martes, 4 de febrero de 2020

LA MASACRE DE SAN GREGORIO, EL FIN DE UNA ILUSIÓN





                                                          Iván Ljubetic Vargas, historiador del
                                                          Centro de Extensión e Investigación
                                                          Luis Emilio Recabarren, CEILER





                                                           “Yo pido que se propague
                                                           Por toda la población
                                                           Que el león es un sanguinario
                                                           En toda la generación, si” 
                                                                                                                                                                                      (Violeta Parra: “La Carta”) 
                                           


En enero de 1921, apenas transcurridos cuarenta días de asumir la Presidencia de la República, el “León de Tarapacá”, como habían bautizado a Arturo Alessandri Palma, mostró sus garras.  Y las usó contra los pampinos.


SE AGRAVA CRISIS DEL SALITRE

1921 se inició en medio de graves amenazadas de paralización de numerosas salitreras.  La primera oficina en apagar sus fuegos fue la de San Gregorio, perteneciente a la empresa británica Casa Gibbs y ubicada en la zona de Antofagasta.

Por no existir ley que protegiera a los trabajadores en caso de cesantía,  éstos quedaban en total indefensión.  A fines de enero, los operarios de San Gregorio confeccionaron un petitorio en que demandaban el pago de un desahucio y la cancelación de los pasajes hasta el lugar desde donde habían venido.  Lo presentaron al administrador inglés, mister Daniel Johnson, el que se manifestó de acuerdo con esas demandas y envió el pliego de peticiones a Antofagasta, desde donde sería remitido a Inglaterra.  Explicó que él esperaba una respuesta de un momento a otro.  Los pampinos resolvieron no abandonar la Oficina hasta obtener contestación a sus reivindicaciones.

PROVOCACIÓN CONTRA LOS PAMPINOS

Las autoridades regionales, siguiendo instrucciones del Gobierno, decidieron apresurar la salida de San Gregorio de los trabajadores.  Con este fin, enviaron- el miércoles 2 de febrero- veinte soldados del Regimiento Esmeralda de Antofagasta, el “famoso”  Séptimo de Línea, al mando del teniente Argandoña y un destacamento de 8 carabineros.

Al conocerse la noticia de la acción que pretendían realizar las fuerzas del Gobierno, marcharon hacia San Gregorio operarios de otras oficinas cercanas.  Fue así, como a mediodía del jueves 3, habían concentrados allí 1.300 pampinos, dispuestos a impedir el desalojo.

Tratando de evitar algún hecho de violencia, los dirigentes de la FOCH de San Gregorio se dirigieron a conversar con mister Daniel Johnson, para inquirirle si había recibido respuesta.

Pero, a unos veinte metros de la Administración, el teniente Argandoña, al parecer en estado de ebriedad, les cerró el paso.  Los obreros le explicaron las razones de la visita.  El militar, provocadoramente, les dijo que él era la única autoridad ahí en ese momento y que con él debían hablar.  Los dirigentes se negaron a hacerlo y declararon su decisión de ir a hablar con el administrador.

LOS OBREROS SE DEFIENDEN

Entonces Argandoña sacó su pistola.  Se escuchó un balazo.  Eran las 17,30 horas del jueves 3 de febrero de 1921.  De inmediato, los militares y carabineros comenzaron a disparar contra los pampinos allí reunidos.  Cayeron muertos y heridos.  Ello no intimidó a los atacados.  Por el contrario, avanzaron contra las fuerzas represivas, armados de herramientas, dinamita y algunas pistolas.  Se produjo un encuentro que duró alrededor de dos horas.  Llegaron refuerzos de tropas.  Los obreros, fueron derrotados.  Los soldados remataban a los heridos, incluso a los que se encontraban en el hospital.  El número de pampinos muertos alcanzó a 500.  También cayeron el teniente Argandoña y, desgraciadamente, mister Daniel Johnson, el administrador británico, que se había entendido con los operarios de la Oficina.

SOLIDARIDAD DE CLASE

Algunos heridos pudieron salvarse. Fueron aquellos que sus compañeros, en un viaje pleno de esfuerzo y heroísmo, lograron llevar hasta Antofagasta.  Allí los ocultaron en un altillo existente en el local obrero de calle Covadonga Nueva, donde fueron atendidos por médicos, que llegaron secretamente.

Los comunistas colaboraron en el auxilio de las víctimas, tanto de los heridos como de los prisioneros.  Repudiaron la cruel masacre realizada por el “León de Tarapacá”.

El dirigente obrero Salvador Ocampo, en su trabajo “En tiempos de Recabarren”- relata que el fundador del movimiento obrero  “no era partidario de la violencia a ese extremo, de ninguna manera.  Y cuando él supo que había sucedido esta masacre lo sintió mucho, lo lamentó bastante.  Pero al conversar con nosotros, los jóvenes especialmente, él dijo que todavía podría haber habido un entendimiento con la administración.  Pero si en realidad Argandoña sacó la pistola y disparó impunemente contra los trabajadores, los trabajadores no tenían más que responder como podían, con lo que podían”. 

ALESSANDRI  RESPONSABLE

Ricardo Donoso, en el tomo Segundo de su obra “Alessandri agitador y demoledor”, afirma que el Presidente Arturo Alessandri “dejó que los militares hicieran la subida a la pampa por su cuenta, sin el control de una autoridad civil y que el Ejército fue a San Gregorio no a cumplir la función pública de restablecer y resguardar el orden, sino a ejercer una innoble venganza, doblemente ciega, porque ni sabía el verdadero motivo de la muerte de Argandoña, ni se curó de comprobar la relación mentirosas del teniente Gainza”. 

LOS OBREROS TENÍAN LA RAZÓN
En 1921, cien mil trabajadores de la pampa fueron lanzados a la cesantía, sin pagarles desahucio ni ninguna otra compensación, por Lock Out patronal.  Cuánta razón tuvieron los obreros de San Gregorio al exigir garantías para los despedidos por el cierre de las faenas salitreras.

De esta forma, las ilusiones que se habían forjado miles y miles de proletarios con Arturo Alessandri Palma  desaparecieron como pompas de jabón ya en el primer año de su gestión.  En vez del prometido “cielito lindo”, se encontraron con más cesantía y masacres.

Los comunistas estuvieron en lo justo, cuando en 1920 no se dejaron embriagar con la demagogia del “León de Tarapacá” y levantaron la candidatura de Luis Emilio Recabarren a la Presidencia de la República.