(Es como ser ateo
dentro del Vaticano)
Hugo
Farías Moya
23 de
enero, 2020
Muchos amigos y ex compañeros de Universidad me dicen: “No
seas tan majadero, si igual Chile ha progresado”. Son aquellos
que íbamos a las marchas y protestas contra la dictadura de Pinochet. Son aquellos que creían que
convertirnos en profesionales no era el fin para conseguir nuestros propósitos,
sino al contrario, era para encauzar la lucha por un futuro socialista. Son
aquellos que nos mirábamos como hermanos y no como subordinados al poder. Son
aquellos que compartíamos la olla común y los encuentros artísticos y
culturales con los obreros y pescadores, mientras estudiábamos nuestra carrera.
Son aquellos que nos unían grandes sueños de justicia, principalmente porque
casi todos veníamos de familias obreras y campesinas.
Pero, algo pasó en la cabeza
de aquellos que luchábamos por un mundo mejor, en esos oscuros años de
dictadura. No a todos, eso sí, aclaro. Son aquellos que tenían el lema:
“Apurémonos en cambiar al mundo, porque después el mundo nos cambia a
nosotros”. Sin duda
que se cumplió esa profecía: a varios los cambió. Tal como me lo afirma mi
hija, Camila, de profesión socióloga: “Mira papá, al final ganó Pinochet”. Es
cierto que es una frase verdadera, pero no por eso deja de ser dolorosa. Por
sobre todo para aquellos que perdieron la vida y los que fueron detenidos y
torturados durante la
Tiranía. Muchos de esos, hoy ocupan cargos de importancia en
el aparato público y en la política como diputados y senadores; pero,
indudablemente, como cualquier camaleón se pasaron a las filas del enemigo. Es
muy triste comprobar esto último, más aún cuando los que conservamos intactos
los ideales de juventud hemos sido tildados de afiebrados, tozudos, tercos y
que no nos hemos renovado. Ahora, los que se renovaron, como decía otro gran amigo, no se
renovaron, se acomodaron.
Como lo porfiado no me lo quita nadie y como parece que
aún no he envejecido como otros, he seguido defendiendo mis ideales, llenos de
humanismo y solidaridad, a pesar de que nuestro país se convirtió en el paraíso
neoliberal. Nuestro país mutó, de ser una nación de alegría, fraternidad y
solidaridad a ser la capital mundial del individualismo y del egoísmo. Todos –y
me refiero, también, a los que se denominaban de izquierda–, se alinearon con
el catecismo del capitalismo. Me refiero, también, a los dirigentes
de los partidos políticos de izquierda y aclaro que fueron sus líderes y no los
militantes de base, que está compuesta generalmente de gente humilde y
sencilla. He conversado, en innumerables ocasiones, con militantes de base y me
repiten lo dolido que están de sus dirigentes, que se han coludido con la Derecha , para convertir a
nuestro país en la escuela mundial del libre mercado. Como será el colmo del
carepalismo que partidos de izquierda lucran con universidades, autopistas
concesionadas, bienes raíces y un sinnúmero de acciones en empresas privadas. Todo
lo anterior bajo el aplastamiento de la disidencia de los militantes de base.
Los dirigentes miran con desdén a aquellos que protestan y les colocan el pie
encima, tildándolos que se quedaron en el pasado.
Ejemplos emblemáticos de esto
último: tenemos a los Tironi, a los Brunner, a los Garretón, los Gazmuri, los
Insulza, los Correa. Estos camaleones que tenían como lema: “Avanzar sin
transar” y que tildaban al presidente Allende como reformista, son el mayor
ejemplo de traición a la
Izquierda. Hoy son grandes y prósperos empresarios, que
se coluden con la Derecha.
Si hasta el ex ministro del Interior del gobierno de Piñera,
Andrés Chadwick, era un connotado ex MAPU. Al final, todos se mimetizaron y
coludieron en el tejido del engaño. Pero, no solamente la tragedia era en
dictadura, sino también en democracia. Esta democracia a medias, con la tutela
de la bota de Pinochet y donde las Fuerzas Armadas jamás han estado supeditadas
al poder civil. Como decía un general de esta transición: “El Gobierno hace que
nos manda y nosotros hacemos como que obedecemos”.
Ejemplo de esta democracia que logró transformar a la Izquierda en una mala
copia de la Derecha ,
donde se repartían el poder entre ellos y los cargos y puestos de la Administración Pública ,
es –sin duda– el caso de Estela Ortiz, amiga personal de la ex presidenta
Michelle Bachelet. Hija de un dirigente y miembro del Comité Central del PC,
Fernando Ortíz, detenido y asesinado en el cuartel secreto de la DINA , en calle Simón Bolívar
y hecho desaparecer mediante los vuelos de la muerte de la FACH y lanzado al mar, se
convirtió en todo lo que su padre quiso combatir: la injusticia, la corrupción
y la desigualdad. Fue nombrada, por Bachelet, como directora de la Comisión Nacional
de la infancia. En el tiempo en que existía el SENAME, donde los niños eran
torturados, asesinados y violados. Por este cargo, recibía el sueldo legal de
ocho millones de pesos mensuales, más tres millones sin declarar, por encabezar
una comisión que sesionaba cuatro veces al año y que no tenía sede. Es decir, era un organismo casi
fantasma. Su hija, Javiera Parada, no lo hizo peor: fue nombrada Encargada
Cultural de la embajada chilena en Estados Unidos, un puesto casi simbólico
que, también, le reportaba cuantiosas ganancias. A ella no le gustaba vivir en
la ciudad de Washington; por lo tanto, se le daba una dieta aparte, para vivir
en la ciudad de Nueva York.
¿Por qué saco a colación este emblemático caso de
aprovechamiento y corrupción?
Primero, debo contar una anécdota de mis años de tierna
juventud. En el año 1985, en plena dictadura y cuando cursaba mis estudios
universitarios, había sido elegido presidente del Centro de Alumnos de
Ingeniería de mi Universidad, por el MDP (los más viejos reconocen esta sigla),
es decir, por los partidos de izquierda que estaban fuera de la naciente
Alianza Democrática que, después, se convirtió en la Concertación. En
esos tristes años, nos enteramos por Radio Cooperativa del secuestro y
posterior muerte, por degollamiento, de tres profesionales comunistas: Santiago
Nattino, José Manuel Parada y Manuel Guerrero. Secuestrados delante de alumnos
y apoderados, desde el Colegio Latinoamericano de Integración, por carabineros
de civil, en la Comuna
de Providencia. Recuerdo, como si fuera hoy, como al día siguiente de saber
esta horrenda noticia convocamos a una asamblea de estudiantes, para manifestar
nuestro repudio y rechazo a este acto criminal. Ese día,
pronuncié uno de los discursos más radicales contra la Dictadura y uno de los
más emotivos, según las palabras de mis compañeros. Debo reconocer que varias lágrimas
derramamos, como demostración a nuestro dolor. Pero, ni las protestas ni la
movilización social en respuesta a este crimen detuvieron la feroz represión,
contra los estudiantes y el pueblo de Chile. Incluso, al año siguiente,
militares quemaron vivos a dos jóvenes, con un despliegue sin precedentes, por
un ejército de ocupación sobre la Capital. Todos nos compadecimos del sufrimiento de las
viudas de los profesionales degollados, incluso las acompañamos en sus
protestas por exigir justicia.
En estos 30, hemos descubierto
nuestra ingenuidad y, lo más doloroso, es la constatación de nuestra decepción
en los otrora líderes políticos.
En resumen: no he cambiado y sigo manteniendo intacto mis
ideales de juventud; por ahora, sigo siendo un ateo dentro del Vaticano.
NOTA: Si alguien quiere publicar este artículo, en algún
medio, no solamente lo autorizo a hacerlo: es más le ruego, le suplico, le
imploro que lo haga.
* Es más que comprensible el muy
doloroso texto del compañero Hugo, que no conozco. Siendo absolutamente
contrario a cualquier forma de censura e incansable luchador por amplia unidad
en base a la verdadera ética de la genuina izquierda –en sus muchas y diversas
formas de organización y acción–, distribuyo su artículo. Sin embargo,
considero necesario aclarar que –en mi opinión– no toda la izquierda
(incluyendo dirigentes), sino parte de ella –infelizmente– ha traicionado; durante
mi juventud, riendo, repetíamos una frase, segurísimos de que ninguna relación
con nosotros tenía: “Revolucionario a los 20, reaccionarios a los 40” ; pero, no pocas(os)
militantes vivieron ese decadente proceso, a la vez que otras(os), ya largamente
superada esa edad, continuamos afiebradas(os), tozudas(os), tercas(os)… J.A.