miércoles, 8 de agosto de 2018

¡HASTA SIEMPRE MARIO BENAVENTE PAULSEN!



Gabriel Reyes Arriagada




                                            Mario Benavente y Luis Corvalán


El año 1958, cuando ingresamos al INSUCO, Instituto Superior de Comercio de Concepción,  se abrió para una parte de nuestra generación un mundo nuevo, distinto, la mayoría de nosotros provenía de sectores medios y/o populares. Dejar al barrio e ir a estudiar “al centro” (teníamos entre 12 y 13 años) ya era una aventura, muchas asignaturas y ¡muchos profesores!: La señora Mirna Paredes nuestra primera Profesora Jefa, Romano Vallebuona, Manuel Yévenes, “el Pato Véjar”, la Sra. Rebeca Corsi, la Sra. Villafañe... y  Mario Benavente Paulsen (entre otros).

Mario Benavente nació el 24 de agosto  de 1929 en Collipulli, es decir, nos llevaba por unos 15 años pero lo respetábamos como si fuera mayor, mucho mayor que nosotros…, hasta ayer,  la impresión es que esa brecha generacional se había acortado misteriosamente. Todos estábamos convertidos, por arte de magia, en “adultos mayores”.

Han pasado 60 años y jamás pensé que con este profesor, dirigente de su gremio, comunista, alto y elegante, de exquisito vocabulario, íbamos a terminar siendo amigos, compañeros de historias que no deseamos para nadie. Entre 1958 y 1965 tuvimos la oportunidad de conocer al hombre recto, honesto, pedagogo en toda la extensión del concepto: siempre enseñando.

Durante el lustro del  65 al 70 tuve poca oportunidad de verlo. Había escogido un camino político diferentes al de mi profesor, yo militaba de manera activa en la JDC hasta que el segundo quiebre del PDC, en 1971, me llevó a la IC, a la Izquierda Cristiana.

El gobierno del Presidente Allende al que adherimos miles de jóvenes, hombres y mujeres trabajadores, campesinos, estudiantes e intelectuales, fue un momento de reencuentro con “el profesor Benavente”. En mi rol de dirigente de la Izquierda Cristiana, nos reunimos muchas veces en la sede del PC de calle Caupolicán en Concepción. A pesar de las naturales diferencias políticas propias de partidos distintos, fueron momentos muy gratos... otro profesor,  comunista también: Tomás Solís, a quien conocía por su condición de Regidor cuando yo era dirigente vecinal fue un aliciente adicional para la buena charla, el intercambio de opiniones y la búsqueda de acuerdos al interior de la Unidad Popular.

En paralelo Mario Benavente asumió como Director de Ciencias Sociales de la UTE – Sede Concepción,  hoy Universidad del Bío Bío, a la que a través de sus ex alumnos estuvo permanentemente ligado. Tras el golpe militar, fue exonerado junto a otros académicos como Aníbal Matamala Vivaldi y Lily Rivas, (ex prisioneros políticos)  mediante Resolución N° 2, firmada por Carlos A. Gallegos Parra, Vice Rector Delegado, Mayor de Carabineros a contar del 1° de octubre de 1973

En entrevista que la periodista María Eliana Vega, le hizo para el libro “Nuestros día en el Estadio”, el profesor Benavente relata las primera horas bajo el golpe de estado, las dificultades para ocultarse y mantener una vinculación orgánica clandestina con su partido; también cuenta de lo difícil que fue para él enterarse de la detención de su esposa Nimia Jaque, profesora que trabajaba en el Dpto. de Extensión de la Universidad de Concepción,  lo que le obligó a entregarse a la Policía de Investigaciones de Concepción, con lo cual inició un largo recorrido por el Estadio regional, la Cárcel penquista, el Campamento de Prisioneros de Chacabuco en la Región de Antofagasta, Puchucaví en la Región de Valparaíso y Tres Alamos en la capital.

En el Estadio Regional estuvimos detenidos junto a él varios de sus ex alumnos del INSUCO: Atricio Perales, Contreras, el Chico Aguayo, el Chico Mendoza y por cierto varios ex alumnos y docentes de la UTE.

En el mismo lugar conoció al sacerdote Camilo Vial quien después fuera ordenado Obispo de la Iglesia Católica. Surge una amistad que se extendió al correr de los años y que se vio emotivamente refrendada en marzo de este año, cuando convocados por los ex presos políticos de Chacabuco, un grupo de hombres y mujeres y familiares que habían estado detenidos en el estadio, la Isla Quiriquina y la Cárcel de Chacabuco 70 en Concepción, presenciaron, en el Museo de la Memoria en Santiago,  un reencuentro lleno de emoción y amistad. Es raro entender esta amistad entre un sacerdote que llegó a ser Secretario General de la Conferencia Episcopal de Chile y un destacado militantes que fue miembro del Comité Central del Partido Comunista de Chile. En su libro Contar para saber, Chacabuco, Puchuncaví, Tres Alamos, Mario se refiere al sacerdote, señalando que “en esas dramáticas condiciones, el Padre Camilo Vial inició un largo peregrinar que, a lo mejor, nunca había imaginado, agregando que “el evangelio no sólo fue predica. Lo hizo práctica en su sacerdocio”.

El 18 de enero de 1974, un grupo compuesto por 59 prisioneros del Estadio, entre los cuales estaba Mario, fuimos trasladados al Campo de Prisioneros de Chacabuco. El lugar, ubicado en pleno Desierto de Atacama en la Segunda Región, había sido en la década del 30 del siglo pasado un pueblo habilitado para los mineros que extraían el llamado “oro blanco”, el salitre.

Allí fuimos vecinos, mientras él vivía en la casa 7 del Pabellón 24, yo lo hacía en la casa 6, al parecer, la mayoría del grupo había sido escogido por sus responsabilidades políticas, académicas o sociales. Entre los habitantes de su “casa” estaba el Doctor Jorge Peña, Galo Gómez, Vice Rector de la UdeC, Luis Egidio Contreras, Ex Intendente de Concepción  y el “Cojo” Munita.

En Chacabuco, Mario jugó, junto a Galo Gómez, un rol importante en la dirección de lo que se conoció como la “Escuela o  Universidad de Chacabuco”, papel que recoge documentadamente en el libro mencionado,  llegando incluso a publicar el listado de todos quiénes estábamos “matriculados” en ella.

En dicho libro, Mario relata su experiencia de prisionero político, principalmente  desde la perspectiva de la resiliencia, destacando la capacidad de organización de los detenidos, la creatividad para de la nada hacer artesanías en madera o metal, crear un diario mural,  o plasmar en un papel cualquiera el despertar de una poesía cautiva, el teatro, el dibujo, el canto y la solidaridad y unidad entre los prisioneros sin distinciones de ningún tipo.

Meses prisioneros bajo el abrazador sol del desierto, fortalecieron amistades, crearon lazos de fraternidad imposibles de olvidar. El cura Camilo, recuerda Mario, nos fue a ver en cuatro ocasiones, dos veces con nuestras familias y dos veces solo.

A fines de 1974 fuimos trasladados desde el Norte hacia centros de detención más cercanos a nuestro sureño terruño, lo que facilitaba un poco más la posibilidad de ver a nuestras familias. Mario fue a Puchuncaví y yo a Ritoque,  luego y antes de nuestro destierro, fuimos enviados al mítico campo de Prisioneros de Tres Alamos.

Luego de más de un año de detención vino la etapa del exilio, inicialmente y por poco tiempo Mario en Suecia, para luego radicarse hasta 1988 en Caracas, Venezuela.

En Caracas, contratado por la Universidad Central de Venezuela, junto a su actividad académica contribuye a la creación del Comité de Solidaridad con Chile, desplegando un gran trabajo de denuncia de los crímenes de la Junta Militar de Pinochet. Esta misma actividad volvió a encontrar al profesor con su alumno. Desde México, lugar de mi propio exilio, se coordinaban las tareas de solidaridad con el pueblo de Chile en toda América.

Y una vez más, aparece en nuestro camino el padre Camilo que por encargo de la Iglesia Católica recorre diversos lugares del mundo donde había exiliados o ex prisioneros políticos.

El trabajo del exilio, insuficientemente conocido en Chile estuvo marcado por la organización unitaria de los partidos de la Unidad Popular y el MIR, la denuncia fundamentada de la situación chilena ante gobiernos, parlamentos y organismos internacionales, por la restauración de la democracia y nuestro Derecho a vivir en la patria y en democracia. Ahí estuvo Mario Benavente Paulsen.

Ambos, profesor y alumno estigmatizados ante el mundo con la letra “L” en nuestros pasaportes que señalaban: “valido sólo para salir del país”, formamos parte de ignominiosas listas que nos prohibían el regreso a Chile.

En 1988 el profesor Benavente es autorizado a regresar a Chile cuestión que asume sin dilación.

En alguna conversación me cuenta que su proceso de (re)instalación no le resultó fácil, sin embargo, con recursos propios se queda en Santiago. Se dedica a escribir y ahí surge “Contar para saber: Chacabuco, Puchuncaví, Tres Alamos”. Se reencuentra con sus camaradas pero principalmente con sus ex compañeros de prisión.

En 1989 se autoriza mi propio retorno y retomamos contacto. Los ex prisioneros de Chacabuco de la Región del Bío Bío, que además habíamos pasado por el Estadio Regional, teníamos (o tenemos) una precaria organización, marcada, sin embargo, por el respeto a la diferencia, por la amistad surgida tras meses de prisión común y en muchos casos de exilio forzado.

En  el año 2003, con motivo de la conmemoración de los 30 años del golpe de estado, decidimos colocar una Placa que recordara nuestro paso por el estadio. Nos propusimos como fecha enero del 2004 mes y año en que se cumplieron 30 años de nuestro primer destierro, el destierro a Chacabuco. Por razones de salud Mario no pudo llegar y su gesto de apoyo fue el envío para cada uno de nosotros de su libro en que relata gran parte de nuestras experiencias personales y/o colectivas.

El primer encuentro físico se produciría en Concepción en abril de 2007. Estudiantes y profesores de la ex UTE realizan en ese recinto universitario un emotivo acto de reparación y memoria en la que participa el Rector de la época. Junto a Aníbal Matamala, quien en 1973 era Presidente de los Académicos de esa Casa de Estudios, reciben el reconocimiento de sus pares y ambos, se reencuentran con los ex prisioneros de Chacabuco de la región del Bío Bío. ¡Emotivo reencuentro!. Debieron pasar más de 30 años para abrazarnos y compartir parte de nuestras vivencias.

En Marzo de este año nos reencontramos por última vez, el Museo de la Memoria y el Centro de Capacitación Les Halles en Santiago, lugar de encuentro de los ex prisioneros de Chacabuco, fueron el escenario adecuado para un coloquio que duró un par de horas. Se veía bien, contento, acompañado de su hijo Igor, pero la vida es complicada, quedamos de volvernos a ver para comentar el libro de María Eliana Vega “Nuestro días en el estadio”. No fue posible. Mario falleció hoy jueves 2 de agosto poco después de las 15 horas y faltando sólo 22 días para que cumpliera 89 años. Hasta siempre profesor.

Concepción, 02 de agosto de 2018