domingo, 22 de septiembre de 2019

El “Lebu”, terror flotante de la derecha









por Ivan Muñoz Rojas 



Vivimos otro aniversario del golpe fascista mientras  el imperialismo y la derecha  entronizan  el desparpajo ,en 1973   Nixon hacia  “aullar  la economía”, hoy  Trump aplica despiadadamente la receta  contra el pueblo venezolano;  la derecha terrorista coautora  de millares de crímenes y  torturas  hoy con impudicia absoluta  cabalgando en  el arsenal mediático idiotizante atiza la amnesia colectiva. Reivindican con  Bolsonaro la dictadura pinochetista, propagan  el negacionismo  y acrecientan  la impunidad siguiendo la ruta de la  transición pactada  entre el Departamento de Estado , la derecha ,  sectores de la DC y  socialdemócratas, así    reponen la política de los consensos  para desmontar los escasos avances logrados.  Renace el peligro fascista  y  cuando afloran denuncias  de los  crímenes de lesa humanidad   los tartufos intentan sortear  responsabilidades  apelando a la manida invocación  de Corea, Cuba o Venezuela.

Muchos conocimos en carne viva lo que fue la prisión,  tortura,  cesantía,  persecución, las vejaciones,  el exilio o más grave sufrimos el asesinato de un ser querido, un compañero de trabajo una camarada. Hoy debemos romper el mutismo   proyectando la memoria para combatir la  reivindicación  de la dictadura promovida  por los Kast y demás gestores del fascismo, es  necesario socializar las   experiencias  represivas vividas no para lamentarnos  sino para construir  futuro  aportando a la derrota de la amnesia histórica que fragua la derecha cada día.


«Lebú», barco mercante, al 11 de septiembre de 1973 propiedad de la empresa Sudamericana de Vapores (Ricardo Claro) hoy propiedad de Luksic

Iniciado el golpe fascista los  esbirros  percibieron que las cárceles disponibles eran insuficientes para  encerrar  a millares de patriotas, transformaron Chile en una cárcel gigantesca, así en    Valparaíso habilitaron barcos/prisiones, la Esmeralda, Andalíen, Maipo, Lebu, allí se cometieron bárbaras  atrocidades  las que la Armada de Chile y civiles derechistas como Ricardo Claro-, quien facilito las naves-,   han negado sistemáticamente por falta de coraje  y  dignidad  siendo ejecutores del terrorismo  de estado.

El  21 de septiembre del 73  una patrulla naval  irrumpió en un despliegue inusitado  mi hogar  conmocionando a mi  familia y al barrio tras mi  “prontuario”, haber sido encargado político del  Comunal del PC del puerto, presidente de la Federación Nacional de Empleados Portuarios y en esos días Sub Director  de la  Empresa Portuaria de Chile. Fui trasladado  al molo de abrigo de Valparaíso,    arrojado el piso del muelle junto a decenas de hombres y mujeres, cacheados  al tiempo que los infantes de marina   robaban  las pocas pertenencias que portábamos. Al subir al barco recibíamos una golpiza y bajo improperios nos  enviaban al fondo de una de las bodegas  descolgándonos por una escalerilla metálica. Allí  decenas de prisioneros sucios y desarrapados  iniciábamos nuestra estadía,  recinto de piso metálico y madera, sucia, mal oliente  con  residuos de carbón de  su última carga. En las primeras semanas  solo bebíamos agua de un balde que se bajaba a la bodega mediante una cuerda, dormíamos en el piso metálico y con los residuos de carboncillo improvisábamos una suerte de almohadas, la llegada de presos incrementaba el hacinamiento, iniciaron la provisión de un plato de porotos con gorgojos y piedrecillas, en la mañana en cubierta ingeríamos velozmente de un tarro metálico   café, lo que causaba continua quemazón de labios .

Cuatro  tambores de 200 litros cortados por la mitad  fueron provistos como tazas de baño,   apoyábamos  las nalgas en trozos de madera atravesados en el tambor, maderos que en las noches  eran disputados como complementos de almohadas.

Prohibido afeitarse, un día se coló a la celda flotante a un espejo  que circulo entre los presos, nos sorprendía el volver a contemplarnos, luego de semanas  barbas a lo Robinson Crusoe.

A las 7.00 horas de cada mañana luego de una intensa sesión de gimnasia subíamos a cubierta en grupos de 10, desnudos debíamos ducharnos bajo un descomunal chorro de agua fría proveniente de una manguera de incendio. Tratábamos de evitar el turno en  que mientras recibías el agua te sorprendiera la ceremonia de “honores de pito”  que se  realizaban en los barcos  de la marina, “honores” que debíamos imitar, lo mortificante era que el ritual  consideraba la entonación del himno nacional el que debíamos cantar marcialmente, cuadrados y “ en pelota”… bajo el chorro de agua, frente a los cerros de Valparaíso. En más de una  oportunidad osamos  entonar con más fuerza la estrofa del “asilo contra la opresión”, hasta que ello nos acarreó la sanción entonar decenas de veces la estrofa con su tono normal.

Los tarros que fungían de tazas de baño  se rebalsaban, el bamboleo de la nave  derramaba el contenido al piso de la bodega haciendo insoportable la fetidez. Se nos concedió  vaciar al mar los tachos debiendo improvisar la maniobra  para elevarlos, nos proporcionaron una cuerda, se ató  el primer  un barril, abrimos un circulo  mientras  izaban la carga, un  portuario me alerto: “compañero esa güea, se va a caer”  y…  la “güea” se vino abajo  como lluvia de mierda sobre nosotros mientras intentábamos esquivar   el tacho. Un cuadro kafkiano entre  las burlas de los guardias. Nos permitieron subir a cubierta, atar la única ropa que vestíamos a un cabo, enjuagarla en el mar y  mojadas volver a vestirnos.

Aprendimos la maniobra de izar y cada mañana con un compañero de prisión, Sergio Morris, realizábamos la operación limpieza que nos permitía además salir del fondo de la bodega mirar el mar, el cielo, avistar a lo lejos nuestros hogares. Sometidos a tratos degradantes valorábamos las cosas simples y entendíamos que el objetivo del fascismo es anularte como ser humano y si reaccionas con la fuerza del pensamiento no lo logran y permaneces de pie.

Cada noche  se efectuaban los interrogatorios, reclamados  subíamos a cubierta, un guardia nos trasladaba con la vista vendada  a un camarote,   torso descubierto, descalzos y   manos atadas a la espalda, se iniciaba el ablandamiento: “esta gesta libertaria es  contra el comunismo, todo es por la patria y como buenos ciudadanos deben  colaborar”.  Me pidieron   reflexionar sobre  el impacto que tendría en  mis hijas  si en ese momento las dejaran verme en el penoso estado en que me encontraba. Me instan  a colaborar e inician una batería de preguntas por el paradero de: Guastavino, Cantero, Gaspar Díaz, Vuscovic;  o  ¿dónde están las armas descargadas en Talcahuano?, etc.,…  ¿No vas a colaborar…? , de improviso  el interrogador grita: ¡profesor…!  y de una puerta  vecina irrumpe el “profesor” iniciando  una golpiza violenta centrándose en mi abdomen, caigo al piso, me levanta del cabello, continua golpeando, luego  un sonido sordo y siento descargas eléctricas  en los muslos, los parpados, los testículos, etc., más golpes y amenazas, pierdo la noción del tiempo mientras me exigen que no grite.

No supe cuánto tiempo sufrí el tratamiento, con  vista vendada me alzaron, no logre ponerme los zapatos, la nave se bamboleaba en noche de mar agitado, al borde de la nave  amenazan lanzarme al mar,  me llevan a la boca de la bodega, mis restos de racionalidad me alertan el riesgo de bajar la escalerilla vertical descalzo, puedo resbalar y caer, me agarro como un simio descendiendo hasta el fondo en donde compañeros solícitos me reciben  y fraternalmente  me conceden el privilegio  esa noche de dormir sobre un  trozo de madera que fungía de colchón, como se hacía con cada víctima de los interrogatorios.

En octubre  la Cruz Roja Internacional visito la cárcel flotante, la Armada proveyó de camas metálicas con colchones y frazadas a la bodega del Lebu, esto duro una noche, al día siguiente de la visita se retiraron. Un integrante de la misión de nacionalidad belga escogió a tres prisioneros para entrevistarnos, con el francés que se nos enseñaba en el liceo,- educación estatal gratuita-, relate la situación que vivíamos mostrándole las secuelas de la tortura en mi cuerpo mientras nos presionaba la presencia de un oficial de la armada que se aproximaba cuando hablábamos, solicite al funcionario alejara al marino el que retornando una y otra vez, pero logramos que la Cruz Roja conociera la situación lo que se plasmó en informe sobre atropello  de derechos humanos que sufríamos. Esa noche me trasladaron junto a  Aníbal  Vivaceta López, director del Liceo Eduardo de la Barra y Sergio Morris   hermano de Mario  fusilado en Pisagua,  a la Academia de Guerra en donde volvieron a interrogarme.

Junto a un regidor socialista fuimos los últimos presos en  la bodega 2 del Lebu, los detenidos eran  evacuados a otros recintos, finalmente  quede  solo en un extremo de la celda flotante,   vi  bajar a  un infante de marina con la cara pintada y con su fusil  terciado, se aproximó,- pensé que era mi final-, me observo detenidamente  y volvió a subir, luego me trasladaron a la bodega 3 del barco que me sorprende por estar llena de presos de  y solidaridad, al bajar  Sergio Morris acercándose me dice,” debes tener hambre”, saco un pañuelo de su camisa, desenvuelve y  me brinda un banquete, un trocito de chocolate y un mendrugo pan privándose asimismo.

En el Lebu a más de las vejaciones y torturas se llegó al crimen, a 46 años  logro recordar que   un dirigente comunista junto a cuatro campesinos fueron sacados de la bodega, en días posteriores en el diario La Estrella, ejemplares atrasados que nos lanzaban a la bodega, figuraban  como “muertos en enfrentamiento”.

Son  millares las  víctimas asesinadas en el país, a muchos conocimos o sabemos de su temple y señeros ejemplos, en esta reflexión puedo citar a   algunos  portuarios, los compañeros Mario Calderón T. , José Córdova C. , Alberto Lizardi L. , los dirigentes marítimos  Héctor Rojo A., Armando Jiménez M., Guillermo Álvarez C., Samuel Núñez G. , vaya para todas las heroínas y héroes caídos, para los que sufrieron el terror del fascismo, nuestra expresión de respeto y reconocimiento, fueron capaces de vencer  el propósito de exterminar sus ideas y la significación de su entrega. Hoy más que  nunca frente al fascismo emergente, al olvido, al negacionismo,  es necesario  reforzar nuestras luchas y a los 50 años de la UP  avanzar al futuro con las vivencias, dolores y  éxitos del pasado.

Ivan Muñoz Rojas
Integrante Comisión relaciones Internacionales del PCCH
Santiago 21 Septiembre 2019