Editorial de El Siglo,
edición 1751 del 23 de enero de 2015
La soberbia
del gran empresariado
En una “luminosa” y aleccionadora entrevista publicada en el Cuerpo C
–Economía y Negocios- de El Mercurio del domingo 18 de enero, un alto dirigente
de gran empresariado “exige” la renuncia del ministro de Hacienda del gobierno
de Michelle Bachelet -“porque no va a recuperar la confianza de los
empresarios”- a quien le lee la cartilla y fija los parámetros de sus funciones
y deberes: “…realmente debe ser un dique de contención en las reformas que
impulsa el Ejecutivo”. Dicho en otras palabras y a buen entendedor… el titular
de Hacienda, cualquiera sea el gobierno y la persona que designe quien ha sido
elegido a la cabeza del Estado, debe ser “nuestro hombre en La Moneda”.
Más adelante, pontifica: “La reforma laboral es un proyecto que sólo busca
fortalecer el poder sindical y no la creación de empleo y eso es moralmente
objetable”. ¿Quién ha dicho que una reforma laboral debe ser concebida para
“generar empleo”, y no precisamente como su nombre lo indica, para normar y de
ser necesario “reformar” las relaciones entre el capital y el trabajo?
En el colmo de la falsificación, sostiene el plutócrata que “el proyecto
consagra la desigualdad y el desequilibrio en favor de los sindicatos”, a
quienes acusa de que buscarían “dotarse de un poder omnímodo frente a los
empresarios”. ¿No es verdad que dan ganas de disculparse ante tanta crueldad y
correr en su defensa?
Y hablando de asociaciones, confiesa el alto expositor que el presidente de
la CPC (Corporación de la Producción y del Comercio), cargo que él mismo ocupó
hasta hace poco, “no es sólo un coordinador de las ramas. Es el representante
de los empresarios…”.
Franqueza obliga… Pero, ¿por qué si el gran empresariado utiliza el
expediente de reunirse bajo un alero como el que le proporciona la CPC -por
“ramas” y una gran Central- no podrían hacer lo mismo los trabajadores a través
de sus sindicatos y federaciones? ¿Por qué podrían llegar hasta el extremo de
la colusión los grandes empresarios, y les estaría vedado a los trabajadores
una negociación igualmente ramal y como Central (CUT)?
Menos locuaz estuvo el gran empresario al reconocer que “2014 quedará como
el año cuando se destaparon procedimientos muy condenables en algunas
empresas”. Y cabe preguntarse ¿sólo condenables? ¿Qué tiene que decir acerca de
ética, y de las usuales prácticas delictuales para estafar al Fisco en materia
de impuestos y colusiones de los grandes consorcios empresariales?
Con el discurso habitual a los suyos, este caballero de industria que aboga
por mantener los aportes reservados para las campañas políticas, suele
exhibirse como una especie de benefactor de todos los chilenos, pues, al decir
y entender de sus representados, son ellos los grandes creadores de empleo. ¿O
no será más bien de buenas inversiones para mejores ganancias?
En fin, en medio del intenso debate por una Reforma Laboral que fue apoyada
en las urnas al elegir a la presidenta de la república y, aunque en menor
medida, al nuevo parlamento, es bueno que cada uno se asuma como lo que
realmente es, para que los otros “cada uno” dispongan de los elementos de
juicio para elegir, ellos también, su cancha.