Hace
39 años:
Iván
Ljubetic Vargas, historiador del
Centro
de Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
Era
la tarde del lunes 24 de marzo de 1980. Monseñor Óscar Romero oficiaba
misa en la capilla del hospital Divina
Providencia en la colonia Miramonte de San Salvador. Aproximadamente a las
18,30 horas se escuchó un disparo. Lo
hizo un francotirador desde un auto
con capota de color rojo. La bala
impactó en el generoso corazón de Monseñor Romero. Falleció a los 62 años de
edad.
¿QUIÉN ERA MONSEÑOR ROMERO?
Óscar
Arnulfo Romero y Galdámez había nacido
en Ciudad Barrios el 15 de agosto de 1917.
Era el segundo de 8 hermanos,
hijos del matrimonio formado por el telegrafista y empleado de correos,
Santos Romero, y Guadalupe Galdámez.
Desde niño tuvo una salud muy frágil.
En la escuela
pública donde estudió,
destacó en materias humanísticas más que en
matemáticas.
En
1930, a
la edad de 13 años, ingresó al seminario menor de la ciudad de San
Miguel. Siete años
más tarde se
incorporó al Serminario de San
José de la Montaña
de San Salvador. Ese mismo año, continuó sus estudios de teología en la Pontificia Universidad
Gregoriana en Roma. Fue ordenado sacerdote
el 4 de abril de 1942 a
la edad de 24 años.
En
1943 regresó a
El Salvador. Fue
párroco de la
ciudad de Anamorós en La
Unión. En la ciudad de San Miguel sirvió como párroco en
la Catedral
de Nuestra Señora de la Paz
y ejerció como secretario del Obispo
diocesano monseñor Miguel Ángel Machado.
En
1968 fue nombrado secretario de la Conferencia Episcopal
de El Salvador.
En
1970 el papa Pablo VI lo designó Obispo
Auxiliar de San Salvador.
En 1974 se le nombró obispo de la diócesis de
Santiago de María. Ocupó esa sede
durante dos años.
En
1977 el papa Pablo VI lo nombró
Arzobispo de San Salvador. Tomó posesión del cargo el 22 de febrero de 1977.
ASESINATO DE SU AMIGO
El
12 de marzo de ese año, el padre Rutilio Grande, amigo íntimo de Romero, fue
asesinado en la
ciudad de Aguilares, junto
a dos campesinos. Rutilio
Grande llevaba cuatro
años al frente
de la parroquia de Aguilares,
donde había promovido
la creación de comunidades eclesiales de base y la
organización de los campesinos de
la zona. El
arzobispo Romero reaccionó
a este asesinato convocando a una misa única, para
mostrar la unidad de su clero. Esta misa se celebró el 20 de marzo en la plaza
Barrios de San Salvador, a pesar de la oposición del nuncio apostólico y de
otros obispos.
DEFENSOR DE LOS DESPROTEGIDOS
A partir de ese momento, cambió su predicación y
pasó a defender los derechos de los desprotegidos. Monseñor Romero denunció en
sus homilías los atropellos contra los derechos de los campesinos, de los obreros,
de sus sacerdotes, y de todas las personas que recurrieran a él, en el contexto
de violencia y represión militar que vivía el país. En sus homilías posteriores
a la muerte de Rutilio Grande, recurrió sin temor a los textos de la Conferencia de
Medellín y pidió una mayor justicia en la sociedad. Durante los tres años
siguientes, sus homilías, transmitidas por la radio diocesana YSAX, denunciaban
la violencia del gobierno militar. Señaló especialmente hechos violentos como
los asesinatos cometidos por escuadrones de la muerte y la desaparición forzada de
personas, cometida por
los cuerpos de
seguridad. En agosto de 1978,
publicó una carta pastoral donde afirmaba el derecho del pueblo a la
organización y al reclamo pacífico de sus derechos.
SU
TESTAMENTO PROFÉTICO
El 2 de febrero de 1980, la Universidad Católica
de Lovaina distinguió a Romero con el doctorado honoris
causa como reconocimiento en su lucha en defensa de los derechos humanos. En ocasión de recibir ese título honorífico, Romero
pronunció un discurso considerado como su testamento profético: “... Las mayorías pobres de
nuestro país son oprimidas y reprimidas cotidianamente
por las estructuras económicas y políticas de nuestro país. Entre nosotros
siguen siendo verdad las terribles palabras de los profetas de Israel. Existen
entre nosotros los que venden el justo por dinero y al pobre por un par de
sandalias; los que amontonan violencia y despojo en sus palacios; los que
aplastan a los pobres; los que hacen que se acerque un reino de violencia,
acostados en camas de marfil; los que juntan casa con casa y anexionan campo a campo hasta ocupar
todo el sitio
y quedarse solos
en el país....”Es, pues, un hecho claro que
nuestra Iglesia ha sido perseguida en los tres últimos años. Pero lo más importante es observar por qué ha sido perseguida.
No se ha perseguido a cualquier sacerdote ni atacado a cualquier institución.
Se ha perseguido y atacado aquella parte de la Iglesia que se ha puesto
del lado del pueblo pobre y ha salido en su defensa. Y de nuevo encontramos
aquí la clave para comprender la persecución a la Iglesia : los pobres. De
nuevo son los pobres lo que nos hacen comprender lo que realmente ha ocurrido.
Y por ello la Iglesia
ha entendido la persecución desde los pobres. La persecución ha sido ocasionada
por la defensa de los pobres y no es otra cosa que cargar con el destino de los
pobres…
…El
mundo de los pobres nos enseña que la liberación llegará no sólo cuando los
pobres sean puros
destinatarios de los
beneficios de gobiernos o de la
misma Iglesia, sino actores y
protagonistas ellos mismos de su lucha y de su liberación desenmascarando
así la raíz última de falsos paternalismos aun eclesiales. Y también el mundo real de
los pobres nos enseña de qué se trata en la esperanza cristiana.
Óscar Romero”
INTENTO DE ASESINARLO
El
día 9 de marzo de 1980, en la
Basílica del Sagrado Corazón de Jesús se encontró un
portafolios de color negro colocado debajo del Altar Mayor.
Contenía una bomba
que, activada a
control remoto explotaría en
el momento que
Monseñor Oscar Arnulfo
Romero oficiaría una misa. La bomba fue desactivada. La
Fiscalía General de la República no hizo
ninguna investigación formal.
Quince
días después Monseñor Romero era asesinado.
“HOMILÍA DE FUEGO”
El
día 23 de marzo de 1980, un día antes de su muerte, Romero hizo desde la
catedral un enérgico llamamiento al ejército salvadoreño, en su homilía
titulada “La Iglesia , un
servicio de liberación
personal, comunitaria, trascendente”,
que más tarde se conoció como “Homilía de fuego”: “Yo quisiera hacer un
llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto a las
bases de la Guardia
Nacional , de la policía, de los cuarteles... Hermanos, son de
nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la
ley de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral,
nadie tiene que cumplirla. Ya es tempo de
que recuperen su
conciencia, y que
obedezcan antes a su
conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia , defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad
humana, de la persona, no puede
quedarse callada ante
tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en
serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta
sangre. En nombre de Dios pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos
suben hasta el cielo cada día más
tumultuosos, les suplico,
les ruego, les
ordeno en nombre de Dios: Cese
la represión.
Óscar Romero”
LOS
ASESINOS
Treinta
y un años después del asesinato, se conoció el nombre del asesino de Romero:
fue Marino Samayor Acosta, un subsargento de la sección II
de la ex
Guardia Nacional, y
miembro del equipo
de seguridad del ex presidente de la República , quien manifestó
que la orden para cometer
el crimen la
recibió del mayor
Roberto d’Aubuisson, creador de los escuadrones de la muerte y fundador
de ARENA, y del
coronel Arturo Armando
Molina. Marino Samayor Acosta habría recibido 114 dólares
por realizar esa acción.