Editorial El Siglo:
"Cuando
la Araña de Rincón sale de su madriguera"
Por estos días, la opinión pública continúa estremeciéndose por la
multiplicidad de “hechos diversos” que acontecen en nuestro medio y que son, de
alguna manera significativa, síntomas de algo más profundo y más grave.
Casos de femicidio e infanticidio, una menor atacada por una Araña de
Rincón y que si hubiera acudido a alguna clínica de “prestigio” no habría
corrido la suerte que la esperaba en las redes de salud para el “populacho”.
Son parte de nuestro folclore, “corregido y aumentado” por un verano en que
se requiere “diversificar” la oferta informativa para que los hechos de fondo
puedan ser disimulados y, así, no facilitar una cabal comprensión de lo que
está sucediendo en el país.
La Araña de Rincón abandona su madriguera, y no lo hace por gusto ni “de
motu propio”. Más bien, es que ya no puede ocultarse pues una institucionalidad
judicial aun imperfecta es capaz, sin embargo de sus carencias, de identificar
graves delitos en el lodo del llamado “gran empresariado”.
Pero ello no sería novedad. Sabido es desde siempre que las grandes
fortunas suelen tener un inicio al menos dudoso. Nadie acumula miles de
millones de pesos o dólares con su solo trabajo, por madrugador y habiloso que
sea. Siempre hay víctimas dejadas en el camino, más de una muerte sospechosa,
enjuagues y colusiones de interés, complicidades no confesas, y un larguísimo
etcétera.
Los actuales dueños del país lo son porque entraron a saco en los recursos
del Estado, robaron a la luz del día y en despoblado, hicieron leyes para que
los cubrieran con un manto de respetabilidad e impunidad. Y los años de la
dictadura fueron, en ese sentido, los más prolíficos en hazañas tales como
adjudicarse bienes públicos, saquear las empresas de todos –las del Estado, las
de los imponentes del sistema previsional- y conferirse las herramientas y
garantías para eximirse de toda responsabilidad, pública rendición de cuentas y
respuesta ante la justicia. La que también habían confiscado en su protección y
beneficio.
En verdad, las revelaciones que surgen del destape de las fechorías del
Grupo Penta y sus secuaces políticos y empresariales –cuando no son los mismos-
superan la imaginación del más avezado autor del género política-ficción.
Puede, a los ojos de más de un observador, parecer hasta “penca” que automóviles
para el uso personal de respetables cónyuges de empinados “controladores” de
grupos empresariales sean declarados como gastos operativos de sus consorcios y
contribuyan así, y en no pocos millones, a su deporte defraudador del Fisco. Se
trata solamente de un dato, pero es así porque al aroma del billetón hasta los
más delicados de olfato pierden decoro y compostura.
Resulta hasta digno de lástima el observar los empeños distractores de la
extrema derecha y sus cómplices en el gran empresariado. Es tal su
desconcierto, que ahora están proponiéndose una gran “federación” o coalición a
la que describirán como “humanista y liberal”, para recoger los restos del
siniestro.
Ante el avance de las reformas propuestas y en cumplimiento por la Nueva
Mayoría, aducen “la voz de las encuestas”, dudoso referente –inducido por lo
demás desde sus think tank- que para estos curiosos demócratas tendría un valor
superior a la expresión ciudadana manifestada en las urnas.
Están en bancarrota. Su crisis no es de identidad en cuanto no sepan
quiénes son, de dónde vienen y adónde van. Es precisamente lo contrario: son
los mismos de siempre, cebados por la comisión impune de los peores delitos;
vienen de la dictadura, a la que fomentaron y asistieron para servirse de ella
en contra de los derechos de la inmensa mayoría de los chilenos; y van, o
quieren ir, a la preservación de un modelo propicio a su accionar especulativo
y delictual
La Araña de Rincón abandona su madriguera: ¡Alerta, ciudadanos!