Treinta y seis años después de su detención y desaparecimiento y de
ser llevados al cuartel Simón Bolívar,
centro de exterminio de la dictadura, tres héroes comunistas se han
reencontrado con su pueblo que los ha sepultado con todos los honores el sábado 28 de julio de 2012. Ellos son
Horacio Cepeda, Lincoyan Berríos y Fernando Ortiz.
El Círculo Virtual de Estudios Histórico-Políticos rinde homenaje a ellos. Y
lo hace en la persona de uno de ellos, entregando un capítulo de un libro
inédito del historiador Iván Ljubetic Vargas, titulado "Fernando Ortiz
Letelier: Lecciones de clase" (Titulo, según cuenta el autor, propuesto por
el periodista Hernán Soto)
Carlota Espina
Editora.
FERNANDO
ORTIZ EN LA “HUELGA DE LA CHAUCHA”
Iván Ljubetic Vargas
El Gobierno de González Videla
descarga alza tras alza sobre las espaldas de los chilenos. La gente va
acumulando rabia. Lo que colma la paciencia popular es el alza de las tarifas
de la movilización colectiva. De un peso cuarenta a un peso sesenta. O sea,
sube en una ‘chaucha’, nombre que entonces se daba a la moneda de veinte
centavos.
FERNANDO RELATA SU EXPERIENCIA
Los estudiantes universitarios son los primeros en reaccionar. Salen a la
calle. El martes 16 de agosto de 1949 se inician vigorosas y masivas acciones.
Fernando cuenta su experiencia en la ‘huelga de la chaucha’: “Tiempo antes
de agosto del 49, los comunistas habíamos logrado sacar un voto de repudio en
la FECH a toda posibilidad de alza. Tan pronto se dictó el decreto que
autorizaba el alza de los micros en año 49, inmediatamente los comunistas
salimos a la calle. Tengo muy vivo en mi memoria las primeras salidas
callejeras; éramos no más de cincuenta jóvenes comunistas, uno de ellos, que no
he olvidado, porque fue vanguardista, preguntó: ‘Bueno, compañeros: ¿salimos,
si somos tan pocos? La respuesta fue que debíamos salir, porque pensábamos que el
pueblo iba a acompañarnos; había en esos momentos condiciones reales para
desencadenar un gran movimiento de masas, de repudio a la dictadura. Así lo
hicimos. Y, efectivamente, no habíamos recorrido una cuadra, cuando el desfile
de 50 personas se transformó en una gran manifestación... En aquel instante las
Juventudes Comunistas, pasando, incluso, por encima de la FECH, en que
dominaban los socialcristianos, llamó a una huelga en la Universidad y la
Universidad nos acompañó” (Fernando Ortiz: charla citada, página 42)
PREOCUPACIÓN DE ‘EL
MERCURIO’
El miércoles 17 de agosto de 1949, ‘El Mercurio’ escribe:
”Bochornosos incidentes se registraron ayer en diversos sectores de la
capital... Desde mediodía estudiantes ayudados por otros grupos iniciaron una
enérgica acción contra los autobuses. Por
la tarde, elementos comunistas cometieron violentos desmanes... Grupos
universitarios organizaron ayer diversos actos de protesta por el alza de las
tarifas de los servicios de autobuses y buses destinados a la locomoción
colectiva. Los manifestantes iniciaron un desfile al mediodía, avanzando hasta
la Plaza de Armas y luego se repartieron por las calles Catedral, compañía,
Bandera, Morandé, Teatinos, San Antonio, Huérfanos, Agustinas, Ahumada y
Moneda. Los estudiantes iniciaron el desfile pidiendo la derogación de la
medida que autorizó el alza de las tarifas, pero luego algunos elementos
exaltados empezaron a atacar a los microbuses, lanzando piedras al paso de
dichos vehículos por el centro de la ciudad. Esta iniciativa se generalizó y
extendió rápidamente a otros puntos...” (‘El Mercurio’, miércoles 17 de agosto
de 1949, página 23).
APEDREADA LA MONEDA
Al día siguiente, 17 de agosto, el general Santiago Danús Peña toma el
mando de la plaza en la capital. Tropas del Ejército salen a las calles, pues
los carabineros han sido sobrepasados por los manifestantes. Los
establecimientos educacionales no funcionan o lo hacen a media. El Ministerio
de Educación amenaza con cancelar la matrícula a los alumnos que no concurran a
sus colegios. Ese mismo miércoles 17, alrededor de las 10 y 4º minutos, unas
800 personas avanzan desde la Alameda por calle Morandé. Llegan hasta La Moneda
y lanzan piedras contra sus ventanas.
Participan estudiantes universitarios y secundarios, trabajadores y gran
cantidad de transeúntes, que se suman espontáneamente a la protesta. La
represión, primero realizada por carabineros y luego por soldados del Ejército,
dejó a lo menos cuatro muertos y numerosos heridos.
“SON BALAS DE FOGUEO”
Relata María Eugenia Rojas: “Nos casamos en 1949. Por entonces Fernando
trabajaba como corrector de pruebas en la Editorial Universitaria. En agosto se
producen los sucesos de la huelga de chaucha. Yo estaba embarazada y él me
pedía que no participara en las acciones. Yo hacía como que me iba, pero daba
vuelta a la manzana y volvía a marchar. Recuerdo que en una ocasión, íbamos en
una gran columna por calle Bandera. De pronto vemos que a la distancia
militares nos cortan el camino. Continuamos avanzando. Ellos comienzan a
disparar. Fernando, que va encabezando el desfile, grita:
- No nos detengamos. Sigamos. Son
balas de fogueo...
Pero comenzamos a sentir como los proyectiles rebotaban en las paredes,
como pegaban en los autos, que estaban ahí, agujereándolos” (María Eugenia
Rojas: conversación con el autor. Santiago, jueves 5 de julio de 2001)
UN CANILLITA ASESINADO
Una de las víctimas de las fuerzas armadas es un suplementero, asesinado el
miércoles 17 en la esquina de Portugal con Diez de Julio. Su familia, muy
pobre. La FECH le ayuda, costeando el ataúd. El jueves 18 sus restos son
velados en la modesta casa del canillita. Los funerales son fijados para el día
siguiente a las 15 horas.
Relata Miguel Lawner: “Logramos organizar una columna de manifestantes que,
burlando las vallas policiales, llegó al Cementerio General poco antes de las
15 horas. Nuestro propósito era ingresar al interior de éste, porque hasta
entonces existía la tradición de que los carabineros no reprimían en el
camposanto. Al llegar, nos encontramos con que ya tenía lugar un mitin en la
plazoleta situada inmediatamente detrás de la puerta principal y Fernando hacía
uso de la palabra con la fogosidad que lo caracterizaba. Después que terminó de
hablar, se acercó a mí para manifestarme lo siguiente: investigaciones llegó a
la casa del canillita como a la una de la tarde, se robó el ataúd y se lo trajo
al cementerio para enterrarlo por su cuenta, secretamente. El flaco Tohá anda
adentro tratando de ubicar y recuperar el cadáver, pero hace rato que no
aparece. Mientras yo voy a averiguar lo que ocurre, quédate tú hablando para
evitar que se dispersen los compañeros. Así me vi encaramado en uno de los
escaños del Cementerio, haciendo uso de la palabra sin tiempo fijo, a la espera
de la aparición de la urna con el cadáver raptado. Pero esta vez, carabineros
rompió la tradición, irrumpiendo con violencia en el Cementerio y disolviendo a
palos la concentración que tenía lugar. Aún recuerdo la escena del diputado
Alejandro Chelén Rojas tratando vanamente de invocar su condición de
parlamentario para evitar la brutalidad policial. Por cierto, del cadáver nunca
más se supo” (Miguel Lawner: “Fernando Ortiz, ejemplo para las nuevas
generaciones”, leído en acto del ICAL, realizado el 16 de diciembre de 1988,
página 9)
Esta escaramuza del 19 de agosto de 1949 fue el último episodio de la
‘huelga de la chaucha’.