Editorial
El Siglo: "Las reformas y su “fuerza motriz”
La política, como bien se sabe, es en primera y última instancias una
cuestión de intereses: de clases, de sectores sociales. Y por cierto, de las
variadas instituciones y organizaciones que representan o aspiran o pretenden
representar esos intereses muchas veces legítimos. O, como también es
fácil comprobarlo, dirigirlos o manipularlos.
De la profundidad y trascendencia de las reformas contenidas en el programa
de gobierno de la Nueva Mayoría (NM) y que hoy se encuentran en sus trámites
parlamentarios o prontos a ser enviados como proyectos de ley, dan cuenta las
agudas controversias que recorren y marcan hoy nuestro escenario político.
Más allá de los reclamos por la autoría de esas reformas –tributaria,
educacional, laboral, política (electoral y Constitución)- lo que está en juego
es el mayor o menor protagonismo -y, por tanto, incidencia- de las
organizaciones sociales: esencialmente trabajadores, estudiantes y todos los
actores vinculados a la educación.
Es también innegable que sectores del empresariado tienen mucho que decir,
aportando desde sus particulares posiciones e intereses al debate que pronto se
iniciará en torno a las reformas laborales.
Son parte integrante de este proceso, por su propia naturaleza, los
partidos políticos.
Juegan su papel, asimismo, los medios de comunicación, aunque a este
respecto sea indispensable dar cuenta, una vez más, de su alto grado de
concentración y de su reconocida identificación con sectores de la sociedad que
ven en estas reformas una amenaza a sus intereses.
En el fondo de la manida, y esencialmente falsa, oposición entre “las
instituciones” y “la calle”, se esconde y apenas disimula un objetivo central y
estratégico: sacar del debate lo que llaman “la calle”, y que en más de una
ocasión se ha revelado como “anchas avenidas” transitadas por centenares de
miles de lúcidos y ardientes manifestantes.
Y es que son esas masas organizadas las que constituyen “la fuerza motriz”
de los cambios. Y desconocerlas o al menos debilitarlas es para los sectores
retardatarios -reaccionarios- no sólo un objetivo inmediato sino todo un
programa de mediano y largo plazo.
Trabajadores sin sus orgánicas de clase, estudiantes sin sus
representaciones a niveles secundario y universitario, maestros sin sus
estructuras de elaboración y movilización, son, así, los objetivos, los
“ideales” para limpiar el camino hacia reformas sin nervio y con objetivos
sacrificados en el altar de los consensos.
Es la hora de cuidar y fortalecer al “soberano”, sin relegarlo a la
condición subalterna de masa informa y, por lo mismo, inerme.