán que enfrentar ramales que te invitan
al olvido de nacer, del crecer; te invitan a cercenar el árbol para matar el
sueño de un azahar, del pimiento, del porfiado y silvestre amaranto...
El hacer caminos, incluye montones de costalazos,
moretones, callos y penas, discusiones y coscorrones, pero también alegrías,
satisfacciones por el hacer, por lo sembrado, amado y cosechado...
Es toda una escuela con rodillas para la miseria, dedos
con saballones y huesos chuecos por la
arteza helada.
Ese saber, tienes que trasmitirlo a tus hijas, hijos...
para que lo mejoren, lo desarrollen y estos a su vez, cuando lleguen los
momentos, harán lo mismo con sus niños,
niñas.
Si este girar, esta responsabilidad no se trasmite, que
valor puede tener la vida, pá que sufrir tanto... no tiene agarre...
Sin embargo, este razonamiento tiene quebrantos
escarpados, sin encuentros, pero jamás olvidos...
Ana Gonzalez de
Recabarren, no pudo terminar en clase completa sus enseñanzas, contar y
analizar sus errores... A Manuel su compañero de vida y de todo, salio en busca
de Nalvia Rosa, esposa de su hijo Luis Emilio, la incertidumbre le estrujaba la
vida, necesitaba encontrar el paradero de Manuel Guillermo, del Luchito, el
nieto...
Manuel, no volvió jamás con los recados de amor, de miedo,
de esperanza... Luis llegó solo, despistado.
Es cierto, esa aula completa de calendarios, se la robaron
con la peor de las infamias...
Con sus manos de arena, de salitre y de ciudad capitalina,
salio a buscarlos; con la esperanza y rabia en ristre, salieron tres con ella, mañana salieron cuatro,
ayer 50, a
la semana eran cientos de cientos en soledad compartida...
Por todo Chile creció su grito, preguntando, eximiendo,
sin demora, porfiada de guayacán, humilde como el aromo...
Compañera Ana te doy un canto.
Alejandro Fischer