Hay que decir que no solo ha sido Lenin uno de
los hombres más creadores, más luchadores y más geniales, sino uno de los
hombres más valientes, moralmente valiente. Valentía que demostró en pruebas dificilísimas, en decisiones
dificilísimas, a lo largo de su vida y a lo largo del proceso revolucionario
Autor: Fidel Castro Ruz
Fuente:
granma.cu
22 de abril de 2020
Pocas
veces en ningún proceso –y tal vez nunca en un proceso político– un
pensamiento, una mente, una inteligencia haya sido capaz de hacer un aporte tan
grande. Y
es que Lenin fue un infatigable investigador, un incansable trabajador. Y puede
decirse que desde que tuvo conciencia política no descansó un solo instante a
lo largo de su vida, no descansó un solo instante de investigar, de estudiar y
de trabajar en el camino de la revolución.
No ha habido gladiador que haya librado más
combates ideológicos que los que libró Lenin. Es asombrosa la cantidad de
batallas en el campo ideológico libradas por él. Y su historia no es en este caso comparable
con la historia de otros hombres que hicieron hechos extraordinarios como
méritos personales.
Lenin es de esos casos humanos realmente
excepcionales. La simple lectura de su vida, de su historia y de su obra, el
análisis más objetivo de la forma en que se desenvolvió su pensamiento y su
actividad a lo largo de su vida, lo hacen en realidad ante los ojos de todos
los humanos un hombre verdaderamente –repito– excepcional.
A
Lenin le tocó la posibilidad no solo de desarrollar la teoría, sino encontró el
campo de acción concreto y la oportunidad de llevarla a la práctica.
El
homenaje a Lenin se le puede brindar con el sentimiento. Pero cuando se estudia
su obra y su vida, cuando se estudia su pensamiento y su doctrina, los pueblos
adquieren lo que pudiera llamarse un verdadero tesoro desde el punto de vista
político.
Cuando
se haga una evaluación superior de las personalidades –repito– de la historia,
Lenin, junto con Marx, descollarán entre los hombres, los pensamientos, las
inteligencias, las conductas que mayor trascendencia habrán tenido en la
historia de la humanidad.
Recordamos
cuando por aquellos meses que precedieron al 26 de julio de 1953, la mayor
parte del pequeño grupo de compañeros que estábamos dedicados a aquellas tareas
andábamos siempre con los libros de Marx y de Lenin. Y recordamos que algunos de
esos libros de Lenin –porque fueron los de Lenin– cayeron en manos de la
policía, en los registros que hicieron después del Moncada. Y recordamos cómo
en el proceso del Moncada, un fiscal paniaguado, entre sus más graves
acusaciones, entre sus más –digamos– capciosas preguntas, hizo la pregunta de
si era verdad que nosotros teníamos aquellos libros de Lenin y si eran nuestros
aquellos libros de Lenin.
Lenin fue desde el primer instante no solo un
teórico de la política, un filósofo de la política, sino un hombre de acción,
un hombre de práctica revolucionaria constante e incesante, y le correspondió
desarrollar aquella doctrina y aplicar aquella doctrina en condiciones tan
difíciles, que resulta verdaderamente imposible imaginársela en situaciones
peores.
De las obras de Lenin nosotros sacamos
conclusiones que fueron decisivas –desde luego, cuando hablo del leninismo
hablo del marxismo, de las ideas esenciales de Marx desarrolladas por Lenin–, y
una muy específicamente de Lenin, que fue El Estado y la Revolución , que nos
esclareció tantos conceptos, que nos dio tanta luz a la hora de elaborar la
estrategia revolucionaria, la lucha por la conquista del poder revolucionario,
y que tan decisiva fue para poder elaborar esa estrategia.
Cuando
las lumbreras del pensamiento revolucionario de Europa no tomaban para nada en
cuenta a los revolucionarios rusos, cuando miraban con cierto desdén incluso a
aquellos revolucionarios, cuando muchos de ellos no se habrían ni siquiera
dignado a tomar en cuenta para nada el pensamiento de Lenin e incluso la
posibilidad de una revolución marxista en aquella Rusia de los zares, emprendía
Lenin su largo peregrinar, su largo y prolongado combate por llevar adelante la
revolución marxista en las condiciones de aquel país.
Pero
es que un estudio realmente objetivo de la historia no admite comparación
posible, ¡no admite comparación posible!, no admite poner al lado de Lenin
ningún otro pensamiento, porque el pensamiento de Lenin descuella desde el
principio hasta el final y es la espina dorsal, el alma de ese proceso.
Y
es precisamente en el seno de ese país, en el seno del imperio de los zares,
donde surge este hombre genial, verdaderamente genial, y desarrolla allí y
aplica allí, con un sentido extraordinariamente creador, la doctrina marxista.
Defendió la doctrina de Marx frente a todas las
mistificaciones, tergiversaciones y deformaciones. La defendió y demostró
cuánta razón tenía. Los hechos históricos demostraron cómo todas aquellas
corrientes contra las cuales combatió Lenin condujeron, en los distintos países
de Europa, a la crisis del movimiento revolucionario, al fracaso del movimiento
revolucionario, a la traición al movimiento revolucionario.
Lenin
dijo que una revolución valía cuando era capaz de defenderse. A decir verdad,
nuestra Revolución ha demostrado que es capaz de defenderse. Y se defiende con
poderosos instrumentos.
No
dejaremos de admirar a Lenin, y cada día lo admiraremos más. ¡Cómo le echamos
de menos!
¡Ni
ellos se podían imaginar jamás que un país tan pequeño aquí, al lado del
monstruo y por su propia cuenta, sin la mayor ayuda, ni un centavo, ni un arma,
ni nada, sino por nuestras propias conclusiones, hubiese hecho una Revolución
social tan radical y tan profunda como la que hicimos en nuestro país,
inspirados en las ideas patrióticas tradicionales de nuestro pueblo y de
nuestros grandes próceres, en Martí, pero también en Marx, Lenin, Engels y los
demás que nos hicieron –a mí por lo menos– tener una idea de lo que era la
sociedad y el mundo!».
Hay
que decir que no solo ha sido Lenin uno de los hombres más creadores, más
luchadores y más geniales, sino uno de los hombres más valientes, moralmente
valiente. Valentía que demostró en pruebas dificilísimas, en decisiones
dificilísimas, a lo largo de su vida y a lo largo del proceso revolucionario.
Fuentes: Fragmentos de discursos del Comandante
en Jefe Fidel Castro Ruz en los años 1970, 1981, 1992 y 2001.