Gabriel
Reyes Arriagada
El año 1958, cuando ingresamos al INSUCO, Instituto
Superior de Comercio de Concepción, se
abrió para una parte de nuestra generación un mundo nuevo, distinto, la mayoría
de nosotros provenía de sectores medios y/o populares. Dejar al barrio e ir a
estudiar “al centro” (teníamos entre 12 y 13 años) ya era una aventura, muchas
asignaturas y ¡muchos profesores!: La señora Mirna Paredes nuestra primera
Profesora Jefa, Romano Vallebuona, Manuel Yévenes, “el Pato Véjar”, la Sra. Rebeca Corsi, la Sra. Villafañe...
y Mario Benavente Paulsen (entre
otros).
Mario Benavente nació el 24 de agosto de 1929 en Collipulli, es decir, nos llevaba
por unos 15 años pero lo respetábamos como si fuera mayor, mucho mayor que
nosotros…, hasta ayer, la impresión es
que esa brecha generacional se había acortado misteriosamente. Todos estábamos
convertidos, por arte de magia, en “adultos mayores”.
Han pasado 60 años y jamás pensé que con este
profesor, dirigente de su gremio, comunista, alto y elegante, de exquisito
vocabulario, íbamos a terminar siendo amigos, compañeros de historias que no
deseamos para nadie. Entre 1958 y 1965 tuvimos la oportunidad de conocer al
hombre recto, honesto, pedagogo en toda la extensión del concepto: siempre
enseñando.
Durante el lustro del
65 al 70 tuve poca oportunidad de verlo. Había escogido un camino
político diferentes al de mi profesor, yo militaba de manera activa en la JDC hasta que el segundo
quiebre del PDC, en 1971, me llevó a la
IC , a la Izquierda Cristiana.
El gobierno del Presidente Allende al que adherimos
miles de jóvenes, hombres y mujeres trabajadores, campesinos, estudiantes e
intelectuales, fue un momento de reencuentro con “el profesor Benavente”. En mi
rol de dirigente de la
Izquierda Cristiana , nos reunimos muchas veces en la sede del
PC de calle Caupolicán en Concepción. A pesar de las naturales diferencias
políticas propias de partidos distintos, fueron momentos muy gratos... otro
profesor, comunista también: Tomás
Solís, a quien conocía por su condición de Regidor cuando yo era dirigente
vecinal fue un aliciente adicional para la buena charla, el intercambio de
opiniones y la búsqueda de acuerdos al interior de la Unidad Popular.
En paralelo Mario Benavente asumió
como Director de Ciencias Sociales de la
UTE – Sede Concepción,
hoy Universidad del Bío Bío, a la que a través de sus ex alumnos estuvo
permanentemente ligado. Tras el golpe militar, fue exonerado junto a otros
académicos como Aníbal Matamala Vivaldi y Lily Rivas, (ex prisioneros
políticos) mediante Resolución N° 2,
firmada por Carlos A. Gallegos Parra, Vice Rector Delegado, Mayor de
Carabineros a contar del 1° de octubre de 1973
En entrevista que la periodista María Eliana Vega, le
hizo para el libro “Nuestros día en el Estadio”, el profesor Benavente relata
las primera horas bajo el golpe de estado, las dificultades para ocultarse y
mantener una vinculación orgánica clandestina con su partido; también cuenta de
lo difícil que fue para él enterarse de la detención de su esposa Nimia Jaque,
profesora que trabajaba en el Dpto. de Extensión de la Universidad de
Concepción, lo que le obligó a
entregarse a la Policía
de Investigaciones de Concepción, con lo cual inició un largo recorrido por el
Estadio regional, la Cárcel
penquista, el Campamento de Prisioneros de Chacabuco en la Región de Antofagasta,
Puchucaví en la Región
de Valparaíso y Tres Alamos en la capital.
En el Estadio Regional estuvimos detenidos junto a él
varios de sus ex alumnos del INSUCO: Atricio Perales, Contreras, el Chico
Aguayo, el Chico Mendoza y por cierto varios ex alumnos y docentes de la UTE.
En el mismo lugar conoció al sacerdote Camilo Vial
quien después fuera ordenado Obispo de la Iglesia Católica.
Surge una amistad que se extendió al correr de los años y que se vio
emotivamente refrendada en marzo de este año, cuando convocados por los ex
presos políticos de Chacabuco, un grupo de hombres y mujeres y familiares que
habían estado detenidos en el estadio, la Isla Quiriquina y la Cárcel de Chacabuco 70 en
Concepción, presenciaron, en el Museo de la Memoria en Santiago, un reencuentro lleno de emoción y amistad. Es
raro entender esta amistad entre un sacerdote que llegó a ser Secretario
General de la
Conferencia Episcopal de Chile y un destacado militantes que
fue miembro del Comité Central del Partido Comunista de Chile. En su libro Contar
para saber, Chacabuco, Puchuncaví, Tres Alamos, Mario se refiere al
sacerdote, señalando que “en esas dramáticas condiciones, el Padre Camilo
Vial inició un largo peregrinar que, a lo mejor, nunca había imaginado, agregando
que “el evangelio no sólo fue predica. Lo hizo práctica en su sacerdocio”.
El 18 de enero de 1974, un grupo compuesto por 59
prisioneros del Estadio, entre los cuales estaba Mario, fuimos trasladados al
Campo de Prisioneros de Chacabuco. El lugar, ubicado en pleno Desierto de
Atacama en la Segunda
Región , había sido en la década del 30 del siglo pasado un
pueblo habilitado para los mineros que extraían el llamado “oro blanco”, el
salitre.
Allí fuimos vecinos, mientras él vivía en la casa 7
del Pabellón 24, yo lo hacía en la casa 6, al parecer, la mayoría del grupo
había sido escogido por sus responsabilidades políticas, académicas o sociales.
Entre los habitantes de su “casa” estaba el Doctor Jorge Peña, Galo Gómez, Vice
Rector de la UdeC ,
Luis Egidio Contreras, Ex Intendente de Concepción y el “Cojo” Munita.
En Chacabuco, Mario jugó, junto a Galo Gómez, un rol
importante en la dirección de lo que se conoció como la “Escuela o Universidad de Chacabuco”, papel que recoge
documentadamente en el libro mencionado,
llegando incluso a publicar el listado de todos quiénes estábamos
“matriculados” en ella.
En dicho libro, Mario relata su experiencia de
prisionero político, principalmente
desde la perspectiva de la resiliencia, destacando la capacidad de
organización de los detenidos, la creatividad para de la nada hacer artesanías
en madera o metal, crear un diario mural,
o plasmar en un papel cualquiera el despertar de una poesía cautiva, el
teatro, el dibujo, el canto y la solidaridad y unidad entre los prisioneros sin
distinciones de ningún tipo.
Meses prisioneros bajo el abrazador sol del desierto,
fortalecieron amistades, crearon lazos de fraternidad imposibles de olvidar. El
cura Camilo, recuerda Mario, nos fue a ver en cuatro ocasiones, dos veces con
nuestras familias y dos veces solo.
A fines de 1974 fuimos trasladados desde el Norte
hacia centros de detención más cercanos a nuestro sureño terruño, lo que
facilitaba un poco más la posibilidad de ver a nuestras familias. Mario fue a
Puchuncaví y yo a Ritoque, luego y antes
de nuestro destierro, fuimos enviados al mítico campo de Prisioneros de Tres
Alamos.
Luego de más de un año de detención vino la etapa del
exilio, inicialmente y por poco tiempo Mario en Suecia, para luego radicarse
hasta 1988 en Caracas, Venezuela.
En Caracas, contratado por la Universidad Central
de Venezuela, junto a su actividad académica contribuye a la creación del
Comité de Solidaridad con Chile, desplegando un gran trabajo de denuncia de los
crímenes de la Junta
Militar de Pinochet. Esta misma actividad volvió a encontrar
al profesor con su alumno. Desde México, lugar de mi propio exilio, se
coordinaban las tareas de solidaridad con el pueblo de Chile en toda América.
Y una vez más, aparece en nuestro camino el padre
Camilo que por encargo de la Iglesia Católica recorre diversos lugares del
mundo donde había exiliados o ex prisioneros políticos.
El trabajo del exilio, insuficientemente conocido en
Chile estuvo marcado por la organización unitaria de los partidos de la Unidad Popular y el
MIR, la denuncia fundamentada de la situación chilena ante gobiernos,
parlamentos y organismos internacionales, por la restauración de la democracia
y nuestro Derecho a vivir en la patria y en democracia. Ahí estuvo Mario
Benavente Paulsen.
Ambos, profesor y alumno estigmatizados ante el mundo
con la letra “L” en nuestros pasaportes que señalaban: “valido sólo para
salir del país”, formamos parte de ignominiosas listas que nos prohibían el
regreso a Chile.
En 1988 el profesor Benavente es autorizado a regresar
a Chile cuestión que asume sin dilación.
En alguna conversación me cuenta que su proceso de
(re)instalación no le resultó fácil, sin embargo, con recursos propios se queda
en Santiago. Se dedica a escribir y ahí surge “Contar para saber: Chacabuco,
Puchuncaví, Tres Alamos”. Se reencuentra con sus camaradas pero principalmente
con sus ex compañeros de prisión.
En 1989 se autoriza mi propio retorno y retomamos
contacto. Los ex prisioneros de Chacabuco de la Región del Bío Bío, que
además habíamos pasado por el Estadio Regional, teníamos (o tenemos) una
precaria organización, marcada, sin embargo, por el respeto a la diferencia,
por la amistad surgida tras meses de prisión común y en muchos casos de exilio
forzado.
En el año 2003,
con motivo de la conmemoración de los 30 años del golpe de estado, decidimos
colocar una Placa que recordara nuestro paso por el estadio. Nos propusimos
como fecha enero del 2004 mes y año en que se cumplieron 30 años de nuestro
primer destierro, el destierro a Chacabuco. Por razones de salud Mario no pudo
llegar y su gesto de apoyo fue el envío para cada uno de nosotros de su libro
en que relata gran parte de nuestras experiencias personales y/o colectivas.
El primer encuentro físico se produciría en Concepción
en abril de 2007. Estudiantes y profesores de la ex UTE realizan en ese recinto
universitario un emotivo acto de reparación y memoria en la que participa el
Rector de la época. Junto a Aníbal Matamala, quien en 1973 era Presidente de
los Académicos de esa Casa de Estudios, reciben el reconocimiento de sus pares
y ambos, se reencuentran con los ex prisioneros de Chacabuco de la región del
Bío Bío. ¡Emotivo reencuentro!. Debieron pasar más de 30 años para abrazarnos y
compartir parte de nuestras vivencias.
En Marzo de este año nos reencontramos por última vez,
el Museo de la Memoria
y el Centro de Capacitación Les Halles en Santiago, lugar de encuentro de los
ex prisioneros de Chacabuco, fueron el escenario adecuado para un coloquio que
duró un par de horas. Se veía bien, contento, acompañado de su hijo Igor, pero
la vida es complicada, quedamos de volvernos a ver para comentar el libro de
María Eliana Vega “Nuestro días en el estadio”. No fue posible. Mario falleció
hoy jueves 2 de agosto poco después de las 15 horas y faltando sólo 22 días
para que cumpliera 89 años. Hasta siempre profesor.
Concepción, 02 de agosto de 2018