miércoles, 27 de marzo de 2019

ASESINATO DE MONSEÑOR ROMERO





Hace 39 años:


                           

Iván Ljubetic Vargas, historiador del       
Centro de Extensión e Investigación       
Luis Emilio Recabarren, CEILER 

                                               
Era la tarde del lunes 24 de marzo de 1980. Monseñor Óscar Romero oficiaba misa  en la capilla del hospital Divina Providencia en la colonia Miramonte de San Salvador. Aproximadamente a las 18,30 horas se escuchó  un disparo. Lo hizo     un francotirador desde un  auto  con capota  de color rojo. La  bala   impactó  en  el generoso corazón  de Monseñor Romero. Falleció a los 62 años de edad.

¿QUIÉN ERA MONSEÑOR ROMERO?

Óscar Arnulfo Romero y Galdámez  había nacido en Ciudad Barrios el 15 de  agosto  de 1917.   Era el segundo de 8 hermanos,  hijos del matrimonio formado por el telegrafista y empleado de correos, Santos Romero, y Guadalupe Galdámez.   Desde niño tuvo una salud muy frágil.   En   la   escuela   pública   donde   estudió,   destacó   en   materias humanísticas más que en matemáticas.

En 1930, a la edad de 13 años, ingresó al seminario menor de la ciudad  de San   Miguel.   Siete   años   más   tarde   se   incorporó   al Serminario de San José de la Montaña de San Salvador. Ese mismo año, continuó sus estudios de teología en la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma.  Fue ordenado sacerdote el 4 de abril de 1942 a la edad de 24 años.

En   1943   regresó   a   El   Salvador.   Fue     párroco   de   la   ciudad de Anamorós en La Unión. En   la ciudad de San Miguel sirvió como párroco en la Catedral de Nuestra Señora de la Paz y ejerció  como secretario del Obispo diocesano monseñor Miguel Ángel Machado.

En 1968 fue nombrado secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador.

En 1970   el papa Pablo VI lo designó Obispo Auxiliar de  San Salvador.

En 1974 se le nombró obispo de la diócesis de Santiago de María. Ocupó esa sede durante dos años.

En 1977 el papa Pablo VI lo nombró   Arzobispo de San Salvador. Tomó posesión del  cargo el 22 de febrero de 1977.

ASESINATO DE SU AMIGO

El 12 de marzo de ese año, el padre Rutilio Grande,  amigo íntimo de Romero,   fue   asesinado   en   la   ciudad   de   Aguilares,     junto   a   dos campesinos.   Rutilio   Grande   llevaba   cuatro   años   al   frente   de la parroquia   de   Aguilares,   donde   había   promovido   la   creación   de comunidades eclesiales de base y la organización de los campesinos de   la   zona.     El   arzobispo   Romero     reaccionó   a   este   asesinato convocando a una misa única, para mostrar la unidad de su clero. Esta misa se celebró el 20 de marzo en la plaza Barrios de San Salvador, a pesar de la oposición del nuncio apostólico y de otros obispos.

DEFENSOR DE LOS DESPROTEGIDOS

A partir de ese momento, cambió su predicación y pasó a defender los derechos de los desprotegidos. Monseñor Romero denunció en sus homilías los atropellos contra los derechos de los campesinos, de los obreros, de sus sacerdotes, y de todas las personas que recurrieran a él, en el contexto de violencia y represión militar que vivía el país. En sus homilías posteriores a la muerte de Rutilio Grande, recurrió sin temor a los textos de la Conferencia de Medellín y pidió una mayor justicia en la sociedad. Durante los tres años siguientes, sus homilías, transmitidas por la radio diocesana YSAX, denunciaban la violencia del gobierno militar. Señaló especialmente hechos violentos como los asesinatos cometidos por escuadrones de la muerte y la desaparición forzada   de   personas,   cometida   por   los   cuerpos   de   seguridad.   En agosto de 1978, publicó una carta pastoral donde afirmaba el derecho del pueblo a la organización y al reclamo pacífico de sus derechos.

SU TESTAMENTO PROFÉTICO

El 2 de febrero de 1980, la Universidad Católica  de Lovaina  distinguió a Romero con el doctorado honoris causa como reconocimiento en su lucha en defensa de los derechos humanos. En ocasión de recibir ese título honorífico, Romero pronunció un discurso considerado como su testamento profético: “... Las mayorías pobres de nuestro país son oprimidas y reprimidas  cotidianamente por las estructuras económicas y políticas de nuestro país. Entre nosotros siguen siendo verdad las terribles palabras de los profetas de Israel. Existen entre nosotros los que venden el justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; los que amontonan violencia y despojo en sus palacios; los que aplastan a los pobres; los que hacen que se acerque un reino de violencia, acostados en camas de marfil; los que juntan casa  con casa y anexionan campo a campo hasta   ocupar   todo   el   sitio   y   quedarse   solos   en   el   país....”Es, pues, un hecho claro que nuestra Iglesia ha sido perseguida en los tres últimos años. Pero lo más importante es observar por qué ha sido perseguida. No se ha perseguido a cualquier sacerdote ni atacado a cualquier institución. Se ha perseguido y atacado aquella parte de la Iglesia que se ha puesto del lado del pueblo pobre y ha salido en su defensa. Y de nuevo encontramos aquí la clave para comprender la persecución a la Iglesia: los pobres. De nuevo son los pobres lo que nos hacen comprender lo que realmente ha ocurrido. Y por ello la Iglesia ha entendido la persecución desde los pobres. La persecución ha sido ocasionada por la defensa de los pobres y no es otra cosa que cargar con el destino de los pobres…

…El mundo de los pobres nos enseña que la liberación llegará no sólo cuando   los   pobres   sean   puros   destinatarios   de   los   beneficios   de gobiernos o de la misma Iglesia, sino actores y protagonistas ellos mismos de su lucha y de su liberación desenmascarando así la raíz última de falsos paternalismos aun eclesiales. Y también el mundo real de los pobres nos enseña de qué se trata en la esperanza cristiana.                                                  

Óscar Romero”


INTENTO DE ASESINARLO

El día 9 de marzo de 1980, en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús se encontró un portafolios de color negro colocado debajo del Altar   Mayor.   Contenía   una   bomba   que,   activada   a   control   remoto explotaría   en   el   momento   que   Monseñor   Oscar   Arnulfo   Romero oficiaría una misa. La bomba fue desactivada. La  Fiscalía General de la República no hizo ninguna investigación formal.

Quince días después Monseñor Romero era asesinado.

“HOMILÍA DE FUEGO”

El día 23 de marzo de 1980, un día antes de su muerte, Romero hizo desde la catedral un enérgico llamamiento al ejército salvadoreño, en su   homilía   titulada “La   Iglesia,   un   servicio   de   liberación   personal, comunitaria, trascendente”,  que más tarde se conoció como “Homilía de fuego”: “Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y  ante una orden de  matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tempo de   que   recuperen   su   conciencia,   y   que   obedezcan   antes   a   su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona,   no   puede   quedarse   callada   ante   tanta   abominación. Queremos que  el gobierno tome   en   serio que de nada   sirven   las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada   día   más   tumultuosos,   les   suplico,   les   ruego,   les   ordeno   en nombre de Dios: Cese la represión. 
                                                              
Óscar Romero”

LOS ASESINOS

Treinta y un años después del asesinato, se conoció el nombre del asesino de Romero: fue Marino Samayor Acosta, un subsargento de la sección   II   de   la   ex   Guardia   Nacional,   y   miembro   del   equipo   de seguridad del ex presidente de la República, quien manifestó que la orden   para   cometer   el   crimen   la   recibió   del   mayor   Roberto d’Aubuisson, creador de los escuadrones de la muerte y fundador de ARENA,   y   del   coronel   Arturo   Armando   Molina.    Marino   Samayor Acosta habría recibido 114 dólares por realizar esa acción.