Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e
Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
Recuerdo que, estando
ejerciendo como profesor en el Liceo de Nueva Imperial, un día de abril de 1960
Gladys, una de las tres hermanas Jiménez que tenía por alumnas, me dijo:
-Don Iván, mi papá desea invitarlo a comer pasado mañana
jueves, ¿puede usted?
Me sorprendió mucho la invitación, pues el padre de mis alumnas era un sargento de
carabineros, que vivía frente a donde estaba mi pensión. Acepté.
La comida estuvo muy buena, pero mejor estuvo la sobremesa. La dueña de
casa fue a buscar una guitarra y con una
hermosa voz cantó una composición que no conocía:
“Cuando
llegan las noches de invierno
los
palacios de luces se llenan
y los
pobres se mueren de pena
en sus
casas sin lumbre ni pan .
Y la cruel
burguesía se ensaña
Contra
todos los trabajadores,
pero
llegan ya tiempos mejores
y su
crimen tendrán que pagar.
Es muy
triste vivir
es
terrible habitar
en la
tierra de crueles burgueses
donde sólo se sabe explotar.
Si la
plebe reclama derechos
los
burgueses se niegan a dar
y los
llevan con grillos a la cárcel
los echan al fondo del mar.
Yo quisiera mirar toda roja
una sola bandera en la tierra
y q’el hombre no fuera a la guerra
y q’el hombre no muera en prisión.
Es muy lindo vivir
es muy lindo habitar
en un lindo país socialista
donde saben los hombres amar”.
Quedé emocionado. Me pareció increíble escuchar esa
canción en casa del sargento. La señora me dijo:
-Don Iván, le dedico a usted esta canción. Me la enseñó mi
padre, que era obrero del salitre y, que
,según él, la cantaba un dirigente llamado
Recabarren.
Pasó el tiempo. No olvidé esa emocionante comida en casa
del sargento, pero no recordaba bien el texto de la canción. Estando en el
exilio hacia 1980 llegó a mis manos un libro titulado “Violeta Parra: Violeta
del Pueblo”, editado por Visor en Madrid, en 1976. Allí encontré
esa canción, “un vals popular con letra de Francisco Pegoa”, una de las
canciones que cantaba Luis Emilio Recabarren en sus viajes por los pueblos
mineros del norte de Chile. (Páginas 14 y 15)
SIGUÍÓ LA TRADICIÓN
DE RECABARREN
Violeta Parra, flor roja del
pueblo, recogió en forma consciente la tradición de los revolucionarios de
comienzos del siglo XX que, con Luis Emilio Recabarren a la cabeza, utilizaron
la canción como un arma contra los explotadores y como un medio de educar
políticamente a los trabajadores.
Los viejos mineros del norte contaban que, cuando
Recabarren llegaba con su palabra convincente, con sus libros y folletos, con
su mensaje de lucha por cambiar el mundo de fase, él mismo interpretaba canciones.
Violeta Parra, con su voz de artista excepcional, también
hizo de la canción un medio para llegar a los explotados, a los
oprimidos y entregar, en forma sencilla,
un mensaje político.
Violeta Parra, en
base a su inteligencia y gracias a tener sus raíces fundidas en el alma del
pueblo y mediante su capacidad de crear, pudo dar
un salto cualitativo y
convertirse en una artista universal.
ABRIÓ EL SURCO DEL
“CANTO LIBRE”
Su arte excepcional influyó decisivamente en el “Canto
Libre” de América. Ella abrió el surco. “Sin Violeta no existirían Daniel Viglietti, Los
Qulapayún, Mercedes Sosa, y tantos otros cantores-políticos de la sufriente
América del Sur. Sin Violeta Parra la Unidad Popular de Salvador Allende no hubiera
tenido ese importante sostén folklórico que le prestaron Víctor Jara,
Inti-Illimani, los Quilapayún y sus propios hijos Ángel e Isabel Parra”. (Obra
citada, páginas 20 y 21)
Violeta es heredera
del padre movimiento obrero chileno.
LOS INICIOS DE
VIOLETA
Violeta del Carmen Parra Sandoval, nació en San Carlos de
Itihue, en la calle Montaña, frente a la Plaza de Armas, el 4 de octubre de 1917. Pronto
la familia se trasladó a Chillán. El padre era profesor primario. La madre, de
origen campesino, ayudaba haciendo
costuras. En 1920 llegaron a Santiago, pero al poco tiempo volvieron al sur.
Esta vez a Lautaro. Fue en ese viaje cuando la niña Violeta se enfermó de
viruela, que le marcó la cara.
Estando en el sur, viajaba la familia al campo a una
localidad llamada Malloa. Visitaban unos parientes de apellido Aguilera, que tenían buena situación
económica. Fue allí, con esa familia, donde Violeta
-que tendría unos cinco años-
aprendió sus primeras canciones folclóricas auténticas.
Con el fin de
contribuir en algo para la casa, las hermanas Hilda y Violeta conseguían una guitarra y salían a cantar.
Violeta tenía 14 años cuando viajó a Santiago. Poco
después se trasladó también toda la familia. En la capital, las hermanas Hilda
y Violeta volvieron a salir a cantar en donde pudieran. Los Parra lo pasaron
muy mal.
En 1937 Violeta conoció a Luis Cereceda, obrero
ferroviario, su primer marido y padre de
Isabel y Ángel Parra.
UNA ARTISTA CON
CONCIENCIA DE CLASE
Violeta fue adquiriendo conciencia de clase, madurando
políticamente. El hambre y los sufrimientos vividos la forjaron como una mujer con conciencia política. Se rebeló
contra las injusticias, pero no se quedó en eso, participó en la lucha por
terminar con ellas.
Durante el Gobierno de Pedro Aguirre Cerda actuó junto al Partido Comunista.
En 1948 Violeta se separó de Luis Cereceda. Fue un golpe
muy duro para ella. Sólo se repuso gracias al apoyo de sus
familiares.
En 1953 terminó el dúo de las
hermanas Parra. Ese mismo año comenzó
Violeta su difícil y valiosa labor de recopilación de antiguas creaciones.
SE COMIENZA A RECONOCER SU VALOR
Violeta, incansable, recorrió el país, trabajando con
Isabel y Ángel en circos y teatros, y recopilando la música campesina chilena.
Fue también en el año 1953, cuando empezó a reconocerse el verdadero valor de
Violeta. Gran importancia tuvo para ello un recital dado en casa de Pablo
Neruda. Después de él, Radio Chilena le contrató una serie de programas que la
lanzaron a la primera línea del arte folclore del país.
En 1954 obtuvo el
Premio Caupolicán, otorgado a la folclorista del año.
Viajó a Europa, donde participó como invitada, en el V Festival de la Juventud y los
Estudiantes por la Paz
y la Amistad ,
efectuado en Varsovia, capital de Polonia, en
julio-agosto de 1955.
Después visitó la Unión Soviética.
Durante dos años residió en París, donde grabó sus primeros discos.
CANCIONES CON
CONTENIDO POLÍTICO
Regresó a Chile en 1956.
En 1958 todo el país y creó hermosas canciones con
contenido social. Una de ellas fue el trote “Arriba quemando el sol”, donde
denuncia la explotación de los mineros
del norte chileno.
En 1960 cuando compuso bellas canciones con contenido
político. Una de ella es “Yo canto la diferencia”. En ella, Violeta expuso su
posición de artista comprometida con el
pueblo y la justicia.
Otra canción creada en 1960 fue “Porque los pobres no
tienen”.
En 1961 compuso la sirilla “Según el favor del viento”,
donde pinta la dura vida en Chiloé.
NUEVO VIAJE A EUROPA
En 1961 Violeta viajó a Argentina y de ahí a Europa.
Visitó la Unión
Soviética , Alemania Federal, Italia y Francia.
En el extranjero creó su canción “La Carta ”, “Me gustan los
estudiantes”; “Un río de sangre”, un homenaje a Federico García Lorca, Patricio
Lumumba, Emiliano Zapata.
También el pueblo mapuche está presente en la obra de
Violeta. Le dedicó la canción “Arauco tiene una pena”.
En 1963 compuso “Ayúdame Valentina”, “¿Qué dirá el Santo Padre?”, en homenaje a
Julián Grimau, comunista español asesinado por la dictadura de Franco.
En 1964, expuso en El Louvre
sus pinturas, óleos, arpilleras y esculturas de alambre. Fue la primera vez que una artista
sudamericana realiza en ese museo una exposición personal.
UN 5 DE FEBRERO DE 1967
Volvió a Chile en junio de
1965. En la comuna de
La Reina , en
Santiago, instaló una gran carpa, donde tenía la idea de hacer un centro
dedicado al folclore.
En 1966 viajó a Bolivia, donde cantó junto a Gilbert
Favre. Regresó acompañado de él. Recorrieron el país, actuando en teatros.
Compuso sus últimas canciones: “Al centro de la
injusticia”, “Muzúrquica modérnica”, “Cantores que reflexionan”, “Volver a los 17” , “Run-Run se fue pa’l Norte” y “Gracias a la Vida ”.
El 5 de febrero de 1967 puso fin a su existencia con un balazo, en la Carpa de La Reina.
Cesó de latir su corazón. Pero su canto, su arte, permanecerá.
¡Gracias a Violeta por habernos dado tanto!