A 110 años de su nacimiento:
Iván
Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
En el año 1965, siendo Encargado de Organización del Comité Regional
Cautín del Partido Comunista, viajé a Santiago. Concurrí a la sede del Comité
Central, ubicado en Teatinos 416. Me encontré con Don Américo, entonces
Encargado Nacional de Finanzas, a quien no conocía personalmente. Junto con
saludarme muy fraternalmente me dijo: “compañero, ¿puede mostrarme su carné
partidario?”. Me quería pillar con las
cotizaciones. Se lo pasé con orgullo. Estaba rigurosamente al día.
Entonces le dije: “Perdón, compañero Zorrilla, ¿podría mostrarme el
suyo? Sorprendido, pestañó repetidamente -como supe después- era su costumbre
ante un problema. En voz baja, titubeando, me explicó; “Es que… la encargada de finanzas
de mi célula se atrasó con las últimas
estampillas”…
Así conocí
a ese obrero tipógrafo, gran dirigente comunista chileno. Uno de los pocos al
que sus compañeros le han llamado “Don” en señal de respeto y de enorme cariño.
LOS PRIMEROS AÑOS
Américo Zorrilla Rojas nació en Santiago el 22 de febrero de 1910. Su padre,
Ramón Zorrilla, era pequeño industrial gráfico; su madre, Benigna Rojas, de
origen campesino.
En 1917 ingresó a una escuela pública en Avenida Matta, entre Chiloé y
San Francisco.
Estudió en los liceos Barros Borgoño y Amunátegui. A los 14 años comenzó
a trabajar como tipógrafo. Primero en la imprenta de su padre, luego en otras.
Ya a los 17 dominaba la profesión de linotipista.
COMIENZA SU ACCIÓN SOCIAL
En 1931 participó en la fundación de la Federación de Obreros
Gráficos, de orientación comunista. Ese mismo año, sin ser aún militante del
Partido Comunista, realizaba tareas de propaganda clandestina de la
organización. Por ejemplo, la impresión de volantes en apoyo a la huelga de
hambre que llevaban adelante marinos presos en la Penitenciaría por haber
tomado parte en la insurrección de la Escuadra de comienzos de septiembre de 1931.
En octubre de 1931 se casó con Dora Álvarez, con quien tuvo dos hijos.
INGRESA AL PARTIDO DE RECABARREN
En 1932 recibió su carné de militante comunista y asistió a su primera
reunión de célula.
Así, lo evocaba el compañero
Américo: “Recuerdo nítidamente cuando ingresé al Partido Comunista en junio de
1932. Yo trabajaba como obrero tipógrafo. Ya tenía contacto, yo de alguna
manera cooperaba con los comunistas. Pero fui en ese mes de junio de 1932 que
asistí por primera vez a una reunión de
célula. Recuerdo perfectamente el lugar donde
se realizó y conservo vivos todos los aspectos de lo que fue esa reunión
y de lo que ocurría entonces en el Partido”. (“Don Américo, un chileno
comunista”, página 20)
Ese mismo año participó como delegado de la Federación de Obreros
de Imprenta en el Soviet de Obreros, Soldados, Campesinos y marinos, que
funcionaba en la
Casa Central de la Universidad de Chile,
a cuya cabeza estaba Elías Lafertte Gaviño.
Por entonces Chile vivía momentos muy movidos. El 4 de junio de 1932, un
golpe de Estado cívico-militar había derrocado el gobierno derechista de Juan
Esteban Montero e instaurado la “República Socialista”, que duró sólo doce
días.
En 1934, el nombre de Américo
Zorrilla figuraba en las listas negras de los patrones, lo que le impedía
conseguir un trabajo en Santiago. Debió trasladarse a Valparaíso, donde logró
un puesto de trabajo en una imprenta. Durante su estada en el puerto realizó
una intensa actividad en su gremio.
EN LA IMPRENTA ANTARES
En 1938, el compañero Américo regresó a la Capital , llamado por el
Partido para que hiciera cargo del taller de obras de la Imprenta Antares ,
Volodia Teitelboim recordaba que
ese tiempo era “muy jovencito, delgado,
montando imprentas clandestinas en medio de la noche. Ayudó a la instalación la Empresa Antares ,
que editó “Frente Popular” –un gran progreso para ese tiempo-, tabloide
vespertino que jugó un papel decisivo en el triunfo de 1938. Funcionaba en una
casona semiderruida de la cuarta cuadra de San Francisco.
“Tiempo de crisis, de real miseria y de revolucionaria alegría, vales en
el restaurant ‘La Hípica ’
donde mataban a medias sus hambres nuestros periodistas; meses de salarios
inexistentes; días y noches junto a la abigarrada clientela formada por las
prostitutas de enfrente, cartilleros, suplementeros trabajadores de amanecida”.
(“El Siglo”, 22 de febrero de 1970).
UNA IMPRENTA PARA “EL SIGLO”
Era necesario contar con una nueva imprenta, tener una prensa popular.
Ello se logró - según relata Volodia
Teitelboim- “con plata del pobre, quien
se sacó un pan de la boca para adquirir por fin lo que él nunca había tenido,
una rotativa poderosa y rápida como una locomotora. Salvador Barra Woll, Víctor
Cruz aportaron su experiencia en la materia, recogida a la vera de Recabarren.
Pero el joven Zorrilla trajo un aliento modernizador, un ritmo dinámico y
organizado indispensable para que una mañana los canillitas salieron gritando
por las calles el nombre del nuevo diario”.
Fue el 31 de agosto de 1940.
Añade Volodia que la historia de El Siglo “un día dirá el papel del
pueblo, del Partido, de los organizadores, de los gráficos, que participaron en
ella. Necesariamente tendrá que dedicar una buena página a la labor desplegada
por Zorrilla en la articulación de este engranaje complicado que permitió sacar
un diario que significó una revolución y una revelación periodística para la
época en que apareció” (Ibidem).
En 1940 fue nombrado administrador de “El Siglo”. En 1941 pasó a ser su
gerente, cargo que ocupó hasta 1947.
TESTIGO DE UNA MASACRE
Américo Zorrilla estuvo en la Plaza Bulnes el 28 de enero de 1946, cuando durante
gobierno del vicepresidente Alfredo Duhalde carabineros perpetraron una
masacre donde fueron asesinados seis obreros, entre ellos, Ramona Parra,
muchacha comunista.
El periodista y escritor José Miguel Varas lo entrevistó:
- ¿Y usted conocía a Ramona Parra?
- Sí. Se le veía mucho en el local del Partido o en la oficina del
diario, a menudo con una hermana. Una morena, la otra blanca. Llamaban la
atención.
Ramona era una muchacha delgada, pálida, de rostro muy agradable.
Siempre con una sonrisa a flor de labios. Hay una fotografía que se ha
conservado para la historia, en la que ella va detenida entre dos carabineros,
a raíz de una de las manifestaciones tan frecuentes en aquellos días. Ella va
sonriendo, con su gesto habitual.
- ¿Cómo y por qué se produjo la masacre?
- En mi opinión, la masacre de la Plaza Bulnes fue una
acción premeditada. No fue un hecho accidental... En un momento determinado yo
presencié desde muy cerca cuando un oficial dio una orden, los carabineros
pusieron una rodilla en tierra –toda una hilera de carabineros- y apuntando
hacia la masa de gente, empezaron a disparar. Fueron varias descargas, por
orden del oficial. Quedaron muchas personas heridas, fueron seis los
muertos...Recuerdo haber caminado entre los cuerpos que estaban tendidos en el
pavimento. Podría indicar, en la Plaza Bulnes , el sitio exacto en que estaba
Ramona Parra, muerta. Estaba en la vereda, pálida. Era la palidez de la muerte.
En su sien había un círculo, una perforación nítida, sin que saliera sangre de
ella. Al lado, de pie estaba su hermana y uno dos jóvenes más que la miraban.” (Varas,
José Miguel: “La piedra del medio”, en “Don Américo un chileno comunista”, páginas 41 y 42)
EN TIEMPOS DE LA INFAMIA
En 1947 el Presidente González Videla, traicionó el Programa jurado
al pueblo y en octubre de ese año
comenzó a perseguir a los comunistas. En 1948 dejó de aparecer “El Siglo”.
Entonces, Américo Zorrilla pasó a
cumplir diversas tareas clandestinas como colaborador del Comité Central.
Una de ella fue la de dirigir una
proeza increíble: sacar pieza por pieza la imprenta del Partido y trasladarla,
sin que ello fuera descubierto por los agentes de la policía, a diversos
lugares de la capital.
En 1949 fue detenido y torturado por la policía. Salió en libertad. En
1950 nuevamente apresado y relegado esta vez a Chiloé. A su regreso de su relegación en el sur, realizará otra acción de enorme audacia.
Con su característica modestia, Américo Zorrilla relató en 1981: “Tuve
conocimiento concreto de esas empresas del Partido en una reunión que a la que
se me citó y en la cual participamos tres personas: José Venturelli, un
compañero al que llamaré Pérez (se encuentra en Chile) y yo. Aquélla primera
reunión tuvo por objeto plantear la tarea por encargo de la Dirección del Partido.
Este grupo permaneció en funciones hasta que el libro salió a la circulación. A
mí me tocó –agrega- ocuparme de organizar la elaboración técnica, todo lo que
se llama impresión del libro. El compañero Pérez representaba, podríamos decir,
el papel de editor y tuvo, entre otras, la tarea muy importante de organizar la
venta clandestina del libro. José Venturelli, además de ilustrarlo con sus
dibujos, dio la orientación artística en cuanto a diagramación y formato.”
Luego explica que, para llevar adelante la impresión del libro, tarea de
su responsabilidad directa, “se organizó
otro que funcionaba absolutamente independiente del grupo inicial, en otro
plano”.
TAMBIÉN PARTICIPÓ DON LUCHO
La tarea que encabezaba el compañero Zorrilla era totalmente nueva para
el Partido. Antes se habían publicado periódicos, folletos, volantes, pero un
libro era otra cosa y, ahora se agregaba el hecho de hacerlo toda bajo las
medidas de la más estricta clandestinidad.
Se trataba ahora de cinco mil ejemplares de un impreso de 468 páginas y
de formato grande. Se debían utilizar alrededor de cuatro toneladas de papel.
Luis Corvalán entrega importantes antecedentes de esa acción: “Américo
Zorrilla montó un excelente aparato para mover de una parte a otra el personal
especializado y material necesario. Los pliegos se doblaban en casa de un cura
que tenía una pequeña parcela en Conchalí. Una vez terminado el libro, la
edición se distribuyó en diferentes casas y se organizó la venta. La mayor
parte se guardó en un fundo de la
cordillera de Santiago, que consiguió Víctor Bianchi. Éste trabajaba en la Sección de Bienes
Nacionales del Ministerio de Tierras y había participado eficazmente en la
salida clandestina de Neruda hacia territorio argentino, por el sur de Chile.
Yo conocí a Bianchi, porque en un tiempo colaboró con ‘El Siglo’ con caricaturas. Fui encargado de
hablar con él precisamente para guardar
el Canto General. También me correspondió ser corrector de pruebas del libro.
Junto con Rodolfo Donoso. Parte de este trabajo lo hicimos en un departamento
que Olga Urtubia ocupaba en la calle Victoria Subercaseaux, frente al Santa
Lucía y al lado de una Comisaría de Carabineros. Viajé, además, hasta Puerto
Montt, organizando la venta del libro”. (Corvalán, Luis: “De lo vivido y lo
peleado”, página 55)
Precisamente fue el trabajo previo del libro “que iba a llegar de
México”, la razón del éxito de la venta de la obra de Neruda.
ELUDIENDO LA POLICÍA
Explica Américo Zorrilla: “Los
aparatos represivos estudian atentamente la propaganda clandestina impresa y, a
través de la tipografía utilizada,
pueden localizar a menudo el lugar donde se hizo”.
Para evitar ser detectados, se echó mano para imprimir el Canto General
de una colección de matrices de linotipia que el Partido tenía arrumbada, sin usar
por quine años o más. Se le pudo utilizar sin mayor riesgo.
“La composición mecánica –cuenta Zorrilla- la hizo un solo
linotipista... La compaginación la hizo un solo hombre. La impresión estuvo a
cargo de Manuel Recabarren”. Este obrero
comunista, mencionado por don Américo, fue detenido por agentes de la dictadura
fascista el 30 de abril de 1976 y desde entonces forma parte de la lista de
detenidos-desaparecidos.
En varias oportunidades estuvo muy cerca de ser descubierta la Operación Canto
General.
Una de esas ocasiones se produjo cuando la policía allanó la imprenta en
que se imprimía el libro. Relata Américo
Zorrilla: “Buscaban propaganda clandestina. Mientras los agentes revisaban por todos los rincones, el oficial
a cargo de la pesquisa observaba atentamente, afirmado en los pliegos recién
impresos del ‘Canto General’, hojas de 55 por 77 centímetros que deben haber
formado un bloque de una altura de 1,40
metros más o menos. Los compañeros habían tenido la preocupación de
colocar encima varios pliegos de una revista hípica y el policía no tuvo la
idea de mirar más abajo”. (Varas, José Miguel: “De la piedra del medio”.
Entrevista a Américo Zorrilla en “Don Américo un chileno comunista”. Italia,
1981, páginas 42 a
45).
El Canto General de Pablo Neruda se vendió en forma legal en Chile.
Pero, como hemos visto, su impresión fue clandestina. Tenía por pie de imprenta
“Imprenta Juárez. México DF”.
DIRIGENTE DEL PARTIDO
El 25 de octubre de 1952, una semana antes que el traidor abandone La Moneda , reapareció “El
Siglo” y Américo Zorrilla reasumió el cargo de gerente de la empresa.
El 3 de noviembre de ese año se inició el gobierno del exdictador Carlos
Ibáñez del Campo. Hubo algunos meses con cierto clima de democracia en el país.
Pero pronto Ibáñez comenzó la represión contra el movimiento obrero. Fue así,
como llevó adelante un proceso contra el Partido Comunista. Con motivo de éste,
Américo Zorrilla sufrió una breve detención en 1955. Ese mismo año, la Dirección del Partido lo
designó Encargado Nacional de Finanzas.
RELEGADO EN PISAGUA
En 1956, durante el segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, Américo
Zorrilla fue detenido y relegado a Pisagua por algunos meses, junto con Luis
Corvalán y otros dirigentes comunistas, del Partido Socialista y otros sectores
de oposición.
El escritor y periodista José Miguel Varas,
escribe en ’La misma Piedra del Medio’ que otro de los dirigentes comunistas
enviados a la caleta convertida en campo de concentración, Américo Zorrilla, narró algunas de sus experiencias
allí:
"Eso fue en 1956, un período no muy largo,
de algunos meses. Fue una relegación diferente de las del período de González
Videla, esta vez no sólo había comunistas, sino también socialistas y
militantes de otros partidos de izquierda. Fue una situación que ayudó al
proceso unitario...
"Allí en Pisagua –continúa Américo
Zorrilla- nosotros estábamos bajo el
control del Ejército. Todas las semanas iba una avioneta desde Iquique y
llevaba un médico. A la semana, el médico se iba y venía otro. En eso apareció
un médico italiano, que había peleado en la 'División Azul' de Mussolini contra
la Unión Soviética.
Incluso había estado prisionero de los soviéticos. Hablaba con mucho odio de
los comunistas. Buscaba la conversación con la actitud de un verdadero
provocador. Al principio varios prisioneros tuvieron violentas discusiones con
él, pero al poco tiempo nos dimos cuenta de que era un hombre lleno de
contradicciones. Y surgió, extrañamente, una corriente de comunicación. Se
llegó a hablar con él con mucha confianza...
Américo Zorrilla y Luis Corvalán en Pisagua
en 1956
"Un día este hombre nos dijo: 'Miren,
ustedes están aquí de puros huevones que son'. Le contestamos con aspereza.
Pero él insistió: 'Si ustedes quieren salir, yo los saco a todos'. Entonces le
entró una especie de locura a este hombre y empezó a declarar enfermos graves a
todos los compañeros. Se puso a trabajar como animal, catorce o dieciséis horas
diarias... Empezó a despachar informes a Iquique...
"Parece que se dieron cuenta, o a lo menos
sospecharon que había algo anormal, porque llegó otro médico en actitud muy
dura, que comenzó a llamar a los 'enfermos', entre ellos a mí, para verificar
la cosa...
"Yo alcancé a salir por este mismo
conducto".
UN GRAN ORGANIZADOR REVOLUCIONARIO
Volodia Tetelboim escribió refiriéndose al compañero Américo Zorrilla:
“Con todo, pienso que tal vez él pasó demasiado tiempo entre la tinta,
linotipias, las prensas y las fresadoras. Nos demoramos quizás demasiado en
descubrirlo como un gran organizador de la actividad revolucionaria aplicada en
cualquier campo. Cuando el descubrimiento se hizo, contribuyó como nadie a
desarrollar en el Partido el concepto de finanzas de masas, a estructurar las
entusiastas y bien concebidas campañas económicas anuales. En que cada militante asume el compromiso personal de hacer conciencia en el pueblo de la
necesidad de ayudar al combate, contribuyendo a subvenir los gastos de una gran
batalla que le interesa a él y a toda la izquierda.
“Ha colaborado sin regatear nunca, en ningún momento, su esfuerzo para
dar al mecanismo total del Partido un impulso renovador, más a tono con los
tiempos que corren y con las responsabilidades futuras.” (Teitelboim, Volodia,
en “El Siglo” del 22 de febrero de 1970)
MIEMBRO DEL COMITÉ CENTRAL
En el decimoquinto Congreso Nacional del Partido Comunista, efectuado en
Santiago del 18 al 23 de noviembre de 1958, Américo Zorrilla fue elegido
miembro del Comité Central y fue ratificado en su cargo de Encargado Nacional
de Finanzas. Después del decimosexto Congreso Nacional, que tuvo lugar en
Santiago del 13 al 18 de marzo de 1962,
asumió un puesto en el secretariado y en el decimoséptimo Congreso Nacional celebrado en Santiago del 10 al 17
de octubre de 1965, fue designado miembro de la Comisión Política
del Comité Central.
Volodia Teitelboim se refiere a él, diciendo: “En la Comisión Política
y en el secretariado del Comité Central del Partido Comunista, sus
intervenciones son breves, exactas. Siempre dice lo estrictamente
indispensable. Sin pretensiones, da en el blanco, descubre el ángulo preciso,
pone en movimiento el eslabón que llevará la idea sin demora a la práctica
Es absolutamente sencillo. Pero como emana de él un natural señorío de
pueblo, muchos .compañeros lo llaman ‘Don Américo’.” (Ibidem.)
EN EL GOBIERNO POPULAR
Durante la campaña presidencial que culminó con el triunfo del candidato
de la Unidad Popular , Américo Zorrilla tuvo a su cargo el trabajo
de propaganda del Partido Comunista.
En el acto solemne del 3 de noviembre de 1970, en que asumió Salvador
Allende la Presidencia
de la República ,
Américo Zorrilla juró como uno de los catorce ministros que constituyeron
el primer Gabinete del Gobierno Popular.
En esa oportunidad, Allende designó a cuatro ministros obreros. Tres de
ellos comunistas:
Américo Zorrilla, en la cartera de Hacienda; Pascual Barraza, Obras
Públicas, y José Oyarce, Trabajo y Previsión Social. El cuarto fue el
socialista Carlos Cortés, en Vivienda.
El 17 de junio de 1972, Américo
Zorrilla fue reemplazado en la cartera de Hacienda por Orlando Millas. Entonces volvió a retomar
sus responsabilidades como miembro de la Comisión Política
del Comité Central.
EN LA LUCHA CLANDESTINA
BAJO LA DICTADURA
Inmediatamente ocurrido el golpe fascista del 11 de septiembre de 1973,
el compañero Américo Zorrilla pasó al
trabajo clandestino y se dedicó a restablecer y desarrollar el trabajo de
propaganda en las difíciles condiciones del terrorismo de Estado.
En una entrevista, el periodista y escritor José Miguel Varas, le pide:
- “Hábleme de Víctor Díaz. ¿Tuvo contacto, reuniones con él?
-“Muchas. Yo trabajé como
encargado de propaganda hasta los
primeros meses de 1974.
-Poco después pasé a ser encargado de organización. Yo era miembro de la Comisión Política.
A principios del 74, en condiciones muy riesgosas, tuvimos una primera reunión
de la Comisión
Política. Desde abril me hice cargo del frente de
organización y pasé a formar parte del Secretariado, constituido entonces por
Víctor Díaz, Rafael Cortés, Mario Zamorano, Inés Cornejo y yo. Habitualmente
nos reuníamos tres. Estuve muchas veces con Víctor Díaz en los años 74 y 75.
Aparte de las reuniones a veces nos juntábamos para discutir determinados
problemas. En ese tiempo se hicieron algunas reuniones de Comisión Política y
regularmente las del Secretariado. Después de la última reunión de Secretariado
a la que me tocó asistir, Víctor Díaz me pidió que me quedara con él en la
casa, porque quería conversar conmigo una serie de asuntos del Partido antes
que yo saliera del país, hecho que estaba en conocimiento de muy pocos
compañeros. Llegué a Moscú en los primeros días de febrero de 1976” .
EXILIO Y RETORNO
Por razones de seguridad la
Dirección del Partido decidió la salida clandestina del país
del compañero América Zorrilla. Se estableció en Moscú, donde asumió la responsabilidad de dirigir las
grandes campañas de finanzas llevadas a cabo por los comunistas chilenos
repartidos por más de treinta países destinadas a contribuir a las luchas que en Chile se
libraba contra de la dictadura fascista.
Retornó a la patria en 1986. Participó en el XIX Congreso Nacional del
Partido Comunista, erróneamente llamado “XV Congreso”, efectuado en mayo de
1989. En éste dejó de pertenecer al Comité Central. Pero siguió militando
activamente en la célula Pablo Neruda de San Miguel.
Sin ser miembro de la dirección y habiendo dejado de ser funcionario del
Partido iba todos los días, con esa responsabilidad y sencillez que le fue proverbial, a la sede del Comité
Central para ayudar en lo que fuera necesario en las tareas partidarias.
Una de sus preocupaciones era cuidar de la tumba de Luis Emilio
Recabarren en el Cementerio General.
UN CAMARADA EJEMPLAR
Durante el exilio, varias veces estuve con Don Américo. Siempre
fraternal, de un especial sentido del humor, alegre, optimista.
Ya de regreso en Chile, tuve un contacto más estrecho con él. Cuando le
conté en 1991 que estaba trabajando en un libro sobre Recabarren, me aportó
materiales, testimonios y me llevó a conversar con compañeros que habían
conocido al fundador del Partido. Entre ellos al exdiputado José Vega
Díaz. Su ayuda fue fundamental para que
en junio de 1992 apareciera “Don Reca”.
UN MERECIDO HOMENAJE
Don Américo, militante comunista
por 61 años, murió el 20 de agosto de
1992.
El 22 de agosto de 1992 concurrí al edificio Gabriela Mistral. Allí tuvo
lugar la clausura pública del XXVII
Pleno del Comité Central del Partido Comunista, realizado bajo la consigna:
“Tierra, Vida, Humanidad. 500 años de dependencia”. Informó Volodia Teitelboim,
que inició sus palabras diciendo:
“Hace poco más de 26 años un hombre grande, de físico pequeño, como
Ministro de Hacienda del Gobierno presidido por Salvador Allende, proponía el
financiamiento para la construcción del edificio donde hoy estamos reunidos.
Hace poco más de 20 días ese mismo hombre grande, de físico pequeño, en nombre
del Partido Comunista de Chile inició
las gestiones para que el XXVII Pleno se celebrara en este edificio que él,
anónimamente, había contribuido a erigir.
Por los tristes simbolismos de la vida y de la muerte, una vez que termine esta reunión partiremos a
sus funerales. Permanecerá en nuestras
memorias el ejemplo de este obrero de imprenta, de este constructor del futuro
que dedicó su existencia entera a la causa del pueblo, del Partido, del
socialismo. Nuestro es el dolor de sus familiares. Adiós, querido camarada
Américo Zorrilla”. (Citado en Ljubetic Vargas, Iván: “De la Historia del PC de Chile:
La crisis que comenzó en los años ochenta”. Santiago, 2002, páginas 133 y 134)
UN IMPRESCINDIBLE
Finalizada la sesión nos dirigimos al Cementerio General. Allí, cientos
de comunistas, familiares y amigos, lo despedimos en una emotiva ceremonia. Hablaron
para rendirle homenaje Luis Corvalán, Clodomiro Almeyda, Jaime Durán, Luis
Salinas, Rodrigo Rojas y su sobrino René Zorrilla.
Con La
Internacional , cantada con honda emoción, dijimos hasta
siempre al comunista ejemplar, al imprescindible, a Don Américo, que luchó toda
su vida por un mañana mejor.
Dirigentes comunistas, entre ellos: Américo Zorrilla (arriba cuarto
desde la izquierda). Abajo, desde el segundo lugar Juan Chacón Corona, Juan
Vargas Puebla, Ricardo Fonseca. Volodia Teitelboim (arriba, sexto desde la
derecha)