Comentario radial y escrito.
Salieron a la vida los acuerdos
alcanzados en el XXVII Congreso de los Comunistas.
Está encabezada en un decir de
Lenin. “Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños”
Han pasado dos días y todavía
estoy pegado en ese pedacito de lectura: “Con la condición de creer en nuestros
sueños”.
Tengo insomnio de tanto creer.
Vivimos un tiempo, en el cual,
amenazan de dejar cesante a las abejas y poner en su lugar a drones altamente
cualificados para la polinización.
Que pasara con los murciélagos, ni
idea.
Uno, como habitante común y en las
puertas del infierno, se va sintiendo sin derecho a réplica.
A cualquier mamarracho inventado,
dicen que emana de la democracia practicada.
El dividir en la política, para mí
no es democracia, es más bien desnutrir al desnutrido.
Sientan el quintal de izquierdas
que brotan; “derecho a expresarse” le llaman.
Sientan esa Central Única de los
trabajadores.
Denigran y estrujan a la
democracia a una tan mínima expresión, que no la respeta nadie, siendo
ultrajada miserablemente.
Y pienso en la ignorancia, por
querer entender a los pueblos que eligen representantes y mandatarios como el
escogido a presidente, Donald Trump.
“Trampuso” será.
Un franco tirador le achunta a la
oreja y un parche curita se hace símbolo de la resistencia y soberanía de un
pueblo más predestinado que los judíos.
Si tienen la posibilidad de leer
las resoluciones del XXVII Congreso de los comunistas, léanlo; podrán soñar
como yo, no hace daño, reconforta y da esperanzas.
Es comer fantasía.
Me encumbré en volantín y fui gota
de agua cuidando la higuera; me encontré con Tupamaros, con Tupac, con
Montoneros, con Sendero y Farabundo, me encontré un 26 de julio y un Manuel.
Se tiene tanta vida y, sin
embargo, nos ensucia la ignorancia, la mentira y los escaparates nos manipulan.
Los tiempos son un parpadeo, no
nos damos cuenta de lo resbaloso.
Cuando yo era cabro, no se veían
tantos muertos; las ignominias que se practican hoy en día tienen otras
vestimentas.
En el barrio Amunategui, en La
Serena, escondiendo el “Morro de Arica” en la mano, le aplaudíamos a un cabro
amigo peruano.
El momento del despojo te sufría,
pero no lo veías.
Yo recuerdo Copiapó, a las casas
llegaba el Atalaya, el Siglo era más bien contrabando o tenías que ir a
buscarlo por donde yo lo dejaba.
No pretendo ahuyentar la historia,
menos todavía, la lucha de nuestra clase obrera, de mi partido, al contrario.
Antes, creía yo, que, no le
hacíamos mucha meya al enemigo.
Era normal ver a gente de
Chañaral, ir a buscar agua potable a Barquitos.
Mi niñez, mi infancia, no se
preguntaba del porqué de tanta ausencia.
Cuando la clase obrera, sus
representantes, afinaron la puntería y la lucha de clases, herramienta
indispensable para enfrentar a los imperios, empezó a hervir, los paisajes
comenzaron drásticamente a cambiar.
Faltaba conciencia de clase,
conciencia social.
La Revolución Francesa cambió de
ropa, incluso la Revolución de Octubre fue insuficiente para continuar.
El Imperio es muy poderoso.
Hoy, se hace diferente, el mundo
trabajador aprende de Cuba, isla en la que el Caimán ya no baila. Hoy, tengo
espacios para soñar, es ver a Venezuela, a México, a Nicaragua, es ver Yemen,
es ver China.
Él desparramo es grande, pero lo
indigno está quedando desnudo.
Miren cómo tienen a mi Argentina,
miren cómo tienen prisionero a Polisario en la arena, sin embargo, está
rebelde, iracundo.
¡Democracia, grita el pistolero!
Hay que excavar, monte abajo.
Dos cuadrillas de veinte. Veinte
con pala y chuzo; veinte con tenedor y cuchara.
El socavón no importa, lo
importante es tener 80 manos en disputa, dispuestas a quedarse con pala y
chuzo, importándole un carajo, la solidaridad internacional.
La democracia, es una instancia,
un camino que lo construye un colectivo con derechos y obligaciones reales,
concretas, solidarias, es un método de trabajo, en la que todos tengan las
posibilidades reales de hacer uso de sus derechos fundamentales.
Eso no ha ocurrido nunca, menos en
mi paisito.
Que se ha intentado, se ha luchado
y se lucha segundo a hora, a cada día, a cada rato, eso sí, pero, por no saber
mirar bajo el agua, las cosas se esfuman miserablemente.
Y yo quiero soñar.
La educación, su aprendizaje, es
analizar, pensar, que se puede cambiar el mundo, se puede parir otra sociedad.
Repito, lean los acuerdos del
XXVII Congreso de los comunistas.
Al menos podrán soñar.
El imperio engendra la miseria, la
pobreza.
Tienen la alegría, la abundancia y
el bienestar, gracias al rechinar de tripas del hambriento.
Actualmente, nada es, lo que se
ve.
Yo quiero creer, que los
enfrentamientos ideológicos, convertidos en materia viva, aparecen por todos
lados.
La invasión a Libia no es lo mismo
que la invasión a Palestina o al Líbano o a Siria, pero las causas son las
mismas.
Predominar, lo dice el amigo del
francotirador, el del “parche curita”
“El mundo para América y América
para los americanos”.
No podemos engañarnos, llevamos en
los genes la necesidad imperiosa de existir y dominar. Y, como somos los únicos
seres, que podemos educarnos para razonar, para pensar, tendríamos que
practicar lo expresado por Leonel Sánchez.
“Y que gane el mejor” .
En ese vivir, en las ideas y por
las ideas, no cabe el andar matando a diestro y siniestro para poder existir,
vivir, ser feliz.
Tenemos el derecho y el deber de
seguir creyendo en nuestros sueños.
Alejandro Fischer Alquinta.
Estocolmo 20250126