domingo, 23 de febrero de 2020

El Partido Comunista Frente a un Año de Trascendencia Histórica para la Sociedad y el País










por Lautaro Carmona S. (*)



Quedan menos de dos semanas para el inicio de marzo.


Los partidos políticos, las tendencias y los movimientos empiezan a ubicarse desde su mirada frente al hecho desde el que queremos arrancar: sigue cursando la mayor crisis política que haya vivido la sociedad chilena en casi cincuenta años, que repone el debate acerca de cuál sistema o modelo político, económico y social organiza la sociedad chilena.

Es una contradicción muy directa, que tiene expresiones incluso en el nivel de detalles, entre el modelo imperante, el sistema neoliberal, que es el sistema de la desigualdad, de la injusticia social, de la discriminación, de la marginación, y la elitización de resultados y beneficios, de las minorías privilegiadas, frente a las grandes mayorías, del capital respecto del trabajo, y que se instaló en Chile hace poco menos de cincuenta años, como respuesta a un proceso democratizador muy profundo que llevó adelante el pueblo de Chile.

Me refiero al proceso que encabezó Salvador Allende, con la Unidad Popular.

La forma de cruzarse con ese proyecto fue recurrir a la barbarie más profunda, a través de un golpe de Estado que no tuvo comparación en otra parte del mundo, por su modo fulminante y manifestaciones de violencia innecesaria, que no se condecían con el proceso político chileno.

Ahí se funda este modelo, que es la refundación capitalista neoliberal, con beneficios sin ningun pudor y proporción, en una minoría.

Ha pasado casi medio siglo, incluyendo la dictadura y la larguísima transición, y de un tiempo a esta parte empezaron a manifestarse señales del mundo social, que cuestionaban las políticas más estructurales del modelo.

Me refiero a la defensa de comunidades de zonas de sacrificio, como Punta Arenas, Aysén y Freirina, entre otras; las sucesivas convocatorias de la Central Unitaria de Trabajadores, a paros y huelgas activas; la irrupción multitudinaria del movimiento feminista; las históricas luchas estudiantiles por la educación pública; las batallas de los trabajadores de la salud; sin olvidar por cierto las heroicas luchas del pueblo mapuche.

En suma, una cantidad de antecedentes fueron indicando descontento, crítica, protesta y propuesta y marcando una mirada del pueblo de Chile.

Quiero decir con esto que el 18 de octubre tiene un impacto, no porque no estuviéramos advertidos, pues ya se venía anunciando, sino de la manera cómo un detonante aparentemente local y secundario, alcanza en menos de dos días, una dimensión nacional, que cubre toda la diversidad social, cultural, etaria y territorial.

Aquí no hay una conspiración de dos o tres, ni de partidos políticos ni movimientos ni personajes, que sean capaces de articular semejante manifestación en todo Chile. Asume gran amplitud y diversidad de formas, desde la música a las marchas, las tomas y creativas expresiones de protesta, que indican una convicción y una decisión, plasmada en la consgna ‘Chile Despertó’; y la consiguiente insistencia de que no volverá a dormirse, y en el cuestionamiento del modelo.

Las heroicas jornadas de luchas que se han librado, son históricas. No conozco una referencia de semejante intensidad, sumado a que la síntesis de mayoría es de una profundidad respecto a la radicalidad del cambio. No es una convulsión que vaya en la perspectiva de mejoras. Lo signa en el cambio de las reglas del juego del estado de derecho, es decir, la Constitución.

Dos oposiciones

Ese es un dato del cual nadie puede desentenderse. Eso es lo que a su vez explica por qué se expresan a lo menos dos oposiciones.

Lo que está pidiendo el movimiento es un cambio estructural, no un ejercicio imaginativo de legisladores o juristas, una nueva Constitución. Todos sabemos que por primera vez se daría una Constitución con este proceso democrático y procedimiento participativo. Lo que está pidiendo es cambiar el modelo.

Ante eso, cada uno reacciona.

Los que estamos comprometidos desde siempre con el cambio de modelo, como una necesidad democrática para nuestra sociedad, sintonizamos de inmediato con este proceso, lo que no significa que sintamos propiedad sobre él. Distinto es que sentimos identidad con ese movimiento, que tiene el origen que todos sabemos.

Pero a otros les parece que esto convulsiona, desordena, crea tiempos anormales y pone en jaque a las instituciones. En eso coinciden miradas de oposición de centro con miradas oficialistas de derecha.

Operación 15 de noviembre

Entonces operan en función de eso, y sobre esa base cursan distintas acciones políticas, que convergen el 15 de noviembre, donde, en un palacio institucional, como el ex-Congreso, después de la medianoche, con la ausencia y exclusión del movimiento social organizado, con un impacto que en términos fácticos impone a todas las fuerzas políticas la alternativa de integrarse irreflexivamente, sin poder aportar ni comentar, a una representación de máxima expresión de política de los acuerdos, que transforma un espacio que existe en política, pero no es institucional, en un hecho que va a marcar institucionalmente.

El acuerdo que las fuerzas de la Concertación y algunas otras, llegan con la derecha, los obliga a trasladar ese mismo debate al Congreso. O sea, el Congreso dejó de serlo, pues venía con acuerdos preestablecidos fuera de él, y por esa vía escamotear la profundidad de la demanda del movimiento popular.

Digo esto porque de lo contrario no se explican las diferencias entre las oposiciones; por qué un grupo de partidos que siempre participó de los acuerdos, que fue parte de la administración de esta larga transición, concedió de gratis un quorum de dos tercios para aprobar los cambios; es decir, intervino, le rayó la cancha y afectó la libertad y soberanía que debe tener siempre una Asamblea Constituyente, usando el recurso que Volodia llamaba el candado institucional, que permite mantener tal cual las cosas.

Es decir, si no hay dos tercios más uno, los cambios están sometidos al veto de los que se oponen a ellos. Quienes usan el pretexto de que en otros procesos ha existido el quorum de dos tercios, faltan a la verdad si no agregan que eso ha sido por decisión de los propios constituyentes, y no porque alguien se los endosó.

Restringen a la misma superestructura que hoy está siendo, a juicio de este movimiento, parte del problema, al espacio de la solución, y excluyen, por tanto, al movimiento social.
Y así llegamos a un momento en que cada fuerza tiene que ponerse en tensión para ver qué capacidad tiene de influir en el movimiento real, con vistas al punto de definición de lo que será el 26 de abril.

Quiero llamar la atención sobre lo siguiente.

El voto con marca AC

El sector en el cual nos encontramos, es decir, el Partido Comunista en coordinación con otras fuerzas y movimientos, tales como Unidad para el Cambio y Apruebo Chile Digno, hemos planteado que, dado que se concedió gratuitamente, sin debate, sin usar la presión de un movimiento con tanta intensidad, renunciar a una Asamblea Constituyente, se marque a favor de la convención que elige el cien por ciento de los delegados, y también se marque AC, Asamblea Constituyente, para generar un mandato.

Serán votos observados, y así tiene que quedar establecido en actas, pero deben ser votos contabilizados. Por eso, se sabrá si hay o no un millón o más de votos observados con AC. Solo eso ya es una corriente de opinión que va a jugar su papel con vista a la elección de los constituyentes y sus competencias, una vez electos en octubre, de suerte que no es un ejercicio ocioso.

Si la Concertación aduce que para llegar a esta convocatoria hubo que conceder el concepto de Asamblea Constituyente; es decir, le carga la responsabilidad a la derecha; no se entendería por qué le priva a la ciudadanía, a la soberanía del pueblo, que haga su propia pega.

No se entiende por qué cuestiona al pueblo que quiere marcar Asamblea Constituyente.

Cuando la Concertación y sus voceros más conspicuos salen a descalificar al Partido Comunista, frente a algo que lo supera -seríamos muy frescos de hacernos cargo, porque nos agranda- en esto de marcar el voto, como si perpetrase una irresponsabilidad, creo que no solo hay oportunismo sino también esquizofrenia política de quienes no quieren hacerse cargo de que el pueblo no se orienta solo por la mirada de los espacios preestablecidos, de las buenas costumbres, del trato de señor y señora, y tiene derecho a exponer, si además legalmente es posible, una expresión cuestionadora y crítica.

No sé que les sorprende, cuando todas las encuestas llegan a niveles históricos en cifras de menos de dos dígitos en relación a la aprobación al Congreso, a los partidos políticos y especialmente, al gobierno y al Presidente de la República.

Entonces por qué les parece tan raro que expresen ese cuestionamente de manera inteligente, marcando AC.

Leo en esa insistencia, de ese sector de la oposición, casi un incentivo a no participar.

Otra concesión fue impedir que el plebiscito de entrada tuviera voto obligatorio. Dado que no lo hay, estigmatiza a un sector evidentemente opositor.

Al revés, ese voto opositor que marca AC, no cuestiona al que no lo haga; tiene la amplitud política de comprenderlo. Pero impugnar a quién tiene el valor, la decisión y la inteligencia de marcar una diferencia, parece una provocación antidemocrática, toda vez que obstaculiza la participación; es decir, solo la hay en sus términos, lo que al final sólo berneficia a la derecha.

Eso estoy dispuesto a someterlo a debate público. Si a algún/a señor/a le parece que la única conducta democrática es la que se atiene a los códigos del Manual de Carreño y nos asigna la conducta de las barras de los últimos partidos de fútbol; creo que sería una locura. Si uno se guiara por eso, la verdad es que algunos van a marcar el voto con una señal mucho más inequívoca, de uha manera más ruda, por así decirlo.

Así ha sucedido en los recitales, festivales y espectáculos deportivos. En las posibilidades que abren los espacios públicos, lo han hecho con insistencia.

Por qué buscamos marcar una diferencia.Primero, porque la diferencia está entre quienes fraguaron y llevaron adelante, desde la oposición, esa operación de la noche del 15 de noviembre, en el ex-Congreso, y quienes sentimos que la consecuencia principal de nuestra acción política debe estar de parte del movimiento social organizado. y que se expresaba en la Mesa de Unidad Social. Ahí hay una diferencia que no podemos soslayar.

Segundo, no somos nosotros los exclusivos creadores de esta gran corriente marca AC. En ese momento, nadie tocaba a rebato que eso significaban las penas del infierno. Sin embargo, desde esa identidad, con esa expresión muy clara, que cada uno tiene por opción propia dentro de la oposición, hay un espacio de convergencia, que puede permitir una acción común, en la diferencia entre los distintos.

Espacios de convergencia

Ese espacio es una gran promoción masiva, junto al movimiento social, de la defensa del voto, el 26 de abril. Vamos a enfrentar la defensa del voto el 26 de abril, en una acción común, siermpre que explícitamente cada uno diga, defenderemos los votos con y sin marca. Si alguno de propone defender solo los votos sin marca, nos obligan al esfuerzo de tener presencia en todas las mesas, para defender los votos con marca en todas partes.

Esa es una condición, y la Concertación deberá responder si está dispuesta a eso. Si ellos indican que no van a defender los votos con marca, nos crean una situación nueva, que tenemos que asumir.

Así, si ese es el tema, se puede hacer una acción común para convocar a votar, y a votar apruebo. Esos son espacios de convergencia entre distintos, que consideramos hay que contribuir, pero no por la vía de descalificar, sino que de respetar, y de asumir por qué uno tiene una identidad de un tipo, y otro, de otra.

Hay algunos que imaginan que la buerna voluntad puede superar eso. Si no asumimos, y no nos paramos desde la diferencia, asumiendo responsablemente esa realidad, ¿estamos claros de que una nueva Constitución, entre todos quienes marquen apruebo, será una constitución antineoliberal? ¿todos queremos cambios que lleven a un cambio de sistema? ¿todos están dispuestos a que el Estado juegue un papel activo en la economía y deje de ser Estado subsidiario? ¿todos están de acuerdo que el Estado de Chile se declare plurinacional? ¿todos están de acuerdo que el Estado de Chile tenga un Poder Legislativo unicameral?

Son preguntas que ahora nadie ha respondido, como no sea el comando Chile Digno, que en su manifiesto de instalación, ha sido claro al respecto.

Podemos encontrarnos en que queremos una nueva Constitución, sin embargo, si no advertimos la influencia que cada uno tiene, va a vanir la disputa acerca de qué cambios, y qué profundidad de cambios. La vida está hecha de muchas simulaciones, donde hay cambios entre comillas, que nada cambian.

Desaprovechar un momento como el que la ciudadanía, en forma soberana, se de una Carta Magna por la vía de una regresión a la democracia de los acuerdos, en un palacio del Estado, para impedir que hayan cambios profundos, es un tema sobre el que estamos advertidos, prevenidos y tenemos que actuar en consecuencia.

En este cuadro político, si uno se pregunta cuál es la orden del día, qué hacer, con quién compartir, a nuestro juicio, con respeto, porque no negamos la diferencia, incluyendo esta diferencia nio menor, tenemos que ir a los cabildos autoconvocados, debemos saber qué dicen, cuál es su prioridad, de los diez cambios más importantes que van a definir las reglas del juego en el Estado de Chile, y que van a permitir terminar con el modelo neoliberal, e instalar un nuevo modelo de desarrollo, sostenidos sobre la idea democrática, de justicia social y de plena participación.

Eso es lo que está en el debate. Está cursando una crisis que contiene lecturas dispersas y distorsiones, porque es mucho lo que está en juego.

Desde esa perspectiva hemos creído importante hacer una contribución, con humildad, pero con convicción, en un intercambio de ideas, el 1 de marzo, en la Universidad de Santiago, donde se representen las miradas de los partidos que constituimos el Comando por un Chile Digno, que son los tres partidos de Unidad Para el Cambio, y tres fuerzas políticas que eran del Frente Amplio.

Ante la lectura, cuyo rigor matemático desconozco, que hacen algunos medios y algunos políticos, en el sentido que debiéramos reflexionar sobre lo que hizo la mayoría, en ese acuerdo de medianoche, debo decir que, contrario a sus pretenciones, la mayoría de la oposición no estuvo ahí.

Ahí estuvieron los cuatro partidos de la Concertación, más Revolución Democrática y Comunes, pero ahí no estuvieron los partidos Humanista, Ecologista, Pirata, Igualdad, tendencias mayoritarias de Convergencia Social. La mayor cantidad de corrientes y partidos de la oposición, no participó en esa operación.

Casi todos ellos estuvieron en la instalación del Comando Chile Digno, que pone acento en las demandas del mundo social, que pone acento en la integración de ese mundo social, desde el punto de vista como se va constituir este espacio constituyente, que exige igualdad de género, un espacio preestablecido, proporcional al tamaño de nuestros pueblos originarios, que según estadísticas oficiales, supera el diez por ciento, y por tanto, al menos el diez por ciento de los escaños en la constituyente debe estar garantizado para los pueblos originarios; que exige un espacio para la presencia del mundo social.

Sobre esa base, vamos a salir a conversar con la gente. No va a ser lo mismo qué constituyente se elija, porque no van a aportar todos la misma idea de transformación mas menos profunda. No vamos a permitir que esto se remita a un tema de entre comillas, especialistas legislativos, sino es un tema político, donde los que quieren cambios profundos tienen primera autoridad, y debieran tener plena capacidad.

Esa es nuestra mirada.

Combate desigual

Vamos a bregar contra un rayado de cancha casi fáctico que pone el Estado neoliberal, y que por ejemplo, para verguenza de cualquier debate sano, inteligente, de distintos sectores, cualquiera sean, vamos a cargar contra que la comunicación entre comillas, más importante, con la población con vista al debate de ideas que culmina el 26 de abril, va a estar alterado antidemocráticamente por el poder del dinero. El dinero nuevamente podrá tergiversar, porque no hay una responsabilidad y un rol del Estado que garantice mínimos para tener una base de igualdad de condiciones para informar, y que sea el ciudadano, que en forma soberana, y en conocimiento de causa, diescierna y decida.

Ya estamos conociendo los aparatos del big data, que tienen las grandes empresas, que serán usadas para tendenciar campañas del terror, para tratar de hacer una relación desde el punto de la alteración en las opciones de las cosas que están en juego.

Vamos a tener que bregar contra eso, y por consiguiente esta batalla del 26 de abril no es fácil; es compleja.

Si perseverasmos, si logramos desde esta distinción enriquecer nuestra relación directa con el movimiento no solo social, sino con las personas en concreto, tenemos todas las razones para triunfar.

La razón está de nuestra parte. Pero tenemos que denunciar.

Van a querer asociar que el triunfo de una nueva Constitución, y por tanto una nueva sociedad, es el caos; la destrucción de todo, y algunos de oposición se van a presatr para eso.
Considero irresponsables las declaraciones de Insulza, que busca justificar por qué no cumplió con su obligación, en tanto parte del Senado, por el cual recibe un salario no menor, permitiendo con esa ausencia salvar de la destitución al Intendente de Santiago, acusado por atropello a los derechos humanos.

No era cualquier acusación, no era un parte de automóvil, o un problema de usar corbata, no. Era un tema de fondo.

Esas cosas van a estar en los debates, estos días, en esta construcción de opinión.

Seremos activos involucrados en las convocatorias del movimiento social, como un aporte, como una parte, que no va a intentar imponer ni suplantar, lo que sería un despropósito, y una falta de inteligencia mínima, pero que si va a comprometerse para contribuir en estas convocatorias, con vista al 8 de marzo; en las movilizaciones por los derechos humanos, y en todas las tareas de marzo, que son muchas.

Termino con el debate sobre el financiamiento de la franja de televisión. Le vamos a oponer al dinero de los empresarios, la campaña que involucre a miles de personas, de trabajadores/as, que van a estar presentes en una gran jornada de financiamiento de una franja humilde, pero de calidad.

El desequilibrio va a estar por el aporte voluntario de destacadísimos intelectuales de las comunicaciones, por el aporte que hagan las miles de actividades de recolección de fondos, y que va a dejar establecido una lectura correcta de lo que algunos en el Servicio Electoral pretenden relativizar en nuestra forma de financiamiento, declarando ilegales algunas formas típicas nuestras, sin mediar que la legalidad de nuestro funcionamiento está en nuestros estatutos, que han sido visados por ese mismo servicio. Elllos no puede segmentar que parte del estatuto vale o no, porque ya le pusieron fianza que ese es el estatuto que rige la forma de funcionar del Partido Comunista.

También vamos a dar batalla por ese lado.

Estamos en un año de trascendencia histórica para la sociedad y el país.

Concentrarse para, en nuestra evaluación, haciendo la autoexigencia mayor, poder concluir, demostrándolo, sentimos satisfacción del deber cumplido.

Sabemos que ese deber cumplido va a bregar con otras tendencias, y lo que va a resolver va a ser la profundidad de la argumentación y la comprensión de la inmensa mayoría del país. En eso estamos trabajando, y hay jornadas muy de fondo. Marzo trae el hiomenaje a nuestros compañeros degollados, a los hermanos Vergara Toledo. Marzo tiene una jornada de fortalecimiento sindical, con la elección en el Colegio de Profesores, las manifestaciones del movimiento feminista, en nuestro caso vinculadas con Gladys, y otras luchas del pueblo de Chile.

(*) Secretario General del Partido Comunista. Intervención en rueda de prensa con medios invitados; febrero 18, 2020.