martes, 1 de noviembre de 2022

EN EL 112 NATALICIO DE MIGUEL HERNÁNDEZ

 

 

 

 

                                                    Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                                    Centro de Extensión e Investigación

                                                     Luis Emilio Recabarren, CEILER

 

             


 

Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!

                                                                                                        Pablo Neruda

 

Miguel Hernández Gilabert nació en Orihuela,  el 30 de octubre de 1910. Poeta y dramaturgo español. De familia humilde, tuvo que abandonar muy pronto la escuela para ponerse a trabajar; aún así desarrolló su capacidad para la poesía gracias a ser un gran lector de la poesía clásica española. Formó parte de la tertulia literaria en Orihuela, donde conoció a Ramón Sijé y estableció con él una gran amistad. A partir de 1930 comenzó a publicar sus poesías en revistas como El Pueblo de Orihuela o El Día de Alicante. En la década de 1930 viajó a Madrid y colaboró en distintas publicaciones, estableciendo relación con los poetas de la época. A su vuelta a Orihuela redactó Perito en Lunas, donde se reflejaba la influencia de los autores que leyó en su infancia y los que conoció en su viaje a Madrid. 

Ya establecido en Madrid, trabajó como redactor en el diccionario taurino de Cossío y en las Misiones pedagógicas de Alejandro Casona; colaboró además en importantes revistas poéticas españolas. Escribió en esos años los poemas titulados El silbo vulnerado e Imagen de tu huella, y el más conocido El Rayo que no cesa (1936).


            


               

Tomó parte muy activa en la Guerra Civil española. Se alistó en el bando republicano. En el verano de 1936 ingresó a las filas del Partido Comunista de España. A partir de 1937 fue Comisario Político Militar del Quinto Regimiento. 

El Quinto Regimiento fue organizado por el Partido Comunista de España No sólo fue un cuerpo militar, ya que sus actividades se extendieron a otras áreas, desarrollando una importante labor social y cultural, impulsando el desarrollo de la educación y la cultura entre las clases bajas para luchar contra el analfabetismo. Fueron conocidos sus carteles y murales, sus bibliotecas circulantes  y las "guerrillas teatrales" que llevó a las calles y al frente. 

Al Quinto Regimiento estuvieron alistados o relacionados con él, además de Miguel Hernández,  conocidos poetas y escritores comunistas, como  Rafael Alberti, César Arconada, Pedro Garfias, José Herrera Petere, María Teresa León y Juan Rejano. También lo estuvieron ingenieros, arquitectos, médicos, profesores y pintores. 

En 1937, Miguel Hernández asistió al II Congreso Internacional para la Defensa de la Cultura, celebrado en Madrid y Valencia. Viajó a la Unión Soviética en representación del Gobierno del Frente Popular. 

Al terminar la Guerra Civil intentó salir del país, pero fue detenido en la frontera con Portugal por la policía de Salazar, dictador fascista de ese país, que lo entregó a la policía de Franco.

 


Se le encarceló en Sevilla, luego se le envió a Madrid, donde logró que lo amnistiaran. Regresó a Orihuela. Fue delatado y detenido. Juzgado y condenado a muerte en marzo de 1940.  Se le conmutó la pena  por la de treinta años pero no llegó a cumplirla porque murió  de tuberculosis a las 5,32 horas de la madrugada del 28 de marzo de 1942 en la prisión de Alicante. Tenía sólo 31 años de edad. 

Durante la guerra compuso Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1938) con un estilo que se conoció como “poesía de guerra”. En la cárcel acabó Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941).